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Ana Muela Sopeña

En línea

Los cuerpos derretidos

¿A dónde van los pensamientos que te callas?

Una ventana al mundo

En la noche interminable

Caleidoscopio de mujeres

Isis

Perséfone en la orilla

Invocación a las musas

Ciudad de la memoria 

Te beso en el relámpago

No estás sola

Somos en el silencio

 

En línea
Luna
en las manos que buscan el cristal
de mi esencia desnuda
y melancólica.


Sol
en los ojos que miran en la piedra
de tu máscara en línea
con la aurora.
 

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Los cuerpos derretidos

Los cuerpos derretidos galopan en caballos
hacia un Apocalipsis de silencio.
Ellas atrapan toda la cordura
que escapó de tu piel hace ya tiempo,
preservan tu energía
con la medicina de sus labios.
Los mundos de belleza compartidos
te dejan seducir al universo
con tus ojos de mar y de cerezas.

Tus palabras me rasgan en lo oscuro
la soledad sin nombre.
Me llevan por lugares
donde existen razones para ser.
Me animan a escribir en las jornadas
y a contemplar estrellas
en cruces laberínticos de rosas.
Tus palabras me inclinan a quererte
aunque a veces no entienda tus motivos.
Son espacios de luz en las tinieblas
que me incitan a ser siempre de agua.
Me alegra que tu voz retumbe en mí
con el eco de un mundo
aún por descubrir.
Tus palabras son tiempo consagrado
al origen de todo.

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¿A dónde van los pensamientos que te callas
cuando no estás conmigo?
¿Dónde se alojan los deseos que no vives
para satisfacer alguna norma?
¿En qué lugar residen tus guaridas
del alma y del espíritu?
¿Por qué amordazas las palabras
y censuras en ti los sentimientos?
¿En dónde habitan las verdades que no dices?
¿En qué lugar se quedan
las desnudas ilusiones secuestradas?
Seguramente viven en tu cuerpo,
cobijadas en células que duermen
y dentro de su sueño hay otro sueño
que espera la señal
para despertar...

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Una ventana al mundo
Se oye un ruido de llaves.
El monstruo ha llegado.
La casa ya no es un lugar seguro.
Insultos en pasillos.
La madre respira en el regazo de la noche.
Los hijos preguntan:
¿Por qué tanta violencia?
El silencio en el aire.
La madre aguarda que el reloj avance un poco.
Mira con miedo el rostro
del hombre que hace tiempo
la amaba y protegía.
Ahora es sólo una bestia dominada por la furia.
La madre espera que las horas
escondan la vergüenza de ser nadie.
Nada sale de ella,
ni siquiera una palabra de reproche.
Está paralizada por el pánico.
La sumisión y el miedo
inundan las paredes de la casa.
Nada parece ser la solución.
La bestia imprevisible
se ha convertido en fuego,
un volcán de cenizas.
Palabras que zahieren.
Cada momento existe un grave riesgo
de encontrar la lesión
o la muerte en la orilla del temor.
La madre marca
con sus dedos un teléfono.
Una ventana al mundo
se abre al otro lado.

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En la noche interminable

Nos vemos en la noche interminable
y me llevas por mundos
donde las sombras tenues de las plazas
se mezclan con lo sórdido
de hogares
sumidos en momentos de orfandad.
Nos persigue la lluvia en su secreto
y abrazamos el pánico en portales
envueltos en los nombres y murmullos
de las horas dormidas en la niebla.
Un ladrido de un perro
nos graba en la memoria
la soledad que habita en las aceras.
Permitimos que todos los relojes
se consagren al viento de los años
donde un púlsar de luz nos transfi
gura.

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Caleidoscopio de mujeres

No soy una mujer,
soy un caleidoscopio de mujeres...
He venido con Lilith desde el fuego,
a través de lo oscuro primigenio
de heridas y de sangre.
Con sal en esas grietas del abismo
que inunda de obsidiana la belleza.
Jadeos de la sombra
entremezclados con la piel.
Astillas del derrumbe
en el cuerpo del agua y de la tierra.
En cenizas y brasas,
Lilith baila mi luz,
en volcanes de sílabas y signos
que trazan en umbrales de coral
trayectorias ansiosas de una Hespéride.

Pero también soy Eva
que silencia su aliento en sauces de los siglos
y respira la vida en sus orígenes.
En la interdependencia de relojes,
las brújulas sonoras resquebrajan
cementerios de lúpulo o de lirios.
Una búsqueda errática
abre cauces al sueño de la bruja,
en las cuevas del sur con belladona
o en la raíz extraña de los astros.
Con Sofía me pliego al vals del código,
me columpio en las letras de los clásicos,
sumerjo en bibliotecas de los árboles
esa caligrafía de los lobos
que, en diccionarios de ábacos,
persigue los egrégores del humo.
Acuden los milenios a mis manos
como íncubos pícaros.
Desciendo por las élites
en líneas de los círculos del tiempo.
Voy bajando sin miedo por la historia
hasta llegar a clanes paleolíticos
que buscan la abundancia en territorios,
donde un ritual de caza
contempla los crepúsculos alados.
Me elevo como virgen de Corfú
corriendo por los prados del placer,
con túnica de dríade,
soñando y al acecho...
Tengo un cesto de mimbre
que entrelaza mis células
con Lilith
en cabañas de madera,
con Eva
en la raíz del estramonio,
con Sofía
en el mar de los Sargazos
y con la virgen griega
en gineceos
protegidos sin límite por tortugas y leonas.

 

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Isis
A través de los ojos de los árboles

 el iris de la diosa se revela

 como el enigma azul en el silencio.

 Es Isis un misterio renovado

en abismos de bruma

 o en círculos concéntricos del orbe.

Las doctrinas secretas

encriptadas  en varias espirales

 del adn oculto en el genoma

 inician trayectorias imposibles

 en los satélites de Urano.

El placer de las letras

_ y alfabetos de luces y de sombras_

 entronca con los sueños,

atisbados en grutas

que se esbozan en niebla de locura.

Es Isis compañera de mareas,

con las fases lunares,

en los cofres amados

 con espejismos cóncavos

y cristales de ámbar.

 Pertenece al entorno de la noche

 la mirada sutil y subterránea

 de la diosa inquietante.

En crepúsculos suaves

llega Isis triunfante en paraísos,

con la respiración del mundo

en la errante pregunta de la lluvia.

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Perséfone en la orilla

Perséfone en la orilla
espera las palabras de su dios,
para proclamarse
la elegida del mundo.

Pero él no dice nada,
se reserva el momento
y llama a algunas nínfulas
con su móvil de arenas movedizas.

Más tarde,
ella desciende a los infiernos
y allí busca el origen,
pero no encuentra nada

Se inicia en simbolismos de papel
y persigue ser única
a través del instinto de la herida.

Su dios no se demora
y comienza la huida,
antes de que Perséfone devore
el fuego de su alma.

 

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Invocación a las musas

                                                                                                                    A Jesús Felipe Martínez Sánchez, con mi admiración y agradecimiento
Talía,
permite que en el fuego del origen
las vocales del mundo nos protejan.
Melpómene,
danos las consonantes de la vida
envueltas en los pétalos de lirios
y en un volcán desnudo de obsidiana.
Calíope,
seduce con tus letras de alabastro
la hermosura del reino de las hadas.
Urania,
potencia el firmamento con tus sílabas
consagradas a diosas de penumbra.
Terpsícore,
que tus bailes del éxtasis
conviertan las palabras en lunas de la infancia.
Polimnia,
concédenos los versos de la herida,
para que al despertarnos sin el pánico
a lo desconocido
miremos la belleza de los vórtices.
Euterpe,
obséquianos con todos los sonidos
que formen las estrofas del enigma.

Erato,
inspíranos poemas primitivos
que abran las conciencias,
mientras los búhos blancos
sueñan en la memoria colectiva.
Clío,
sacraliza en un cáliz de azurita
los verbos de la historia,
al tiempo que la luz
alumbra nuestro viaje hacia los cuásares.

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Ciudad de la memoria
                                                                                                                 A EDUARDO APODACA

Descubro entre las calles y sus coches
una emoción volátil en el aire.
Memoria de tus ojos,
de todas nuestras charlas y tu risa.
En plazas escondidas
palomas mensajeras
fotografían momentos
que agonizaron al marcharte
al mundo de lo oscuro.
Edificios sin luz
no olvidan tus paseos solitarios
ni los niños del parque,
que vibran sin el tiempo,
como si nada existiera
salvo sus bicicletas y juguetes.
Junto al Museo de Reproducciones
tu rostro incrustado en mi retina.
Te observo fumando...
Chicas con cuello de garza
me ofrecen cerveza
y tú, a mi lado,
me describes lo que lees.
La ciudad se viste de luto
cuando tú la abandonas sin aviso.
Y ahora,
el eco de tu voz
me llega con los mirlos y gorriones.
"Luz de gas"
con amigos que navegan por un mar de fantasía.
Ajedrez, ciencia ficción, literatura,
matemáticas...
y esos cuadros impactantes,
explosiones de un umbral de otro universo.
Aurora y Felipe,
con su Fanzine mágico,
inundan esas noches de verano...
En "Muelle 4" ya no hay vida,
sólo ausencia y vacío.
Los vencejos ya no me hablan,
te has diluido en otro espacio.
Las luces...
e imágenes muy nítidas
de restaurantes y cafés.
Conversaciones sin final
que aún siguen sonando en el ambiente.
Ojalá que me escuches en tu estrella...
Mi corazón está perdido
en la bruma de una tarde melancólica.
Tan sólo tus pupilas
traen bálsamo a mi espíritu
que cruje ensimismado
en la desolación y sombra
de una visión errante, sin futuro.
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Y AQUÍ PARA LEER POEMAS DE EDUARDO APODACA

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Te beso en el relámpago
Te abrazo en la distancia
para soñar que somos uno solo.
Te beso en el relámpago escondido
más allá de la luz y de la sombra.
Te espero mientras miro el horizonte
y la lluvia acaricia mi piel híbrida.
Te observo sin temor tras los cristales
en un mundo de códigos ocultos.
A través de los púlsares
nos fusionamos
en las noches calladas del otoño.

 

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No estás sola

                                                                A Rossana Arellano, amiga del corazón
No estás sola.
Miríadas de mujeres de la Tierra
te siguen en la noche de los tiempos,
para encontrar el grito
en la inmensidad de las mareas.
Emociones de luna en lo salvaje,
que persiguen a lobas en manadas,
revitalizan todas tus locuras
en la sombra de túneles secretos.
No estás sola.
Los pétalos de lirio con sus besos
te asombran en las tardes más cautivas
y te susurran cosas al oído,
para que no te rindas.
El viento del Oeste
intenta seducirte con su luto,
pero la brisa fresca te hace libre
y te lleva a un jardín
donde la soledad es sólo un don.
No estás sola.
Te abrazo en la distancia del océano
y te invito a ser siempre verbo y árbol,
en el sueño de un pájaro de sílabas.

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Somos en el silencio
Somos en el silencio unos aliados
que pactan con la música del bosque,
para poder vivir casi sin agua.
Somos en la distancia compañeros
que buscan las raíces de los árboles
porque hay poco alimento en nuestra tierra.
Somos en lejanía las palabras
que se unen con los restos de la infancia
a través del asombro de lo cóncavo.
Somos identidades en el sueño
que huyen a los márgenes
de la verdad desnuda y primigenia.
Somos dos individuos de la especie
que respiran sin pánico al unísono,
por el placer tan sólo de estar juntos.
Poco a poco el instinto nos redime
de tantos sinsabores de la herida
que reside sin piel, en nuestro cuerpo.
Somos tan sólo espíritus sin rostro
que escapan de relojes de locura,
para sobrevivir ante el vacío.

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