Wenceslao Ayguals de Izco

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Al señor Mas

Literatos que no valen

Era Gilito propenso

Trabalenguas

La judía resentida

Arte de conocer a los hombres por las uñas

Arte de conocer a los hombres por el pelo

Al señor Mas (soneto MASónico)
Más, por santo Tomás, no digas más,
que más es mi intención dar más al mes
que menos, Más ¡oh Más! también tú ves
que el que hace más disgusta a veces más.
Mas si un Villergas te mandé no más
y quieres más, irán, que el interés
no me ciega jamás; si quieres tres
irán también; mas no me insultes más.
Que más quiero tu afecto ¡voto a bríos!
que el otros, mas que vengan de París;
pues siendo más, más vale vive Dios.
Mas, siento que tu afecto está en un tris...
No hablemos más; de hoy Más ¡oh Más! los dos
no comeremos más que en un anís.
 

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Literatos que no valen

ni tan siquiera un mendrugo

van más serios y estirados

que si fueran el gran turco,

tan sólo porque ensartaron

cuatro versos campanudos

¡al resplandor de la luna!...

¡al campanario!... ¡a los búhos!

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Era Gilito propenso

a pensar, mas de tal modo,

que, si le hablaban, a todo

contestaba: «Pienso... pienso...»

Preguntó un quidam al tal:

«¿Qué come usted?» «Pienso...» dijo,

y el otro replicó: «Es fijo,

que el chico es un animal».

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Trabalenguas

Tras tres tragos y otros tres

y otros tres tras los tres tragos,

tragos trago y tras estragos

trepo intrépido al través.

Travesuras de entremés,

trápalas tramo, y tragón

treinta y tres tragos de ron

tras trozos de trucha extremo.

¡Tristes trastos: truene el trueno!

¡Tron... trin... tran... trun... torrotrón!!!

 

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La judía resentida

                                                                                                                                    A Don Juan Martínez Villergas

Nada más santo y justo

que despreciar las lides y bravatas

de héroes de ceño adusto;

pero es pésimo gusto

donde judías hay cantar patatas.

¡Y alzarlas a la cumbre

de las divinidades, tú que muerdes

a todos por costumbre!...

¿Cuándo has visto legumbre

que en prez exceda a las judías verdes?

¿En qué siglo, en qué días

la patata arrancó, pobre poeta,

su palma a las judías,

fritas, calientes, frías,

secas, ya sin disfraz, ya con caseta?

Cantas con elocuencia

de la patata vil la baratura,

sin mirar tu inocencia

que yo enlazo la esencia

de lo bueno y barato a la hermosura.

La patata remeda

del aguador el traje en lo pardusco,

mas para mí se queda

vestir lustrosa seda,

con que las flores del jardín ofusco.

 La patata remeda

del aguador el traje en lo pardusco,

mas para mí se queda

vestir lustrosa seda,

con que las flores del jardín ofusco.

 En sociedad con ellas

el rodrigón  se huelga en elevarme;

y al ver mis hojas bellas,

racimitos y estrellas,

ni el olmo se desdeña de abrazarme.

 Llena de poesía,

sonoramente a los oídos grata

suena la voz judía;

pero, ¿qué melodía

encierra el nombre rústico patata?

Como a deidad ilesa

a la patata rindes mil lisonjas,

porque dices no cesa

de socorrer la mesa

de empleados, de viudas y de monjas. 

 Y aunque en cuanto al ahorro

esa ventaja concederte quiero,

las judías en corro

damos también socorro

al cesante infeliz y al pobre clero.

Si ellas son la delicia,

cual se pregona por Madrid, tan sólo

de la Mancha y Galicia,

nuestra raza milicia,

según dice Buffon, de polo a polo.

Cuando la sartén chilla

la patata infeliz no vale un bledo;

y si por maravilla

nos pruebas en tortilla

te has de chupar y rechupar el dedo.

 Con la mujer coteja

tu numen a ese fruto que apechugas.

No hay duda que si es vieja

corren linda pareja

llenas ambas de arrugas y verrugas.

¡Que a tan vil fruto alabe,

provoque envidias y promueva jergas

joven que tanto sabe!...

Tal locura no cabe

más que en la mente del atroz Villergas.

¿Has visto, alma viviente,

que haya inspirado la patata un día

en corazón valiente

algún amor ardiente?

Pues un rey se prendó de una judía.

Al verla hermosa y bella

perdió el estribo don Alfonso octavo

y deliró por ella.

No tendrían tal estrella

la patata ni el rudo nabo.

Gloria al cisne canoro

que alzó su dulce voz y con denuedo

ante el castalio coro

pulsó el laúd sonoro

y cantó a la judía de Toledo...

Del templo de la fama

el aplaudido autor halló el camino.

Villergas nos difama

y Asquerino nos ama...

¡Muera Villergas, pues! ¡Viva Asquerino!

 

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ARTE DE CONOCER A LOS HOMBRES POR LAS UÑAS.

 E

l que tiene algunos lunarcillos blancos en las uñas, es aficionado a todas las mujeres; pero tan enamoradizo como inconstante.

El que tiene las uñas muy arqueadas, es orgulloso.

                El que las tiene separadas del dedo en su extremidad y que cortadas se quedan muy reducidas, dejando un sobrante de dedo más que regular, no debe casarse, porque milagrosamente se escapará de ser víctima de la infidelidad de su mujer.

       Las uñas reducidas indican paciencia, hombría de bien, y sobre todo resignación en las calamidades.

Las uñas largas a pesar de estar cortadas, que se nivelan con la extremidad del dedo, son el emblema de la generosidad.

Las uñas trasparentes y sonrosadas anuncian genio alegre, dulce, amable. Los enamorados de uñas trasparentes suelen apasionarse hasta el delirio.

El que lleva las uñas largas y puntiagudas es tocador de guitarra, ministro de Hacienda, sastre o escribano.

El que las lleva algo largas, redondeadas y con ribete negro, es poeta romántico o folletinista.

El que tiene en la uña del dedo pulgar de la mano izquierda varias rayas como si hubiesen picado tabaco en ella, es maestro de escuela.

Las uñas gruesas indican terquedad y mal genio.

El que lleva las uñas sucias por todas partes, es enclaustrado, filósofo, cajista o tintorero.

El que tiene las uñas amarillas es hombre abandonado a toda clase de vicios; pero el que más le domina es el de fumar. Cuídese de no confundir a estos con los que mondan naranjas sin cuchillo.

El que lleva las uñas muy redondeadas y lisas, tiene genio pacífico y conciliador.

El que tiene la uña del dedo pulgar de la mano derecha algo mellada, es un gastrónomo voraz, carcoma de sí propio, que por no perder la costumbre de comer se roe las uñas, que es lo que tiene más a mano.

Y por último el que las lleva cortadas sin igualdad es pronto y resuelto. Los hombres que no tienen paciencia para cortarse bien las uñas, suelen tener un fin desastroso: la mayor parte acaban por suicidarse o por casarse que viene a ser lo mismo. En el último caso, si la mujer no se encarga de la operación, se buscan una concubina con este objeto y hacen desgraciada a la consorte. Aconsejamos al bello sexo que no pierda de vista las uñas de los hombres, si quiere vivir con ellos como carne y uña.

 ARTE DE CONOCER A LOS HOMBRES POR EL PELO.

 E

l pelo largo y mugriento, que deja pringue en el cuello del frac o de la levita, pertenece al pretendido filósofo y a los aprendices de sastre y de barbero. El ente original con pretensiones de vivaracho suele llevar la cabeza rapada como un chino. Las melenas a la romántica están en boga entre los horteras más elegantes, diputados a Cortes que no hablan, coristas y bailarines italianos, traductores de dramas y escritores de folletines. Su división por partes iguales, formando raya desde el centro de la frente hasta la coronilla, indica afeminación. La raya a un lado denota pedantería. El pelo erizado es el emblema de la torpeza, de la terquedad o del miedo. El pelo muy peinado, lustroso, lisito y pegadito a la frente denota paciencia y resignación. Las grandes entradas significan orgullo. Los que llevan el pelo alto sobre la frente y pegadito a los lados suelen ser galanteadores e injuriosos.

El pelo rubio indica dulzura y sensibilidad, el negro ardimiento, el castaño moderación, el rojo perversidad y el cano vejez. La calva denota inteligencia cuando no se hace ostentación de ella; pues en este caso significa estupidez; pero si por disimularla se adopta el medio de hacer subir hasta la frente el pelo del cogote, esto es ya una prueba infalible de imbecilidad. El uso de peluca está reservado a los hipócritas; por eso son tantos los que la gastan en este mundo engañador. El pelo gris es hijo de la misantropía o de los placeres nocturnos. La abundancia de cabello que jamás encanece ni cae, denota calma, impasibilidad y bienaventuranza.

       Para tales cabezas ha dicho la santa escritura: El reino de los cielos os pertenece. Estos santos varones son los mejores maridos: están asegurados de incendios. Sus cabezas son terrenos tan fértiles y productivos, que a falta de uno suelen llevar dos signos de la abundancia. El pelo rizado y lustroso demuestra alegría o empeño de pertenecer a la aristocracia sin haber nacido en ella. El que gasta grandes bigotes sin ser militar, quiere ocultar su mala dentadura, a no ser que pertenezca a la benemérita, que en este caso son indispensables para jugar a los soldados, y es preciso que vayan acompañados de su correspondiente perilla, siempre que el interesado no sea dueño de alguna lonja. El uso de la perilla no se ha introducido aun entre los fabricantes y vendedores de chocolate, jabón y velas de sebo. El bigote retorcido hacia arriba es señal de hambre. La patilla corrida por debajo de la barba está muy en uso entre los que quieren parecer bien al bello sexo y tienen la desgracia de llevar sendas calabazas. La patilla grande es signo de fanfarrón: la corta de fanático, de aguador o de capellán de regimiento.

       Las barbas a lo patriarcal, es decir la barba entera, enérgicamente pronunciada contra las navajas y los barberos, es propiedad de músicos y poetas incomprensibles, de cesantes desesperados y de mendigos de lugar.

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