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WENCESLAO VARELA

MI RANCHO

PA´QUÉ

Mi rancho

Él, es güeno de adentro hasta la puerta,
humanitario de la puerta adentro;
ajuera es otra cosa; punta y filo;
hurañez madurada a sol e invierno

Y no es tan chico que se diga;
alcanza pa formar una cruz de trafogueros
pa tender el recao, y queda cancha,
pa’algun gaucho sin pago y pa mi perro

 Como en espera de los cuatro rumbos
su puerta tiene requintao el cuero.
Lo rayan nazarenas sin querencia
y le dentran ventiscas y luceros.

No tiene nada que envidiarle a naides;
es puro como el niño Nazareno.
Duermen en él, con pichonada y todo,
cuanto vicho hay que escarva por los cerros.

 Pa  que no se me juera con los pájaros,
le planté cerca el patio un tronco seco
que volvieron palenque mis baguales
de tanto zamarriarlo del cabresto.

Jamás, en la tirada que llevamos
hermanaos, él y yo, cubrió su techo,
la vergüenza de un robo; una mentira,
el amor lujurioso, envidia o miedo.

Nada que pueda avergonzarlo mancha
la divina pobreza que hay adentro:
y a él no le gusta que la luna vea
las gastadas cacharpas de su dueño.

Tiene a un costao del lomo una bastera
de tanto y tanto jinetearlo el tiempo
y por ella se cuela, cuando esparce
la luna sus plumones dende el cielo.

Y a él, no le gusta. Se le va ladiando
como quien a un mirón le saca el cuerpo;
amontona la sombra en los rincones,
y pa mancharla se  la pasa al ceibo.

Yo soy un convencido que mi rancho
es güeno y manso, de la puerta adentro;
ajuera es otra cosa - como digo -:
nunca ha podido basuriarlo el viento.

Y siempre con mis cosas de muchacho,
cuando un negro vellón ensucéa el cielo
y escriben las centellas sus mensajes;
apuntalo el palenque y lo contemplo.

Si lo llena de luz un rejucilo,
al ver todo chorriao el firmamento
del oro redetido en las alturas,
tranquilo espera el sacudón del trueno.

Y adonde vea balancearse el monte,
sacude las plumitas del alero:
se eriza todo, se estremece, tiembla,
si le silban las clines al pampero.

Y ansí feo como es, tiene hasta música:
si a chicharra por flor se luce el ceibo
en durante la siesta, por la noche,
a grillo por terrón canta su alero.

Con sus tacuaras fabricaron quenas
zumbones mangangaces, barreneros,
pa que la brisa musiquera cante
en las horas de paz, sus tristes ecos.

Endulza su amargura cimarrona
una pera de miel de un esquinero,
y en espirales las avispas bravas
le cuelgan sus violines al silencio.

Alzó con la testuz de la cumbrera
la constancia redonda de un hornero,
pa que no se le queme la techumbre
si posa la luz mala su desvelo.

De tanto carroñarme las desgracias
me auyentaron del pago: me juí lejos,
a ver si le ponían las distancias
una venda de olvido a los recuerdos.

Cuando volví, me lo encontré como antes;
con menos quincha, pero más agujeros.
Desdentada la puerta, cáido el tuce,
de guampiarlo los toros y entrar tiempo.

Cuando el camino los acerque, hermanos,
lleguen nomás si necesitan techo;
que él, es huraño de la puerta ajuera,
pero es un santo de la puerta adentro.

 

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PA'QUÉ (CANDILES)

Nací como los pumas en los pajales
... me crié campiando rumbos de loma en loma
y le robé los trinos a los zorzales
enredaos en cimbrones de las bordonas.

Las rosadas auroras de cada día
adornaron mis sueños desde muchacho
y escribí las primeras estrofas mías
a facón en el tronco de los lapachos.

Muy temprano por cierto me despertaron
los gritos de mandato de mi destino
y locas inquietudes que me tentaron
a pisar las culebras de los caminos.

Y enristrando mi pluma como una lanza
a corazón y brazo me abrí salida
y en el criollo incansable de mi esperanza
en busca de horizontes dientré en la vida.

Y en la vida,
mis sueños dejé dispersos
a cambio de experiencias y de dolores,
dolores que en mi pecho se hicieron versos,
y versos que en mis labios se hicieron flores.

Y adorné mi guitarra con mis quereres
y la cinta sonora de su armonía
y libé en los pimpollos de las mujeres
pal camoatí sabroso de mi poesía.

He rendido a mis sueños caro tributo;
aura que nu'hay remedio lo he comprendido...
cultivé mi cerebro pa dar su fruto
y aprendí los caminos pa'andar perdido.

Aura que el desengaño corrió la venda
que apretaba mis ojos como una garra
veo sólo seis cuerdas como seis sendas
que me guían al fondo de mi guitarra.

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