Virgilio Piñera

índice

 Natación

En el insomnio

El viaje

El infierno

 

Natación 

     He aprendido a nadar en seco. Resulta más ventajoso que hacerlo en el agua. No hay temor a hundirse pues uno ya está en el fondo, y por la misma razón se está ahogando de antemano. También se evita que tengan que pescarnos a la luz de un farol o en la claridad deslumbrante de un hermoso día. Por último, la ausencia de agua evitará que nos hinchemos.

     No voy a negar que nadar en seco tiene algo de agónico. A primera vista se pensaría en los estertores de la muerte. Sin embargo, eso tiene de distinto con ella: que al par que se agoniza uno está bien vivo, bien alerta, escuchando la música que entra por la ventana y mirando el gusano que se arrastra por el suelo.

     Al principio mis amigos censuraron esta decisión. Se hurtaban a mis miradas y sollozaban en los rincones. Felizmente, ya pasó la crisis. Ahora saben que me siento cómodo nadando en seco. De vez en cuando hundo mis manos en las lozas de mármol y les entrego un pececillo que atrapo en las profundidades submarinas.

ir al índice

En el insomnio

     El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que en seguida tome una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.

ir al índice

El viaje

     Tengo cuarenta años. A esta edad, cualquier resolución que se tome es válida. He decidido viajar sin descanso hasta que la muerte me llame. No saldré del país, esto no tendría objeto. Tenemos una buena carretera con varios cientos de kilómetros. El paisaje, a uno y otro lado del camino, es encantador. Como las distancias entre ciudades y pueblos son relativamente cortas, no me veré precisado a pernoctar en el camino. Quiero aclarar esto: el mío no va a ser un viaje precipitado. Yo quiero disponer todo de manera que pueda bajar en cierto punto del camino para comer y hacer las demás necesidades naturales. Como tengo mucho dinero, todo marchará sobre ruedas...

     A propósito de ruedas, voy a hacer este viaje en un cochecito de niños. Lo empujará una niñera. Calculando que una niñera pasea a su crío por el parque unas veinte cuadras sin mostrar señales de agotamiento, he apostado en una carretera, que tiene mil kilómetros, a mil niñeras, calculando que veinte cuadras, de cincuenta metros cada una, hacen un kilómetro. Cada una de estas niñeras, no vestidas de niñeras sino de choferes, empuja el cochecito a una velocidad moderada. Cuando se cumplen sus mil metros, entrega el coche a la niñera apostada en los próximos mil metros, me saluda con respeto y se aleja. Al principio, la gente se agolpaba en la carretera para verme pasar. He tenido que escuchar toda clase de comentarios. Pero ahora (hace ya sus buenos cinco años que ruedo por el camino) ya no se ocupan de mí; he acabado por ser, como el sol para los salvajes, un fenómeno natural... Como me encanta el violín, he comprado otro cochecito en el que toma asiento el célebre violinista X; me deleita con sus melodías sublimes. Cuando esto ocurre, escalono en la carretera a diez niñeras encargadas de empujar el cochecito del violinista. Sólo diez niñeras, pues no resisto más de diez kilómetros de música. Por lo demás, todo marcha sobre ruedas. Es verdad que a veces la estabilidad de mi cochecito es amenazada por enormes camiones que pasan como centellas y hasta en cierta ocasión a la niñera de turno la dejó semidesnuda una corriente de aire. Pequeños incidentes que en nada alteran la decisión de la marcha vitalicia. Este viaje ha demostrado cuán equivocado estaba yo al esperar algo de la ida. Este viaje es una revelación. Al mismo tiempo me he enterado de que no era yo el único a quien se revelaban tales cosas. Ayer, al pasar por uno de los tantos puentes situados en la carretera, he visto al famoso banquero Pepe sentado sobre una cazuela que giraba lentamente impulsada por una cocinera. En la próxima bajada me han dicho que Pepe, a semejanza mía, ha decidido pasar el resto de sus días viajando circularmente. Para ello ha contratado los servicios de cientos de cocineras, que se relevan cada media hora, teniendo en cuenta que una cocinera puede revolver, sin fatigarse, un guiso durante ese lapso. El azar ha querido que siempre, en el momento de pasar yo en mi cochecito, Pepe, girando en su cazuela, me dé la cara, lo cual nos obliga a un saludo ceremonioso. Nuestras caras reflejan una evidente felicidad.

PULSA AQUÍ PARA LEER RELATOS SATÍRICO-BURLESCOS

ir al índice

EL INFIERNO

     Cuando somos niños, el Infierno es nada más que el nombre del diablo puesto en la boca de nuestros padres. Después, esa noción se complica, y entonces nos revolcamos en el lecho, en las interminables noches de la adolescencia, tratando de apagar las llamas que nos queman, ¡las llamas de la imaginación! Más tarde, cuando ya no nos miramos en los espejos porque nuestras caras empiezan a parecerse a la del diablo, la noción del Infierno se resuelve en un temor intelectual, de manera que para escapar a tanta angustia nos ponemos a describirlo. Ya en la vejez, el Infierno se encuentra tan a mano que lo aceptamos como un mal necesario y hasta dejamos ver nuestra ansiedad por sufrirlo. Más tarde aún (y ahora sí estamos en sus llamas), mientras nos quemamos, empezamos a entrever que acaso podríamos aclimatarnos. Pasados mil años, un diablo nos pregunta con cara de circunstancia si sufrimos todavía. Le contestamos que la parte de rutina es mucho mayor que la parte de sufrimiento. Por fin llega el día en que podríamos abandonar el Infierno, pero enérgicamente rechazamos tal ofrecimiento, pues, ¿quien renuncia a una querida costumbre?

PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS Y RELATOS DE TEMA RELIGIOSO

ir al índice

 

IR AL ÍNDICE GENERAL

グッチ トートバッグ グッチ バッグ 人気 グッチ トートバッグ 激安 グッチ 通販 グッチ アウトレット 新作 グッチ アウトレット 長財布 グッチ 人気 財布 グッチ 通販 正規品 グッチ トートバッグ 人気 グッチ 長財布 通販 グッチ 新作 アウトレット グッチ 長財布 激安 グッチ 新作 激安 グッチ 激安店 グッチ 店舗 神奈川 グッチ 海外 通販 グッチ 激安 カバン グッチ 通販 財布 グッチ バッグ 店舗 グッチ トートバッグ 店舗 グッチ トートバッグ アウトレット グッチ 激安 バッグ グッチ 新作 グッチ バッグ トート グッチ アウトレット 正規品 グッチ 新作 トートバッグ グッチ 通販 バッグ グッチ 格安 通販 グッチ 激安 代引 グッチ 財布 正規品 グッチ 財布 メンズ グッチ アウトレット 直営店 グッチ 激安 本物 グッチ 通販 本物 グッチ アウトレット 本物 グッチ キーリング 新作 グッチ 長財布 レディース グッチ トートバッグ 財布 グッチ gucci 店舗 グッチ アウトレット 人気 グッチ アウトレット グッチ 店舗 日本 グッチ バッグ 新作 2015 グッチ 新作 長財布 グッチ 通販 激安 グッチ バッグ 新作 グッチ 激安 長財布 グッチ 財布 人気 グッチ アウトレット 店舗 グッチ 人気 店舗 グッチ 店舗 メンズ グッチ 財布 グッチ 新作 財布 グッチ 人気 長財布 グッチ 激安 アウトレット グッチ 激安 新作 グッチ 財布 店舗 グッチ 長財布 人気 グッチ 長財布 グッチ 長財布 店舗 グッチ トートバッグ 新作 グッチ アウトレット 激安 グッチ バッグ 財布 グッチ 激安 リュック グッチ 長財布 メンズ グッチ 長財布 正規品 グッチ 長財布 アウトレット グッチ 激安 人気 グッチ バッグ グッチ 通販 公式 グッチ 激安 グッチ アウトレット 財布 グッチ トートバッグ 通販 グッチ バッグ 人気 グッチ トートバッグ 激安 グッチ トートバッグ 通販 グッチ 長財布 本物 グッチ リュック 新作 グッチ バッグ 通販 グッチ 新作 カバン グッチ 通販 メンズ グッチ 財布 アウトレット