EL TORERO
spaña el Torero
es una planta indígena, un tipo esencialmente nacional. Y decimos
nacional, no porque todos los españoles expongan el bulto o
sean diestros , sino porque es el país donde desde
la más remota antigüedad se conoce el toreo , y
donde únicamente germina y se desarrolla la raza
de los chulos y banderilleros. Hay quien asegura
que los romanos introdujeron los espectáculos de
tauromáquia en España poco después de la
conquista ; pero a lo más podrán ser una derivación de las fiestas
de los hijos de Rómulo,
en cuyos circos se admitían todas las fieras útiles
para la lucha con los hombres condenados a perecer sobre la
sangrienta arena
del anfiteatro. No era ciertamente el gallardo toro la fiera
destinada entonces para
ejercer el oficio de verdugo, que tan bien desempeñaban los leones
, tigres , osos
y panteras ; y por esta razón, y por el silencio que guardan los
historiadores
contemporáneos , es de suponer que no fueron los romanos los
primeros adalides
del toreo. Con más fundamento puede creérsele originario de los
árabes andaluces
y de los galantes caballeros de la edad media , porque es sabido que
éstos y
aquellos corrían toros y cañas , donde como en los torneos
ostentaban su destreza
y bravura delante de la belleza y de lo más lucido de la corte. Y
aquí sí que los toreros de la edad presente pueden , si no lo han por enojo ,
envanecerse con
su arte por lo remoto de su origen , y decir a los que por su
susceptibilidad consideran esta profesión como deshonrosa , que por
espacio de muchos siglos fue
ejercida por lo más entonao y lusio de la nobleza española.
Nada menos que el ilustre D. Rodrigo
Díaz de Vivar, el famoso Cid
Campeador,
está a la cabeza de los toreros más crúos y de mas empuje que se
han conocido, por haber sido el primero que mató de una lanzada un toro en la
plaza de Valencia. Desde el siglo undécimo empezó a generalizarse
esta diversión y a
hacerse casi exclusiva en los grandes acontecimientos: en las
plazas de las
capitales donde estaba la corte, en los campamentos se alanceaban
toros con el
mayor entusiasmo por la gente de sangre azul , y hasta los Monarcas
descendieron
muchas veces del trono para habérselas en la arena con los coronados
vichos del
Jarama y Guadalquivir. Grande fue la simpatía que tales espectáculos
encontraron
en el pueblo español , y muchos los vítores y aplausos que
recogieron los ilustres toreros de todas las épocas, a pesar de que hasta mediados del
siglo XVII no se
le pusieron al arte de torear los andadores. Antes no se conocían la
vara de
detener , ni los rehiletes , ni el estoque, ni las vistosas
suertes
que después se han
inventado; y como para lidiar toros no se necesitaba más que un buen
caballo,
una lanza con su puya de a tercia , y valor hasta la temeridad , de
aquí las
repugnantes cuanto sangrientas escenas que se representaban en el
cerco, en el
que eran muy frecuentes las cogidas , o bien se atravesaba a
lanzazos por donde
primero se podía al probe animalito, o se le desjarretaba de alguna
furibunda
cuchillada. Podemos decir que hasta la época citada estuvo el arte
en mantillas,
y desde aquí en adelante le vemos crecer y desarrollarse
portentosamente,
sustituyendo a la ignorancia y barbarie, la inteligencia y el
verdadero valor.
El toreo de a pie principia a hacer notables adelantos: se ordenan
los peones en
cuadrillas, se usa del arpón, se rejonea y parchea , después se
meten pares , y
finalmente se mata cara a cara con el estoque y muleta, suerte
inventada por el
famoso torero Curro Romero el Rondeño, que fue el primero que la
ejecutó.
Dejemos, pues , a los ilustrísimos toreros de la antigüedad , que
por más que
hayan sido los primeros , no pasan de ser unos picadores de mala ley
, montados
en caballos de batalla y lanza en ristre , dando con ventajas y sin
regla mucho
castigo a las reses , y vengamos a la época en que el torero es ya
torero , que
no es ilustrisímo, sino del pueblo , y que no torea solamente por
lucimiento y
afición sino por interés y por oficio.
Como la tarea que se nos ha encomendado se reduce únicamente
a
tratar del torero, no molestaremos más a nuestros lectores con la relación
histórica de los
espectáculos de toros , y nos ocuparemos de un tipo tan especial,
considerándolo
primeramente bajo de un punto de vista general, y después, y con
separación,
bajo el de las principales especies en que suele dividirse.
La educación artística del torero en general principia en el campo
entre las
numerosas vacadas que se apacentan en todas las provincias de este
privilegiado
país, y en los mataderos de todas las ciudades. Los primeros por su
vida salvaje o campesina, por el frecuente trato con los vichos , adquieren una
constitución
robusta, bien trabada y gigantesca, se identifican con aquellos
cuanto es dable a una criatura con un bruto, y se les ve luchar y acostumbrarse
a derribar y a tomar por delante dando algunos puyazos en las
tientas
a los
becerrillos. Los
segundos, o lo que es lo mismo, los alumnos de los mataderos, se
ensayan con
las vacas más revoltosas, ya enlazándolas con la guindaleta en los
corrales, como
lo hemos visto en algunos de aquellos en Andalucía , ya
trasteándoles cuando una
vez enmaromadas viajan por el patio, o ya parodiando los recortes y
galleos antes
de citar la res a la columna para recibir el puntazo. Los primeros
por las razones
que hemos expuesto son más a propósito para picadores: dirigen tal
cual el caballo, tienen el bulto a prueba de encontronazos; y
finalmente, más
poer pa manejá el palo que los segundos, que por la ligereza que
adquieren y
por las suertes que pueden practicarse en un matadero, suelen ser
más útiles
para la clase de peones. Generalmente hablando, este es el bautismo
tauromáquico
que recibe el diestro antes de dejarse crecer la coleta o trencilla
para sujetar la
airosa moña: estos los principios, únicamente de práctica, con que
algunos se
presentan en las plazas de segundo y aun de primer orden , de las
que es muy frecuente verlos salir para el campo santo , cuando no están dotados
de facultades
naturales para comprender la teoría del arte sobre el terreno.
Repetimos que hablamos en un sentido general, y que no incluimos entre esta gente
a aquellos
que han recibido una educación teórico-práctica más completa en la
única escuela
de tauromaquia, fundada por el último Rey en la hermosa Sevilla, de
la que han
salido , aunque pocos, muy aventajados lidiadores, y que en fuerza
de sus
conocimientos han cambiado estos sangrientos espectáculos en
funciones de
divertido entretenimiento.
El torero siempre es andaluz: es cualidad indispensable cuya sola
posesión
asegura al neófito un puesto delante de la fiera , y ser reputado
desde luego como
apto y conveniente para el oficio. Con ser andaluz se adelanta la
mitad del
camino; porque la santa costumbre ha vinculado este ejercicio entre
los garbosos
hijos del Bétis, y por eso los valencianos, manchegos , murcianos o
extremeños que se dedican al toreo , lo primero que hacen es olvidarse del
país en que
nacieron, adoptar, además del uniforme de plaza, el traje de calle
más común en los andaluces, imponerse en la jerga técnica de los compaes,
mezclarse en los
calientes bromazos que corren de continuo, y a la vuelta de un año
de trasteo,
ya hay hombre; aunque haya salido de la ribera del Miño , la
metamorfosis es
completa, ya pertenece a la buena raza, y puede decir cuadrándose en
regla, con el estache sobre el cliso erecho, embozado en la nube,
apoyando la
siniestra bao
en la caerá, y sosteniendo con dos langutes de la diestra un
prajandí de la vuelta
de abajo: «aquí hay un jembro... toa mi casta es de Jerez!»
Los toreros fuera de la lidia parecen iguales, de una misma familia,
enteramente
gemelos. Una hora de vida es vida; y como cada quisque suele tener
la suya de
ocho en ocho días muy cerca de la joganea procuran amenizarla con
todos los
goces terrenos que les sugiere su acalorada y brillante fantasía.
Rumbosos y
decidores por naturaleza , alegres y festivos por la naturaleza del
arte, derraman
su dinero y su sal con todo el garbo y desprendimiento español;
gastan , triunfan y se ahítan de tal modo, que cuando suene la hora
en que un toro de piernas los embroque sobre corto y les arrime el
achazo con dos cuartas de madera de tinteros, pueden decirle á
la oreja: «espachúrrame, hases bien... que ya estoy harto.»
Este es el torero en general. Con este género de vida cruza el
territorio desde
el Guadalquivir hasta el Arga: así recorre todas las plazas del
reino; y aunque
en el calor de las orgías todos son echaos pa lante, todos tienen
inteligencia, y
cuenta cada cual alguna hombrá, lo que es en el cerco
, esa partao é las tablas y
con el vicho enjurisdición, entonces ya es otra cosa... y
aquí principia el torero a dividirse en especies de más ó menos importancia , siendo
únicamente las que
nos darán ocupación las que mas suelen estar en evidencia.
Así como todos los toros tienen cuatro pezuñas y cuatro orejas ,
como dice
el vulgo, y sin embargo de esta aparente semejanza están debidamente
clasificados
por los inteligentes , asimismo los toreros a pesar de que todos
son hombres y
gastan chorrera y monteriya y capote y otras zarandajas, deben
entrar á clasificación,
porque todo en los tiempos que corren se clasifica, aunque no se
purifica. Como
hay algunos toreros que solo tienen pies , otros que carecen de
ellos, pero que
poseen bastante cabeza, muchos que ni pies ni cabeza y pocos que
reúnen a la vez
cabeza, corazón y pies, es decir, inteligencia , valor y ligereza,
forzoso será dividirlos
en cuatro clases , especies o secciones, para mayor claridad, y
denominaremos a los de la primera, Toreros bravucones; los de la segunda
de
sentía; a los de la
tercera abantos; y por último los de la cuarta de buen
trapío. Y
cuenta toreros
del alma, paisanos nuestros, que al aplicaros el nombre que vosotros
le dais al ganao, no vayáis a creer que es por consejo de alguna mala alusión,
por aquello
de las cuatro orejas. Ná de eso, no hay que amoscarse
camarás:
nosotros no nos
metemos en la parte física del testuz, tan solo diremos, si decirse
puede, que las
prendas morales de los vichos están muy arrimás a las vuestras,
y
con la mejor
intención y buen deseo entramos en este berengenal, del que vamos a
ver si
empezamos a salir con el ayuda de
EL TORERO BRABUCÓN
Este diestro suele ser bastante torpe; pero lo disimula todo lo
posible: tiene
una fortuna escandalosa que le hace quedar bien en todas ocasiones,
y al
dotarle la madre naturaleza de buena figura , donaire y arrogancia,
le ha inspirado un si es no es de asco a la diadema cornumental, que el buen hombre
se pirra cuando la ve viajar hacia él. Desde chiquito y cuando por primera
vez se
presentó en el corral, encontró un pairino que le dio algunas
lecciones de trasteo,
le inició en los misterios del arte , y
concluyó asegurándole que en
los apuros
grandes o pequeños la parte mas importante del bulto eran los
alares, y que
sabiéndolos menear bien , no había que tener cudiao. Y esta
conclusión de las
lecciones del pairino se ha quedado tan profundamente grabada en el
corazón
del ahijado, que cuando su buena estrella le depara el primer
ajuste y
se encuentra
sobre la arena y antes que la puerta del chiquero
dé salida a un boyante de cinco
años, está diciendo para sus adentros :—¡ay pinreles!.... ¿pa
qué os quiero—
y
encomendándose con todas veras a María Zantisima e la Jangustias.—
Exteriormente es un héroe: con la barrera por delante se quié come
a
la fiera: «Andresiyo!.... métele el trapo y yévalelo a los medios porque ese
choto ma tomao una
tirria que me voy a vé en el caso —y hace una movisión de cuerpo
como quien
dice «lo voy á estropea y es una lástima.»
Si es chulo nunca mete el capote sino para destroncar, y aunque el
pobre toro
se quede espatarrao, y maldiciendo la gracia, lo que es nuestro
hombre sigue su
viaje hasta que se ve al abrigo de los tableros donde recibe , con cierto aplomo y afectada indiferencia, los aplausos de la
multitud ignorante que cree que con cuartear al vicho ha
ejecutado una gran cosa. Cuando le toca banderillear, lo
más que logra meter es un rehilete, y ese de la manera más
fácil y segura , a media guelta y saliendo por pies con la
velocidad de una saeta , fingiendo mucho berrinche porque el
toro está aplomao y no ze fué pared. Si es picador siempre
busca a la fiera por el terreno más largo para dar tiempo a que
algún compañero se le atraviese : con achaque del caballo o
del estribo , o de la cincha , entra y sale en la cuadra, da todas
las largas posibles, hasta que llega un alguacil y le dice
de parte del presidente.—Señor José , cite usted al foro. — «Digasté
a su señoría que esto no é jaser pasteles» Y la multitud
que comprende la alusión, da grandes risotadas y muestras de
aprobación al chiste, porque a los toros va mucha gente que le
gusta ver en ridiculo á la autoridad, y sobre todo si hay alguaciles
de por medio.
El alguacil se guarda bien de ir con semejante embajada al
presidente , y por
último el diestro va a cargar la suerte observando antes si
está la barrera bien a mano, y echando una mirá a los peones que le rodean.
«Cábayeros , ayá voy,
quitámelo presto porque si no va a yevá un castigo que.... ¡Juy!...
berrendo!—» Y el
berrendo se cuela como de costumbre hasta la espinillera o
mona, queda el pobre
caballo exánime en la arena y el jinete montado en el jolivo
llamando al toro con el
sombrero hasta que dice con la mayor frescura: «¡Qué..! si lo han
corrió ya otra vez...
y luego, estos jacos son de cartulina.» Los contratistas de caballos
tienen muy pocas
simpatías con este diestro. Pues no decimos nada si por ventura es
espada o media espada o sobresaliente o cosa que lo valga. Es todo cuanto hay que ver y
oír , cuando
situado delante del palco de la presidencia echa el brindis con la
montera en la
mano y apura toda su elocuencia, sin dejar por esto de mirar de
cuando en cuando
hacia atrás por si es cosa que se le antoja al toro venir a
interrumpirle o a privarle del uso de la palabra. Pero concluye el ofertorio, y tira la montera,
y la pisotea
y... ¡bravo!... bien!... dicen en el décimo tendido , y el jembro
sale con su estoque y su muleta echando espuma por la boca y con los ojos
encendidos en
busca de la víctima que aguarda con resignación el golpe mortal en
un extremo de la plaza. «¿Aónde está el vicho? Ea, que toquen a
arrastrá.» Y sin embargo de que
el vicho está deseando que lo arrastren , el matador le mira antes
y a lo largo, de
frente v de soslayo como quien dice «ya te conozco.» Échamelo pa
cá. Güeno,
á la suerte... pero al ir a cuadrarse se detiene otra vez y dice
a
la cuadrilla: ¡Mu escompuesta tiene la cabeza si lo mesmo es dicarme que se cubre!
. . Vaya . . . échamelo pa ayá y no espartarse. Carga en fin la suerte; y si repara que
en el palco de
enfrente hay algún conde o marqués aficionado , con un expresivo
guiño le da a
entender estas palabras. ¡Por la de osté, Zeñorito! y conducido
por su buena fortuna
se larga con los ojos cerrados a la cabeza del toro , el que cansado
de la vida y de tanta iniquidad como han hecho con él, se mete por el estoque
arriba y él mismo
se corta la herraura para no servir por más tiempo de juguete y
diversión a tanto
vago. Este torero es el que mueve más ruido entre los compañeros:
es el más
disputador, y siempre su feliz ingenio le proporciona buenas salidas
cuando le dan a entender que tal o cual cosa no la ejecutó con el lucimiento que
debía. Raras
veces deja de acompañar a los grandes y callalleros a las corridas
particulares de
novillos que suelen celebrar de cuando en cuando en algunas de sus
quintas.
Allí , y desde la barrera alienta con su voz a los inexperlos
toreros, les marca
las suertes más seguras, aplaude , vitorea y tira el calachés con el
entusiasmo
más superlativo, y no cesa de gritar detrás del parapeto...
¡Zeñor duque, no hay cudiao , ca aquí estoy yo!... También suele este
torero en algunas
ocasiones llevar
levita , sombrero de copa alta , y pantalón con trabillas; pero
raras veces guantes.
Por lo demás es un hombre completo; procura hacer sus huesos todo
lo viejos
posible.Siente de corazón cualquiera desgracia de sus compañeros,
a nadie tiene
envidia , y es en fin el reverso de la medalla de
EL TORERO DE SENTÍO
El Torero de sentíoo es el fiscal más severo que tiene el torero
bravucón. Es
un egoistón de marca, algo gordo y pesado: de suerte infeliz, buena
cabeza,
malos pies y entrañas atravesás. No puede llevar con paciencia la
desmedida
fortuna del bravucón, ni la agilidad con que salva sus torpezas, ni
los aplausos
del público cuando se dirigen a algún compañero, ni mucho menos las
chiflas
cuando se dirigen a él. Ya se ve , esto es muy natural , y por
desgracia harto
frecuente en lo miserable de la condición humana. Procura trastear
y trastea con
bastante inteligencia; pero como su inteligencia carece de solidez
porque le falla
una de las bases más esenciales, es decir, los pies; y como el toro
no entiende de
retóricas y si es revoltoso en enfilando el bulto no lo deja, por
eso la inteligencia
muy a menudo da en la arena cada batacazo que canta el gallo de la
Pasión, sin
que le quede al pobre diestro el triste consuelo de haber excitado
ninguna clase
de interés en los espectadores.—¡Ya se ve!... repetimos, tampoco
esto es extraño:
el público está muy acostumbrado a ver fuera de la plaza rodar la
inteligencia por
esos suelos de Dios, y como esta escena es cuotidiana ya carece de
novedad y
hé aquí la razón por qué en el cerco la presencia mudo o
indiferente. Pero este argumento irgumonlo para el Torero de sentío
, y por eso está a malas con sus semejantes, los toros, los caballos
y hasta con los que tocan los timbales, que ignoramos a qué
reino pertenecen: por eso su sangre no es ya sangre, que es acibar,
alquitrán, veneno, y por lo mismo es el primero siempre a largar el
trapo cuando puede echar con disimulo el vicho sobre el que
está descuidado, y el último que mete el capote para sacar la fiera
cuando ésta da alguna cogida. Este torero se inutiliza pronto o
sucumbe antes entre las marcadas astas de los toros celosos y amigos
de ceñirse. Su genio es irascible, su lengua picante y mordaz, está
con frecuencia enfermo, las que más suelen atormentarle son las
peritonitis, y nosotros le aconsejamos de buena fe que en vez de
torear se dedique a vender fósforos a hacer hilas para los
pobres, oficios que si bien es verdad son poco socorridos, al menos
son descansados, nada expuestos , y especialmente el último muy
meritorio a los ojos de la divinidad por el beneficio que
proporciona a la humanidad doliente.
EL TORERO ABANTO
Este diestro no es diestro : es el sota-torero , el
repartidor de un periódico de
literatura. La misma importancia artística tiene aquel que este en
la dirección,
compilación y elaboración de los artículos de alta misión en una
redacción. Pero
es el torero feliz: es el que logra ver su cabello encanecido sin
ningún contratiempo
tauromáquico: es la crónica ambulante donde se encuentra la noticia
de todos
los acontecimientos de la plaza : es el que nunca pisa los medios
sino cuando está
el toro enganchado, y para cubrir con una espuerta de arena la
sangre derramada
por las víctimas: reparte banderillas por fuera con mucha precaución
si la fiera
está bastante lejos, y si está encima, lo hace con extraordinario
arrojo por dentro
de la barrera. A lo mas que suele ascender es a guarda del toril, y
entonces tiene
la honra de tomar de manos del alguacil la llave del chiquero, con
la que cuanto
antes y con la mejor intención dispara a un vicho de piernas detrás
del apurado
corchete que a todo escape se mama un sustazo y una chifla que no
hay mas que pedir. Pero este torero debe ser para nosotros lo que para el
público los toros
abantos. Salen, dan cuatro viajes, se escupen de la suerte, los
cargan de fuego o
de perros, y en cinco minutos desaparecen de la escena. Quitemos
también
nosotros de enmedio y cuanto antes al torero abanto sin echarle
perros ni foguearlo.
Y hasta sin darle el cachete del ridículo o el de una sátira poco
generosa , y
ocupémonos de la cuarta y última clase, procurando abreviar todo lo
posible para
no cansar más con esta batahola a nuestros amables y pacientísimos
lectores.
EL TORERO DE TRAPÍO
Este es el bello ideal de todos los diestros: el
Minuto y Jordán
de los peones y
banderilleros ; el Hormigo y Charpa de los picadores; y de los
espadas, el Miranda de los buenos tiempos, y el Montes
de siempre.—Y ya que hemos nombrado a
Montes , porque es forzoso hacerlo tratándose de buenos lidiadores ,
a Montes con el mayor placer dedicarémos esta parte de nuestro pobre
artículo, porque en el Zeñor Paquiro encontramos reunidas todas las buenas cualidades del
gran diestro
y todas las prendas que constituyen al más cumplido
caballero.—Miradle
siempre ejecutar las suertes más difíciles con limpieza , seguridad , y lucimiento,
liarse con la fiera , arrancarle la divisa , y retirarse paso a paso
con el vicho a la
espalda, que más que toro bravo parece un manso cordero domesticado
por él.
Vedle sereno, con los pies sentados a la cabeza de la res pasarla y
repasarla con pulso
y conocimiento o bien desplegar su capote y mostrarse digno sucesor
de Costillares Pepe (Hillo) Cándido y Romero.Si queréis encontrar á Montes,
buscadlo en el peligro:
notad esa avidez tan marcada en su noble semblante , ese afán por
precaver y remediar
todas las desgracias , ese instinto y oportunidad en la ejecución.
¿A cuántos no ha
librado de la muerte su capote? Y sin embargo lo hemos visto muchas
veces caminar
solo a dar la muerte sin más apoyo que su inteligencia, sin más
amparo que su
destreza y serenidad.—Francisco Montes es el Torero de buen
trapío: es la gloria de
Chiclana y de todo el mundo tauromáquico, aunque les pese oírlo a
sus muchos
detractores.—Pero ¿cuándo no los tuvo el verdadero mérito? No
obstante, el
lidiador que en su arte de torear a pie y a caballo, superior y más
completo que el de Novelli, Pepe Hillo y otros, ha fijado reglas para asegurar la
vida de sus
compañeros y sucesores, y ha dejado consignados en él mismo los
sentimientos
francos y puros de un alma noble y desinteresada, merece seguramente
un lugar
muy distinguido en el aprecio y consideración de todos los hombres.
Y a propósito
del arte de torear de Montes, no haría mal nuestro gobierno, ya que
es algo
aficionao a los embroques sobre corto, en echar la vísual
a la parte
tercera, capítulo
único de dicho arte, que trata de la reforma de los espectáculos de
toros, tanto
porque es muy conveniente para la mejora de esta fiesta nacional,
como porque
sus productos se suelen aplicar en beneficio de establecimientos de
beneficencia y
pública utilidad.
Vamos a concluir con una triste reflexión.—El toro no sabe leer ni
escribir;
por consiguiente a lo mejor da al traste con todas las reglas, y en
un mete y saca
iguala las diferentes clases de toreros. ¡Líbrelos Dios y muy
especialmente al Zeñon Paquiro de semejantes trabajos !
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