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Pedro Prado

La niebla

La rosa desvelada

Presentimiento

Tuve el ansia de ti...

 

LA NIEBLA

N

iebla espesa oculta las cosas. A cinco pasos de distancia no veo más que sombras difusas, y a diez sólo distingo algo lechoso e impenetrable que llena el vacío.

Pienso que al avanzar llegare donde la niebla espesa tanto, que no divisare mis pies.

A pesar de mis temores, diez, veinte, cien pasos mas lejos, me encuentro en una situación semejante.

El que desea llegar, no encuentra impedimento en el engaño de la niebla, porque la experiencia nos dice que ella se presenta impenetrable sólo a nuestro alrededor. Bastará que caminemos para que nuestro alrededor camine con nosotros y el peligro guarde siempre una distancia suficiente para obrar.

[De La casa abandonada]

 

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La rosa desvelada

Si tú supieras lo que buscas tanto,
si no ignorases lo que tanto anhelo,
ni tú tendrías desespero y llanto,
ni yo dudaría del azul del cielo.

Los dos sentimos que nos cubre un velo,
pero ahora ese desvelo yo levanto;
y ambos sabemos que termina en duelo,
entre un misterio prodigioso y santo.

Algo agoniza, y al morir transido,
surge de la visible sepultura
la rosa del amor que, hacia el olvido,

en el eterno olvido siempre dura;
más alla del amor hemos vivido,
allí donde el amor se transfigura.


 

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Presentimiento

Todo en mi vida es un presentimiento.
Soy como hoja medio desprendida
que ya la agita, sin llegar el viento;
una hoja temblorosa y conmovida.

Amo, sin verla, clara imagen pura;
y mis ansias, mi angustia y mi tristeza,
sólo esculpen y buscan en la dura
realidad de la vida a la belleza.

Yo sabré quién espera y quién llama,
animando el misterio y escondida,
cuando esta fiebre que a mi ser inflama,
ciña, por fin, la forma apetecida.

De amor humano hacia el amor divino,
voy labrando, sin tregua, mi camino.


 

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Tuve el ansia de ti, quemante y pura,
ese beso imposible de besar,
un estorbo del cuerpo en la ternura,
una alegría de querer llorar.

Veía tu misterio y tu dulzura,
tu alma misma quería yo alcanzar
no la carne que es fuente de amargura:
¡Sólo tragedia pude al fin lograr!

En esta soledad iluminada,
tras la batalla que ahora ves perdida,
en la derrota misma fue alcanzada

la máxima victoria apetecida:
Que hoy por el dolor, cuando yo escribo,
paso a tu alma y por él en ella vivo.

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