Pedro Lemebel

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Bésame otra vez, forastero

La muerte de Madonna

Manifiesto en memoria de Daniel Zamudio

BÉSAME OTRA VEZ, FORASTERO

 A

hí está garabateada en el muro de su noche, con sombrero de punto, tacos y cartera roja; sola y hambrienta teje su telaraña azul lado a lado de esta calle de notarías y oficinas, a cinco cuadras de mi barrio. Oscura y delicada saca un cigarrillo; la vieja no fuma, por eso no lo prende, espera la figura del joven, que desde el fondo de la calle avanza al ritmo elástico de las zapatillas, lo piensa mientras se acerca, olfatea el aire roído de la noche buscando ese olor fresco, con los ojos semicerrados por el deleite y el alquitrán de sus pestañas, se pasa la lengua por el descolorido bigote y sueña y pasa borrosa por su entelado cerebro la historia imprecisa de sus quince años. Es la vieja, la madonna con enaguas de franela esperando a los corceles que vengan a comer de su mano; guachito venga les susurra, ya pues mijito les grita, oye cabro cómo tenís el pajarito. Así vocifera la nonagenaria, bien sujeta en las piernas enclenques; venga un ratito mijo, está muy vieja señora, aquí detrasito escóndase conmigo, está muy oscuro señora, siéntese aquí mijo lindo a verse la suerte con esta pobre vieja, aquí en esta escalera helada y sáquese la pichulita, no le tenga miedo a esta anciana leprosa, a este ángel azul, la dulce compañía de los liceanos vírgenes, que llegan solitarios a ofrecerme la fina piel de su sexo; aquí está la abuela milagrosa, que acaricia con su garra de seda el pálpito de la sangre en los prepucios, la vieja de guardia, niñera impúdica lamiendo los penes infantiles, la gallina que empolla quinceañeros, que los arrastra a su cueva de sábanas con mentholatum, hasta la fauce de su útero desdentado; bésame repite acezando, bésame por favor, mi muchacho, mi niño hermoso, que veo alejarse por las membranas rotas de mis cuencas, de mis ojos que te persiguen mientras cruzas la calle, que se rebalsan de agua ligosa y la enorme lágrima la despierta y por un momento mueve la boca sin sonido, baja el escalón, guachito no se vaya, mijito venga, taconea unos acrobáticos pasos y lo pierde en la carrera alérgica del muchacho al doblar la esquina. Entonces vuelve cansada a su peldaño y mira con ojos de agua turbia, tratando de buscar el sol en su tremenda noche. Es la misma señora que riega cardenales en el piso de enfrente, sólo diez metros de aire separan mi ventana de la suya. Durante el día, enmarcada en el alfeizar, teje y espera paciente que el sol se ponga de luto, va hilando los últimos destellos que enreda en su cabeza blanca para verse más hermosa. Escucho oculto en la sombra el "Para Elisa" de su caja de música, me llega distorsionado por los años el timbre de su voz lunática, puedo ver, con los ojos cerrados, el espejo y su cara blanca en la luna dorada de azogue; canta y ríe, se mancha la boca de crayón, se da vueltas lentamente, entonces tengo miedo, miedo de abrir los ojos, miedo de asomarme a la ventana,miedo que me mire, miedo que sus ojos de gallina enferma, rodando calle abajo, alcancen al niño que huye en bicicleta, que desaparece en la perspectiva ruinosa del barrio, porque tuvo asco y al mismo tiempo deseos de subir la escalera de enfrente, de ver de cerca el ojo sumergido que le guiñaba la vieja, quiere ir lejos sobre los pedales porque llegó a tocar la manilla de bronce y se introdujo en la pieza fresca de aspidistras y cortinas de hilo, subió hace un rato la escalera, sucumbiendo al deseo del ojo desvelado llamándolo desde el balconcito, ella le mostró la pierna, bajándose la media de lana entre los cardenales, hizo revolotear sus manos incoloras en el aire indicándole que cruzara; y ya es muy tarde para que el jugoso muchacho se arrepienta, porque descubrió en el baño su pelaje genital, entonces el balconcito es un desafío, y el ojo de la vieja, que cuelga en mitad de la noche, lo hace perder la cabeza; y va y viene, entrando y saliendo de la ventana _¿Qué le pasa que no se sienta?_ Es la edad del pavo mujer, no te fijas que pegó el estirón de pronto_. Poca más y se nos casa, poco más un poquito más le pide la vieja y él acepta y se baja los pantalones y le dice toma vieja, cómetelo, mámatelo, así sin dientes, boquita de guagua, mamita, sigue no más, vieja de mierda, así suavecito, más rápido, cuidado que viene, viene un río espeso a inundarte la pieza, una corriente de cloro que me baja del cerebro, borrándome la imagen del espejo, donde la vieja ternera hunde su cabeza entre mis piernas y se aprovecha de ese momento para besarme, clava su lengua con rabia en mi boca y en el paladar me deja, por muchos años, el gusto rancio del pasado.
      Al paso de los años, se fue juntando el tiempo que dejó la calle desierta; neblinosa, como una película sin argumento, y calendarios gastados por la obsesión del mancebo, el otoño y sus tacos pisando hojas, aguas nubosas y veredas calientes, retumbando en mis oídos su taconeo suelto en el baile de la amanecida. El barrio se hizo viejo y ella observó con sus redomas de suero la sucesión de todas las generaciones; de la abuela muerta al padre anciano, también muerto, al nieto adulto padre de otros niños, también crecidos al ritmo lúgubre de los años, el fatigoso descenso de los ataúdes por las escaleras, tan estrechas, que debían bajar con sogas desde las ventanas, los llantos a medianoche, el gangoso ronquido de los viejos, en fin todos los ocasos fueron presididos desde su ventana; desde aquel tiempo hasta aquí, hablando con temor ahora, porque estoy hablando de mí, rodeado de cruces, en este sillón frente a la ventana, abandonado de todo lo que fui, solamente me da ánimo saber que pronto escucharé su caminar por la calle, porque así regresa todavía; la veo claramente azul rengueando la madrugada, con un resabio a semen en la boca, borrosmente azul cruza el pórtico del edificio y se hunde en el hueco de la escalera, adivino su olor a trapos sucios, la veo abrir cansada la puerta y sentarse en la banqueta tapizada de felpa, la diviso demente meciéndose en la medialuna del espejo, sacándose el sombrero de punto, batiendo el cabello cano y transparente, como una medusa loca, estacionaria en su vicio. Aún ahora, que hace mucho el balcón permanenece cerrado, a los geranios lacres se los fue comiendo el polvo, una tarde fue la última vez que se escuchó su taconeo imparejo camino a la esquina, su pollera de herbario se cerró para siempre en un secreto, mucho hace que su sombra de lagarto no se enrosca en el pilar de la esquina; hace mucho del último recuerdo...
      Solamente yo tuve conciencia de la resurrección de su cara en mi espejo, el dorado espejo de azogue que rescaté de los despojos cuando la vieja fue sacada sólida y putrefacta, tres meses después de su muerte.

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LA MUERTE DE MADONNA

  F

ue la primera que se pegó el misterio en el barrio San Camilo. Por aquí, casi todas las travestis están infectadas, pero los clientes vienen igual, parece que más les gusta, por eso tiran sin condón.
Ella sola se puso Madonna, antes tenía otro nombre. Pero cuándo la vio por la tele se enamoró de la gringa, casi se volvió loca imitándola, copiando sus gestos, su risa, su forma de moverse. La Madonna tenía cara de mapuche, era de Temuco, por eso nosotros la molestábamos, le decíamos Madonna Peñi, Madonna Curilagüe, Madonna Pitrufquén. Pero ella no se enojaba, a lo mejor por eso se tiñó el pelo rubio, rubio, casi blanco. Pero ya el misterio le había debilitado las mechas. Con el agua oxigenada se le quemaron las raíces y el cepillo quedaba lleno de pelos. Se le cala a mechones. Nosotros le decíamos que parecía perra tiñosa, pero nunca quiso usar peluca. Ni siquiera la hermosa peluca platinada que le regalamos para la Pascua, que nos costó tan cara, que todos los travestis le compramos en el centro juntando las chauchas, peso a peso durante meses. Solamente para que la linda volviera a trabajar y se le pasara la depre. Pero ella, orgullosa, nos dio las gracias con lágrimas en los ojos, la apretó en su corazón y dijo que las estrellas no podían aceptar ese tipo de obsequios
      Antes del misterio, tenía un pelo tan lindo la diabla, se lo lavaba todos los días y se sentaba en la puerta peinándose hasta que se le secaba. Nosotros le decíamos: Éntrate niña, que va a pasar la comisión, pero ella, como si lloviera. Nunca le tuvo miedo a los pacos. Se les paraba bien altanera la loca, les gritaba que era una artista, y no una asesina como ellos. Entonces le daban duro, la apaleaban hasta dejarla tirada en la vereda y la loca no se callaba, seguía gritándoles hasta que desaparecía el furgón. La dejaban como membrillo corcho, llena de moretones en la espalda, en los riñones, en la cara. Grandes hematomas que no se podían tapar con maquillaje. Pero ella se reía. Me pegan porque me quieren, decía con esos dientes de perla que se le fueron cayendo de a uno. Después ya _no quiso reírse más, le dio por el trago, se lo tomaba todo hasta quedar tirada y borracha que daba pena.
      Sin pelo ni dientes, ya no era la misma Madonna que tanto nos hacía reír cuando no venían clientes. Nos pasábamos las noches en la puerta, cagadas de frío haciendo chistes. Y ella imitando a la Madonna con el pedazo de falda, que era un chaleco beatle que le quedaba largo. Un chaleco canutón, de lana con lamé, de esos que venden en la ropa americana. Ella se lo arremangaba con un cinturón y le quedaba una regia minifalda. Tan creativa la cola, de cualquier trapo inventaba un vestido.
      Cuando se puso la silicona le dio por los escotes. Los clientes se volvían locos cuando ella les ponía las tetas en la ventana del auto. Y parece que veían a la verdadera Madonna diciendo: Mister, lovmi plis.
      Ella se sabía todas las canciones, pero no tenía idea lo que decían. Repetía como lora las frases en inglés, poniéndole el encanto de su cosecha analfabeta. Ni falta hacía saber lo que significaban los alaridos de la rucia. Su boca de cereza modulaba tan bien los tuyú, los miplís, los rimernber lovmi. Cerrando los ojos, ella era la Madonna, y no bastaba tener mucha imaginación para ver el duplicado mapuche casi perfecto. Eran miles de recortes de la estrella que empapelaban su pieza. Miles de pedazos de su cuerpo que armaban el firmamento de la loca. Todo un mundo de periódicos y papeles colorinches para tapar las grietas, para empapelar con guiños y besos Monroe las manchas de humedad, los dedos con sangre limpiados en la muralla, las marcas de ese rouge violento cubierto con retazos del jet set que rodeaba a la cantante. Así, mil Madonnas revoloteaban a la luz cagada de moscas que amarilleaba la pieza, reiteraciones de la misma imagen infinita, de todas formas, de todos los tamaños, de todas las edades; la estrella volvía a revivir en el terciopelo enamorado del ojo coliza. Hasta el final, cuando no pudo levantarse, cuando el sida la tumbó en el colchón hediondo de la cama. Lo único que pidió cuando estuvo en las despedidas fue escuchar un cassette de Madonna y que le pusieran su foto en el pecho.

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MANIFIESTO en la memoria de Daniel Zamudio
( hablo por mi diferencia)

No soy Passolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como el barco del General Ibañez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparaíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos Humanos
no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeandonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando

De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve
Y no se sienta agredido
Si le hablo de estas cosas
Y le miro el bulto
No soy hipócrita
¿Acaso las tetas de una mujer
no lo hacen bajar la vista?
¿No cree usted
que solos en la sierra
algo se nos iba a ocurrir?
Aunque después me odie
Por corromper su moral revolucionaria
¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?
Y no hablo de meterlo y sacarlo
Y sacarlo y meterlo solamente
Hablo de ternura compañero
Usted no sabe
Cómo cuesta encontrar el amor
En estas condiciones
Usted no sabe
Qué es cargar con esta lepra
La gente guarda las distancias
La gente comprende y dice :
Es marica pero escribe bien
Es marica pero es buen amigo
Super-buena onda
Yo acepto al mundo
Sin pedirle esa buena onda
Pero igual se ríen
Tengo cicatrices de risas en la espalda
Usted cree que pienso con el poto
Y que al primer parrilazo de la CNI
lo iba a soltar todo
No sabe que la hombría
Nunca la aprendí en los cuarteles
Mi hombría me la enseño la noche
Detrás de un poste
Esa hombría de la que usted se jacta
Se la metieron en el regimiento
Un milico asesino
De esos que aún están en el poder
Mi hombría no la recibí del partido
Porque me rechazaron con risitas
Muchas veces
Mi hombría la aprendí participando
En la dura de esos años
Y se rieron de mi voz amariconada
Gritando: Y va a caer, y va a caer
Y aunque usted grita como hombre
No ha conseguido que se vaya
Mi hombría fue la mordaza
No fue ir al estadio
Y agarrarme a combos por el Colo Colo
El fútbol es otra homosexualidad tapada
Como el box, la política y el vino
Mi hombría fue morderme las burlas
Comer rabia para no matar a todo el mundo
Mi hombría es aceptarme diferente

Ser cobarde es mucho más duro
Yo no pongo la otra mejilla
Pongo el culo compañero
Y esa es mi venganza
Mi hombría espera paciente
Que los machos se hagan viejos
Porque a esta altura del partido
La izquierda tranza su culo lacio
En el parlamento
Mi hombría fue difícil
Por eso a este tren no me subo
Sin saber dónde va
Yo no voy a cambiar por el marxismo
Que me rechazó tantas veces
No necesito cambiar
Soy más subersvo que usted
No voy a cambiar solamente
Porque los pobres y los ricos
A otro perro con ese hueso
Tampoco porque el capitalismo es injusto
En Nueva York los maricas se besan en la calle
Pero esa parte se la dejo a usted
Que tanto le interesa
Que la revolución no se pudra del todo
A usted le doy este mensaje
Y no es por mí
Yo estoy viejo
Y su utopía es para las generaciones futuras
Hay tantos niños que van a nacer
Con una alita rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.

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