Pedro Jesús de la Peña

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La vida como un viaje sin retorno

Las diosas derrotadas

Homenaje sencillo a la belleza

Un enano con una naranja

Champagne

La zarza de moisés (la vida es como un viaje ¿sin retorno?)

Te dirán muchas veces que la vida
es como un viaje sin retorno.
Que aproveches el tiempo _"carpe diem"_
y no mires ni atrás ni hacia delante.

Esos no saben nada, créeme.
La vida es ciertamente como un viaje
al que siempre volvemos,
en el que siempre estamos regresando,
del que nunca salimos.

Los paisajes que vemos ¡los tenemos tan vistos!
Esos desconocidos ¡nos son tan familiares!
¡Cómo negar entonces que estuvimos aquí,
bajo esos mismos árboles sin frutos,
huérfanos de sus sombras protectoras,
de sus hojas caducas y sus ramas perennes?

Distingamos lo real de lo accesorio:
ya hemos vivido antes y a vivir volveremos.
Somos viajeros quietos en un mar que se mueve
y los pies se nos bañan en idénticas olas.
El mar es el que cambia.
Nuestro río es inmóvil.
(De Los Iconos Perfectos)

 

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La zarza de moisés (las diosas derrotadas)

"Lo Dios" sería la palabra más justa.
Porque también hay diosas derrotadas.
Valerosas mujeres que han abierto caminos:
¡qué espléndido coraje para afrontar la vida!.

La mujer es arroz sembrado en la ribera,
verde crece y de pronto, ya sazonado el grano,
absorbe toda el agua de la estación creciente.
¡Qué formidable fuerza tiene entonces su garra
de pantera moteada, su lengua poderosa,
su acariciante mano!

Magníficas mujeres que derrotan fronteras:
¡cuántas fronteras rotas revueltas en añicos,
cuántas ténues prisiones abiertas de barrotes,
cuánta desierta muerte en flores convertida!.

Y sin embargo, aun diosas, son mujeres vencidas.
Mujeres que acurrucan su mirada extraviada,
que se encogen de hombros y suplican tu fuerza.
Mujeres que eternizan su instantánea ternura,
que se quedan llorando junto a sus ojos verdes,
toda una historia entera de amores desvaídos.

De esa debilidad de las diosas-mujeres
nutrimos los varones nuestra fuerza perdida.
 (De Los Dioses Derrotados)

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La zarza de moisés (homenaje sencillo a la belleza)

A nada se parece la belleza:
su mundo es raro y propio.
Es la escama de un pez sobre la piedra,
es la sedienta ortiga:
un despertar de párpados hinchados.

Deja siempre los dedos en la niebla,
marca hondamente el barro.
Es única y desnuda.
Nunca se queda donde estoy.
La reconozco cada vez que pasa.
(De Teatro del sueño)

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La zarza de moisés (un enano con una naranja)
                                                                                                         A Toulouse-Lautrec.

Casualidad ninguna. Era él y lo encontré
donde más esperaba: en el salón, bajo los bulbos
de ceniciento azul del gas, pelando una naranja
que era rosa en sus manos y con olor a rosa.
Su grotesca cabeza destacaba en el amplio
espejo del local. Las piernas no alcanzaban
a tocar el suelo. La pechera bullía bajo el frac
como un bandoneón que un borracho tocara,
pero en sus manos, elegantes, la naranja tenía
la levedad de un astro emergiendo del agua.

Era monstruoso y triste y estaba acompañado
por una mujer bella, rubia, con blusa roja,
sin más adorno que un pendantif dorado.
Elegante corista del Moulin o algún prostíbulo
inmediato, mientras él, excitado, le contaba
alguna obscena historia para que ella riese.

Cuando un amor se pierde es asunto sabido
que los débiles buscan desamores livianos
que ayuden a ahuyentarlo. Pero de poco sirven
las escenas galantes a quien tiene una espina
irremediable y torva, atravesada en la garganta.

Lo vi quedarse quieto y fijarse en la blusa
y luego en la naranja. Colocar su monóculo
como quien busca ocultamente un signo
secreto, en el jardín del paraíso, con Jerónimo
Bosco, inventando un color, ardido, momentáneo,
como una gran verdad que nos aplasta.

Permaneció en silencio y tanto tiempo
que ella se fue, pretextando una trivial excusa,
en tanto que él, mientras su vista atónita
se ocultaba en la copa de champagne, pedía al camarero
que le diese una bolsa vulgar, de la cocina,
donde guardar los restos de su postre

Nunca supieron en Maxim´s por qué Tolouse-Lautrec,
_tan espléndido y gentil en sus propinas_
se guardaba las mondas de naranja.
(De El Soplo de los Dioses
)

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La zarza de moisés (champagne)

Sube la espuma del champagne: con ella sube
el ansia del amor ya turbia y desbocada.

Una mano azarosa derriba la botella
y los regueros del champagne, fundidos,
son burbujas que alfombran nuestros cuerpos
rendidos y anhelantes, en donde mecemos
la persuasión de vida que alivie nuestra nada.

Sueño sin ser son estos brazos que ciñen
tu cintura, que acarician tus altos pechos
y desembocan en el insomnio del placer.
Vida inconsciente, pero al cabo vida
que se anega en alcohol y en desengaño.

Toulouse-Lautrec pintaba monstruos
en el Moulin : nos pintaba a nosotros.
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