Nicolás Guillén

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Guitarra

Canción de cuna

Madrigal

La muralla

Canto negro

Como si San Martín la mano pura

El abuelo

         GUITARRA

                                          A Francisco Guillén

     Tendida en la madrugada,

    la firme guitarra espera:

    voz de profunda madera

    desesperada.

     Su clamorosa cintura,

    en la que el pueblo suspira,

    preñada de son, estira

    la carne dura.

     Arde la guitarra sola,

    mientras la luna se acaba;

    arde libre de su esclava

    bata de cola.

     Dejó al borracho en su coche,

    dejó el cabaret sombrío,

    donde se muere de frío,

    noche tras noche,

     y alzó la cabeza fina,

    universal y cubana,

    sin opio, ni mariguana,

    ni cocaína.

     ¡Venga la guitarra vieja,

    nueva otra vez al castigo

    con que la espera el amigo,

    que no la deja!

     Alta siempre, no caída,

    traiga su risa y su llanto,

    clave las uñas de amianto

    sobre la vida.

     Cógela tú, guitarrero,

    límpiale de alcol la boca,

    y en esa guitarra, toca

    tu son entero.

     El son del querer maduro,

    tu son entero;

    el del abierto futuro,

    tu son entero;

    el del pie por sobre el muro,

    tu son entero...

     Cógela tú, guitarrero,

    límpiale de alcol la boca,

    y en esa guitarra, toca

    tu son entero.

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 Canción de cuna para despertar a un negrito

Una paloma
cantando pasa:
—¡Upa, mi negro,
que el sol abrasa!
Ya nadie duerme,
ni está en su casa;
ni el cocodrilo
ni la yaguaza,
ni la culebra,
ni la torcaza...
Coco, cacao,
cacho, cachaza,
¡upa, mi negro,
que el sol abrasa!

Negrazo, venga
con su negraza.
¡Aire con aire,
que el sol abrasa!
Mire la gente,
llamando pasa;
gente en la calle,
gente en la plaza;
ya nadie queda
que esté en su casa...
Coco, cacao,
cacho, cachaza,
¡upa, mi negro
que el sol abrasa!

Negrón, negrito,
ciruela y pasa,
salga y despierte,
que el sol abrasa,
diga despierto
lo que le pasa...
¡Que muera el amo,
muera en la brasa!
Ya nadie duerme,
ni está en su casa:
¡coco, cacao,
cacho, cachaza,
upa, mi negro,
que el sol abrasa!

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    MADRIGAL

    Tu vientre sabe más que tu cabeza

    y tanto como tus muslos.

    Esa

    es la fuerte gracia negra

    de tu cuerpo desnudo.

    Signo de selva el tuyo,

    con tus collares rojos,

    tus brazaletes de oro curvo,

    y ese caimán oscuro

    nadando en el Zambeze de tus ojos.

      *   *   *

     MADRIGAL II

     Sencilla y vertical

    como una caña en el cañaveral.

    Oh retadora del furor

    genital:

    tu andar fabrica para el espasmo gritador

    espuma esquina entre tus muslos de metal.

 

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          La muralla

Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos;
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.
- ¡Tun, tun!
- ¿Quién es?
- Una rosa y un clavel...
- ¡Abre la muralla!
- ¡Tun, tun!
- ¿Quién es?
- El sable del coronel...
- ¡Cierra la muralla!
- ¡Tun, tun!
- ¿Quién es?
- La paloma y el laurel...
- ¡Abre la muralla!
- ¡Tun, tun!

- ¿Quién es?
- El alacrán y el ciempiés...
- ¡Cierra la muralla!
Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y a la yerbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor,
abre la muralla...
Alcemos una muralla
juntando todas las manos;
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.

 

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CANTO NEGRO

¡Yambambó, yambambé!
Repica el congo solongo,
repica el negro bien negro;
congo solongo del Songo
baila yambó sobre un pie.

Mamatomba,
serembe cuserembá.

El negro canta y se ajuma,
el negro se ajuma y canta,
el negro canta y se va.
Acuememe serembó,
                                      aé
                              yambó,
                                      aé.

Tamba, tamba, tamba, tamba,
tamba del negro que tumba;
tumba del negro, caramba,
caramba, que el negro tumba:
¡yamba, yambó, yambambé
!

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Como si San Martín la mano pura
a Martí familiar tendido hubiera
como si el Plata vegetal viniera
con el Cauto a juntar agua y ternura,
así Guevara, el gaucho de voz dura,
brindó a Fidel su sangre guerrillera
y su ancha mano fue más compañera
cuando fue nuestra noche más oscura.

Huyó la muerte. De su sombra impura,
del puñal, del veneno, de la fiera,
sólo el recuerdo bárbaro perdura.

Hecha de dos un alma brilla entera,
como sin San Martín la mano pura
a Martí familiar tendido hubiera.

 

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EL ABUELO

Esta mujer angélica de ojos septentrionales,

que vive atenta al ritmo de su sangre europea,

ignora que en lo hondo de ese ritmo golpea

un negro el parche duro de negros atabales.

Bajo la línea escueta de su nariz aguda,

la boca, en fino trazo, traza una raya breve,

y no hay cuervo que manche la solitaria nieve

de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.

¡Ah mi señora! Mírate las venas misteriosas;

boga en el agua viva que allá dentro te fluye,

y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;

que ya verás inquieta junto a la fresca orilla

la dulce sombra oscura del abuelo que huye,

el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.

 

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