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 Rafael Montesinos

Romance del catecismo de mi infancia

Canción casi infantil

El colegio

Casi una despedida

Ven.  que el amor...

ROMANCE DEL CATECISMO DE MI INFANCIA

                             P. Rípalda

Catecismo: tapas rojas.

Soniquete. Monjas. Pan

con chocolate. Estampitas

de filo dorado. Van

los niños en filas. Vuelven

amargos en su hombredad.

Cantan los niños a coro,

pero ya es otro cantar:

Contra avaricia, largueza;

contra envidia, caridad;

contra caridad, justicia;

contra injusticia, verdad.

Contra todo, vamos todos;

basta ya de soledad.

Todos juntos, vamos, ea

(contra pereza, ¡adelante!),

vamos ya.

(Suena la hora.  Los niños

vuelan a su libertad.)

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CANCIÓN CASI INFANTIL

La niña viene, y sin medias,

la niña viene y no sabe

que a mí me duelen sus piernas.

(A tapar la calle,

que no pase nadie.)

En la ventana más grande,

veinte voces dicen «yes».

Vámonos juntos a clase.

(A tapar la calle,

que no pase nadie.)

En la clase, la tarima,

y en la tarima, un inglés

con veinte copas encima.

(A tapar la clase,

que no pase nadie.)

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  EL COLEGIO

 

Recreo en el jardín, de cuatro a cinco.

¡Ay mi infancia perdida!

Por la escalera grande del colegio

vuelvo a bajar en fila.

Un balón en el aire y sólo un niño

que el aire solicita.

Yo me acuerdo de un niño diferente

a los otros. Vivía

siempre dentro de él, siempre soñando

las cosas que podía.

Tengo un rumor confuso de rosario

rezado en la capilla.

Amor, amor, amor, no me distraigas...

Dios te salve, María...

(mi corazón nació cuando mis ojos).

Los padres jesuitas

paseando de arriba para abajo,

de abajo para arriba.

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  CASI UNA DESPEDIDA

Te quise hacer con mi melancolía,

con mis besos y con mi sangre.

Luché contra tu alma fría y dura.

Ya no me queda sino el recordarte.

Vagaba un aire frío por tus ojos

y una brisa serena por la tarde.

Te di mi amor quizá porque aquel día

la primavera andaba entre los árboles.

Por hombre, por mortal y por poeta

amo las cosas que se lleva el aire.

Sueño tus ojos verdes, niña, sueño

tu beso que se abría en dos mitades.

Te amaré con mi olvido. Adiós. Me aguardan

otras nuevas mentiras. Tú no sabes

lo que duele vivir. Pero yo canto

como el que espera que el amor le salve.

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 Ven, que el amor _ya beso_ se me adentre
en ese inconfundible aliento, pura
insinuación, efluvio que me augura
que será fuego todo lo que encuentre.
Ven, que el amor más puro se me centre
en esa ensortijada gracia oscura,
cárcel de luz, recóndita angostura
y capitel airoso de tu vientre.
¡Oh surco de rubíes que sostienen
las dos altas columnas de tu templo,
que a mí también como a Sansón me tienen!
Vuelca ya sobre mí tu arquitectura,
tu derrumbe de amor y claro ejemplo
de la más catastrófica hermosura.

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