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Mari Ángeles Maeso

Como gotas de sangre...

Como esos lugares de encuentro...

Nada. ni siquiera la vergüenza...

Atocha. 11 de marzo de 2004

 

Como gotas de sangre los frutos de las moreras...

                                                                                                                                                                   Con qué cara llorar en el teatro
                                                                                                                                                            César Vallejo

Como gotas de sangre los frutos de las moreras
pesan
y las doblan hacia el cristal.

Es fruta en sazón oyendo pájaros
que a su vez oyen disparos.

¿Es al muestrario de tus decepciones
donde cae un mirlo, blanco o negro,
cada dos o tres minutos?
Esos cortejos de bailarines
al tanto por ciento de un abismo.

¿En uno de cada cuántos brotes
atosiga un presagio de tijeras?
Esas yemas, ignoradas por la escarcha,
nominadas por el pulso eléctrico de los cintos.

Será porque ya ha llegado
el tiempo del orfelinato,
por lo que yo no puedo recordar
sin pértiga de salto a los espejos.

Será por tamaño olvido de almacén
entregado a los cuatro vientos,
por lo que una y otra vez insisto
si tanta destrucción no ha de alcanzarnos.

También me pregunto, cholo cesar,
si a estas alturas, tan repleta el alma
y los cultivos
de minas desperdigadas,
el asombro será lícito.

 

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Como esos lugares de encuentro
que ves en los aeropuertos,
¿ya eres, sin palomas, sólo-cuerpo-suelo
para que puedan celebrar su cita
la flor y las agujas?

¿Y el resto? ¿Y todo lo que dejabas
para después de la muerte?

Todo lo que daba vueltas,
como ese millón de refugiados
alrededor del lago Tanganika,
¿ya fue tocado,
hundido,
quemado,
descuartizado…?

 

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Nada, ni siquiera la vergüenza,
cambia una verdad
ya terminada.

Es la limpísima llanura en mate
de los puzzles acabados
veinte veces.

Por eso, nada.
Ni un pelo de punta ante las fotos
reveladas con retraso.

Nada, aunque oiga sobre ellas pasos
de gatos y de otros animales
que no salieron.

Ya es mía, y para siempre
esa boca con sonrisa
y con dos o tres ratones quietos.

Si al menos hubieras sido una
de todas las que fuiste hambrienta.

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ATOCHA, 11 DE MARZO DE 2004

Otra vez es imposible llegar a Atocha.

Otra vez cae la puerta de doscientos kilos

y se abre un foso para los de siempre.

Otra vez han gritado las sirenas

a doscientos pasos de las fuentes

y doscientos corazones no se han levantado.

Otra vez un mar de hierro al rojo

nos coge por los pies.

¿Por qué tantos al sur del agua dulce?

Siempre tantos de este lado, ¿por qué?

¿Por qué tan colosales postigos?

¿Por qué sus ejes tan desquiciados?

Siempre tantos fuera del cordón sanitario.

Tantos, siempre de los de siempre.

Tantos tan dormidos, tantos ya para siempre.

Nunca amén.

 

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