Manuel Moya

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La casa propia

Que sea la luz lo que te nutra

Para Elisa

Lo vacío

 

LA CASA PROPIA

El cielo es un dragón que sobre sí mismo duerme

CHAMI

 

Alguna vez al hombre (pero no a todos los hombres)

 

le llega la esperanza de una casa propia.

 

Allí , piensa, podré tender mi ropa,

 

ver có mo pasa el invierno en la tarde que avanza.

 

Imaginar las sombras, la quietud de la tarde,

 

el lento desgastarse de la luz entre unos labios.

 

Unas botas sin nadie, un perro que duerme,

 

el hombre que escucha desde lejos su nombre de tinieblas,

 

oh, sueñ o de Dakhla, con pá jaros dormidos y una torre.

 

Alguna vez el hombre (pero no todos los hombres)

 

siente esa verdad, ese escalofrío,

 

como el camello que sobre sí mismo duerme

 

y entonces elige, sin querer elige, entre el sí y el no,

 

entre ser humo o ser piedra.

 

 

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I

 

Que sea la luz lo que te nutra,

 

               y llueva,

 

llueva entre la luz hasta anegarlo todo.

 

 

En tu pecho vibren las palomas,

 

al aire abras tu mano y a él vengan los cielos

 

violetas que soñaste, el abatido tigre,

 

el fuego con su voz y sus pavesas,

 

el latido azul, la noche transparente,

 

su dios rendido y la palabra exacta.

 

II

Nada sabe Adine del sol sobre los bosques,

 

y a veces sueña con pájaros azules

 

que, dormidos, se posan en la nieve.

 

Nada sabe Adine sobre la pólvora,

 

del hombre en cuyo dedo

 

descansa el florecer de los jardines y la noche.

 

Nada sabe Adine del tigre que escupe carbonilla

 

en el despavorido arroyo de sus pechos.

 

   

Nada sabe Adine y ha pintado en la palma de su mano

 

una alada y temblorosa barquichuela.

 

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PARA ELISA (PRIMER MOVIMIENTO)

 

Sabes,

aún te prefiero a los armarios

y podría, por qué no, salvarte de la vida

si tuvieras el coraje de admitir que te interesa,

pero tus palabras manchan las sábanas los muebles

la sal en suspensión de los estantes.

Si miro dentro y en lo hondo de esas botas

que te cuelgas después de rematar

el numinoso protocolo del desnudo

no encuentro más que un puñado erecto de forraje

que ha de inflamar la lluvia el basalto la hojarasca:

más tarde tu piel es un murano que se quiebra

que se abre, indiferente, a mis torpezas.

 

Mantengo pues la oferta de salvarte

mi amante, terrible, religiosa.

 

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LO VACÍO

 

Porque lo vacío está en todo.

 

En el fuego y en el mar, en la nube

 

y en el niño que llora sucio aú de su placenta.

 

Recorre los cuerpos y se baña

 

allá donde la piel limita con la piel.

 

En la noche crece como un dolor antiguo.

 

Lo asusta el tigre en el bastión del sueño.

 

Es una rosa, el chico que mira las palmeras

 

con el norte nublándole los ojos,

 

es la escama de un pez luna,

 

el sitio que dejas en los sueños

 

y el que muestras aliviado ante el azogue.

 

No importa que juegues con cartas imantadas

 

o te muestre el oro inmaculado del crepúsculo,

 

o un temblor de puro alfanje pula las puertas de tu casa.

 

Aquí lo tienes, puntual como la rosa en primavera

 

o el sol ante el shuluq .

 

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