Manuel Durán

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lLa lluvia

Las piedras

La lluvia
Sólo la luz de la tarde,
el brillo celeste que cae,
loco, rendido,
corriendo hacia mí mismo,
la luz que se va de viaje, que salta
de la orilla de una nube
a la orilla blanca de la calle
con la tristeza inconsciente
de un árbol de luz que se deshoja

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Las piedras

Asoman la cabeza por el solar vecino.
Firmes, severas, grandes, manchadas por el liquen,
con la piel arrugada: grises, pardas, oscuras,
y el amarillo sucio del liquen por arriba.
Como peces cansados que el mar nos abandona.
Como ballenas tristes en la playa lejana.
Rocas color de tiempo, sacando por el barro
sus cabezas sin ojos, su dura piel manchada.
Las lluvias del verano les cambian los colores,
oscurecen las rosas, avivan los azules,
hacen cantar los verdes eléctricos del musgo,
ennegrecen la tierran, la perfuman, la esponjan.
Ya a veces a su sombra se sientan los mendigos,
o cabalgan los niños sus lomos deformados.
Siguen erguidas, tensas, sacando la cabeza
con su piel arrugada, mas sin abrir los ojos

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