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Luz Méndez de la Vega

Beatus ille

Dido a Virgilio

Poema Karma

Poema virgo

Safo a Cleis

Beatus ille

Beatus ille

Dichoso aquel
que en otro tiempo
encontraba:
la casa limpia,
la ropa planchada,
la mesa puesta,
los niños durmiendo,
y la mujer
a sus órdenes.
Así dirán,
mañana,
los hombres de hoy
cuando recuerden
estos días
de oficio sin sexo
que por siglos
eludieron,
calificándolos, astutos,
de 'femeninos'.
Y...es muy natural
que así se lamenten
como añoran hoy
quienes evocan
los felices tiempos
de un ayer de esclavos
sin sindicatos ni leyes
y sin derechos humanos.
Tiempos iguales
a los que hoy corren
tras las cerradas puertas
de nuestra intimidad,
como trabajadoras
de doble jornada
sin descanso y sin salario;
desterradas sexuales
de los altos sillones
del poder y la fama.

 

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Dido a Virgilio

                                                           A Isabel Garma
Habías de venir, tú,
                              Virgilio,
fabulador poeta,
orgulloso romano,
a saltarte tres siglos
entre Troya  y mi reino,
para hacer que Eneas
naufragara en mi playa
e inventar ese amor
          desdichado
que adorna tu Eneida.
Mentirosa historia,
lazo con que quisiste
unir al linaje de Venus
al vanaidoso Augusto
_tu Mecenas_
siete siglos después,
cuando ya mi Cartago
yacía en cenizas.
Falsedad épica de poeta
ebrio de fama y aplauso,
fue cambiar mi bello gesto
de fiel reina suicida
que se arroja
                     a las llamas
para conservar intacto
su nupcial juramento,
por ese otro romántico
de tu inventada Dido,
que se mata en la hoguera,
loca de pasión y celos,
por el desprecio de Eneas.
Con eso, Virgilio,
no sólo me difamaste
                              por milenios,
sino que, además, heriste
a mi raza y a mi pueblo.
Sin embargo, poeta,
                    te perdono,
porque reconozco que,
pese a tantos inventos,
                              te debo
esa doble inmortalidad
que _a mi nombre_
                    dieron tus versos.

 

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Poema Karma

Con un amor que nace
nace cada vez
el primer amor
y el primer amante.
Con un amor que muere,
muere, cada vez,
el amor
y todos los amantes.
Con cada nuevo amor
tercamente renacemos
para ¡tercamente! morir
en goce y tortura eternos.

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Poema Virgo

Nada tengo que borrar
ni palabras
ni huellas
ni recuerdos.
No tengo que negar
las escondidas entregas
que grabaron nombres
en mi cuerpo.
(Espejismos frágiles
donde refugié
angustias,
no tengo que borrarlos)
Clara y fresca
presencia del amor
que busqué afanosa
fue limpio tránsito,
y, como la primera vez,
al encontrarte,
nítida broté:
agua de manantial jamás tocada.

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Safo A Cleis

 Me amo en ti, 

en tu figura, 

me miro, 

transformada 

con la forma de mi sueño.

 Al acariciarte 

es mi reflejo
el que acaricio, 

narciso 

en el espejo de tu cuerpo. 

 Me miro, así, 

toda yo 

vuelta carne tuya, 

belleza que amo, 

seda que acaricio
en tus mejillas. 

 Sabor de tu piel 

en la blanca corola 

de tus senos 

y en la oscura y dulce fruta 

de tu sexo. 

 Lenta y deleitosa
te recorro 

con mis dedos 

más sabios en
formas que los de Fidias, 

y vuelvo un
cinturón de oro 

mis brazos en torno 

a tu cintura,
mientras ávidas 

mis piernas

 _como lianas_
se enredan en las tuyas 

al tiempo que no hay límite 

entre tu boca y la mía. 

 ¿Tú o yo?
¿Cuál soy? 

¿o cuál tú eres? 

 Fundidas en el placer 

todo se borra, 

y sobre el lecho, entre
los deshojados jacintos 

de las rotas guirnaldas
_con que nos adornamos 

para el íntimo festejo_
sólo sé 

que soy llama 

encendida en tu aliento.

Enajenada en ti 

sin tiempo 

y sin fronteras.
Perdida el borde de mi cuerpo, 

en las oscuras aguas 

del orgasmo, 

me entrego hasta morir
en tu belleza.

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