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Luis Feria

A una muchacha

No me alcanza la vida para pensar la muerte

EN el álbum de Gabriela Pro

El armario de mamá

A una muchacha

Si alguien sabe qué puede destruir a la muerte,
qué puede cercenar su mano vengativa,
venga ahora y lo diga cuando estamos a tiempo
de rechazar su fuego que cada vez se aumenta.

Si alguien supiera detener al tiempo
lo diga en este instante.

Cuando toque tu piel el daño no hay remedio;
será como el aceite que se extiende
y no puede volver al vaso donde estuvo.

Donde vivió la rosa vivirá para siempre
una raíz callada.
Donde el rumor de guijas por el río
silbará sólo el aire llorando por los huesos.

Que nadie escuche el ruido de lo que se destruye
si nada puede hacer por evitar la ruina.
Mejor venga la muerte y te corte de un tajo
y te transplante así donde nadie te vea
que no este grano a grano deshacer tu hermosura.

 

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No me alcanza la vida para pensar la muerte

No me alcanza la vida para pensar la muerte.
Se me queda en las manos respirando asustada
lo mismo que en la noche el corazón del monte
oye caer el rayo
mas no puede medir cuánto le duele al cielo,
qué soledad la suya cuando se precipita
y se apaga su incendio igual que muere el toro en mitad de la tarde.
Si bastara el instante en que fuimos felices,
si su medida fuera suficiente,
podríamos dejarlo iluminando el reino
como un cardo que arde al borde del silencio y de los días.

Saco la mano ahora hacia la lluvia:
me resbala en el agua todo lo que ya he sido.

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EN EL ÁLBUM DE GABRIELA PRO

 Gabriela anda con los pies del musgo;

no roza el aire con su planta queda.

¿Quién trajina en la casa? Ella, andorina,

que al aire de su vuelo nos enhebra,

nos coge de la mano. Transcurrimos,

entramos en su corro: ya el dolor no nos quema.

 Al abrir el zurrón saca su infancia:

todos los niños son de nochebuena.

Cuando bulle la luz no se atardece,

las piedras se hacen cuna, la nieve nos conlleva.

Qué limpios nos respira por su herida;

el amor sólo es un chorro de agua fresca.

 Un día que está escrito nos negará tres veces;

un viento duro golpeará sus puertas.

Lámparas que encendía su alma clara,

hierba de infancia entre las hierbas, hierba...

Ah, niña libre, buscarás el mar:

el ruedo de tu enagua se ha cortado las trenzas.

Hacia la vida vas, de la vida has venido:

que tu vida sea justa cuando pises la tierra.

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EL ARMARIO DE MAMÁ

Mamá se olvida la llave del armario
Sésamo ábrete: dentro
una gota de agua para verse mejor;
los pétalos que le sobran de la piel,
el pomo del que se unta el sol,
el cascabel para apariencia alegre,
los zapatos gastados de nadar para atrás a joven,
los ojos azules que se quitó porque el mar la perseguía,
sus manos que nos roban del peligro,
y al fondo el fondo al fondo
Yo,
hace mucho, allá lejos, muy antes de nacerme.

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