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Francisco López de Zárate 
A un esqueleto

La rosa

A la muerte de Adonis

Después de una grave enfermedad...

A la aurora

 

A UN ESQUELETO

 

Tú, tú, eres este mesmo, tú, si adviertes
a la fraterna unión que te apercibe;

que si no para sí, para ti vive,
pues en él te hallarás, si te diviertes.
Que una, aunque varias, son todas las suertes,
en el compuesto polvo el tiempo escribe;
ni ser rey ni plebeyo se percibe:
menos o más, en eso te conviertes.
No huyas de temor, que no das paso
que no te lleve a ser lo que te espanta
y desprecias el bien de la memoria.
Humano sol, aquí tienes ocaso;
docto este bronce el tiempo te levanta;
monarca, esto es lo cierto de tu historia.

 

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LA ROSA

Esta a quien ya se le atrevió el arado,
con púrpura fragante adornó el viento,
y negando en la pompa su elemento
bien que caduca luz, fue sol del prado.
Tuviéronla los ojos por cuidado,
siendo su triunfo breve pensamiento;
¿quién sino el hierro fuera tan violento
de la ignorancia rústica guiado?
Aún no gozó de vida aquel instante
que se permite a las plebeyas flores,
porque llegó al ocaso en el oriente;
¡oh tú, cuanto más rosa y más triunfante,
teme, que la belleza son colores
y fácil de morir todo accidente!

 

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A LA MUERTE DE ADONIS

 

Rosas deshojadas vierte

a un valle, que las recoge

 el más venturoso amante

y el más desdichado joven.

Con su propria sangre infunde

lo aromático a las flores;

tanto, que, della animadas,

cada flor es un Adonis.

Robusta fiera ejecuta

la voluntad de los dioses,

invidia de su ventura

y escarmiento de los hombres.

Rayos fulmina su boca,

asolación de los robles,

 castigo indigno de un dios

en un delito tan noble.

"¡Ay, fiera enemiga, dice,

que lazo tan dulce rompes!

Si amor por culpa castigas,

a Júpiter no perdones."

Cayó, en fin, en tierra,

dando últimas respiraciones:

cuerpo hermoso, que viviendo

 era deidad de los montes.

Cuando, por oculta senda,

apresurada a las voces,

 muerta de amores venía

la diosa de los amores.

De transparente cristal

el pie en el arena pone,

 desnudo: que sólo en sí

pudo hallar de que se adorne.

Entre sierpes de coral,

que, a darle la nueva, corren,

la imagen que más adora,

profanada, desconoce.

De sus ansias advertida,

curso y aliento interrompe, y

 para poder llegar

de la duda se socorre.

Pendiente de sí le mira

y luego que reconoce,

toda la deidad abate,

claveles juntando a soles.

En el ocaso los halla,

cargados de larga noche;

y donde ante frescas rosas,

ya cárdenos lilios coge.

Para limpiarse la sangre,

velos y lágrimas rompe,

y con reforzado aliento

 contra la muerte se opone.

A voces le infunde el alma,

y aunque la imprimiera en bronces,

por la herida sale en viento,

si entra por la boca en voces.

No pudiendo con los hados

que la sentencia deroguen,

procuraba ser mortal

al menos con las pasiones.

Después que dieron lugar

a las quejas los dolores,

juntando a llanto y suspiros

fragantes adoraciones,

"a pesar _dijo_ de envidias,

multiplicaré favores:

que naciste a que te amase,

y mueres a que te adore.

"Será tu dulce memoria

fin de todos mis ardores;

 y no me impedirá Marte

 que de ti no me corone."

Calló, adornando su frente

con los recientes Adonis,

y vive, si eterno en flor,

sagrado en Venus, su nombre.

 

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DESPUÉS DE UNA GRAVE ENFERMEDAD

EN SU MAYOR EDAD

 

¡Un año más, Señor, con tanto día,
y con minuto tanto, tanto, tanto!
¡Y en risa tan continua siendo el llanto
lo que incesablemente se os debía!
¡Perdidos lustros! Y la escarcha fría
(como ya en tiempo) ocupa sin espanto
la cabeza y el rostro, y el quebranto
desune partes que el vigor unía.
Casi al último polvo reducido
donde no habrá más paso, aunque la fama
lo pretenda en pirámide o coloso;
tan ya sin mí que estoy de mí en olvido,
tan ya no yo, que soy quien más me infama:
mostrad en mí el poder de lo piadoso.

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A LA AURORA

 

Esta sombra del sol, si no primera
causa, principio y juventud del día,
luz de Dios que tinieblas nos desvía
y en la misma inconstancia no se altera;
esta que corre el velo de la esfera
y con efectos de beldades guía,
nos sirva de adormir con su armonía
o con respiración de primavera;
si acaso adormeciere los sentidos
con voz de pluma, resplandor de flores
de su llorosa risa documento,
a lágrimas de luz, quedad dormidos,
no os suspendan los ecos y colores,
pues van juntos el llanto y el contento.

 

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