Petronio se desangraba en un baño tibio. Entonces se le acercaron los filósofos. Uno de ellos, Sergio, sostenía que el hombre, al morir, no puede sino sonreír a la muerte que se le presenta coronada de rosas para liberarle de esa odiosa farsa denominada vida. El otro, Tulio, opinaba que la parca tiene un aspecto horrible y que al verla se estremece cualquier mortal. Y ambos se acercaron para observar en Petronio la confirmación de sus teorías. El patricio permanecía inmóvil. En su rostro céreo no se leía nada. De repente, una imperceptible crispación de la boca y la cabeza cae para no levantarse más. Y los dos filósofos se separan. Sergio publica un pequeño volumen titulado 'La sonrisa de Petronio' y Tulio declaró que nunca olvidaría la horrible mueca con la cual se extinguió la vida del 'arbiter elegantiae'.