Jesús Felipe Martínez

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-Cuentos, trabalenguas y adivinanzas de la tradición oral española (con Antonio Martínez Menchén)

                                                        El relato popular como  instrumento pedagógico.
     
En un hermoso estudio, Las muchedumbres solitarias, Riesman ha estudiado el papel de narradores de historias como agentes de socialización. El sociólogo americano demuestra cómo en el cuadro de lo que él denomina la sociedad tradicional el narrador de cuentos ocupa un papel destacado en la transmisión de los valores que sustenta este tipo de sociedad.
      Vladimir Propp también ha explicado detenidamente en Las raíces históricas del cuento el papel iniciático del relato: en las sociedades cazadoras se sometía al joven a una serie de ceremonias para iniciarle en los secretos de la caza, de la vida y de la muerte. Durante estas ceremonias se contaban relatos dramatizados que seguían los mismos pasos del neófito y servían como explicación y modelo de conducta. El mito y el cuento servirían para la explicación del rito, si bien el cuento fue liberándose poco a poco del rito y adquiriendo una vida oral independiente y, con ello, una mayor riqueza literaria.
    Pero si el cuento maravilloso es un importante agente pedagógico en sociedades cazadoras o de economía predominantemente agraria, el problema que se plantea es si en una sociedad como la actual puede ofrecer alguna posibilidad educativa.
     La primera contradicción que se podría señalar es en la forma en que se dan los relatos. La forma tradicional de narración oral ha sido sustituida por la narración dramatizada y recogida en formato electrónico.
     Saliendo al paso de esta primera objeción, conviene recordar que el cuento ha ido cambiando sus formas de transmisión en distintas sociedades sin perder por ello sus virtudes, de la misma manera que no las han perdido las obras medievales al trasladarse
del pergamino a la obra impresa.
      Hoy aún recordamos la vieja escena de la madre o la abuela sentada junto al amplio hogar campesino y narrando una historia de encantamientos a los pequeños acompañada por el crepitar de las llamas y el ulular del viento en la chimenea. Sin embargo, el ambiente sería muy distinto cuando el relato maravilloso servía para la iniciación de los jóvenes en las sociedades cazadoras. Allí los jóvenes eran apartados de la comunidad para pasar un tiempo en el bosque sometidos a todo tipo de pruebas, entre las que se incluían las torturas físicas y la simulación de la muerte del iniciado.
      En la representación dramatizada del relato, sin duda debía de intervenir el neófito representando distintos papeles e integrando, de hecho, los episodios del relato en su propia historia.
      Así pues, el que las formas de transmisión sean diferentes entre unas sociedades y otras significa sólo que hemos adaptado los medios de transmisión a las peculiaridades de nuestra sociedad. Considérese, además, que ello ocurre con casi todas las manifestaciones artísticas y literarias, y que seguimos gozando con las pinturas rupestres o con las obras atribuidas a Homero aun cuando nuestro contacto con estas obras sea muy distinto al de aquellos para quienes unas y otras fueron originariamente concebidas.
      Ahora bien, el que el niño se sienta más cerca del medio por el que se transmiten estos relatos (con sus correspondientes efectos especiales y de dramatización en unos códigos auditivos que le resultan muy familiares) no anula la posibilidad de recrear el cuento en otras condiciones.
      Tanto a partir de las grabaciones como de los guiones que se incluyen en este libro, la profesora y los padres hallarán nn material adecuado para «contar historias al amor de la lumbre». Porque el cuento que se transmite de viva voz es algo más que una mera sucesión de hechos más o menos extraordinarios. Es una fonética específica, unos determinados giros idiomáticos que tienden a estereotiparse de acuerdo con cada unidad de procedencia; unas unidades suprasegmentales que, en último término, hacen referencia directa al mundo afectivo del narrador y de los oyentes, y, desde luego, un segundo lenguaje mímico que completa el hablado y que determina que, no ya el cuento en sí, sino el cuento contado por una determinada persona, que pertenece a un determinado círculo cultural y ocupa un determinado rol en la unidad familiar de la que también forma parte el auditorio, constituya una experiencia única y, a la vez, socializadora.
      De ahí que, en la necesaria colaboración entre padres y profesores que se plantea en estos niveles educativos, unos y otros deban recrear las historias en sus ámbitos respectivos, contarlas atendiendo a la introducción de estos giros y peculiaridades a los que hacíamos referencia para contribuir al pleno desarrollo de la personalidad.
      No se trata, en suma, de sustituir las relaciones afectivas entre el narrador y sus oyentes, sino de facilitarlas, para lo cual se ofrecen no sólo unos materiales idóneos, sino un conjunto de sugerencias didácticas que permiten la utilización en el aula y en el hogar de cuentos, trabalenguas y adivinanzas.
      Y esto en base a unos valores psicopedagógicos constatados en muchos siglos de existencia de estos géneros de transmisión oral, que hoy vienen avalados por la opinión de expertos en distintos campos.
     Porque si bien el relato o el mito pueden utilizarse pedagógicamente en distintas etapas escolares, estas grabaciones han sido pensadas fundamentalmente para niños entre tres y ocho años.
      Estamos, pues, en la etapa que Piaget denomina egocéntrica, en la cual juega un papel primordial la función simbólica del pensamiento, función que encuentra en el juego simbólico del niño su más cabal expresión. Ahora bien, una buena parte de los mecanismos de esta función simbólica se encuentra también en los cuentos tradicionales y, muy especialmente, en los cuentos maravillosos. Desde el valor del nombre a la lógica de la contigüidad, son múltiples las posibles analogías que se haIlan entre el proceso de simbolización del relato de encantamiento y del pensamiento infantil.
      De ahí que el niño se encuentre dentro de un determinado orden mental que le resulta propio y familiar, y que le sirve para ir desarrollando su propio mundo de una forma natural, en la ruta hacia una etapa ulterior que, con frecuencia, acelera
excesivamente el forzado ritmo de socialización impuesto por la escuela.
     Como se señala en el currículo de Educación Infantil, la función de adaptación y socialización adquiere un significado especial: «El niño debe aprender a convivir en un entorno distinto hasta el que le ha acogido hasta el momento (el familiar), y a relacionarse de forma diversa a como lo ha hecho hasta ahora. La necesidad de compartir personas significativas, juguetes, espacios, etc., así como la separación de la casa y los padres, se presenta en el Centro como algo inherente a su propia estructura y funcionamiento, y como exigencias que resultan novedosas».
      Por otra parte, son también múltiples las relaciones que guarda el lenguaje egocéntrico con las fórmulas repetitivas, rimadas, ritualistas, que contienen una buena parte de los géneros de transmisión oral (pensemos, por ejemplo, en los cuentos acumulativos,
en los trabalenguas, en las adivinanzas).
      El cuento maravilloso es también un rico estímulo para nuestra fantasía. Entre los factores que determinan el desarrollo de la fantasía, y con independencia de la identificación e imitación de los modelos familiares, se ha constatado la importancia primordial de los relatos y del intercambio que los pequeños oyentes pueden hacer de los mismos.
      Cada vez se tiende a dar más importancia a la fantasía como un elemento de interiorización progresiva de respuesta a un planteamiento lógico. Hartmann observa que la fantasía puede damos un mayor conocimiento de nuestros procesos psíquicos y, por ello mismo, aumentar nuestros poderes de captación del mundo exterior.
      En definitiva, la capacidad de fantasear no supone ese peligro para la inteligencia que suponían nuestros antiguos dómines, sino un importante medio para el desarrollo de la misma y, como indica Bettelheim, para liberarnos de nuestros fantasmas.
      El cuento popular _y especialmente el relato maravilloso_ tiene una estructura rígida que constituye todo un sistema lógico.
      En su conocido estudio titulado Morfología del cuento Vladimir Propp dice que el cuento de encantamiento viene definido por presentar una estructura propia, determinada por la aparición de un número restringido de funciones que se presentan ordenadas de acuerdo con unos esquemas rígidos. Propp define la función como la «acción de un personaje desde el punto de vista de la intriga», y precisa a continuación que «los elementos constantes, permanentes del cuento, son las funciones de los personajes, sean cuales fueren estos personajes y sea cual sea la manera en que cumplen esas funciones. Las funciones son las partes constitutivas fundamentales del cuento».
      Dada la estrecha relación que el cuento de encantamiento guarda con el mito _según ya hemos indicado, muchos investigadores sostienen que el cuento es tan sólo un mito que ha perdido su función ritual y ha enriquecido su función narrativa_
no es de extrañar que el análisis del mito por parte de Lévi-Strauss guarde una gran semejanza con el realizado por Propp del cuento maravilloso, asignándole el papel fundamental de estructuración que Propp otorga a las funciones a grandes unidades
significativas que hay que buscar a nivel de frase, llamada mitemas por Lévi-Strauss.
      Pues bien, Lévi-Strauss sostiene que estos mitemas se estructuran conformando unos haces de relaciones que presentan una relación simbólica y lógica. y recalca la aparición de una lógica en el mito que opera por medio de oposiciones binarias, y que coincide con las primeras manifestaciones del simbolismo.
      Funciones y mitemas vienen, pues, a coincidir, y permiten estructurar el cuento en una serie de unidades sintagmáticas que se mueven a base de oposiciones binarias, estableciendo superaciones sintéticas entre los elementos antitéticos. Esta clase de relatos está determinada por una estructura lógica muy rígida, estructura que jugará un papel muy importante en el desarrollo intelectual del niño, al proporcionarle unos esquemas de pensamiento válidos, con independencia de los significados que estos esquemas impliquen.
      Más aún: además de los valores que el cuento maravilloso presenta desde el punto de vista del conocimiento infantil, es en el desarrollo de la personalidad donde el relato popular resulta más enriquecedor. A partir de los estudios psicoanalíticos, y especialmente de los trabajos de Bruno Bettelheim, el valor del relato maravilloso para el desarrollo de la personalidad del niño se nos presenta como algo incuestionable.
      En .primer lugar, como señala Bettelheim, los cuentos de hadas permiten que el niño supere sus propias fantasías. En cuanto que el esquema va de un principio real a un final real, con todo un intermedio fantástico, le enseña al niño que su fantasía, si bien es necesaria, no debe considerarse como algo permanente, sino como algo que puede abandonar para integrarse en el mundo de la realidad. Y esto sin crearle un conflicto de culpabilidad por sus propias fantasías, conflicto que tantas veces se produce cuando el adulto, demasiado ansioso por la socialización del niño, se las niega para acuciarle con una realidad que las cuestiona. El cuento maravilloso enseña al niño que su mundo interno es un mundo real, pero le enseña también que tarde o temprano deberá abandonarlo para asumir ese otro mundo real en que su yo se encuentra inserto.
     Desde este aspecto de desarrollo de la personalidad, el cuento de encantamiento permite al niño liberarse de sus fantasmas inconscientes. Tomará conciencia de estos procesos inconscientes, se librará de ellos mediante los mecanismos de identificación,
de sublimación, de desdoblamiento. Como dice Bettelheim en Psicoanálisis de los cuentos de hadas : «el niño podrá empezar a ordenar sus tendencias contradictorias cuando todos sus pensamientos llenos de deseos se expresen a través de una bruja malvada; sus temores, a través de un lobo hambriento; las exigencias de su conciencia, a través de un sabio, hallado durante las peripecias del protagonista, y sus celos a través de un animal que arranca los ojos a sus rivales. Cuando este proceso comience, el niño irá superando cada vez más el caos incontrolable en que antes se hallaba sumergido».
      En el cuento, el niño sublimará sus instintos reprimidos, superará sus complejos, afirmará su propia identidad y vencerá sus frustraciones. Todo ello le ayudará a integrarse en el mundo sin tener que renunciar a su yo.
      Este somero enunciado de los valores lógicos y catárticos de los cuentos de encantamiento debería dispensamos de cualquier otro argumento en su defensa. Sin embargo, no podemos olvidar que los cuentos infantiles sustentan también determinados
valores morales y que, por ello, ha sido cuestionado su valor pedagógico desde algunos sectores.
      Tal vez la crítica moderna más extendida sea la del «machismo» del relato popular.
      En esta línea se ha llegado a proponer la creación de nuevos cuentos donde los roles masculino y femenino se traten de acuerdo con los principios de una sociedad igualitaria.
      Antes de nada, conviene dejar claro que, en líneas generales, aceptamos que el relato maravilloso pudiera ser «machista», si es que tal adjetivo tiene sentido aplicado anacrónicamente. Porque, siguiendo la misma línea argumental, habría que reescribir
casi toda la producción literaria antes (y aun después) del siglo XIX.
      Si nos guiamos por este análisis para juzgar La Iliada, Las mil y una noches o cualquier otra obra narrativa, lírica o dramática de cualquier época tendremos que concluir que es muy contraproducente enseñar a los niños unas obras que parten de la consideración de la mujer como esclava que se disputan los jefes cual si fuera un objeto de consumo, de una jovencita que debe distraer todas las noches a su marido para que no le corte la cabeza, de unas ninfas destinadas a bordar o de millones de mujeres destinadas a servir de adorno para que los poetas canten sus bellezas virginales.
      Pero, además del absurdo que significa  analizar una obra fuera de la sociedad donde surgió (y, por ello mismo, no distinguir entre «las voces y los ecos», que dijo Machado), muchas veces las acusaciones de machistas no parten tampoco de un auténtico conocimiento de estos relatos. En primer lugar, se parte de versiones comercializadas, edulcoradas y adaptadas a la sociedad de consumo, no de las versiones que el pueblo ha ido transmitiendo de viva voz durante muchas generaciones. Así hemos leído la crítica de «Blancanieves y los siete enanitos» que partía de una versión absolutamente espuria de este relato. Porque, frente a esta moderna «adaptación» a los valores morales de nuestra sociedad, en todas las versiones conocidas se repite el mismo motivo: la doncella vive en la cabaña con los «hermanos del bosque». El tema ha sido analizado desde diferentes puntos de vista: desde el rito de la joven que se inicia en la sexualidad con varios hombres antes de fundar una pareja estable a la que aportará los hijos tenidos durante esta convivencia, hasta las labores que algunas doncellas debían desempeñar en los grupos de los iniciados, dentro de unas relaciones severamente establecidas. En cualquier caso, la convivencia de una joven con siete hombres pareció mal a los censo-adaptadores modernos y los transformaron en enanitos, transformación de la cual, afortunadamente, no se han enterado los pueblos que siguen transmitiendo el relato de viva voz.
      Al margen de esta historia casi anecdótica, conviene señalar que en muchos relatos populares el papel de la mujer es tremendamente activo para la sociedad en que se transmitían los cuentos. Considérese, por ejemplo, un conjunto muy apreciable
de relatos en los que el ingenio femenino triunfa sobre la cortedad de miras del varón, reducido a mera comparsa, e incluso otros en los que es la heroína quien adopta el papel protagonista bien para derrotar al malo (La mano negra) bien para ir salvando
a su torpe prometido de todos los peligros. Tal vez Blancaflor, la hija del diablo sea el ejemplo más logrado de esta clase de relato.
      Todo lo cual en absoluto significa que en muchos relatos populares no exista un claro antifeminismo, al igual que otros valores cuestionables propios del entorno social donde se producen. Este entorno es el de la sociedad estamental. En dicha sociedad,
la riqueza es ante todo una riqueza inmobiliaria (la posesión de la tierra) y la situación de cada individuo viene prefijada por su pertenencia a un estamento inmodificable.
      Esto llevará a un orden rígido de jerarquización, a un bajo nivel de aspiración; a una concepción del saber como tradición, con la consiguiente subordinación a los mayores, depositarios de esta sabiduría tradicional. De ahí que parte de esta ética esté recogida en muchos de los cuentos populares, de la misma manera que también lo están otros valores que, aunque hayan sido desechados en la práctica por nuestra sociedad contemporánea, deberían seguir teniendo vigencia: por ejemplo, el del respeto a los mayores preconizado por esta clase de relatos que nos parece bastante adecuado para la educación de unos niños destinados a integrarse en
una sociedad que arrumba a los ancianos como a trastos viejos.
      En cualquier caso, consideramos que la discusión no debe plantearse en estos términos, sino a partir de la consideración de una premisa fundamental: el cuento maravilloso se mueve a un doble nivel: el de la fantasía y el de la realidad.
      En un sentido freudiano, fantasía es lo que está protegido de las alteraciones culturales y permanece ligado al principio del placer frente al resto del aparato mental, subordinado al principio de la realidad. Lo fantástico queda fuera de lo útil, para
permanecer unido a la satisfacción libidinosa de una forma más o menos inconsciente y sublimada. Lo útil viene determinado por las exigencias culturales dentro de las cuales se desarrolla el individuo, exigencias que a su vez serán la consecuencia de una determinada organización económico social.
      Así pues, si por una parte el cuento tiene una dimensión ético-utilitaria propugnando un determinado sistema de valores, por otra presenta un aspecto liberador de esos valores que, en cuanto limitadores del principio del placer, son atacados por la carga subconsciente del relato fantástico. Pero lo importante es que, si el principio del placer no está sujeto a ninguna limitación temporal, ya que es independiente de los condicionamientos culturales, el principio de la realidad al que hace referencia el
aspecto ético-utilitario del relato sí que depende de este condicionamiento cultural que viene determinado por el tiempo. O en otras palabras: lo que el cuento tiene de fantástico permanece; lo que tiene de real _es decir, su mundo cultural, su mundo
de creencias y valores_ es perecedero.
      Por ello al niño le resultará muy fácil ignorar toda la carga moralizante del relato, todos los valores éticos que en él subyacen; le resulta muy fácil ignorar la moraleja.
      Máxime cuando esta moraleja se basa en un mundo que para el niño se presenta tan lejano y fantástico como todas las peripecias extraordinarias del relato maravilloso; un mundo que le niega a cada momento su propio entorno real. Y es este
entorno real _la escuela, su propia familia, los mensajes de los medios de comunicación de masas_ el que realmente va a constituirse en ese medio de socialización del niño que en otras sociedades fue el cuento. Pero el cuento seguirá ejerciendo otra función. La de proporcionar unas determinadas estructuras lógicas que están en consonancia con su desarrollo mental, y la de descargarle de una serie de tensiones y conflictos que podrían bloquear su desarrollo psicológico.
      Por ello siempre hemos considerado desdichado el intento de corregir o recrear los relatos tradicionales, según los valores hoy vigentes en nuestra sociedad. Porque, como han demostrado los especialistas, el relato folclórico presenta una estructura rígida, que no puede alterarse sin destruirse. Esa mezcla de elementos fantásticos y reales constituye una unidad inmodificable. Cualquier alteración romperá la verdad del relato, la verdad de esa estructura que viene determinada por la historia. El cuento es así porque ha surgido en un momento histórico determinado, en una sociedad determinada, que tenía una lógica, unos mitos y unos valores determinados. Y esa lógica, esos mitos y esos valores son algo unitario que no se puede modificar parcialmente. Un cuento de hadas no se puede improvisar. Hay que tomarlo tal como el desarrollo histórico nos lo legó _con sus modificaciones localistas, con sus yuxtaposiciones y diferencias, producto de su paso por diversos pueblos y tiempos que, sin embargo, tenían en su diversidad una base común: la pertenencia a la cultura estamental, a la cultura de la tierra donde se hizo el mito_ y enseñar a los niños a tener una actitud de curiosidad y respeto hacia estas manifestaciones culturales.
     Así se expresa en el currículo de Educación Infantil: «Aunque el lenguaje oral se estimule continuamente, la utilización de cuentos y relatos se presta particularmente bien a realizar dicha estimulación. Entre otras cosas, porque ofrece ocasión de utilizar con los pequeños un tipo de lenguaje que presenta unas características muy específicas.
      Se trata, en efecto, de un lenguaje en buena parte descontextualizado, ya que no puede apoyarse exclusivamente en realidades presentes. El lenguaje crea el contexto, y ello confiere a los cuentos un carácter específico.
      Por todo ello, el cuento o el relato nunca deben ser considerados como un relleno, sino como una acción didáctica llena de sentido. En la medida en que el relato o la narración son convenientemente presentados, se motiva e incita a los niños a
introducirse, exclusivamente a través del lenguaje, en mundos distintos al suyo, lo que revierte en una utilización más rica y ajustada de ese instrumento (... ).
      Pero los cuentos no sólo tienen interés porque llevan la mente del niño más allá del presente. Tienen también interés porque a través de ellos el niño hace muchos aprendizajes sobre el mundo físico y social, sobre cosas, fenómenos y relaciones, sobre
actitudes, normas y valores.»

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                                                                          Sobre el uso en la escuela de las grabaciones
      
 Ante todo, debemos destacar que estamos pensando en una participación activa del niño, por lo que debe evitarse convertir al niño en un simple auditor de textos con los que se le mantiene entretenido durante un tiempo determinado. Hay que tener en cuenta que en la narración oral, el oyente puede interrumpir _y de hecho interrumpe_ múltiples veces a la narradora, planteándole las más diversas cuestiones que muchas veces terminan en una discusión generalizada.
      Puede considerarse que el medio mecánico en que se presentan las narraciones dificulta este tipo de participación. Sin embargo, el profesor deberá favorecer la participación activa deteniendo la reproducción cuando se produzcan preguntas o intervenciones,
planteando él mismo preguntas sobre el contenido o los episodios de la narración que se está escuchando, pidiendo que imaginen un final a partir de lo ya relatado, etc. De esta manera, además de fomentar una serie de estrategias cognitivas del máximo interés para aprendizajes posteriores, se está dando paso a actividades estrechamente relacionadas con la capacidad de comprensión, síntesis y creatividad.
      Naturalmente, esta clase de audición activa va en contra de un empacho de narraciones (creemos que no se debe escuchar y trabajar más de una narración larga o dos más cortas por día), y exige un trabajo de preparación previa por parte del equipo docente, para lo cual hemos incluido en esta guía los guiones de los cuentos, trabalenguas y adivinanzas, una ficha introductoria sobre el relato y una serie de sugerencias para actividades.
      El guión del relato permite que el profesor seleccione una serie de términos empleados en el mismo que pueden ser desconocidos para el niño, y que posibilitan distintos trabajos de vocabulario tanto antes de la audición del cuento como después de la misma.
     Así, la profesora elegirá una serie de palabras para trabajarlas contextualizadamente hasta asegurarse de que los niños comprenden su significado y las emplean correctamente. Téngase en cuenta que hemos huido en las adaptaciones de los relatos
de todo intento de simplificación del lenguaje, procurando incluir voces y giros populares, y muy especialmente aquellos que hacen referencia a la sociedad agrícola en la que el cuento adquiere gran auge. También hemos buscado expresiones literarias que resultan igualmente enriquecedoras del lenguaje infantil, tan amenazado por el habla de los medios de difusión y comunicación actuales.
      Como se puede ver en algunas de las actividades sugeridas para los relatos, estos giros y expresiones no sólo permitirán una serie de ejercicios de comunicación sobre los cuentos, sino sobre otros medios y culturas que resultan desconocidos para el niño urbano: cuáles son las labores que se realizan en el campo, cómo se imaginan la vida de un niño en una aldea, qué cuidado requieren los animales...
      Además de los diálogos que deben acompañar a cada cuento, resulta de gran importancia el que se estimule la imaginación del niño y su contribución activa y creativa al trabajo sobre las narraciones.
      Se suele decir que, en la sociedad moderna, los niños y los jóvenes tienen grandes dificultades de expresión o se expresan de manera incorrecta. Sin embargo, se olvida que el niño actual tiene un papel mucho más pasivo que sus antepasados, porque hoy el necesario equilibrio entre emisor y receptor se ha roto para primar una cultura basada en la recepción y no en la emisión de mensajes.
      De ahí que resulta crucial el que los textos de este método se utilicen para que los niños vuelvan a contar alguno de los cuentos escuchados, algún otro relato que ellos sepan, para inventarse entre todos un cuento partiendo de unos motivos que previamente han discutido con la ayuda del profesor y, tras los ensayos necesarios, recogerlo en grabaciones para discutir sobre su propia obra.
      En la misma línea resultará muy útil imaginar distintos cambios en los personajes o en la acción del relato (especialmente en el final) e intercambiar opiniones sobre la conveniencia o no de estas alteraciones. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si el protagonista fuera un chico en lugar de una chica, o si sus padres fueran reyes en vez de humildes labradores o si al final el ogro se convirtiese en ratón y no muriese ... ?
      Además de fomentar la capacidad expresiva de los alumnos, los ejercicios de esta índole servirán para iniciarles en una actividad esencial para su futuro como escolares y ciudadanos: la crítica razonada de las manifestaciones artísticas y culturales propias
o ajenas.
      Trabalenguas y adivinanzas suponen, a nuestro entender, un complemento idóneo para los ejercicios de lógica, de comprensión y expresión verbal.
      En lo que a las adivinanzas se refiere, debe tenerse en cuenta que se utilizan en las sociedades no tecnificadas como un test de agudeza e ingenio, a la par que como un motivo de entretenimiento. Cuando la palabra tiene todavía una aureola mágica es lógico pensar que la habilidad para jugar con ellas, para buscarle relaciones y significados ocultos sea una de las más apreciadas. De ahí el encanto que las adivinanzas tienen para los niños.
      Las que se presentan en estas grabaciones son ejemplos muy comunes de la tradición popular y literaria. La mayor parte de ellas se basa en el calambur, recurso literario o chiste que consiste en que las sílabas o las letras de una expresión tienen un significado completamente distinto variando el lugar de separación de las palabras.
      Como es sabido, este recurso fue utilizado frecuentemente por los escritores de nuestro Siglo de Oro: «A este Lopico, lo pico», «Con dados ganan condados» ...
      La facilidad de componer y descomponer palabras para crear vocablos nuevos de nuestro idioma permitirá al profesor realizar numerosos chistes, adivinanzas y juegos de ingenio con los niños, tanto a partir de las adivinanzas escuchadas como de los chistes que se basan en este recurso o de grupos de palabras previamente preparadas por el profesor para que los niños descubran su transformación en mensajes distintos con los cuales construir nuevos chistes o las adivinanzas.
      Los trabalenguas servirán asimismo para un conjunto importante de ejercicios relacionados con la expresión oral. En la selección que hemos hecho de los mismos se ha procurado elegir aquellos que suponen prácticas con algunos de los fonemas cuya pronunciación resulta más dificultosa para la mayoría de los alumnos. En los apartados de Actividades sugeridas, recogemos también algunos trabalenguas y adivinanzas no incluidos en las grabaciones y que pueden servir de ayuda a la profesora para realizar múltiples ejercicios.
      En cualquier caso, será la profesora quien decida en qué sonidos conviene insistir con unos u otros alumnos, siempre de acuerdo con sus respectivos niveles de dominio fonético del idioma.
      Considérese, además, que el alcanzar un adecuado nivel de expresión oral resulta también fundamental para el posterior dominio del lenguaje escrito. Por ello, se  deberá ir anotando cuidadosamente las peculiaridades fonéticas de cada alumno no sólo para procurar que repita aquellos trabalenguas que sirvan mejor para ayudarle a vencer las dificultades que haya mostrado al repetir un trabalenguas determinado, sino también para plantear otros ejercicios complementarios: búsqueda colectiva de palabras que contengan los sonidos que deben practicarse, frases en las que predominen dichos fonemas, imitación de ruidos que los recuerden, invención de voces animales, onomatopeyas, etc.
      De esta manera, los trabalenguas servirán como un ejercicio de refuerzo de las aptitudes y habilidades lingilisticas de los alumnos y como un test muy útil para la programación de actividades relacionadas con el lenguaje oral.
      Si los trabajos sobre el lenguaje son los más importantes, no son los únicos que pueden realizarse con los cuentos, trabalenguas y adivinanzas recogidos en estas cintas.
      Los relatos ofrecen motivos muy sugerentes para crear trabajos de expresión plástica sugiriéndoles que dibujen la escena o el personaje del cuento que prefieran, utilizando plastilina para hacer una casa o un castillo, llevando materiales a clase para hacer un collage...
      Especialmente interesante en este sentido nos parece la posibilidad de recrear colectivamente un relato de manera plástica. Cada uno de los niños dibujará una escena y luego las iremos ordenando para formar un libro de imágenes del cuento y,  a partir de ellas, hacer que vayan narrando el relato. El libro así creado puede coserse o convertirse en mural o conjunto de murales.
      También los relatos permiten múltiples actividades de expresión corporal. No solo podemos representar mímicamente el cuento, sino detenernos en aquellos momentos que resulten más adecuados para la expresión de los sentimientos y emociones de los personajes a través del gesto y el movimiento: tristeza, miedo, sorpresa, enfado,alegría, etc.
      Los cuentos ofrecen igualmente excelentes oportunidades para el juego dramático que sirva para un trabajo globalizado: confección de disfraces, aprendizaje y recitado de pequeños fragmentos, control de los movimientos en el aula, dibujo de decorados, efectos musicales y sonoros que podríamos poner bien tomándolos de otras grabaciones, bien creándolos nosotros mismos, medida del aula utilizando nuestros pasos o cualquier otro sistema patrón arbitrario, ejercicios de psicomotricidad como fingir caerse, levantarse muy despacio, andar muy lentamente imitando el trote de un caballo, etc.
      Como puede observarse en el apartado de Actividades sugeridas que se ofrece después de cada relato, éstos ofrecen múltiples posibilidades para ejercicios relacionadas con el conocimiento del Medio. Deberá insistirse en aquellas actividades relacionadas con el mundo animal tanto por el gran atractivo que la vida de los animales tiene para los niños de estas edades, como por la importancia del estudio sistemático de los seres vivos para poner en juego procedimientos de observación, recogida de datos, etcétera. Obviamente, junto a estas actividades cada relato permite el estudio sobre las relaciones y formas de vida de otros grupos sociales, comparándolos y relacionándolos con los principales grupos sociales de los que el niño es miembro. Por ejemplo, los reyes y castillos nos permiten el estudio de las distintas clases de viviendas, de las peculiaridades de la familia del protagonista del relato comparándolas con la nuestra y con las de otras culturas.
      Teniendo en cuenta que en toda la etapa de Educación Infantil la función educativa del centro debe ser complementaria y compensadora de la que se ejerce en la familia, estos materiales servirán también para que el profesor sugiera en las reuniones de padres qué actividades resultan más adecuadas para los niños en general y para algunos en particular, de acuerdo con lo que haya ido observando en el desarrollo de las clases sobre la personalidad del.niño.
      En resumen: las grabaciones deben de tomarse dentro del ámbito escolar como un material inserto en un proyecto educativo general y también como una pauta sobre la cual el equipo docente podrá desarrollar un amplio programa de trabajo de acuerdo con las características del grupo y de cada niño: conocimientos previos, aptitudes y grado de motivación, nivel de desarrollo psicológico...

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   Breve estudio, guión y ficha didáctica de los cuentos

                                                                               El Rey Lagarto
      Tomado de la versión que nos contaba nuestra madre, el relato coincide sustancialmeme  con el titulado en la obra de Espinosa El castillo del Oropel, del que hemos tomado el final de los dos cofrecillos, que no figuraba en el de nuestra tradición familiar.
      Forma parte este cuento, uno de los más bellos del folclore universal,  del ciclo de El príncipe encantado cuyo ejemplo más conocido es La bella y la bestia de madadame de Beaumont. Su tema esencial es el del padre que, por diversos motivos, entrega a su hija a un ser de apariencia monstruosa que recupera su apariencia humana por el amor de la doncella. Esta secuencia central suele enriquecerse con la pérdida del amado al revelar la muchacha el secreto y su búsqueda penitente y posterior recuperación.
      El psicoanálisis interpreta el tema desde el temor de la doncella al amor físico basado en la represión sexual representada por el padre o la hermana, y en el descubrimiento de la hermosura de este amor físico que conducirá al amor total. Es el conflicto entre el Ello y el Superego, resuelto con la aceptación consciente e institucionalizada de la propia sexualidad.
      A partir de Bolte y Polivka la investigación ha hecho derivar este cuento al episodio  de Cupido y Psiquis recogido por Apuleyo en El asno de oro. lndudablemente las semejanzas del relato literario con el popular son claras. ... Pero, con buen criterio, mantiene que el relato literario se basa en un cuento anterior, como demuestra el hecho de que en forma embrionaria ya aparece un cuento de
este tipo en el Rig Veda, desarrollado posteriormente en el Sapatha Brabhama.
     Resulta clara la relación del cuento con los ritos de iniciación. En muchos de estos ritos aparece el matrimonio ceremonial de muchachas con animales, simboliación  de  dioses totémicos y en muchos de ellos la serpiente, lagarto o cocodrilo es la encarnación del dios. En todos estos ritos se da el tabú de no ver al esposo ceremonial, tabú basado en la prohibición de contemplar el rostro de dios o del rey sacerdote. (La leyenda de Melusina, recogida literariamente en la novela medieval de Juan de Arras es una muestra tardía e invertida del rito, en la que es el esposo el que descubre la naturaleza híbrida de la amada, quebrantando la prohibición al verla cuando se está bañando.) La violación del tabú trae como consecuencia que sólo podrá ya encontrarse el esposo en la otra vida. De ahí la peregrinación al reino de los muertos _la bajada al reino de Plutón de Psiquis que en nuestro cuento se concreta en las casas de la luna, el sol y el viento, con la consiguiente aparición de la viejecita, madre de los seres astrales, en la que podemos ver una referencia a la anciana del cielo o reina del cielo, común a muchas religiones primitivas_. De otra parte, el nombre que toma el castillo en muchos de estos relatos _el Castillo de Irás y no Volverás_, así como la referencia a los siete zapatos de hierro, que, como demuestra Propp, es también un signo de la partida del héroe hacia el otro mundo, nos indica que el viaje de la heroína, como el de la mayoría de los cuentos de encantamiento, es un viaje al más allá, y que todo el cuento hunde sus raíces en la mitología de ese círculo muerte-resurrección, donde la semilla enterrada en el vientre de la mujer-tierra para formar un nuevo ser se relaciona con el cuerpo que, al descender a la tierra, tan sólo inicia un largo y accidentado camino hacia una vida superior. El viejo mito, encuadrado en un ambiente caballeresco, constituye, como dijimos antes, uno de los más hermosos relatos del folclore universal.

PULSA AQUÍ PARA LEER EL RELATO DE EROS Y PSIQUIS DE APULEYO
 

                                                                            EL REY LAGARTO
      Narradora: Érase una vez un zapatero que tenía una hija muy hermosa y buena, pero era tan pobre que apenas podía mantener a su mujer y a su hija con su trabajo. Y cierto día se presentó en su casa un criado del señor del castillo que se levantaba sobre el monte que dominaba la ciudad, para pedirle en su nombre la mano de su hija. Y el pobre zapatero, reuniéndose con su familia, habló así:
      Zapatero: Mirad, ha venido a casa un criado del rey diciendo que su señor desea tomar a mi hija por esposa. Pero ya sabéis que, según cuenta la gente, nuestro rey es un horrible lagarto. Entonces yo no sé qué hacer. Si tú te casas con el rey, nos libraríamos de la pobreza. Mas, por otra parte, no quiero que mi hija sea la mujer de un monstruo.
     La Niña: No te preocupes, padre. Lo importante es que vosotros salgáis de estos apuros, y luego Dios dirá.
     Narradora: La niña se fue al castillo del Rey Lagarto, acompañada por su madre que no quiso dejarla sola. Y, una vez en el palacio, salió un lagarto gigantesco y se casó con la niña. Y cuando llegó la noche, la niña pasó a la alcoba del lagarto. Entonces
éste, tirando de sus dientes, se quitó la piel y se convirtió en un hermoso príncipe. La niña, al ver la transformación, se puso muy contenta. Pero el príncipe le dijo:
      Príncipe: Ten presente una cosa. Mañana volveré a ponerme la piel Y otra vez apareceré ante todos con mi forma de lagarto. Esta transformación es un secreto que no puedes contar a nadie, ¡óyeme bien!, a nadie; porque si hablas de ella te ocurrirá una desgracia.
      Narradora: Al día siguiente, la madre corrió muy preocupada a ver cómo estaba su hija, y cuál no sería su sorpresa cuando la encontró muy alegre y feliz.
      Madre: Pero bueno ... ¿Cómo es posible que te encuentres tan contenta después de pasar la noche con semejante bicho? Tú me ocultas algo. Anda, dime todo lo que te ha ocurrido.
      Narradora: Mas la niña, por mucho que insistió su madre, no contó nada. Y así pasaron los días... La hija cada vez más alegre y la madre cada vez más convencida de que su hija la ocultaba algo. Y tanto insistió y tanto preguntó la madre, que al fin un día la niña reveló el secreto. Y su madre le habló así:
      Madre: Mira, hija mía, de esta forma no podemos seguir. El príncipe tiene que presentarse ante todos tal como es, y no con esa horrible figura de lagarto. Vas a hacer lo que yo te diga. Esta noche cuando se quite la piel se la quemas, y verás como ya terminamos de una vez con esta historia.
      Narradora: Al llegar la noche la muchacha, cumpliendo el deseo de su madre, quemó la piel de lagarto. Pero, a la mañana siguiente, cuando se despertó, el príncipe dijo:
      Príncipe: Veo que has descubierto nuestro secreto. Ahora yo tengo que marcharme, y si quieres encontrarme otra vez, tendrás que ponerte en peregrinación en busca del Palacio Encantado. Y antes de dar con él deberás penar mucho y andar hasta romper siete pares de zapatos de hierro.
      Narradora: Tras decir aquellas palabras, el príncipe desapareció. La niña se quedó muy triste. Pero un día, sin hacer caso de las palabras de su madre, decidió emprender la peregrinación en busca de su marido. Se puso un par de zapatos de hierro, y se echó a andar por esos caminos de Dios.
      Narradora: Pasó el tiempo. La niña había roto ya seis de los siete pares de zapatos y, por más que preguntaba, nadie sabía dónde estaba el Palacio Encantado. Mas un día divisó una casa que se alzaba sobre una colina. La niña llegó hasta la puerta y llamó. Entonces salió una vieja muy vieja que le preguntó:
      Vieja 1: ¿Qué buscas por estos descampados, hija mía?
      Niña: Busco a mi marido que está en el Palacio Encantado. Pero ya he roto seis zapatos de hierro y nadie ha sabido darme razón de él.
      Vieja 1: Bueno. Mi hija es la luna que recorre el mundo. Cuando esta mañana venga a pasear yo le preguntaré, a ver si quiere ayudarte. Pero escóndete en esta tinaja no vaya a verte al entrar y te devore.
      Narradora: La niña, muy asustada, se escondió en una tinaja y allí pasó toda la noche. Al apuntar la aurora, volvió la luna a su casa y dijo:
      Luna: ¡A carne humana huelo! Madre, alguien se ha escondido aquí.
      Vieja 1: Hija mía, no le hagas ningún mal. Es una pobre muchacha que anda por el mundo buscando el Palacio Encantado para encontrar a su marido. Sé buena y dile dónde se encuentra.
      Narradora: Tras oír estas palabras, la luna respondió que ella no conocía el lugar donde se encontraba el Palacio Encantado, pero que al otro lado de la montaña estaba la casa de su hermano el sol, y que como éste también viajaba mucho y con sus reflejos veía más que ella, acaso pudiera informarla. La niña se dispuso a partir, pero antes de salir la viejecita, dándole un huevo, le dijo:
      Vieja 1: Toma este huevo, hija mía, y cuando llegues al Palacio Encantado, si tienes algún apuro, lo estrellas. Verás cómo te sirve de ayuda.
      Narradora: Conque la niña siguió andando, andando, sin otro alimento que las moras y bayas silvestres que encontraba hasta que, pasada la montaña, encontró una casa que era la del sol. Y cuando llamó a la puerta salió una vieja muy vieja, que era la madre del sol, y le preguntó qué buscaba por aquellos lugares. Y, después que la niña se lo hubo explicado, la viejecita le dijo que se escondiera en una tinaja para que su hijo no la devorase, y que ella la ayudaría.
      Narradora: Cuando, llegada la noche, el sol regresó a su casa, gruñó que olía a carne humana. Pero su madre le calmó contándole la historia de la niña y lo que ésta pretendía. Y el sol dijo que él no sabía dónde estaba el Palacio Encantado, pero que al otro lado de las montañas estaba la casa de su hermano el viento y éste, que se metía por todas partes, seguro que podría ayudarla. Y la viejecita, al despedirse de la niña, le dijo:
      Vieja 2ª: Ten esta naranja, hija mía, y cuando encuentres el Palacio Encantado, si te surge alguna contrariedad, pártela y verás cómo te alegras de ello.
     Narradora: Azotada por la nieve y la ventisca, cruzó la niña las montañas. Tanto, tanto caminó que, cuando llegó a la casa del viento, ya había roto el último de los siete pares de zapatos de hierro. Llamó a la puerta, y una vieja muy vieja, más vieja que la madre del sol, atendió a su llamada y escuchó su historia y prometió ayudarla. Y cuando el viento entró en casa rugiendo que olía a carne humana, su madre le replicó:
      Vieja 3ª: Hijo mío, no te enfades. Es esta pobre peregrina que busca a su marido en el Palacio Encantado. ¿Tú la puedes llevar a él?
      Viento: Sí, madre. Si tú quieres, yo la llevaré.
      Vieja 3ª: Bien, hija mía. Pronto encontrarás a tu marido. Pero si algún obstáculo surgiera entre tú y él, rompe esta nuez que ahora te doy y eso lo resolverá.
      Narradora: El viento, arrebatando a la niña de entre sus brazos, la llevó sobre los campos, sobre las montañas y sobre los ríos hasta depositaria a la puerta del castillo. Después, tras lanzar un rugido que hizo temblar a todos los árboles, emprendió el regreso a su hogar. Junto a la puerta del castillo se agrupaba una gran multitud. La niña supo que, al cabo de tres días, el príncipe y señor del castillo celebraría su boda con una princesa extranjera. Y por eso, a las puertas del palacio se agrupaban juglares, mercaderes y mendigos, que habían venido al reclamo de las fiestas. Al oír aquella noticia, la niña se estremeció; pero entonces recordó lo que había dicho la madre de la luna, y sacando el huevo lo estrelló contra el suelo. Y del huevo salió una gallina de oro, con todos sus polluelos de oro, tan bien hechos y tan reales que parecían tener vida. Arremolinose la gente en torno de aquella maravilla. Y al ruido del tumulto, salieron la prometida del príncipe y una hermana suya para enterarse de lo que pasaba. Y viendo aquel juguete tan precioso, la prometida dijo:
      Prometida: Buena mujer, ¿cuánto quiere usted por su gallina y sus polluelos?
      Niña: No quiero otra cosa que pasar la noche con su prometido porque tengo que decirIe dos palabras.
      Narradora: Al oír esto, la prometida se enfadó mucho y dijo que aquello no lo podía consentir. Pero su hermana le susurró que no fuese tonta y aceptase, que ella pondría adormideras en el vaso de leche que tomaba el príncipe antes de dormir, y así aquella peregrina no podría decirle nada. Y como la novia del príncipe estaba encaprichada con aquel juguete, aceptó lo que dijo su hermana. Y cuando la niña entró en la habitación de su marido lo encontró durmiendo. Y por más que le gritó y zarandeó no consiguió despertarle en toda la noche. A la mañana siguiente la niña fue expulsada del castillo. Pero, una vez fuera, sacó la naranja que le había dado la madre del sol y la partió. Y la naranja partida se convirtió en una fuente con surtidores de oro, tan hermosa que todos los ojos se iban tras ella. Salió otra vez la novia del príncipe y otra vez se encaprichó de aquel juguete de la peregrina. De nuevo propuso comprarlo y de nuevo la niña respondió que sólo quería pasar la noche con el príncipe. Y otra vez la novia aceptó, y otra vez le puso en la leche las adormideras, y el príncipe cayó en un sueño tan profundo que la niña, por más que hizo, no consiguió despertar a su marido. Y cuando de mañana la niña se encontró de nuevo a las puertas del castillo estaba muy triste, pensando que al día siguiente su marido se casaría con la nueva prometida. Entonces se acordó de lo que le dijo la madre del viento, y partió la nuez. Y de la nuez salió un huso, una rueca y un ovillo de oro. Y la niña comenzó a hilar oro ante la puerta del castillo. Y al poco apareció la novia y le dijo:
      Novia: ¿Cuánto quieres que te dé por esa rueca, ese huso y ese ovillo?
      Niña: Sólo quiero pasar la noche con su novio, pues he de hacerle un par de preguntas.
      Narradora: La novia aceptó, pensando que todo sería como las noches anteriores. Pero el príncipe, que había notado algo raro en el sueño tan pesado de las pasadas noches, tiró el vaso de leche que le habían dejado en su habitación. Así que cuando entró la niña, se despertó y le preguntó que quién era.
      Niña: Soy la que perdió a su marido por quemar la piel de un lagarto y rompió siete pares de zapatos de hierro antes de volver a encontrarle.
      Narradora: Al oír aquellas palabras el príncipe reconoció a su mujer y la abrazó con gran alegría. Después la niña salió de la habitación y le dijo a la novia que ya había hablado las dos palabras con el príncipe y que, por consiguiente, se iba. Al día siguiente se iba a celebrar la boda. El príncipe dijo que tenía que invitar a la peregrina, y aunque la novia no quería, el príncipe insistió en que tenía que ir. Y en el banquete sentó a la niña a su derecha, con gran escándalo de la novia. Y, una vez que terminaron de comer, el príncipe, levantándose, dijo:
      Príncipe: Ahora voy a contarles algo que me sucedió a mí. Hace mucho tiempo tenía yo un cofrecillo de oro, que era lo más bonito que uno podía imaginar. Pero un mal día lo perdí. Después encargué que me hicieran otro lo más bonito que pudieran, pero, aunque el segundo cofre era también muy bonito, no podía compararse con el primero. Y de pronto un día, después de mucho, mucho tiempo, encontré el cofrecillo que perdí. Y yo ahora les pregunto a ustedes: ¿con cuál de los dos cofres debo quedarme?
      Narradora: «Con el primero, con el primero», respondieron los convidados a coro.
      Príncipe: Eso pienso yo también. Por ello, dejo a mi segunda novia, y me voy con esta peregrina, que es mi primera mujer.
      Narradora: Y, abandonando el castillo encantado, regresaron a su palacio, donde por muchos años vivieron con toda felicidad.
 

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                                                                                     ACTIVIDADES SUGERIDAS
      Vocabulario: Tras explicar su significado, hacer frases con estas palabras yexpresiones: Criado, señor del castillo, colina, cambio, transformación, horrible, no sé qué hacer, monstruo, apuros, bicho, lagarto, cofre, joya.


      Temas para coloquio:

• ¿Por qué sabemos que los padres de la niña eran pobres?
• ¿Hizo bien la niña en quemar la piel del lagarto?
• ¿Qué cosas llevarías tú si tuvieras que hacer un viaje tan largo?

      Expresión plástica:

• Traer fotos, recorres de revistas o periódicos y hacer un mural sobre el tema de los reptiles.
• Dibujar una de las escenas del cuento.

Expresión corporal:

• Imitar corporalmente el movimiento de los lagartos y de otros animales.
• Disfrazarse de un animal y representado rrúmicamente.

Conocimiento  del medio:

• ¿De qué se alimentan los lagartos? ¿Cuántas patas tienen? ¿Cuál es el color de su piel? ¿Es la lagartija un lagarto pequeño? ¿Por qué se llaman reptiles? ¿Qué otros reptiles conoces?
• Tras plantear estas y otras preguntas similares para que investiguen pidiendo ayuda en sus casas, hacer un debate sobre el tema de los lagartos y los reptiles.

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Pico, pico...

      Hemos tomado este cuento de la recopilación de Fernán Caballero. Pertenece al género moralizante, con una indudable influencia oriental marcada por ese sentimiento de fatalismo hacia los designios del sino. En Las mil y una noches son frecuentes
las referencias fatalistas. Pensemos en el bellísimo relato del tercero de los calendas hijo de rey, que mata involuntariamente al joven a quien su padre había escondido en la isla desierta, intentando burlar así el sino que le destinaba a morir precisamente a manos de ese príncipe. Pero con el relato que el nuestro guarda más relación es con la historia del «scheij» de la mano pródiga, uno de los personajes que el califa Ar-Raschid encuentra en sus correrías por las noches de Bagdad. En ambos relatos, los intentos de los poderosos para enriquecer al pordiosero nada pueden contra los designios del sino.

                                                                            PICO, PICO, A VER SI ME PONGO RICO
      Narradora: Había una vez un pobre molinero que tenía la ilusión de llegar algún día a rico, y cuando se ponía a picar las piedras de su molino, siempre repetía la misma canción.
      Molinero: Pico, pico,

                       a ver si me pongo rico.
      Narradora: Y un día pasó el rey por aquel molino y escuchó lo que el molinero cantaba. Y extrañado preguntó al buen hombre qué significaba aquella cantinela. Y el molinero replicó:
      Molinero: Señor, repito siempre pico, pico, a ver si me pongo rico, por ver si a fuerza de repetirlo cambia mi suerte y llego a ser rico algún día.
      Narradora: El rey se conmovió con la ilusión de aquel hombre, y al llegar a palacio mandó hacer una torta llena de monedas de plata y mandársela al molinero. Y cuando el molinero recibió aquella torta tan hermosa, se acordó de un vecino que tenía y que le había hecho muchos favores y sacado de apuros. Así que decidió mostrarle su agradecimiento regalándole la torta, con lo que el vecino se enriqueció y nuestro molinero siguió tan pobre como siempre. Y cuando, al cabo del tiempo, pasó otra vez el rey por el molino, le encontró trabajando y repitiendo su canción de pico, pico, a ver si me pongo rico. Y al verlo así, el rey muy asombrado, dijo:
      Rey: Pero, hombre, ¿cómo es posible que te encuentre tan pobre como te dejé? Mucha prisa te has dado en gastarte las monedas de plata que iban dentro de la torta.
      Molinero: ¡Ay, Señor! ¿Y cómo iba a saber yo que aquella torta estaba llena de dinero? Desgraciado de mí, que se la regalé a un vecino en pago de los favores que me había hecho. Ahora me explico su cambio de fortuna.
      Rey: ¡Vaya, hombre! Parece que tú has nacido con el signo de la pobreza. Pero veremos quién puede más, tu sino o yo.
      Narradora: Así que cuando llegó a palacio, el rey mandó hacer otra torta que rellenó de monedas de oro y se la envió al molinero, con la seguridad de que esta vez miraría muy bien la torta antes de regalársela a nadie. Y al cabo del tiempo se fue a dar una vuelta por el molino y encontró que en lugar del viejo molino había una casa hermosa y nueva con jardín y huerta y prados y campos de pan llevar. Y muy contento de ver todos aquellos signos de fortuna, llamó a la puerta y preguntó por su amigo el molinero. Y su mujer, toda llorosa, le respondió:
      Mujer: Pase, pase, señor y verá al pobrecito.
      Narradora: Entró el rey al dormitorio del molinero y se lo encontró muerto en la cama. Y vio que tenía un papel en la mano. Cogió el papel y leyó lo siguiente:

Yo pobre lo quise,
tú rico lo quieres,
resucítalo si puedes.

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                                                         ACTIVIDADES SUGERIDAS
Vocabulario: Trabajo especial con las palabras destino, suerte, fortuna, sino hasta asegurarse de que entienden su significado y las emplean en distintas frases y ejemplos.

Juego de rimas: La profesora dirá una palabra y los chicos deberán buscar otras que rimen (en asonante o consonante) con ella. Se puede hacer una lista de las rimas que resulten más afortunadas y formar breves poemas con estas. Luego se les
pondrá música entre todos y se cantarán como canciones de corro.
 

Temas de coloquio:

• ¿Se portó bien el molinero con su vecino?
• ¿Es bueno ayudar y hacer favores a los demás? Por ejemplo, ¿nos gusta prestar nuestros juguetes a los compañeros?

Juegos de monedas: Llevar monedas a clase y explicar el valor de cada una haciendo cambios con las mismas. Jugar a comprar cosas.

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                                                                                          El príncipe español
     
Está incluido, dentro de la clasificación de Espinosa, en el grupo de La princesa encantada. Pertenece a un grupo muy difundido, cuyo esquema es el siguiente:

a) Un joven, con un auxiliar mágico en forma animal _a veces un muerto agradecido por haberle dado sepultura, que toma esta forma_, se dirige a un palacio donde el rey le somete a la prueba de buscar tres cosas.
b) Sale triunfante de la búsqueda con ayuda de los auxiliares mágicos. La última es una princesa de la que se enamora.
c) De vuelta al palacio, el rey o hechicero le obliga a entrar en una caldera de aceite hirviendo. Con ayuda del auxiliar mágico, sale rejuvenecido. Al intentar el rey realizar la misma prueba, perece en su intento.

      Desde el caballo como auxiliar mágico al castillo encantado y su significado en los ritos de iniciación, pasando por los animales auxiliares como alma extrañada, todos los elementos de este relato aparecen en otros muchos de la serie de cuentos de encantamiento. Sólo indicaremos que, si bien el rito del aceite hirviendo se encuentra ya en la leyenda de Medea, también aparece en otros cuentos populares, entre ellos, como indica Espinosa, en los del ciclo cuyo tema son los viajes de Cristo y San Pedro. Y si bien el fuego como elemento regenerador es una idea propia de las viejas mitologías (aparece ya en el ciclo de Osiris), pensamos que en estos relatos está más en relación con las ordalías, marcando con ello el carácter medieval que, con independencia de sus remotos orígenes, tiene este tipo de narraciones.

                                                                                   EL PRÍNCIPE ESPAÑOL
      Narradora: Había una vez un príncipe que le dijo a su padre el rey que tenía que irse en busca de aventuras. Y el rey le respondió que ensillase su mejor caballo y se fuese por esos mundos. El príncipe fue a elegir caballo y se encontró uno muy viejo que le llamó la atención. Y, estando contemplándolo, el caballo le habló:
      Caballo: Príncipe español, escucha lo que te digo: cuando mañana partas de viaje, no lleves otro caballo que no sea yo.
      Narradora: El príncipe así lo hizo, y muy de mañana partió de viaje en compañía del caballo. Y andando, andando, llegó a una bella pradera. Y el caballo habló así:
      Caballo: Príncipe español, apéate, quítame la silla y déjame libre.
     Narradora: Obedeció el príncipe y, al instante, se encontró que el viejo y escuálido caballo se transformó en el más hermoso que nunca sus ojos vieron. Montó en él y siguió su camino. Y en el camino encontró una manzana de oro, pero el caballo le advirtió que no la cogiera, pues le haría mal. Y el príncipe no hizo caso del caballo, cogió la manzana y siguió su camino. Y halló entonces una herradura de oro, y otra vez le dijo el caballo que la dejara, pues, de cogerla, le haría mal. Otra vez no hizo caso el príncipe y puso la herradura junto a la manzana. E igual aconteció con el retrato que representaba a la Belleza del Mundo: pese a la advertencia del caballo, lo tomó y se lo guardó.
      Y continuaron su camino. Y en el camino había un charco de agua donde se estaba ahogando una hormiga. El príncipe, a indicación del caballo, la libró de la muerte, dándole una miga de pan para que se alimentara. Más adelante, encontraron un águila enredada en unas zarzas. También la libró por indicación del caballo.
      Y, al fin, halló a orillas del mar una ballena que se estaba asfixiando. Entonces el caballo dijo:
      Caballo: Príncipe español, ayuda a la ballena empujándola para que vuelva al mar y pueda nadar en él.
      Narradora: El príncipe así lo hizo y, tras ayudar a la ballena, siguió su camino. Por fin, el príncipe llegó a un castillo. Salieron muchos caballeros a recibirle. Y a los tres días de permanecer allí, tras sacar los objetos que encontró en el camino, el amo del castillo, cuando los vio, le ordenó:
      Dueño: Tienes que traerme el árbol de las manzanas de oro, el caballo al que le falta una herradura y la Belleza del Mundo.
      Narradora: El príncipe le contó a su caballo lo que le pasaba, y cómo tenía que conseguir en primer lugar el árbol de las manzanas de oro. Y el caballo dijo:
      Caballo: No te aflijas, príncipe español. Pide una cuerda de veinte varas de larga, unas cuantas aves y ocho días de plazo.
      Narradora: Así hizo el príncipe y, de nuevo, se pusieron en camino. Y a los dos días de andar, vieron un jardín muy hermoso y dijo el caballo:
      Caballo: Mira, allí está el árbol de las manzanas de oro. Cuando vayan a sonar las doce campanadas, las puertas se abrirán de par en par. Tú entra. Entonces te saldrán al paso diez leones. Cuando vengan hacia ti, les tiras las aves y mientras ellos se las comen, tú atas el árbol con tu cuerda y lo sacas. Pero ten cuidado de salir antes de que suene la última campanada, porque si no ya nunca podrás salir de allí.
      Narradora: Y el príncipe siguió las instrucciones del caballo y consiguió salir antes de que la última de las doce campanadas sonara. Y dio el árbol al amo del castillo.
      Y a los ocho días brotaron manzanas de oro en el árbol. Pero el dueño del castillo le exigió entonces el caballo de las herraduras de oro. De nuevo, y provisto de otra cuerda de veinte varas de largo, se pusieron príncipe y caballo en camino hasta encontrar un corral muy grande donde estaba brincando y pegando fuertes coces un caballo. Lo mismo que con el jardín del manzano, las puertas del corral se abrieron a la primera campanada, y antes de dar las doce, el príncipe lo había sacado y se lo llevó al castillo. Pero entonces el dueño le dijo que ahora debería traerle la Belleza del Mundo. Y cuando estaba en el camino, el caballo habló al príncipe así:
      Caballo: Escucha, príncipe español. Al llegar a una piedra de mármol, yo mismo me convertiré en piedra. Tú has de continuar hasta que te encuentres al pie de un castillo. Sonará una campanada, se abrirán las puertas del castillo y saldrán muchas jóvenes que querrán abrazarte. No lo consientas, sería tu perdición. Les das dulces y entras a buscar la Belleza del Mundo. Pero debes salir con ella antes de que suene la última de las doce campanadas, si quieres que todo vaya bien.
      Narradora: Así lo hizo el príncipe, pero esta vez no pudo salir antes de que diera la última campanada. Y entonces le dijo la Belleza del Mundo:
      Belleza: Te vas a esconder tres veces, y yo te buscaré. Si te encuentro las tres veces, te mato; pero si fallo una sola, me iré contigo.
      Narradora: El príncipe no sabía dónde esconderse, hasta que, de pronto, se acordó de la ballena. Y nada más pensar en ella, se halló en el fondo del mar. Entonces la Belleza cogió un libro mágico, y leyó:
      Belleza: «En la tierra no está, en el aire no está, luego en el mar se encontrará y la ballena me lo traerá.»
      Narradora: Y la ballena llevó al príncipe a la Belleza del Mundo, que le dijo:
      Belleza: Perdiste una vez. Ahora escóndete de nuevo.
      Narradora: Y ahora el príncipe se acordó del águila. Y el águila acudió al príncipe y tomándole entre sus alas, se alzó con él por los aires. Y la Belleza leyó en su libro mágico:
      Belleza: «Si en la tierra no está, si en el mar tampoco está, en el aire se encontrará y el águila me lo traerá.»
      Narradora: Y el águila llevó al príncipe a la Belleza del Mundo. Y ya sólo le quedaba una vez para esconderse. Si volvía a encontrarle la Belleza del Mundo, le mataría.
      Y esta vez el príncipe se acordó de la hormiga, y ésta se presentó al príncipe.
      Hormiga: Escucha, si quieres salvarte has de convertirte en hormiga y te meterás en el pecho de la Belleza del Mundo.
      Narradora: Y así lo hizo el príncipe. Y por más que la Belleza del Mundo leyó en su libro no aparecía ni en el mar, ni en la tierra, ni en el aire. Y al fin se dio por vencida. Y entonces dijo:
      Belleza: Tú has ganado, príncipe, y ahora te pertenezco y puedes llevarme donde quieras.
      Narradora: Y juntos partieron en busca del caballo, que les estaba esperando y les llevó donde el amo del castillo. Y le dijo el señor del castillo al príncipe:
      Dueño: Está bien, príncipe, todo lo has conseguido; pero si quieres casarte con Belleza del Mundo y ser el dueño de este castillo, tendrás que tirarte en una caldera de aceite hirviendo, y sólo si sales bien de esta prueba se cumplirán tus deseos.
      Narradora: Y una vez más preguntó el príncipe a su caballo, que le dijo:
      Caballo: Toma un barreño, un cuchillo y un azadón. Luego haces un hoyo, me matas y me entierras en él, pero teniendo cuidado de que no se pierda ni una gota de sangre. Y te bañas en mi sangre y te tiras a la caldera de aceite hirviendo.
      Narradora: Y aunque el príncipe no quería matar a su fiel caballo, no tuvo más remedio que hacerlo. Y, bañado en su sangre, se tiró a la caldera de aceite hirviendo de donde salió aún más embellecido. Entonces el amo del castillo quiso probar suerte,
repitiendo lo que había hecho el príncipe. Y mandó traer a su caballo más hermoso, al que mató bañándose en su sangre, y tirándose a la caldera de aceite hirviendo.
      Y allí se convirtió en carbón.
      Y el príncipe se casó con la Belleza del Mundo y se convirtió en el amo del castillo donde, vivieron felices el resto de sus años.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

El juego de la verdad y la mentira: Tras escuchar el cuento, la profesora irá diciendo a cada niño una de las siguientes frases para que diga si es verdad o mentira y justifique su afirmación. En caso de varias respuestas contrarias, se discutirá cuál es la más acertada. Y, si no hay acuerdo, se recurrirá a la grabación. El juego puede completarse formando equipos para que los chicos se hagan preguntas sobre el relato:

• El padre manda a su hijo que se vaya de palacio porque tiene que traerle un caballo.
• El caballo del príncipe fue siempre el más hermoso de la cuadra.
• Lo primero que encuentra el príncipe en su camino es una manzana de oro y lo segundo una herradura también de oro.
• El águila tenía las alas rotas y el príncipe se las cura.
• El príncipe pide cuatro meses de plazo para hallar el árbol de las manzanas de oro.
• Lo segundo que le pide el dueño del castillo es el caballo de las herraduras de oro.
• Los tres animales ayudan al príncipe a esconderse, pero el que le tesulta más útil es la ballena, porque es muy grande.

El juego del escondite. Utilizando el patio del colegio, reproducir el juego del escondite con las reglas que se indican en el cuento. Introducir después las variantes que se les ocurran a los niños.

Conocimiento del medio. Llevar materiales a clase sobre animales protegidos o en peligro de extinción (posters o carteles, fotos, artículos de revistas ... ) y hacer un coloquio sobre el tema:  ¿Por qué debemos proteger a los animales y cómo les ayudaríamos nosotros?

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La mano negra

      Muy conocido en toda Europa, especialmente en los países bálticos, existen más de veinte versiones recogidas en la península Ibérica de donde pasó a Hispanoamérica.
      La que recogemos aquí pertenece también a nuestra tradición familiar y es una variante del tema de La sala prohibida, cuyo ejemplo más célebre es Barba Azul.
      El cuento, tal como lo presentamos, es un curioso híbrido. Comienza con el tema del leñador, sorprendido en su tarea por un ser extraordinario, personificación del árbol o el espíritu del bosque y relacionado sin duda con los sacrificios propiciatorios.
      A continuación pasa a desarrollar el conocido tema de La sala prohibida, en el que los psicoanalistas ven una alegoría del tabú de la virginidad y fidelidad conyugal, y en este sentido parece clara la referencia a la llave manchada de sangre (presente en un gran número de versiones, aunque no en la que recogemos aquí). También resulta clara su relación con los ritos iniciáticos, concretamente con el tabú impuesto a las mujeres y, en especial a la hermanita del bosque, de visitar determinados lugares o presenciar determinadas ceremonias (Propp). Pero en La mano negra, y muy especialmente en la versión que ofrecemos, este tabú va acompañado por un nuevo rito incumplido, el de ingerir determinados alimentos relacionados con la muerte en las pruebas iniciáticas. El final acentúa el carácter de yuxtaposición de sentencias, con esa muerte del gigante similar a la del malvado en El lobo y los cabritillos o La casita de chocolate, más propia de los cuentos picarescos que de los maravillosos y de origen muy posterior a las otras partes del relato.

LA MANO NEGRA

      Narradora: Había una vez un leñador que era muy pobre, muy pobre, y tenía tres hijas. Y la menor de las hijas era muy lista y muy guapa. Y un día que el leñador fue al bosque a cortar leña, se encontró un árbol muy grande y se dijo: «voy a hacer leña de este árbol». Mas apenas había descargado el primer hachazo, el leñador sintió una voz que decía: «¿quién tira de mis cabellos?», y vio que del árbol salía una columna de humo negro que pronto tomaba la forma de un hombre gigantesco que, dirigiéndose al aterrado leñador, le dijo:
      Gigante: ¿Por qué, desdichado, vienes a molestarme?
      Leñador: Señor, yo no quería molestaras. Soy un pobre hombre que necesita alimentar a sus tres hijas, y mi único medio de vida es vender la leña que corto en el bosque. Pero yo os prometo que, si me dejáis ir, nunca más vendré por aquí.
      Gigante: Escúchame, hombre, no te asustes. ¿Quieres salir de la pobreza? Mira este bolsón de monedas de oro. Tuyo es con la condición de que me traigas a una de tus hijas para que viva conmigo.
      Narradora: El leñador, sin casi saber lo que hacía, cogió la bolsa de oro y se marchó corriendo de aquel lugar, pero, conforme se iba acercando a su casa, se iba entristeciendo pensando en la promesa que le habá hecho al gigante. Y cuando entraron sus hijas y le vieron tan cariacontecido, le preguntaron qué le ocurría. Y el leñador contó a sus hijas todo lo sucedido. Entonces la hija mayor le respondió:
      Hija 1: No te preocupes padre. Yo me voy con él. ¡A mí qué me importa que sea o no un gigantón! Yo me voy y me caso con él, que siendo rico seguro que no me va mal.
      Narradora: Viendo la buena disposición de su hija, el padre quedó ya más conforme.
      Y a la mañana siguiente se fueron para el bosque y allí encontraron al gigante junto al gran árbol. Padre e hija se despidieron, y el gigante y la muchacha siguieron caminando hasta llegar a un gran castillo que era la morada del gigante. Entonces éste le dijo a la muchacha:
      Gigante: Bueno, ahora yo me tengo que ir. Vaya mandarte dos cosas y, si las cumples, no te arrepentirás de haber venido conmigo; pero si me desobedeces, tendrás mucho que sentir. La primera, que puedes disponer de todo el palacio menos de esa habitación del rincón, a la que no puedes ni asomarte; la segunda, que debes comerte esto.
      Narradora: Y el gigante sacó una mano cortada, negra y cubierta de pelos, que era lo más asqueroso que uno podía imaginarse, y se la dio a la muchacha.
      Cuando se fue el gigante la chica pensó que por nada del mundo se comería aquello. Entonces salió al patio y la tiró al pozo, diciéndose que allí nadie podría encontrarla. Después se puso a disfrutar de todas las riquezas que en la casa había, viviendo tan ricamente. Hasta que un día, no pudiendo resistir la curiosidad, se asomó para ver lo que había en el cuarto del rincón; y cuál no sería su horror cuando, al abrirlo, se encontró que estaba lleno de mujeres degolladas.
      Al poco volvió el gigante, y nada más entrar lo primero que hizo fue preguntar a la muchacha si se había comido la mano negra. Y cuando la muchacha le respondió que sí, el gigante gritó: «mano negra, ¿dónde estás?». Y del patio salió una voz que decía: «en el pozo estoy».
      Y cuando el gigante escuchó aquello, dijo a la muchacha:
      Gigante: ¡Así que pretendías engañarme! Ya sé que no te comiste la mano negra y que sabes lo que esconde el cuarto del rincón. Pues ese cuarto es lo que te espera.
      Narradora: Y tras decir aquello, el gigante, sacando un cuchillo, degolló a la muchacha y la arrojó al cuarto con los demás cadáveres.
      Pasó el tiempo. Al leñador se le acabó el dinero y se fue a buscar al gigante. Y otra vez, cuando descargó su hacha en el viejo árbol, aquél salió y le preguntó:
      Gigante: ¿Qué quieres ahora?
      Leñador: Saber cómo está mi hija.
      Gigante: Tu hija está muy bien, hecha una princesa. ¿Quieres más dinero?
      Leñador: Sí.
      Gigante: Bien. Aquí tienes otra bolsa de oro, pero tienes que traerme a tu segunda hija.
      Narradora: Y el leñador, ganado por la avaricia, llevó al gigante su hija segunda, que iba muy contenta, dispuesta a compartir las riquezas de su hermana. Y cuando el gigante llegó a su castillo, dijo a la muchacha que se iba de viaje en busca de su hermana y que ella, entre tanto, podía disponer de todo en el castillo, salvo del cuarto del rincón, donde no podía asomarse si no quería que le ocurriese algo muy malo;  que, además, tenía que comerse la mano negra y, si no la comía, tendría que arrepentirse.
      Y después de decirle todo aquello, el gigante se fue.
      Y lo mismo que había hecho su hermana, la muchacha decidió no comerse la mano y la arrojó a la hornilla. Después se asomó al cuarto del rincón y vio lo que había en él y se quedó horrorizada al descubrir el cadáver de su hermana entre todas aquellas mujeres degolladas. Y estaba temblando de miedo, cuando volvió el gigante que le preguntó:
      Gigante: ¿Has hecho lo que te mandé? ¿Te has comido la mano negra y no has entrado en el cuarto?
      Narradora: La muchacha, muerta de miedo, dijo que sí lo había hecho. Pero el gigante gritó: «mano negra, ¿dónde estás?», y de la cocina salió una voz que respondía: «en la hornilla estoy». Entonces el gigante cogió a la muchacha, la degolló y la arrojó con todas las demás mujeres.
      Y ocurrió que al leñador se le volvió a terminar el dinero y otra vez fue al bosque en busca del gigante, y éste le entregó un bolso de oro a cambio de su hija menor.
      Y la hija menor, que era muy lista, sabía que a sus hermanas les había ocurrido algo malo, pero decidió ir por ver si podía ayudarlas. Y el gigante, una vez en su castillo, le dijo que no podía asomarse al cuarto del rincón y debía comerse la mano negra. Y la niña lo primero que hizo fue abrir el cuarto y allí descubrió a sus hermanas degolladas. Después cogió la mano y se la puso en el estómago, sujetándola con una faja. Y cuando el gigante volvió y gritó: «mano negra, ¿dónde estás?», salió del vientre de la niña una voz que decía: «en el estómago estoy».
      Gigante: Bien. Veo que me has obedecido en lo de la mano. ¿Has entrado en el cuarto del rincón?
      Niña: Aunque hubiera querido no habría podido entrar, porque se me cayó la llave al pozo. Como es de oro se la ve brillar en el fondo.
      Narradora: Entonces el gigante, acompañado de la niña, salió al patio y se asomó al pozo para ver si veía brillar la llave. Y la niña cogió al gigante por las piernas, aprovechando que se había inclinado mucho sobre el brocal, y le tiró al pozo.
      Después sacó la llave que tenía escondida y abrió el cuarto, encontrándose que sus hermanas y todas las mujeres degolladas habían recobrado vida con la muerte del gigante. Y cogiendo todas sus riquezas, regresaron muy felices a sus casas.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

Vocabulario: Trabajar los campos semánticos referidos al bosque y al leñador, haciendo que construyan frases con palabras y expresiones tales como: hacha, talar, carga de leña, haz de leña, árbol, pino, roble, encina, olivo, matorral, ramas, copa,
raíces, hojas ...
Conocimiento del medio. Hacer una salida a algún parque o bosque cercano para que recojan materiales (hojas, frutos ... ) y datos sobre las plantas y los árboles. Estudiar en clase el tema de la vegetación propia de la región.
Dramatización: Pedirles que representen númicamente algunas escenas del cuento: cuando el leñador golpea al árbol gigante, cuando las niñas se asoman a la habitación, cuando el gigante se asoma y la niña lo tira al pozo...

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Los caballeros del pez

      Para esta adaptación hemos seguido la versión de Fernán Caballero. El relato coincide sustancialmente con el de Espinosa El Castillo de Irás y no Volverás _éste es el título más generalizado dentro de las versiones hispánicas_ correspondiente a Los dos hermanos, número 303 de la clasificación de Aarne-Thompson. Según Ranke, el arquetipo primitivo de esta clase de relatos es el siguiente:

a) Al comer un pez pescado por su marido, una mujer da a luz de forma mágica dos hermanos. Generalmente también de una forma mágica nacen dos perros o leones, dos caballos y dos lanzas o espadas que surgen de la tierra.
b) Los hermanos parten en busca de aventuras en sus caballos mágicos, armados con sus armas mágicas y acompañados de sus perros o leones. (A veces sólo parte el mayor, mientras el menor espera una señal mágica _agua que se enturbia, puñal que gotea sangre, etc._ que indique si su hermano ha sufrido alguna desgracia. )
e) El hermano mayor llega a un reino donde una princesa va a ser devorada por una serpiente de siete cabezas. Mata a la serpiente y la arranca las siete lenguas. Un impostor encuentra a la serpiente y se presenta mostrando la siete cabezas, pero
es desenmascarado por el héroe que muestra las siete lenguas. (Este episodio del sustituto falta en la versión de Fernán Caballero.)
d) Tras casarse con la princesa, el héroe, ansioso de aventuras, parte hacia el Castillo de Irás y no Volverás. Allí es encantado o muerto por una bruja.
e) El hermano segundo llega al reino. La princesa le toma por su marido. Duermen en la misma cama, pero el hermano pone su arma entre los dos.
f) Parte a su vez hacia el castillo encantado. Con ayuda de sus auxiliares mágicos vence a la bruja y desencanta o resucita a su hermano. Pero, cuando dice a éste que ha dormido con su mujer, el mayor le mata.
g) Al llegar al castillo, conoce por su mujer la inocencia de su hermano. Arrepentido, le resucita mediante el agua de la vida que había conseguido en el castillo encantado.

Es indudable la relación de este cuento con el mito de Andrómeda y Perseo, cuya versión más conocida es la de Las Metamorfosis de Ovidio. El mito tuvo una gran influencia en la Edad Media europea, recogiéndose en la leyenda de San Jorge y el Dragón. Por otra parte, en la versión que presentamos la argucia del espejo está claramente relacionada con la de Perseo presentando su escudo a la Medusa.
Pero con independencia de la influencia del mito clásico, de nuevo estamos en el terreno tan repetido tanto en los mitos como en los cuentos populares del viaje al más allá; en el terreno de lo que Eliade denomina ritos de pasaje, que es el que
sirve precisamente de sostén tanto al mito clásico como a los cuentos del tipo de Los dos hermanos.

LOS CABALLEROS DEL PEZ

      Narradora: Pues señor, había una vez un pobre zapatero que, cansado de su oficio, se metió a pescador. Y el primer día que fue a pescar echó las redes y sólo sacó unas cuantas quisquillas. Y el segundo día repitió con la misma mala fortuna. Pero el tercer día sacó un hermoso pez plateado. Y cuando iba a meterlo en la pecera se llevó la gran sorpresa viendo que el pez le hablaba así:
      Pez: Mira, vas a hacer una cosa. Cuando me lleves a tu casa me partes en ocho pedazos. De ellos, les das a comer dos a tu mujer, dos a tu yegua, dos a tu perra, y los otros dos los entierras en tu jardín.
      Narradora: El pescador hizo sin rechistar lo ordenado por el pez. Y a su debido tiempo la perra tuvo dos cachorros, la yegua dos potrillos, la mujer dos gemelos y en el jardín brotaron dos espadas cada una con un pez en el pomo.
      Crecieron los niños hasta que se convirtieron en dos gallardos mancebos. Y, cansados de la vida que en su pueblo llevaban, decidieron salir en busca de aventuras.
      Se lanzaron al camino y, al llegar a una encrucijada, uno tomó para el este y otro para el oeste, porque pensaron que cada uno por su lado podrían lograr mejor fortuna.
      Y el que tomó hacia el este llegó a una gran ciudad y se encontró a todo el mundo muy alborotado y entristecido. Y cuando preguntó la causa de todos aquellos llanto, uno de los ciudadanos le respondió:
      Ciudadano: En este reino estamos, sometidos al terror del dragón de las siete cabezas. Una vez al año viene para llevarse a una de nuestras doncellas. Este año le ha tocado el turno a la hija de nuestro rey, y por eso hay tan gran tristeza en la ciudad.
      Narradora: Cuando el caballero oyó aquello, se dirigió al palacio del rey y le dijo que, si le prometía la mano de su hija, él les libraría del dragón. Después cogió un gran espejo y se dirigió al descampado donde la princesa estaba esperando al dragón.
      Cubrió al espejo con el manto de la princesa, y tomando a ésta de la mano, se escondieron.
      Poco tiempo tuvieron que esperar para ver aparecer al gigantesco dragón. Era un monstruo horrible, con cuerpo de cocodrilo del que salían, a manera de cuellos, siete grandes serpientes. Soplando y silbando se aproximó hacia el espejo cubierto por el manto de la princesa. Entonces el caballero quitó el manto y el dragón se detuvo, asombrado al verse enfrente de un monstruo como él. Después, silbando con sus siete bocas, se arrojó contra su imagen, destrozando el espejo.
      Pero el espejo, roto en veinte pedazos, le mostró al dragón otros veinte dragones amenazadores. Lanzó sus siete cabezas contra ellos, y éste fue el momento que aprovecharon el caballero y su valiente perro para atacarlo. Y tajo por aquí, mordisco por allá, en un momento dieron por tierra con las siete cabezas del terrible monstruo.
      La entrada del caballero y la princesa en la ciudad fue triunfal. La boda se celebró con grandes fiestas y banquetes, en medio de la algazara de los ciudadanos que al fin se veían libres de la tiranía del dragón. Los príncipes vivieron felices durante algún tiempo, hasta que un día vio el joven que, del otro lado de la montaña surgía una gran humareda. Y cuando preguntó a la princesa qué era aquello, ésta respondió:
      Princesa: Ese humo sale del castillo de Albatroz. Y no te puedo decir lo que significa, pues es un castillo encantado y nadie ha sido capaz de asomarse por allí.
      Narradora: Pero como el príncipe era muy valiente y amigo de la aventura, decidió ir. Así que cogió su caballo, su perro y su capa y se dirigió al castillo. Y cuando llegó a él, se encontró un edificio sombrío con todas las puertas cerradas. El príncipe gritó: «¿quién vive aquí?», y su voz rebotó en las torres y en las almenas del castillo que se la devolvieron en múltiples ecos. Pero aquél no era el eco de sus palabras, sino que repetía:
      Eco: ¡Vete, vete, vete, vete ... !
      Narradora: Al fin, la puerta se abrió y apareció una vieja que le indicó dejase a la puerta su perro y su caballo. Así lo hizo el caballero y entró tras la vieja sin hacer caso de las voces que gritaban ¡vete, vete! Pero cuando se adentraba por un oscuro pasadizo, se abrió una trampa bajo los pies del caballero, que cayó a un profundo abismo mientras gritaba. Y su voz fue ya sólo un eco más entre los ecos.
      Y ocurrió que el otro hermano, tras muchas aventuras, llegó a la ciudad donde la princesa se había quedado esperando a su marido. Y tan iguales eran la espada con el pez en la empuñadura, el perro, el caballo y el caballero, que todos le tomaron por su príncipe que había regresado ya de su aventura. Y la primera en equivocarse fue la princesa que, echándole los brazos al cuello, le dijo:
      Princesa: Marido mío, cuánto me has hecho sufrir temiendo que te hubiesen hechizado y no regresases ya nunca de ese maldito castillo de Albatroz.
      Narradora: Cuando el caballero oyó aquello, comprendió que le estaban confundiendo con su hermano, que éste era el marido de la princesa y que algo malo le había ocurrido en aquel castillo encantado. Entonces decidió que debía desencantar a su hermano. Y por la noche fue a la cama de la princesa, y ésta vio que el caballero sacaba la espada y la colocaba entre los dos. Entonces le preguntó que por qué hacía eso, y él contestó que era una promesa y tan sólo podía librarse de ella volviendo al castillo encantado.
A la mañana siguiente partió el caballero a la busca del castillo. Y cuando llegó a éste y gritó para que le dejaran pasar, otra vez los ecos respondieron «¡vete, vete, vete ... !» Y de nuevo salió la vieja hechicera y le invitó a pasar, diciéndole que atase al caballo y al perro a la puerta. Pero, en lugar de esto, el caballero azuzó al perro que se lanzó contra la vieja derribándola. La bruja comenzó a gritar, pidiendo que la librase de aquel animal. Pero el caballero respondió que primero debía indicarle cómo podría desencantar a su hermano. Y la vieja, aterrada, le dijo:
      Bruja: En el patio del castillo hay una fuente. Toma agua de ella. Es el agua de la vida que desencanta lo encantado y da la vida a quien ha sufrido muerte violenta. Arroja un poco de esa agua en las murallas de este castillo, y todo lo que está encantado volverá a su ser.
      Caballero: Está bien. Pero ten en cuenta que si me engañas y me ocurre algo mi perro, que te tiene sujeta por el cuello, te matará.
      Narradora: Pero la bruja, por la cuenta que le tenía, no le había engañado. Y cuando echó agua en la muralla todo el patio del castillo se llenó de caballos y caballeros.
      Y los ecos del castillo maldito se acallaron para siempre.
      Entre los caballeros que se habían librado del hechizo estaba el príncipe, con su caballo y su perro.
      Y los dos hermanos se abrazaron. Y, ya en el camino de vuelta, el príncipe preguntó a su hermano que cómo había conseguido desencantarlos. Y éste le contó cómo el perro se había arrojado sobre la bruja y le enseñó el frasco con el agua de la vida. Y el príncipe estaba maravillado de todo aquello. Y finalmente le preguntó:
      Príncipe: Una cosa no puedo explicarme. ¿Como sabías que estaba en el castillo de Albatroz?
      Hermano: Porque me lo dijo tu mujer.
      Príncipe: ¿Es que tu conoces a mi mujer?
      Hermano: Y tanto que la conozco. Cómo que hemos dormido en la misma cama.
      Narradora: Cuando el príncipe oyó aquello, se le nublaron los ojos de ira, y, sacando su espada, se la clavó a su hermano y le dejó en el camino malherido.
      Y cuando llegó al palacio salió su esposa y le abrazó con gran alegría. Y a la noche, la mujer le dijo:
      Príncesa: Ya veo, marido, que te has librado de tu promesa y esta vez no pones, como la última noche que dormimos juntos, la espada entre los dos.
      Narradora: Cuando el príncipe oyó aquello, comprendió lo mal que había juzgado a su hermano y el gran crimen que había cometido. Y a todo galope partió hacia donde lo dejó malherido y, echándole unas gotas del agua de la vida, le dejó tan sano como estaba antes de clavarle su espada. Y, tras pedirle perdón, regresaron a su palacio donde, juntamente con la princesa, los dos caballeros del pez vivieron felices durante muchos, muchos años.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

El juego de los ecos: El profesor dice una palabra y los niños, a coro, deben buscar otra que rime con ella y decirla prolongando los últimos sonidos como si fuera un eco.

Agrupar por parejas: reunir y agrupar objetos de la clase que puedan ir de dos en dos: dos lápices, dos sillas, dos tizas...
Cuentos: inventar un cuento parecido, pero en el que el protagonista sea un cazador que libra a un animal del cepo en el que había caído y éste le da una serie de dones.
Educación artística: dibujar al dragón. Hacer dibujos que representen plantas, peces, conchas y otros elementos marinos.
Pegarlos después sobre un gran papel azul.

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La mujer golosa

      Tomado de un cuento recogido por Espinosa en la provincia de Ávila, la mujer golosa es una mezcla de relato moralizante de tono festivo, de magia, tanto por la intervención de la bruja, como por esas habas parlantes que muy bien pueden representar el concepto tan caro a la mentalidad primitiva del alma extrañada.
      Los objetos inanimados _habas en este caso_ serían tan sólo una proyección de la propia bruja. El cuento se incluye en esa corriente machista a la que nos hemos referido anteriormente.

LA MUJER GOLOSA

      Narradora: Pues señor, esto era un cazador que tenía una mujer tan golosa que si el hombre traía una perdiz o una liebre, después de guisarla se la comía y a su marido le dejaba sólo el caldo, diciendo que la carne se la había comido el gato. Y un día su marido, cansado de aquella ansia de su mujer, visitó a una bruja que vivía en el bosque donde iba a cazar y le contó lo que le pasaba. Entonces la bruja le dijo:
      Bruja: Mira, esta noche le das la caza a tu mujer, y mañana haces que te vas al campo y te escondes; pero antes oculta esta haba en la cocina, esta otra en el pasillo y esta tercera en el portal.
     Narradora: El cazador hizo lo que la bruja le mandó. Y cuando la mujer, después de guisar las perdices que le había dejado, se disponía a comérselas, dijo el haba de la cocina:
      Haba 1ª:   ¿Y que se lo come todo sin su marido?
                        El demonio me lleve si no se lo digo
.
      Narradora: Muy asustada, la mujer salió corriendo de la cocina y se fue al pasillo. Y cuando iba a comerse las perdices, el haba alli escondida gritó:
      Haba 2ª:   ¿Y que se lo come todo sin su marido?
                         El demonio me lleve si no se lo digo.

      Narradora: La mujer quedó paralizada de terror, pero, como era tan golosa, se fue al portal para allí comerse las perdices. Y de nuevo oyó la voz de la otra haba que decía:
      Haba 3ª:   ¿Y que se lo come todo sin su marido?
                       El demonio me lleve si no se lo digo.

      Narradora: Entonces la pobre mujer, aterrada, echó las perdices al puchero. Y el marido, que había visto todo, aquella noche pudo inflarse de carne. Y la mujer tomó tanto miedo a aquellas voces misteriosas que ya jamás volvió a comerse la carne.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS


Vocabulario: después de explicar ersignificado de estas palabras y de practicar con ellas en distintos contextos, los niños deberán decir si las siguientes frases son verdaderas o falsas. Fomentar coloquios con ellos sobre sus respuestas hasta estar
seguros de que han aprendido bien los significados:

goloso: Era un niño tan goloso que no comía ni dulces.
caldo: Es imposible servir el caldo en tazas.
paralizada: Me quede paralizada del susto y no podía moverme.
puchero:  Los pucheros se ponen en la lumbre con la comida.

Tema de coloquio: ¿por qué nos gusta invitar a nuestros amigos en los cumpleaños, para que pasen un fin de semana con nosotros ... ?
Recrear la historia: contar colectivamente el relato, pero invirtiendo los papeles: el marido es un tacaño que no le da de comer a su mujer y ella acude a una bruja amiga que le aconseja cómo burlar el egoísmo del marido.

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Juan de las Cabras

      Clasificado por Espinosa entre los Cuentos Picarescos, Juan de las Cabras es un relato que, aunque generalizado en toda Europa, tiene raíces muy españolas, pues es en la Península donde se encuentran las versiones más variadas y completas.
      La versión más generalizada es la que aquí reproducimos (los burladores de Juan unas veces son ladrones y otras frailes), aunque en muchas versiones Juan realiza la tercera visita disfrazado de fraile, en lugar de recurrir a un tercero para completar su venganza.
      El niño se identifica fácilmente con el personaje, dado su papel de «simple» o desvalido, tal como él mismo se ve entre los adultos, encontrando por tanto en el cuento una profunda satisfacción liberadora.

JUAN DE LAS CABRAS

      Narradora: Pues señor... Había una vez un pastor que tenía un hijo que se llamaba Juan. Y como se dedicaba a pastorear un rebaño de cabras, todo el mundo le llamaba «Juan de las Cabras». Y un día Juan de las Cabras le dijo a su padre:
      Juan: Padre, estos pastos están ya muy malos y las cabras cada día más descarnadas. Voy a cogerlas y me las voy a llevar por ahí a ver si encuentro un sitio con más hierba.
      Narradora: El padre no confiaba mucho en el caletre de su hijo, a quien tenía por algo tonto. Pero el chico tanto insistió que, mal de su grado, consintió al fin que se fuese con el rebaño, después de recomendarle mil veces que cuidase mucho de él, pues era su único medio de vida. Así que Juan de las Cabras se puso a andar con su rebaño hasta llegar a un prado hermosísimo. Y mientras las cabras estaban paciendo, él se tumbó para dormir tan ricamente a la sombra de una encina.
      Y junto aquel prado había una casa donde vivía una partida de ladrones. Y cuando vieron cómo roncaba el pastor, entraron en el prado, cogieron las cabras y se las llevaron todas para venderlas. Y al despertar Juan y no ver ni rastro del rebaño, comenzó a dar grandes gritos, preguntando por sus cabras. Y el capitán de los ladrones salió de su casa y le dijo:
      Capitán: Pero, hijo mío, ¿a quién se le ocurre meter las cabras en ese prado? ¿No sabes que en él hay un culebrón grandísimo que se come todo lo que en él entra? Seguro que se ha comido todo el rebaño. Y lo mejor que puedes hacer es irte antes de que se despierte, no vaya a ser que te coma también a ti.
      Narradora: Nada replicó Juan y se marchó para su casa, dejando al ladrón riéndose de la simpleza del mozo. Y cuando llegó a su casa y su padre le vio regresar sin el rebaño, comenzó a mesarse la barba y a lamentar la hora en que dejó que el tonto de su hijo se fuera con él. Pero Juan le dijo que no se preocupase pues de aquella pérdida iba a salir su fortuna.
      Y sin querer oír los reproches del padre, entró en su casa y se vistió de mujer.
      Después se encaminó hasta la casa de los ladrones y llamó a la puerta, y cuando le abrieron dijo que era una moza que había perdido el camino y que temía que se le echara la noche encima. Entonces los ladrones le dijeron que pasase la noche con ellos. Pero Juan replicó:
      Juan: No puede ser. Me da mucha vergüenza quedarme en una casa donde hay tantos hombres.
      Narradora: Cuando oyó lo que decía la moza, el capitán, muy alegre, respondió:
      Capitán: Esto lo arreglo yo ahora mismo. Vosotros id a daros una vuelta por ahí, y tú y yo nos quedamos solitos y así no tendrás vergüenza.
      Narradora: Los ladrones se fueron, refunfuñando, y el capitán le dijo a Juan que entrase en la habitación. Juan le obedeció, pero, apenas había el capitán de los ladrones cerrado la puerta, cuando sacó una estaca que llevaba escondida debajo de la falda y le sacudió al ladrón un porrazo que le dejó medio muerto. Y después le siguió pegando, mientras decía:
      Juan: Yo soy Juan de las Cabras que vengo a cobrar la primera paga.
      Narradora: Y el pobre capitán, bajo aquella lluvia de estacazos, prometió darle lo que quisiera si le dejaba en paz. Entonces Juan cesó de sacudirle, y el capitán le entregó una bolsa de oro. Y el mozo se fue contento, dejando al bandido baldado.
      Juan de las Cabras llegó a su casa y le dio a su padre la bolsa de oro. Y el padre se quedó admirado y empezó a considerar que su hijo no era tan simple como creía.
      Pero Juan, sin hacer caso de sus alabanzas, se hizo unas barbas con una piel de chivo, se puso un ropón y un sombrero y se encaminó de nuevo a la casa de los ladrones.
      Cuando llegó allí, encontró a la partida muy revuelta con las quejas de su jefe.
      Llamó y dijo ser un médico que iba a un pueblo cercano, pero que no sabía bien el camino. Y los ladrones le replicaron que les venía como llovido del cielo, pues su jefe estaba medio muerto a causa de una paliza que le habían pegado. Entonces Juan dijo:
      Juan: No preocuparos. Yo le voy a curar. Tú vete al pueblo y tráeme de la botica lo que te pongo en este papel. ¡Corriendo!
      Narradora: El ladrón salió a escape con el papel que le había dado Juan. Pero éste inmediatamente escribió otro papel y mandó a otro ladrón a la botica. Y con la excusa de que se le olvidaban cosas, fue dando papeles escritos a todos los ladrones y mandándolos al pueblo hasta que se quedó solo con el derrengado capitán.
      Entonces, sacando su estaca, dijo:
      Juan: Ya está aquí Juan de las Cabras que viene a cobrar su segunda paga.
      Narradora: Y, sin hacer caso de los gritos y lamentos del pobre ladrón, se lió a sacudirle palos hasta que éste le entregó una nueva bolsa. Muy contento con la segunda bolsa, Juan regresó a su casa y se la entregó a su padre, que no salía de su asombro. Pero el mozo se quitó su traje de médico, y, de nuevo, tomó el camino en dirección a casa de los ladrones.
      Y cuando Juan se dirigía a la casa de los ladrones vio a un mozo que iba corriendo por los campos. Juan, dando una gran voz, le llamó y el mozo llegó junto a él. Entonces Juan le dijo:
      Juan: Te he visto correr y me parece que tienes unas buenas piernas.
      Mozo: Eso no es nada. Iba sólo dando un trotecillo. Tenías que haberme visto correr de verdad. Sólo te digo que soy capaz de coger a una liebre a la carrera.
      Juan: Muy bien. Eres el hombre que necesito. Si quieres ganarte dos monedas de oro, vente conmigo y haz lo que te digo.
      Narradora: Y mientras se dirigían a casa de los ladrones, Juan le fue diciendo al mozo lo que debía hacer. Y cuando llegaron a la puerta de la casa, el mozo se puso a gritar.
      Mozo: ¡Eh, vosotros, ladrones! Aquí está Juan de las Cabras que viene a cobrar su tercera paga.
      Narradora: Cuando los ladrones oyeron aquello, salieron a la puerta y se lanzaron dando gritos de furor contra el mozo, dispuestos a despedazarle. Y el mozo salió corre que te corre, llevando a los ladrones detrás de él como una liebre a la que persiguen los perros. Y cuando Juan, que estaba escondido, vio que tan sólo se vislumbraba ya una nube de polvo de perseguido y perseguidores, entró en la casa donde estaba el lisiado capitán y, sacando su estaca, dijo:
      Juan: Ya está aquí Juan de las Cabras que viene a cobrarse su tercera paga.
      Narradora: Y, sin hacer caso de las súplicas y lamentos del pobre capitán, comenzó a arrearle palos y no paró hasta que éste le entregó la tercera bolsa de oro.
      Después se volvió a su casa, donde, con el dinero que había sacado a los ladrones, vivieron él y su padre felizmente durante muchos años.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

Historia gráfica: contar alguno de los episodios burlescos del Lazarillo de Tormes y pedir que lo representen por medio de dibujos.
Normas para los mayores: hacer un debate en clase sobre las normas que pondríamos para los mayores. Tras una discusión en la que se analicen todos los pros y los contras de éstas, recoger las más votadas y confeccionar un mural con las mismas.
Llevar estas normas a una reunión con los padres y discutirlas con ellos.
Representación mímica: dividir a los chicos en equipos para que cada uno elija un episodio del cuento y lo represente mímicamente ante sus compañeros, sin decir cuál ha .sido el episodio elegido, para que ellos lo adivinen.
Expresión musical: cantar colectivamente Ya se van los pastores a la Extremadura (u otra canción similar) y moverse rítmicamente al compás de la misma.

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El caballito de siete colores

      De este relato, recogido en nuestra tradición familiar, no hemos encontrado ninguna muestra en las recopilaciones de los especialistas españoles, si bien existen algunas versiones hispanoamericanas semejantes. Pertenece sin duda al ciclo que Espinosa
encuadra dentro del tipo de La niña perseguida, pero no en su forma más pura, sino constituyendo un híbrido de varios tipos.
      Comienza con una tradición caballeresca, la justa para conseguir la mano de la princesa, aquí sustituida _lo que demuestra su modernización_ por una carrera de cintas. Sigue con la entrega de la niña al diablo, tema clásico de La niña sin brazos, aunque con la originalidad en este caso de que la niña cuenta desde el primer momento con un auxiliar mágico, que como en el caso de El príncipe español, es un caballo. Se produce luego una interpolación de otros tipos de relatos con el aparente cambio de sexo de la heroína y las pruebas para descubrir este engaño, volviendo en su desenlace al modelo de La niña sin brazos, en el cambio de las cartas y el reconocimiento del padre por medio de los hijos.
      Con independencia de posibles interpretaciones psicoanalíticas al ser el auxiliar mágico un caballo (símbolo de la virilidad que conduce triunfalmente a la doncella, salvándola de las angustias inherentes a la iniciación sexual), es evidente que este cuento hace referencia a la lucha entre el Ser creador y el Caos primordial, tan caro a las mitologías primitivas, con esta referencia al Iris con sus siete colores, vencedor de las Tinieblas primordiales.

EL CABALLITO DE LOS SIETE COLORES

      Narradora: Esto era un rey que tema una hija bellísima y muy buena. Y cuando la hija tuvo edad de casamiento, el rey organizó unas justas para que concurrieran a ella todos los reyes que deseasen la mano de su hija. Mandó colocar en el centro del palenque un hilo del que colgaba un anillo, y quien primero tomase el anillo con su lanza, lograría la mano de su hija.
      Y ocurrió que vinieron caballeros de todas las partes del mundo. Pero quien triunfó en la prueba fue un caballero muy alto, muy alto, vestido de negro y de aspecto sombrío. Y después de su triunfo, se presentó al rey para reclamar la mano de la princesa.
      Y una vez que el rey se quedó solo con su hija, dijo:
      Rey: Hija mía, no sé quién es este caballero, cuál es su reino ni de dónde viene. Sólo puedo decirte que su aspecto no me gusta nada. Pero, ¿qué puedo hacer? Prometí tu mano a quien triunfase en la prueba, y un rey debe mantener su promesa.
      Princesa: No te preocupes, padre. Me iré con él. Sólo te pido que me hagas un regalo, y todo saldrá bien.
      Rey: ¿Qué es lo que quieres, hija mía?
      Princesa: Quiero que me des lo que a ti tantas veces te salvó en las guerras y ahora espero que me salve a mí. Quiero el Caballito de los Siete Colores.
      Narradora: El rey cumplió de muy buena gana el deseo de la princesa. Ésta montó en su caballito, y el caballero en un corcel negro, y partieron del palacio. Y cabalgaron durante tiempo y tiempo, hasta que llegaron a un bosque muy grande y frondoso.  Entonces, el caballero dijo:
      Caballero: Anda, pasa tú delante.
      Princesa: No, prefiero ir detrás.
      Caballero: Yendo delante o yendo detrás, al salir de este bosque te he de matar.
      Narradora: Al oír aquello, se echó a llorar la princesa. Pero el caballito habló de esta manera:
      Caballito: No llores, princesa, confía en mí, que te salvaré.
      Narradora: Cruzaron todo el bosque y llegaron a una colina. Entonces el caballero negro dijo:
      Caballero: ¡Bájate del caballo, que es tu última hora!
      Narradora: Bajó la princesa del caballo, y el hombre de negro sacó un puñal.
      Mas cuando se dirigía a ella para matarla, el Caballito de los Siete Colores, dando una patada en el suelo, exclamó:
      Caballito: ¡Qué la tierra te trague y permanezcas durante veinte años en sus entrañas!
      Narradora: Y cuando el caballito dijo esto, se abrió la tierra y el demonio, lanzando un grito, se precipitó en el abismo abierto bajo sus pies. Después volvió a cerrarse, y todo quedó como estaba antes de que el caballito hiciera su conjuro mágico.
      Una vez que se hubieron librado del demonio, el caballito habló así a la princesa:
      Caballito: Mira, princesa, ahora vas a hacer todo lo que yo te diga, que será por tu bien. Vas a vestir traje de varón, y vas a hacerte pasar por hombre. Y, ocurra lo que ocurra, hasta que yo no te lo diga no te descubrirás como mujer.
      Narradora: La princesa hizo lo que le ordenó el caballito. Y llegaron a un reino y se acomodaron en una posada que había enfrente del palacio del rey. Y el hijo del rey, cuando vio a la princesa, notó en ella algo raro y empezó a discutir con su madre,
afirmando que aquel mozo tan guapo no podía ser un hombre, sino que tenía que ser una mujer. Y su madre le dijo:
      Reina: Mira, haz una prueba. Vamos a invitarle a comer, y vamos a darle el pan para que lo parta. Si es mujer, se apoyará el pan en el pecho, como hacen las mujeres; pero si es hombre, partirá el pan sin apoyárselo, como es costumbre de los hombres.
      Narradora: Hicieron lo que había propuesto la reina; pero la princesa partió el pan a la manera de los hombres y el príncipe siguió con sus dudas. Y entonces su madre le indicó otra prueba.
      Reina: Mira, hijo mío. Cuando hoy la veas, le dices que, para probar vuestra habilidad con las armas, se bata contigo. Y si, como piensas, es mujer, se negará a batirse.
      Narradora: Pero cuando el príncipe hizo lo que le mandó su madre, la princesa no sólo aceptó batirse, sino que demostró dominar las armas mejor que él.
      Finalmente, la reina dijo a su hijo:
      Reina: Mira, ahora sí que tiene que descubrirse. Vete con él de caza y, con el calor del mediodía, invítale a que se bañe contigo en el río.
      Narradora: El príncipe lo hizo así. Pero la princesa le contestó:
      Princesa: Espera un poco a que vaya a esa cabaña a recoger unas cosas que tengo.
      Narradora: Y cuando se apartó del príncipe, le preguntó al Caballito de los Siete Colores:
      Princesa: Caballito, caballito, ¿qué puedo ahora hacer?
      Caballito: Ya es momento de que te presentes como mujer. Entra en la cabaña, cámbiate de ropa y ponte tus mejores galas.
      Narradora: Y como la princesa tardaba, el príncipe comenzó a llamarla gritando: «Carlos, ¿dónde estás?». Y la princesa respondió: «Aquí estoy», presentándose ante él vestida de mujer y resplandeciente de hermosura. Y el príncipe la abrazó con gran alegría y la llevó a su palacio gritando: «Mamá, mamá, ya te decía yo que los ojos de Carlos no eran de hombre, que eran de mujer». Y la reina abrazó a la princesa y le dio su bendición. Y al poco tiempo se casaron.
      Pasó el tiempo. Los príncipes tuvieron dos hijos. Los niños crecieron y el príncipe se fue a la guerra. Y entre tanto ya habían transcurrido años desde el día que la tierra se tragó al demonio, y el demonio volvió a salir y comenzó de nuevo con sus fechorías.
Puso el demonio un ventorrillo en el camino que debía seguir el correo que llevaba las cartas del príncipe a la princesa. Y cada vez que el cartero pasaba por allí, el demonio le emborrachaba y le quitaba las cartas. Y así pasaron años sin que supieran uno del otro. Hasta que un día la princesa dijo:
      Princesa: Hijos míos, hace mucho que no sabemos nada de vuestro padre. Y yo temo que le haya ocurrido algo malo. Así que, preparaos, porque ahora mismo vamos a buscarlo.
      Narradora: La princesa y sus hijos pusiéronse en camino, llegaron a un bosque muy oscuro. Y apenas habían entrado en él, cuando les salió el diablo, que dijo:
      Diablo: Te estaba esperando. Sabía que irías a buscar a tu marido y vendrías por aquí; así que, prepárate, porque te voy a matar.
      Narradora: Pero apenas había terminado de decir el diablo estas palabras, cuando apareció el Caballito de los Siete Colores que, dando una patada a la tierra, exclamó:
      Caballito: Sepultado te quedes, mientras el mundo sea mundo.
      Narradora: Y la tierra se abrió debajo del diablo, y éste se precipitó al abismo para no salir ya jamás. Entonces el Caballito dijo a la princesa:
      Caballito: Mira: hay en este bosque una cabaña deshabitada. Tú vas a ocuparla con tus hijos y a esperar a que ocurra lo que tiene que ocurrir, pues de ello depende tu felicidad.
      Narradora: El hijo del rey volvió de la guerra. Y al no encontrar a su mujer, creyó que había muerto. Así que, durante un tiempo, estuvo muy triste, sin ganas de nada. Y, para animarle, un día los amigos le propusieron que fuera de cacería.
      Al principio fue de cacería. Y los perros levantaron un ciervo hermosísimo, al que siguió hasta que se perdió en el bosque. Y, estando perdido, se formó una tormenta muy grande, con truenos y relámpagos, y una lluvia espantosa. Y el príncipe, en todo lo más recio de la tormenta, vio una cabaña y se dirigió a ella para pedir cobijo. Llamó a la puerta, y salió una mujer a abrirle. Pero había pasado tanto tiempo que no se conocieron.
      Y después que le dieron posada, el príncipe se quitó el capote y se sentó junto al fuego. Y del capote, empapado, caían grandes gotas de agua. Entonces el Caballito, acercándose a los niños, les mandó que repitiesen las palabras que él decía. Y los niños, obedeciendo, dijeron a coro:
      Niños: Mamá, mamá, mira qué goterones le caen al capotón de papá.
      Narradora: Y al escuchar lo que decían los niños, el príncipe y la princesa se miraron muy atentamente y se reconocieron al fin. Y se abrazaron con mucha alegría y abrazaron y besaron a los niños y, desde entonces, vivieron juntos muy felices todos los años de su vida.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

El juego de los nombres propios: El profesor irá haciendo breves descripciones de animales para que los niños les den nombre propios. Por ejemplo: un perro negro, lanudo, con una mancha blanca en la oreja y que mira con ojos tristes cuando
le regañan; una tortuga con el caparazón azul, que lleva en las patas zapatos rojos y silba al paso de los profesores ...
Torneos y justas: Jugar en el patio del colegio a torneos y justas. Al principio se puede reproducir la justa que se describe en el cuento, pero luego será conveniente inventarse otras, discutiendo y poniendo en común las normas y materiales que necesitamos, y escenificándola luego.
El juego de las prendas: Organizados por parejas, las niñas y niños cambiarán sus vestidos y desfilarán por la clase para que los compañeros comenten lo que piensan sobre estos cambios. A continuación, se establecerá un debate sobre lo masculino y lo femenino. Tras analizar y hacer trabajos sobre los aspectos fisiológicos, se buscará la constatación del absurdo de los prejuicios sexistas y de las formas de superarlos.
El paso del tiempo: Jugar a hacer cosas durante el espacio de tiempo marcado por el profesor. Por ejemplo, el profesor indica que deben estar callados y mirando al suelo durante treinta segundos, dando un discurso a los compañeros durante un minuto, abriendo y cerrando la mano durante dos minutos ... El principio y el final del tiempo se puede marcar con una campana o golpes en un pandero. También se puede utilizar un reloj de arena para que hagan actividades durante el tiempo que tarde en caer la arena al cono inferior.

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Las tres gracias de Dios

      Pertenece este cuento al grupo de La niña perseguida y más concretamente al subgrupo de La novia sustituida, del que veremos un ejemplo en La negra y la paloma que en nuestra versión que cierra el cuento de Blancaflor.
      La estructura fundamental del cuento es:

a) Dos hermanos quedan sometidas a una madrastra. La niña posee las tres gracias de Dios.
b) El hermano entra al servicio del rey que decide casarse con la chica al saber que ésta posee las tres gracias.
e) La madrastra se deshace de la niña y la sustituye por su hija. Como ésta no posee las tres gracias, el rey castiga al hermano.
d) La niña se libra de la fechoría de la madrastra. Llega a palacio y mediante un auxiliar mágico o por la conversación de los dos hermanos, entera al rey de la impostura. Este descubre que la niña posee las tres gracias.

e) Boda y castigo de la madrastra.

      Hemos seguido en nuestra adaptación el cuento del mismo título de la recopilación de Espinosa.
      De este tipo de cuentos, cuyas versiones más conocidas son la de Blancanieves y la de La Cenicienta, dice acertadamente Bettelheim que, desde del punto de vista psicoanalítico, la figura de la madre edípica tiene su contrapartida en la madre buena, con lo que el niño salva el conflicto que se le produciría si viese en el progenitor únicamente el ser malvado de sus celos edípicos, ya que, junto a éste, encuentra también el ser que le protege, alimenta y brinda afectividad. En nuestro cuento esta figura viene representada por la calandria, personificación de la buena madre, la madre muerta, que se presenta como auxiliar mágico mediante el mecanismo tan frecuente en los pueblos primitivos del alma extrañada.

LAS TRES GRACIAS DE DIOS

      Narradora: Había una vez un matrimonio que tenía dos hijos: un chico y una chica. Y el padre tuvo que hacer un viaje, y, antes de emprenderlo, les preguntó qué regalo querían que les trajese cuando regresara. Y ellos hablaron así:
      Niño: Padre, yo quiero que me traigas un borriquillo moruno.
      Niña: Y yo quiero que me traigas una calandria.
      Narradora: Y el padre hizo su viaje y pronto encontró el borriquito. Y ya se volvía a su casa cuando se acordó de la calandria, por lo que tuvo que regresar en su busca. Y los niños se pusieron muy contentos cuando, al llegar a casa, les entregó los regalos.
      Y al poco tiempo murió la madre. Y el padre llevó a casa para cuidar a sus hijos un ama que tenía una niña pequeña. Y no tardó en morirse el padre, por lo que los chicos quedaron al cuidado de aquella mujer, solos con ella y su hija. Y un día el chico dijo a su hermana:
      Niño: Mira, hermana, he pensado que yo debería irme a la capital a buscar fortuna.
      Narradora: La chica dio su consentimiento y el chico marchó a la ciudad donde estaba el palacio del rey. Y allí se dirigió en busca de trabajo. Y el hijo del rey le dio como empleo el de cuidar los pavos y gallinas que tenían en el palacio.
      Pasaban los días. El hijo del rey se había aficionado al muchacho que cuidaba sus pavos y gallinas. Y un día le dijo a su madre:
      Príncipe: Madre, me da pena este muchacho que nos cuida los pavos y gallinas. Me gustaría que tuviera mejor empleo.
      Reina: Mira, hijo, lo único que podemos hacer, si tú quieres, es que vaya siempre a tu lado, dándote compañía.
      Narradora: Y el hijo de la reina se puso muy contento al oír aquellas palabras, pues, como hemos dicho, le había tomado mucho cariño al muchacho. Y así, siempre iban juntos de paseo.
      Estaban un día paseando por los jardines de palacio, cuando el hijo del rey le dijo al muchacho:
      Príncipe: Y dime, ¿tú no tienes novia?
      Niño: No señor. Y tú, ¿la tienes?
      Príncipe: No, y no pienso casarme hasta encontrar una novia que tenga las tres gracias de Dios.

      Niño: Pues yo tengo una hermana que las tiene.
      Narradora: El príncipe se puso muy contento al oír estas palabras y pidió a su amigo que escribiera a su hermana, pues si tenía las tres gracias de Dios, quería casarse con ella. Y así lo hicieron. Pero la carta la cogió el ama, y cuando la leyó, llamó a su hija y le habló de esta forma:
      Ama: Mira, hija, escucha lo que te digo y no lo repitas a nadie. Vamos a ir a la Corte, y tú aparecerás como la hermana de él, y te casarás con el príncipe. Y a esta otra la tiraremos al río para que se ahogue y nunca pueda decir nada.
      Narradora: Y así lo hicieron. Se montaron los tres en un coche de caballos. Y en el camino, al pasar por un río, dijeron a la muchacha que se asomara a la ventana, y entonces la empujaron, arrojándola al agua. Y ellas, tan contentas, continuaron su viaje a la ciudad.
      Pero la muchacha pudo salir del agua con la ayuda de un pastor, que la llevó a su choza. Y al principio la mujer del pastor, al ver lo bonita que era, no quería tenerla en casa, y comenzó a regañarla, por lo que la muchacha se puso a llorar. Y al llorar se formó una fuerte lluvia. Y marchó después la niña a lavarse las manos. Y al lavarse las manos, el agua florecía llena de rosas y claveles. Y luego comenzó a peinarse. Y al peinarse, de sus cabellos caían perlas. Y entonces, al ver esto, la mujer del pastor dejó de reñirla, y la hicieron entrar en casa, tomándola por la Virgen.
      Entre tanto, el ama y su hija llegaron al palacio. Y la joven abrazó al muchacho, diciéndole que era su hermana. Y éste no dijo nada, de triste que estaba. El hijo del rey se casó con ella. Y después de la boda hizo que se lavara las manos, pero no resultó ninguna gracia. Entonces, creyendo le habían engañado, el hijo del rey mandó enterrar al muchacho de medio cuerpo en el jardín. Y después, todo furioso, se retiró sin consentir ver más a la novia.
      Mientras tanto, un día, después de haberse peinado muchas veces y recoger gran cantidad de perlas, la muchacha llamó a los pastores y dijo:
      Muchacha: Vendan ustedes las vacas y las ovejas que tienen, que nos vamos a ir a la ciudad para hacer, frente al palacio del rey, otro que sea aún más bonito.
      Narradora: Así lo hicieron. Fueron a la ciudad y levantaron, frente al palacio del rey, otro que era aún más bonito. Y allí vivían juntos. Y un día que la joven salió a bordar a la azotea, vio cómo del palacio del rey salía un criado y colgaba en la puerta una jaula donde estaba la calandria que su padre le había regalado. Y al ver la joven a la calandria, se puso muy contenta y le dijo:
      Muchacha: ¡Hola, calandria mía!
      Calandria: Señorita de buen día.

      Muchacha: ¿Qué sabes de mi hermano?
      Calandria: Al pie del árbol está enterrado.
      Muchacha: ¡Pobre de mí, y de mi hermano desgraciado!
      Narradora: Y comenzó a llorar. Y enseguida se puso a llover y tuvo que salir el criado y entrar dentro del palacio a la calandria.
      Al día siguiente volvió el criado a sacar a la puerta del palacio la jaula con la calandria. Y otra vez la muchacha salió a la azotea, y al ver a la calandria la saludó:
      Muchacha: ¡Hola, calandria mía!
      Calandria: Señorita de buen día.
      Muchacha: ¿Qué sabes de mi hermano?
     Calandria: Al pie del árbol está enterrado.
      Muchacha: ¡Pobre de mí, y de mi hermano desgraciado!
      Narradora: Y nuevamente comenzó la muchacha a llorar. Y enseguida se puso a llover y el criado tuvo que salir para coger la calandria y volverla a palacio. Y durante varios días ocurrió lo mismo. Conque el criado, ya amoscado, le dijo al príncipe:
      Criado: Señor, ¿cómo se explica su majestad que nada más sacar la calandria a la puerta del palacio, comience a llover y tenga que entrarla enseguida?
      Príncipe: Mira, mañana cuando salgas te quedas escondido a ver qué pasa.
      Narrador: Y así lo hizo el criado. Y escondiéndose tras la puerta de palacio, oyó la conversación que desde la azotea tenían la muchacha y la calandria, y se lo contó a su señor. Y cuando esto oyó el príncipe, invitó a la joven a comer a palacio. Y comenzaron a comer, con la calandria colocada a un lado de la mesa. Y la muchacha repitió su pregunta, y al responder la calandria diciendo dónde estaba su hermano, se echó a llorar, y enseguida se puso a llover. Y cuando vio esto el príncipe dijo:
      Príncipe: Que vayan ahora mismo los criados y pongan en libertad al muchacho, y que éste venga a sentarse a la mesa con nosotros.
      Narrador: Y así se hizo. Y el príncipe mandó que ofrecieran a la joven un jarro lleno de agua para que pudiera enjuagarse las manos. Y el agua floreció de rosas y claveles. Y entonces el príncipe, que ya resplandecía de felicidad, pidió a la joven que se peinase el pelo. Y cuando la muchacha empezó a peinarse, comenzaron a caer perlas, por lo que el príncipe comprendió que aquella muchacha tenía las tres gracias de Dios.
      Y entonces el príncipe decidió casarse con la muchacha. Y a la malvada ama y a su hija las metieron en una caldera de aceite hirviendo. Y después la muchacha pidió que los pastores fuesen a vivir con ellos al palacio. Y todos fueron muy felices durante años y años y años...

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

      Comprensión del texto: Tras escuchar la cinta, hacer preguntas a los niños sobre el cuento. Por ejemplo:

• ¿Qué regalos piden los dos hermanos a su padre?
• ¿Cuál es el primer trabajo del muchacho?
• ¿En qué consisten las tres gracias de la joven?
• ¿Qué le pasa al final a la malvada ama?

      Murales de pájaros: Traer material a clase sobre pájaros (tarjetas, hojas de periódicos o revistas ... ) para que cada equipo haga un mural sobre pájaros. Hablar después sobre los pájaros: cómo nacen, cómo son, de qué se suelen alimentar, cuáles son los que han visto los chicos...
      Imitar movimientos: Jugar a imitar corporalmente los movimientos de los pájaros y aves: los saltitos de los gorriones, la forma de caminar del avestruz, el vuelo del águila, el aleteo de la gallina...
      Canción: Enseñar a los niños la canción «Los pajaritos que van por el aire vuelan, vuelan ...» y cantarla todos juntos, imitando, al ritmo de la misma, los movimiento de los distintos animales.

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Como la vianda quiere la sal

      Hemos tomado también de la obra de Espinosa este cuento, una de las numerosas variantes que se incluyen dentro del tipo de La niña perseguida. Como en una gran parte de los cuentos de este ciclo, aquí se parte también de un planteamiento incestuoso, aunque sublimado o disimulado, con las preguntas del padre a las hijas de hasta dónde llega el amor que le profesan (arranque que tomó Shakespeare para su Rey Lear). Este planteamiento, así como la respuesta sincera de la pequeña, el rechazo por parte de su padre y su posterior reconocimiento, ejerce sin duda un gran efecto sobre el pequeño oyente que ha vivenciado muchas veces este mismo conflicto.
      Tras este arranque, en el relato se suceden tres secuencias. La primera, la orden del rey a un criado para que mate a la hija y le presente alguno de sus órganos como muestra de su muerte, es frecuente en este tipo de relatos y, según Bettelheim, refleja el conflicto edípico con el deseo de la muerte del padre por el hijo rechazado, aunque disimulado por el cambio del rol de los personajes, como ocurre frecuentemente en los sueños. En la segunda secuencia, el personaje adopta una personalidad humilde _Piel de asno es el ejemplo más conocido_, aunque dentro de esta condición siempre ocurrirá algún hecho extraordinario que permitirá el reconocimiento.
      El cuento se cierra con el reconocimiento de su error por parte del padre y la resolución del conflicto que se había planteado en el arranque del cuento.

COMO LA VIANDA QUIERE LA SAL

      Narradora: Érase una vez un rey que tenía tres hijas. Y un día quiso saber cuál le amaba más. Y habiéndolas encerrado en una habitación, preguntó a su hija mayor:
      Rey: Dime, hija mía, ¿cuánto me quieres?
      Hija mayor: Padre mío, te quiero tanto como a mí misma.
      Narradora: El padre, muy contento con esta réplica, repitió la pregunta a su hija mediana, que le respondió de la siguiente forma:
      Hija mediana: Te quiero tanto como a las niñas de mis ojos.
      Narradora: Y el rey, muy satisfecho, preguntó después a la pequeña. Y ésta replicó que le quería tanto como la vianda quiere a la sal.
      Enfurecido el rey por esta respuesta, llamó a uno de sus pajes y le ordenó que llevara al monte a su hija, y allí la matara, sacándoIe los ojos y trayéndoselos a la vuelta.
      Pero el paje, que había jugado mucho tiempo con esta niña y la quería mucho, tuvo piedad de ella, por lo que la dejó libre en el monte, matando en su lugar una perra pequeña, cuyos ojos entregó al rey como si fueran los de su hija.
      Y, entre tanto, la hija pequeña del rey echó a andar, y a andar, hasta que llegó a un reino distinto al suyo, y allí buscó el palacio del rey y se ofreció a servirle en lo que fuese. Y ocurrió que el rey de aquellas tierras, que tenía sesenta gansos y necesitaba una pastora que se los cuidase, le preguntó si quería encargarse de los gansos, a lo que ella accedió.
      A la mañana siguiente, salió la joven con los gansos y, al llegar a una roca, se sentó en ella y, desabrochándose la bata, comenzó a peinarse sus largos y hermosos cabellos. Y cuando se estaba peinando, uno de los gansos dio cuatro vueltas a su alrededor y luego cayó muerto a sus pies. Entristecida, la joven regresó al palacio y le dijo al rey:
      Pastora: Señor, ya estoy de vuelta con los gansos, como me habéis mandado.
      Rey: Y dime, ¿qué tal te fue con ellos?
      Pastora: Muy bien, señor, pero uno, después de dar cuatro vueltas a mi alrededor, cayó muerto a mis pies, por lo que traigo un ganso menos.
      Rey: No te preocupes, pequeña, eso no tiene importancia.
      Narradora: Al día siguiente la pastora volvió a marchar con los gansos al campo, y otra vez, cuando estaba sentada en una roca peinándose, se repitió la historia del día anterior. Y cuando regresó a palacio le preguntó el rey:
      Rey: Y dime, pequeña, ¿qué tal te fue hoy cuidando los gansos?

      Pastora: Muy bien, señor, pero otra vez ha ocurrido lo mismo de ayer. No sé lo que pasa: dan cuatro vueltas a mi alrededor y luego caen muertos. Por eso también regreso con uno menos.
      Rey: Bueno, no te preocupes, por otro ganso que falte no pasará nada.
      Narradora: Y aquel rey tenía un hijo que ya había cumplido los veinte años de edad. Y al enterarse de lo ocurrido, decidió espiar a la pastora para encontrar la causa de aquel misterio. Y ocurrió que a la mañana siguiente, cuando la pastora marchó con sus gansos al campo, el hijo del rey salió detrás de ella. Y vio cómo la pastora se sentaba en una roca y, al quitarse la bata para peinarse, descubrió por sus vestidos que era una princesa. Y vio después cómo, estando peinándose la pastora, se acercaba a ella uno de los gansos, daba cuatro vueltas a su alrededor, y después caía muerto a sus pies.
      Muy contento por lo que había descubierto, el príncipe volvió corriendo a palacio y le dijo a su padre:
      Príncipe: Padre, padre, no es una pastora, sino una princesa quien cuida los gansos. Y quiero casarme con ella.
      Narradora: De regreso a palacio, la princesa contó al rey cómo otro ganso, después de dar cuatro vueltas a su alrededor, había caído muerto a sus pies. Pero el rey nada le dijo. Y a la mañana siguiente, el hijo del rey llamó a la pastora, y le pidió que se casara con él.
      Pastora: Pero, señor, si yo soy solamente una pobre pastora ... ¿Cómo va su majestad a casarse conmigo?
      Narradora: Pero el príncipe insistió tanto, tanto, que al fin ella dio su consentimiento. Mas puso como condición invitar al rey del país vecino y guisar ella la comida que se diese en el banquete.
      Se celebraron las bodas. Y al banquete acudió el padre de la niña que había mandado matar por aquella respuesta que tanto le disgustó. Y el rey no reconoció a su hija. Y al terminar la comida, la novia se dirigió a los invitados, preguntándoles qué les había parecido la carne que les había servido. Y todos los invitados respondieron que la carne estaba muy buena, pero que echaban en falta la sal. Y entonces se dirigió ella al rey invitado, que era su padre, y le habló de esta manera:
      Princesa: Señor, no hace mucho un día encerró usted a sus tres hijas en un cuarto, y preguntó a la mayor cuánto le quería. Y ella le dijo: «Le quiero, padre como a mí misma». Y repitió la pregunta a la segunda hija, y ésta le contestó: «Le quiero, padre, tanto como a las niñas de mis ojos». Y, al fin, se dirigió a la tercera y lehizo la misma pregunta. Y ésta le dijo que le quería tanto como la vianda quiere a la sal. Y usted mandó a sus pajes que mataran a su hija, y le sacaran los ojos, y se los trajeran después a su regreso.
      Narradora: El rey, muy afligido, respondió afirmativamente con la cabeza. Y entonces, levantándose, la princesa dijo:
      Princesa: Pues yo soy su hija.
      Narradora: Y al oír estas palabras se produjeron fuertes murmullos en todos los presentes, y el rey cayó desmayado. Y después, cuando recobró el conocimiento, llamó a su hija, la abrazó fuertemente, y llorando le pidió perdón.
      Y la princesa abrazó a su padre, y le perdonó. Y entonces el rey ofreció su propia corona a su yerno, para que fueran a gobernar su reino. Y así lo hicieron, viviendo felices el resto de sus días.
 

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

      Respuestas: Detener la  audición tras la respuesta de la hija pequeña ("como la vianda quiere a la sal") y explicar el significado de la misma. Pedirles luego que, tras pensarlo bien, digan qué respuestas habrían dado ellos a la pregunta del rey, si éste fuese su padre. Abrir un debate sobre las respuestas y, tras el mismo, continuar la audición del cuento.
      Recrear el cuento: Divididos en equipos, imaginarán una historia para explicar la misteriosa muerte de los gansos cuando la princesa se peinaba. Contar después los relatos a los compañeros.
      Vocabulario: Explicar los términos que se aplican a las relaciones de parentesco más usuales. Después deberán construir frases con palabras como:

• Abuela-o
• Tío-a
• Sobrino-a
• Cuñada-o
• Nuera-yerno
• Nieta-o

      Traer fotos familiares a clase y que expliquen cuál es la relación de parentesco que les une con quienes aparecen en las mismas.

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La niña del zurrón

     La adaptación de este cuento está realizada sobre una versión de Espinosa recogida en la provincia de Soria. Mantiene Espinosa que éste es un cuento típico de la tradición española, pues en la europea sólo aparece como final de un cuento acumulativo.  Asimismo, indica la frecuencia con que en diversas versiones orientales aparece el motivo final de la sustitución de la niña por animales que atacan al raptor.
      Braga y Gubernatis ven en este cuento el mito de la luna perseguida por el sol.
      Espinosa muestra su desconfianza sobre esta interpretación, desconfianza que compartimos.
      Lo que sí se manifiesta claramente en este niño es la angustia claustrofóbica con referencia al trauma del nacimiento. De ahí que el tío del saco sea un motivo muy común en los miedos infantiles, por lo que este cuento con su final feliz puede ejercer una influencia liberadora en los pequeños oyentes.
 

LA NIÑA DEL ZURRÓN

      Narradora: Érase una vez un padre que tenía tres hijas muy guapas. Y un día el padre fue a la feria de un pueblo cercano y le trajo a cada una de regalo un anillo de oro.
      Al poco tiempo, la más pequeña de las niñas fue a lavar al río y, para que no se le estropeara el anillo que le había regalado su papá, lo dejó sobre una piedra.
      Pero cuando terminó de lavar, no se acordó del anillo y se volvió a casa, dejándoselo en la piedra. Y estaba ya casi llegando, cuando echó en falta el anillo y regresó corriendo, corriendo, a buscado.

     Pero cuando llegó al río, se encontró que ya no estaba el anillo en la piedra. Entonces, muy triste, se puso a llorar. Y en esto vio a un viejo que le preguntó por qué lloraba. Y cuando la niña se lo contó, el viejo, que era quien había cogido el anillo, le dijo:
      Viejo: Yo sé dónde está tu anillo. Pero si quieres que te lo dé, tienes que meterte en este zurrón.
      Narradora: Y la niña, por recobrar su anillo, se metió en el zurrón. Entonces el viejo lo cerró con una cuerda, se lo echó al hombro y le dijo a la niña que cuando él dijese «canta, zurrón», tenía que ponerse a cantar algo, si no quería ganarse una buena paliza.
      Y después se puso a andar hasta que llegó a un pueblo. Y ya en la plaza, empezó a pregonar que tenía un zurrón que cantaba. Así que se reunió mucha gente y el viejo, tras pedirles dinero, dijo que en seguida haría cantar al zurrón. Y, tras embolsarse el dinero, dijo:
     Viejo:          Canta zurrón,

                          o te pego un coscorrón.
      Narradora: Y la niña, muy asustada, comenzó a cantar.
      Niña:          Por un anillo de oro
                         que en la fuente me dejé,
                         he perdido padre y madre
                         y en el zurrón moriré.

     Narradora: Y durante bastante tiempo el viejo anduvo de pueblo en pueblo con su zurrón, ganando sus buenos dineros, pues la gente creía que era el zurrón el que cantaba. Hasta que un día llegó a una posada donde estaban las dos hermanas de la niña. Y al oír éstas cantar al zurrón, reconocieron la voz de su hermana. Cuando después de cenar, el viejo se fue a la taberna, las hermanas sacaron del zurrón a la niña y, para que el viejo no notase nada, metieron un perro y un gato en el zurrón.
      Y después, muy contentas, se fueron las tres a su casa.
      Al día siguiente, muy de mañana, tras dormir la jumera, se levantó el viejo y echó a andar con el zurrón al hombro. Y cuando llegó al primer pueblo, reunió a la gente como de costumbre y dijo:
      Viejo:         Canta zurrón,
                         o te pego un coscorrón
.
     Narradora: Y como el zurrón no cantaba, el viejo, todo furioso, le dio un buen garrotazo. Entonces se alborotaron el perro y el gato, que hasta entonces habían estado muy tranquilos, y armaron un zipi zape que parecía que había una legión dedemonios dentro del zurrón. Todo asustado, el viejo abrió el zurrón para ver que ocurría.
      Y lo hizo en mala hora, porque el perro y el gato le saltaron encima y, mientras uno le arañaba los ojos, el otro le mordía la nariz. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

      Mostrar sentimientos: Los niños deberán poner caras de alegría, de tristeza, de sorpresa, etc., según las indicaciones que vaya haciendo la profesora.
      El juego del corro: Hacer un corro en el patio, imaginando que es el zurrón, dentro del cual se coloca una niña por turnos. Los del corro deben cantar la primera estrofa de una canción, mientras giran. Cuando acaben esta estrofa, se parará y entonces cantará la siguiente el que está en el centro.
      Hacemos un zurrón: Traer tela fuertete y material de costura a clase para hacer un zurrón. Cuando esté acabado, harán muñecos de plastilina para meterlos dentro y jugar a escenificar el cuento.

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El diablo maestro

     Es una extraordinaria variación del tipo de La niña sin brazos, al que ya hemos hecho abundantes referencias. Hemos seguido con fidelidad el cuento reproducido por Espinosa en sus Cuentos populares españoles sin ahorrar el macabro motivo de la antropofagia, de acuerdo con las razones que posteriormente expondremos.
      A diferencia del tipo más clásico de La niña sin brazos, en este cuento no es el padre quien entrega la muchacha al diablo, sino que éste la roba. La niña aquí no sufre mutilación por parte de su raptor. Sí conserva el típico motivo de la boda, pero en lugar del obligado cambio de cartas, aquí surge el de la antropofagia. Finalmente, el reconocimiento _y en esto también varía del tipo inicial_ no se hace a través de los hijos, sino mediante el patético diálogo de la heroína con unos objetos inanimados de carácter simbólico.
     Señala Espinosa que en algunas versiones no es el diablo sino la Virgen o un santo quien se come a los niños, viendo en esta extraña variante una curiosa mezcla de elementos paganos con la idea cristiana de la necesidad del sufrimiento para la salvación.
     Con independencia de ciertas concomitancias clásicas _Cronos devorando a sus hijos_ hay en el cuento una clara referencia a los ritos de iniciación, donde el iniciado es devorado simbólicamente por ayudantes que toman forma de monstruos o demonios. Incluso la cabaña donde se desarrolla el mito, muchas veces tiene la forma de un animal con las fauces abiertas. El hecho de devorar a la víctima expiatoria es uno de los ritos clásicos de todas las religiones, y así es cómo debemos enfrentarnos con este episodio brutal, sin duda alguna desfigurado por prácticas reales de canibalismo, a las que Espinosa se refiere en el interesante estudio que hace de este cuento.
      Todos los cuentos donde aparecen niños devorados ejercen una gran atracción en los pequeños. Las razones nos la da el psicoanálisis al indicamos que son pervivencias de fases instintivas anteriores, tales como la oral o la sádico-anal. El niño, a nivel lúdico, puede así descargar sin angustia sus deseos reprimidos. Esto, unido a la catarsis del hermoso diálogo con la piedra del amor y el cuchillo del dolor, donde el oyente descarga mediante la autoidentificación la tensión de la historia, nos hace creer que el episodio, a pesar de su brutalidad, no sólo no resulta perjudicial, sino beneficioso para el pequeño oyente.
 

EL DIABLO MAESTRO

      Narradora: Hace muchos, muchos años, en un pequeño pueblo había una madre que tenía tres hijas. Y todos los días las llevaba al colegio. Y si guapas eran las mayores, la pequeña era extraordinariamente hermosa. Por lo que el diablo, que se había enamorado de ella, se metió a maestro, para tenerla cerca de sí. Y conforme crecía, más encaprichado estaba el maestro con la niña.
      Viendo que no podía casarse con ella, el diablo hizo una urna de cristal y un anillo que, puesto en el dedo de la niña, la dejaba dormida. Y un día en que la niña se hallaba jugando, le colocó el anillo en el dedo y ésta se quedó dormida. Entonces la metió en la urna y tiró la urna al mar.
      Ocurrió que estaban pescando el hijo del rey y un pescador y que, al ver un bulto flotando en las aguas, acercaron su barca para recogerlo. Y con sus redes pescaron la urna de cristal. Y al ver dentro una niña tan guapa, intentaron despertarla, moviéndola, dando voces, pero todo resultaba inútil. Hasta que el hijo del rey le quitó el anillo del dedo, y al instante la niña volvió a la vida. Y, asustada, comenzó a gritar. Y el hijo del rey colocó el anillo en el dedo de la niña, que volvió a quedarse dormida y, llevándola a palacio, la encerró en su habitación, y no dejó que nadie entrara en ella.
      Pero ocurrió que un día el hijo del rey olvidó las llaves, y entraron sus hermanas en la habitación, descubriendo la urna. Y habiendo quitado la mayor el anillo del dedo de la niña, ésta se despertó, por lo que ellas, asustadas, salieron huyendo de la habitación, tirando el anillo. Y luego contaron a sus padres lo que habían visto.
      Cuando volvió el príncipe y vio que habían descubierto su secreto, pidió a sus padres casarse con la niña. Y aunque ellos se oponían, por no ser ésta de ilustre linaje, tanto insistió él que al fin consintieron y se celebró la boda. Pasaron unos meses. El viejo rey murió, y su hijo pasó a reinar en compañía de la joven rescatada en el mar. Y estando ésta para dar a luz, el nuevo rey hubo de
emprender un largo viaje. Y al poco le nació a la joven reina un niño precioso. Y he aquí que un día en que los dos se encontraban solos en su habitación, se presentó el diablo y dijo:
      Diablo: María, vengo a buscarte. O me dices lo que viste, o me das lo que pariste.
      Reina: Ni te digo lo que vi, ni te doy lo que parí.
      Narradora: Y al oír esto el diablo, enfurecido, arrebató al niño de brazos de su madre, lo mató y se lo comió. Y luego untó de sangre los labios de la madre para que creyesen que era ella quien se lo había comido. Después de esta fechoría, se fue corriendo.
     Al poco, entró la abuela en la habitación, y al no encontrar allí al niño, comenzó a gritar.
     Abuela: Desgraciada, desgraciada, ¿qué has hecho? Has matado y te has comido a tu hijo, desgraciada ...
     Narradora: Y aunque la joven lloraba y se moría de dolor, no contestó nada. Y cuando volvió el rey, salieron todos a recibirlo, menos su mujer. Y fue la madre del rey quien le dijo:
     Abuela: Hijo mío, ¿qué has hecho, con qué mujer te casaste? Has de saber que parió un hijo precioso y luego lo mató y se lo comió.
      Narradora: Y el rey, entristecido, contestó a su madre:
      Rey: ¡Qué vamos a hacer, madre mía! De sus entrañas nació, a sus entrañas volvió.
      Narradora: Pasó el tiempo. Y otra vez quedó embarazada la joven reina. Y otra vez el rey tuvo que hacer un largo viaje. Y la reina dio a luz. a una niña extraordinariamente bella. Y la abuela velaba día y noche, sin querer separarse de su lado, recordando lo que había ocurrido con el otro. Pero un día que tuvo que salir, la abandonó y se presentó de nuevo el diablo.
      Diablo: María, vengo a buscarte. O me dices lo que viste, o me das lo que pariste.
      Narradora: Y la madre contestó como la vez anterior:
      Reina: Ni te digo lo que vi, ni te doy lo que parí.
      Narradora: Y el diablo, lleno de rabia, arrebató a la niña de brazos de su madre, la mató y se la comió, y volvió a untar la boca de la madre con la sangre de su hija. Y la pobre madre se cayó, privada, al suelo, mientras el diablo salió huyendo.
      Y cuando la abuela llegó y vio lo ocurrido, comenzó a gritar y llorar desesperada, y a insultar a su nuera. Pero la joven no respondía nada y sólo hacía que llorar y llorar, consumida de dolor.Al fin regresó el rey. Todos menos su mujer salieron a recibirlo, contándole la nueva tragedia. Y el rey, enfurecido, se dirigió al lecho donde, enferma, se encontraba su mujer.
      Rey: Dime, desgraciada, ¿por qué has hecho esto? ¿Por qué te comiste a tus hijos?
      Narradora: Pero la reina no contestó nada. Y el rey gritó que si no le respondía, la mataría. Mas la reina siguió sin responder. Y el rey dijo:
      Rey: Bueno, ahora tengo que irme a la feria. A la vuelta ya veré lo que hago con mi mujer.
      Narradora: Y el día antes de ir a la feria el rey preguntó a sus hermanas qué querían que les trajese. Y ellas respondieron:
      Hermana mayor: A mí quiero me traigas un vestido de color oro.
      Hermana menor: Y a mí un vestido de color plata.
      Narradora: Y entonces la reina, que lo estaba oyendo, dijo:
      Reina: Yo quiero que me traigas una piedra de dolor y un cuchillo de amor.
      Narradora: Partió el rey a su viaje, y no tardó en encontrar los vestidos que sus hermanas le habían pedido. Mas, por mucho que buscaba, no encontraba lo que su esposa quería. Y ya regresaba a palacio cuando oyó voces en el camino. Y era el diablo que gritaba:
      Diablo: ¡A la piedra de dolor y al cuchillo de amor! ¡A la piedra de dolor y al cuchillo de amor!
      Narradora: Detuvo el rey a su séquito y, acercándose, dijo:
      Rey: Caballero, quiero comprar esa piedra de dolor y ese cuchillo de amor. ¿Cuánto pedís?
      Diablo: Mil monedas de plata, señor.
      Narradora: Y el rey le dio el dinero y volvió muy contento a palacio con los regalos.  al llegar a sus puertas, encontró que sus hermanas le estaban esperando.  Pero su mujer estaba en la cama, enferma, por lo que subió a su encuentro y le dijo:
      Rey: Aquí tenéis lo que me pedisteis: la piedra de dolor y el cuchillo de amor.
      Narradora: Ella los cogió y nada dijo. Seguía muy triste. Extrañado, el rey hizo como que se iba a otra habitación, y se escondió debajo de la cama. Y vio cómo su mujer, creyéndose sola, cogía la piedra de dolor y el cuchillo de amor y los ponía encima de la mesa. Y cómo se levantaba de la cama y, sentándose en una silla, les hablaba de la siguiente manera:
      Reina: Piedra de dolor, cuchillo de amor, ¿no es verdad que hubo un tiempo en que yo fui al colegio y el maestro se enamoró de mí, y porque yo no le amé él me encerró en una urna de cristal y me tiró al mar?
      Narradora: Y la piedra de dolor y el cuchillo de amor contestaban: «sí, sí es verdad». Y la piedra de dolor se partía en pedazos al decir que sí.
      Reina: Piedra de dolor, cuchillo de amor, ¿no es verdad que fue el hijo del rey quien me salvó del mar y me llevó a palacio, y al fin se casó conmigo?
      Narradora: Y la piedra de dolor y el cuchillo de amor contestaron: «Sí, sí es verdad.» Y la piedra se partía más y más de dolor al responder de esta manera.
      Reina: Piedra de dolor, cuchillo de amor, ¿no es igualmente verdad que me nació un niño del rey, y un día en que estaba sola vino el maestro y me lo arrebató, y lo mató y se lo comió, y luego untó mis labios con su carne y con su sangre para que todos creyeran que era yo quien lo había matado y me había comido?
      Narradora: Y otra vez la piedra y el cuchillo contestaban: «Sí, sí es verdad», y ahora ya parecía que la piedra no podía partirse más de puro dolor que tenía.
      Reina: Piedra de dolor, cuchillo de amor, ¿y acaso no es verdad que otra vez el rey hubo de partir de viaje, y yo estaba nuevamente embarazada, y tuve una niña preciosa, y a poco de nacer volvió el maestro, y habiéndola matado se la comió y untó mis labios de su sangre para que pareciese era yo quien me la había comido?
      Narradora: Y la piedra de dolor y el cuchillo de amor contestaron: «Sí, sí es verdad.» Y la piedra se había partido en mil pedazos al responder, no pudiendo soportar el dolor que ya sentía. Y al fin dijo la joven reina:
      Reina: Piedra de dolor, cuchillo de amor, ¿y no fue mi suegra quien le dijo al rey que era yo quien se había comido a sus hijos, y que tenían que echarme de palacio?
      Narradora: Y ya la piedra acababa de partirse de dolor mientras contestaba: «Sí, sí es verdad.» Y entonces la reina cogió el cuchillo en la mano y dijo:
      Reina: Si la piedra se parte de dolor, ¿cómo no ha de partirse mi corazón?
      Narradora: Pero cuando iba a clavarse el cuchillo de amor en el corazón, el rey salió de su escondite, arrebatándoselo. Y comprendió cuál era la verdad de todo lo que había ocurrido. Y, abrazando a su mujer, le dijo:
      Rey: Olvida ya tu dolor, que ahora que sé la verdad, encontraremos la felicidad de nuevo.
      Narradora: Y así ocurrió, por los siempres de los siempres.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

      Vocabulario: Explicar antes de la audición del cuento el significado de las siguientes palabras, y hacer prácticas con el uso de las mismas: Urna, colocar, bulto, flotar, olvidar, untar, abandonar, lecho, feria, embarazada, parir, nacimiento, dolor ...
      Tema de coloquio: Lo que nos gusta que nos traigan nuestros padres cuando van de viaje.
      El nacimiento de los niños: Hablar sobre cómo se produce el nacimiento de los niños, ayudándose de material visual y gráfico: películas, fotos, libros sobre el tema, etc. Pedir que comenten el tema con sus madres y que realicen después dibujos sobre el embarazo, nacimiento, primeros días de un bebé, etc.

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Cuentos de animales

      Señala Aurelio Espinosa dos fuentes de los Cuentos de animales: una de carácter totémico y otra, muy posterior, de carácter esópico. Esta última fuente es la que origina la mayoría de los cuentos de este tipo, verdaderas fábulas en prosa donde, a través de la caracterización animal, se pretende impartir una enseñanza moral.
     Clara muestra de estos cuentos esópicos son los aquí presentados, Vicente, Vicente y El gallo y la zorra. El primero tiene por fuente una versión hispánica de los Isopos medievales. El segundo aparece en la mayoría de los Isopos europeos y en todos los hispanos.

VICENTE VICENTE

      Narradora: La zorra Mariana y el lobo Vicente salieron un día juntos a ver qué encontraban por esos mundos. Y a poco de andar hallaron una soga. Y dijo Mariana:
     Mariana: ¡Buen encuentro, Vicente! ¡Bien empezamos el día!
     Vicente: Y tan bien ... Como que con esta soga podemos hacer fortuna.
     Mariana: Dime cómo..
     Vicente: Robando una vaca.
     Narradora: Llegaron a un prado y avistaron a una vaca. Entonces la zorra ató la soga al cuello del lobo y, por el otro extremo, a los cuernos de la vaca. Luego dijo:
     Mariana:  Ya está, Vicente. Tira con fuerza, que tenemos la vaca ...
     Narradora: Y tras decir esto, dio un mordisco en una pata de la vaca, que salió pitando, arrastrando al pobre lobo tras sí. Y cuando Mariana los vio ya muy lejos, empezó a gritar:

     Mariana:                 Vicente, Vicente,
                                      deja la soga y vente;
                                       Vicente, Vicente,
                                       deja la soga y vente.

      Narradora: Y el pobre lobo, con la lengua fuera, respondía:
      Vicente:                   Si la soga no se suelta
                                       y el nudo no se desata,
                                       servirá mi piel de alfombra
                                       para el amo de la vaca
.
      Narradora: Y no erró. Llegó la vaca a su casa. El amo colgó al lobo de un árbol y, cuando estuvo bien tieso, lo despellejó y se hizo una alfombra con su piel, que le resultó muy útil en invierno.

EL GALLO Y LA ZORRA

      Narradora: Y otra vez iba la zorra por un camino y se encontró a un gallo. Y el gallo, nada más ver a la zorra, dio un vuelo y se encaramó a la rama más alta del árbol. Y la zorra, acercándose al árbol, dijo:
     Zorra: ¿Pero qué hace usted allá arriba? Precisamente vengo a enseñarle una orden de nuestro rey que dice que todos debemos ser hermanos. Así, pues, baje usted ya, que ahora se la leo.
     Narradora: Y estando diciendo esto, vio la zorra que por el camino venía un hermoso mastín. Y mientras partía al galope, le gritó al gallo:
     Zorra: Me voy corriendo, pues creo que ése no ha entendido bien la orden.

EL CARACOL

     Narradora: Y una vez era un caracol que se tiró diez años subiendo una escalera.
     Y llegaba ya al último escalón cuando se cayó. Y ya en el suelo gruñó:
      Caracol: Si ya me decía mi madre que no son buenas las prisas.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

      Representación teatral: Distribuir a los niños en grupos, para que representen, según sus preferencias, alguno de los cuentos, indicándoles que pueden añadir y cambiar lo que quieran del guión de los mismos.
     Tiempo de fábulas: Contar algunas de las fábulas más conocidas y pedirles después que ellos se inventen otras y que las cuenten en clase.
     Aplicar adjetivos: Escribir algunos adjetivos en la pizarra e ir diciendo nombres de animales para que digan cuál es la cualidad que mejor podríamos aplicar a cada uno. Pedirles después que busquen animales para los adjetivos que les proponemos. Por ejemplo a qué animales de los que han dicho  les podríamos aplicar: astuta, fuerte, perezoso, lento, veloz, cariñosa, feroz, saltarín, enorme, diminuta, pensativo, saltarina, trompetero, simpático ...
     Cuidamos animales: Llevar algún o algunos animales pequeños a clase (un canario, un hámster, unos peces ... ) y, tras comentar el cuidado que necesitan, formar equipos para que se responsabilicen por turnos de su limpieza, alimentación, recogida de datos sobre lo que observan, etc.

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Periquito sin miedo

      Pertenece al tipo de Juan sin miedo, cuya estructura fundamental es la siguiente:

- Un joven fuerte y decidido se lamenta de que no conoce el miedo.
- El sacristán o el cura de su pueblo le llaman a la iglesia para darle un buen susto, disfrazándose de fantasma o por algún otro medio. En lugar de asustarse, nuestro héroe le da una paliza. Este episodio falta en algunas versiones, entre otras, la seguida en nuestra adaptación.
- El héroe se aleja del hogar, a la búsqueda del miedo. Llega a una casa o castillo encantado donde le ocurren diversas peripecias terroríficas de las que sale triunfante y sin conocer el miedo.
- Llega al palacio del rey. Se casa con la princesa (en algunas versiones la boda se condiciona a la visita al castillo encantado, alterando el orden de la secuencia).
-Finalmente, la princesa le hace conocer el miedo mediante un brusco despertar (arrojándole agua, agua con peces, etc.)

      Es dudosa la clasificación dentro de los cuentos maravillosos. Más bien es la yuxtaposición de dos relatos. Uno, con la salida del hogar, encuentro con la princesa, prueba del castillo encantado y boda, que constituye una secuencia muy simplificada del cuento de encantamiento; y un añadido _el de la cura del miedo por la princesa_  que pertenece más bien a la serie de relatos picarescos en la que una simple anécdota pone de relieve el ingenio o agudeza del héroe.
      Este tipo de cuentos ofrece un gran interés para el niño, desde la catarsis de sus propios terrores. El niño descarga su angustia en las peripecias del protagonista, y pierde el sentimiento de inferioridad que le produce la constatación de sus propios terrores, y muy particularmente de los nocturnos, con ese final en el que no sólo se descarga la tensión producida a lo largo del relato, sino que le demuestra que el miedo es algo general del que no se libra ni el más valiente, y, por tanto, que no debe avergonzarse de sus temores.

PERIQUITO SIN MIEDO

      Narradora: Había una vez una buena mujer que tenía un hijo llamado Periquito. Y todos los del pueblo le llamaban Periquito sin miedo, pues decía que no sabía lo que era miedo. Y deseando conocerlo se echó por el mundo a ver si lo encontraba. Andando, andando, Periquito llegó a un ruinoso castillo y decidió pasar allí la noche. Y aquel castillo era un castillo encantado, aunque Periquito no lo sabía; pero, si lo hubiera sabido, le habría dado igual, pues no sabía lo que era el miedo. Así que entró en el castillo y, cuando llegó la noche, se puso a hacer fuego para calentarse.
       Y apenas había encendido una hoguera, cuando del techo salió una mano y se oyó una voz que decía:
      Voz: ¿Caigo o no caigo?
      Narradora: Y Periquito, sin alterarse, respondió:
      Periquito: Cae si quieres.
      Narradora: La mano cayó al suelo. Y apenas había caído, cuando en el techo apareció una pierna. Y volvió a decir la voz:
      Voz: ¿Caigo o no caigo?
      Periquito: Cae si quieres.
      Narradora: La pierna cayó junto a Periquito. E, inmediatamente, en el techo apareció una cabeza que dijo:
      Voz: ¿Caigo o no caigo?
      Periquito: Cae si quieres.
      Narradora: Y cayó la cabeza. Y después fueron cayendo otras partes del cuerpo.
     Y cuando cayeron todas, se juntaron y se formó un gigante de uñas larguísimas, que se dirigió con las manos extendidas hacia Periquito. Mas Periquito, sin asustarse, sacó unas tijeras y le cortó las uñas al gigante. Entonces el gigante dijo:
      Voz: ¿Echamos una partidita de cartas?
      Periquito: Bueno.
      Narradora: Periquito y el gigante se pasaron jugando a las cartas buena parte de la noche. Y, cuando llegó la mañana, Periquito prosiguió su camino, preguntándose qué sería el miedo y deseando encontrarse con él.
      Tras mucho andar, Periquito llegó al palacio del rey. Y cuando le preguntaron que dónde iba, replicó que a ver si encontraba el miedo. Entonces le replicaron que para eso lo mejor era pasar una noche en el castillo encantado. Pero cuando le explicaron dónde estaba el castillo, Periquito respondió que ya había pasado allí la noche y contó todo lo que le había ocurrido. Y tanto se admiraron del valor del muchacho, que la hija del rey le dijo a su padre:
      Princesa: Padre, yo quiero casarme con este muchacho. Porque nada puede ser mejor para nosotros y nuestro reino que tener como príncipe a un hombre que no conoce el miedo.
      Narradora: Y así fue cómo Periquito se casó con la hija del rey. Vivían muy felices, pero él siempre se estaba quejando de que no sabía lo que era el miedo y que cualquier día se iría por esos caminos a ver si encontraba al miedo de una vez. Y la princesa, cansada de tanta queja, díjole un día a su doncella:
      Princesa: Mira, vas a hacer lo que yo te mande. Esta noche, cuando toque la campanilla, vienes a nuestra habitación y te traes la pecera.
      Narradora: Y aquella noche, cuando la princesa vio a Periquito profundamente dormido, tocó la campanilla y al poco apareció la criada con la pecera. Y la princesa cogió y echó el agua con los peces encima de su marido. Y Periquito, despertándose, comenzó a gritar como un desesperado:
      Periquito: ¡Ay, Dios mío! ¿Pero qué es esto? ¡Ay qué miedo, Dios mío! Ahora sí sé lo que es el miedo. Al fin lo encontré.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

      Meter miedo: ¿Qué habrías hecho tú para asustar a Periquito? Que los niños den ideas sobre el tema y discutirlas en el corro. Luego, escenificar las ocurrencias: uno hará de Periquito y los otros irán representando las formas de meter miedo a Periquito que hayan sugerido.
      Tema de coloquio: ¿Qué cosas nos dan miedo a nosotros y cómo se nos pasa el miedo?
      Expresión plástica: Cada niño pintará un castillo encantado para hacer una exposición con todos los dibujos.
      Disfraces: Pedirles que traigan ropas y útiles de maquillajes para disfrazarse del personaje que hayan elegido: Drácula, Frankenstein, un fantasma, un hombre lobo ...

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Blancaflor

      La versión que aquí se presenta de Blancaflor está tomada del relato que nos contaba nuestra madre y puede, por tanto, ubicarse en la provincia de Jaén. Es una versión muy curiosa, que yuxtapone dos relatos claramente diferenciados en la obra de Aurelio M. Espinosa, Cuentos populares españoles. El primero corresponde al ciclo que Espinosa clasifica dentro del grupo de La hija del diablo, donde encuadra cuentos como Blancaflor o Marisoles. Dentro de este grupo señala Espinosa más de cien versiones en el ámbito hispánico, así como numerosísimas versiones no sólo europeas (primordialmente del área románica), sino africanas, indias, chinas y árabes. El segundo relato que se yuxtapone pertenece al ciclo de la niña perseguida y más concretamente al tipo conocido como La negra y la paloma, del que también se conocen numerosas versiones en toda la cuenca mediterránea y en Latinoamérica.   Aunque en la mayoría de las versiones aparece como un relato aislado, hay también alguna, como El palacio del Jarancón en la versión de Espinosa, que se presenta como una yuxtaposición añadida, mucho más forzada que la que aquí ofrecemos.
      El acierto de la presente variación es que, en la mayoría de las versiones, Blancaflor tiene una determinación algo brusca, mientras que La negra y la paloma es un cuento típico de desenlace, por lo que su yuxtaposición configura una obra redonda.
      Estructuralmente podemos distinguir los siguientes elementos fundamentales en cada uno de los relatos yuxtapuestos:

 En La hija del diablo: a) La promesa. b) El encuentro del héroe con la hija del diablo. c) Las pruebas. d) La   persecución. e) El olvido. f) El reconocimiento y la boda.

En La negra y la paloma podemos distinguir tres secuencias: a) La espera del novio junto al árbol o la fuente. b) La fechoría, con la conversión de la heroína en paloma o mariposa y la suplantación de la novia. e) El desencanto, el castigo y la boda.

      Blancaflor es un relato de clara implicación mítica, muy relacionado don el mito de Jasón y Medea _en algunas versiones la heroína se llama Marisoles o Siete rayos de Sol, y Medea es la hija del Sol_; de otra parte, es fácil ver en el cuento las diversas
equivalencias con los ritos iniciáticos que analiza Propp en sus estudios sobre el cuento maravilloso. Además, su relación con los mitos agrícolas es también evidente, no sólo porque el final de algunas pruebas es el conseguir óptimos frutos, sino por el rito del despedazamiento de la heroína, sin duda relacionado con el mito de Osiris y otros dioses agrarios. Todo él abunda en elementos mágicos (la saliva que conserva la voz hasta que se seca; los nombres _Viento y Pensamiento_ que atribuyen sus cualidades a quien los lleva; la magia simpatética de la transformación _peine en bosque, agujas en espinos_; o la transgresión de un tabú _ser tocado
por alguien_ que origina un castigo), que nos refuerzan el carácter mítico del cuento.
      En cuanto a La negra y la paloma es muy clara su relación con el ciclo mitológico de muerte-resurrección, teñido en este caso con una buena dosis de animismo.

BLANCAFLOR

      Narradora: Había una vez una reina muy rica, muy rica... Tenía muchos castillos y muchas tierras, y joyas y vestidos ... Pero no tenía hijos. Y por eso la reina estaba siempre muy triste, llorando y diciendo: «Yo quiero tener un niño, yo quiero tener un niño.» Hasta que un buen día, de desesperada que estaba, fue y exclamó: «¡Ojalá tuviera un hijo, aunque a los veinte años se lo llevase el diablo!»
      Bueno, pues ocurrió que la reina, a poco de decir aquello, tuvo un hijo. Y el niño era una preciosidad, muy guapo, y fuerte y valiente y estudioso. Pasó el tiempo, y el niño fue creciendo feliz, hasta que llegó a los veinte años. Y estaba toda la corte reunida, celebrando con un banquete el cumpleaños del príncipe, cuando llamaron a la puerta.
      Y cuando abrieron para ver quién llamaba, apareció un caballero muy alto, todo vestido de negro, que, acercándose a la reina, habló así:
      El diablo: Señora: una vez dijo que deseaba tener un hijo, aunque a los veinte años se lo llevase el diablo. Pues bien, usted tuvo el hijo; han pasado los veinte años y ahora yo estoy aquí para reclamar lo que se me prometió.
      Narradora: Cuando oyeron aquellas palabras, en la sala del banquete se produjo un gran revuelo. Pero el hijo de la reina, que era un muchacho muy valiente y decidido, se levantó de la mesa y exclamó:
      Príncipe: ¡Nadie se preocupe. Mi madre cumplirá su promesa porque yo, ahora mismo, me voy con este caballero!
      Narradora: Así pues, salieron del palacio el caballero negro y el hijo de la reina y, montando en sus corceles, marcharon y marcharon hasta llegar a un castillo muy grande, rodeado de tierras de labor y bosques y olivos... Y cuando llegaron, dijo el diablo:
      Diablo: ¿Ves esto que está ahí? Pues todo es mío. Y yo te voy a dar ahora una palabra. Voy a hacerte tres peticiones; si me cumples esas peticiones, eres libre; si no, conmigo quedas para toda la vida.
      Narradora: Tras decir esto, el diablo entró con el príncipe en el castillo. Y ocurrió que el diablo tenía tres hijas. Las dos mayores eran como él, feas y malas. Pero la pequeña, que se llamaba Blancaflor, era un ángel de guapa y de buena. Y nada más verla, el príncipe quedó prendado de Blancaflor.
      El príncipe pasó toda la tarde con las hijas del diablo. Y en este tiempo, él y Blancaflor se hicieron muy amigos. Pero, al día siguiente, el diablo propuso su primera prueba.
      Diablo: Acércate a esta ventana ... ¿Ves aquel campo lleno de cardos y de cizaña? Bueno, pues toma estos granos de trigo, los siembras y, para mañana, quiero comerme un pan hecho con las espigas que salgan de estos granos ...
      Narradora: Cuando el príncipe oyó tal despropósito, se quedó muy triste, pensando que una cosa así no podía hacerla nadie. Y estando en esto, llega Blancaflor y le dice:
      Blancaflor: Muy mustio te veo. Seguro que es por algo que te ha pedido mi padre y que crees que nadie puede hacer.
      Príncipe: ¿Y quién va a poder hacer para mañana un pan con el trigo que se siembre esta tarde?
      Blancaflor: Bueno, eso te parecerá imposible; pero, para mí, no lo es, porque tengo aún más poder que él. Así que, déjame hacer y échate a dormir.
      Narradora: El príncipe siguió el consejo de Blancaflor. Y cuando se despertó a la mañana siguiente, vio que en aquel campo había un hermoso trigal recién segado y junto a su cama una cesta con dos panes blanquísimos. Así que fue y le llevó los panes al diablo; y cuando éste los vio, exclamó:
      Diablo: O esto es cosa de Blancaflor, o tú eres más diablo que yo.
      Narradora: Tras ello, el diablo propuso su .segunda prueba.

      Diablo: Ven aquí ... ¿Ves aquel monte todo lleno de rocas y pedruscos? Pues debes alisarlo, y sembrar estas aceitunas y, de los olivos que nazcan, prepararme para mañana una cántara de aceite.
      Narradora: Al oír esta segunda petición, el príncipe se quedó muy triste, pensando que nadie en el mundo podía hacer una cosa tan disparatada. Pero, en esto, llegó Blancaflor y, cuando oyó lo que su padre decía, de nuevo le dijo que no se preocupase y la dejase hacer a ella, mientras él se echaba a dormir. Y cuando el príncipe se despertó, vio cómo aquel monte lleno de piedras estaba ahora cuajadito de olivos; y al lado de la cama, una cántara repleta de aceite. Así que tomó la cántara y se la llevó al diablo.
      Diablo: ¡Pero bueno: o esto es cosa de Blancaflor o tú eres más diablo que yo! En fin, vamos con la tercera prueba. ¿Ves aquel mar? Hace ya más de trescientos años se le cayó en ese mar una sortija a mi tatarabuelo. Pues bien, quiero que mañana me traigas esa sortija.
      Narradora: Se fue el diablo, y el príncipe se quedó muy meditabundo, convencido de que nadie, nadie, podía cumplir aquella prueba. Y estando sumido en sus pensamientos, entró Blancaflor y le dijo:
      Blancaflor: Te veo muy desanimado. ¿Qué es lo que ahora te ha pedido mi padre?
      Príncipe: Pues no ha tenido otra ocurrencia que pedirme que le encuentre, de aquí a mañana, una sortija que hace más de trescientos años se le cayó a su tatarabuelo al mar.
      Blancaflor: Muy difícil es esto. Pero creo que también lo puedo hacer. Ahora bien, tú tienes que ayudarme. Toma esta palangana y este cuchillo y vente conmigo al mar. Y cuando estemos en la orilla, fíjate bien en lo que tienes que hacer. Con este cuchillo tienes que partirme en trocitos muy pequeños, muy pequeños, y los vas echando en esta palangana. Pero oye muy bien esto que te digo: procura que no se te caiga ni una gota de sangre, ni una pizca de carne, pues si no estamos perdidos.
      Y cuando ya esté hecha trocitos dentro de la palangana, coges y la tiras al mar. Y ya verás cómo todo se arregla y mañana tienes la sortija.
     Narradora: El príncipe no quería hacer una cosa tan atroz. Pero tanto insistió y porfió Blancaflor, que se decidió al fin. Y llegaron a la orilla del mar e hizo todo lo que Blancaflor le había indicado. Mas por mucho cuidado que puso, no pudo evitar que se le cayese una gota de sangre.
      Y el príncipe echó la palangana al agua y se quedó esperando a orillas del mar.
      Y pasó tiempo y tiempo, y Blancaflor no aparecía. Hasta que al fin se abrieron las aguas del mar y de ellas surgió Blancaflor, fresca y lozana, y llevando la sortija en la mano.
      BlancafIor: Aquí tienes la sortija. Hemos corrido un peligro grandísimo, pues se te cayó una gota de sangre. Pero tuvimos suerte, porque era una gota de mi dedo, y nadie lo va a notar.
      Narradora: Y tras decir esto, le tendió la mano. Y el príncipe vio que le faltaba la yema del dedo corazón.
      Marchó el príncipe a entregar al diablo la sortija de su tatarabuelo. Pero cuando el diablo recibió la sortija, en lugar de dar la libertad al hijo de la reina, como le había prometido, le ordenó casarse con aquella de sus hijas que le tocase en suerte.
      Mandó a sus hijas que se colocasen tras un tabique de madera, y que únicamente sacase por un agujero uno de sus dedos para que, tocándolos, el príncipe eligiese aquella que deseaba por esposa. Mas como Blancaflor sacó el dedo que le faltaba la yema, el príncipe pudo conocerla y así elegir según sus deseos.
      Pero cuando aquella noche entraron en su alcoba, habló así Blancaflor a su marido:
      BlancafIor: Escucha muy bien lo que te digo. Esta noche mi padre va a venir para matamos cuando estemos dormidos. Tenemos que escapar. Baja a la cuadra. Allí encontrarás dos caballos. Uno muy gordo y lustroso: es el Viento. No lo cojas. Ensilla el otro, el delgado y deslucido: es el Pensamiento, y no hay nada en el mundo que corra tanto como él.
      Príncipe: Bueno, ¿y después qué hago?
      BlancafIor: Nada más. Espera en la puerta del castillo con el caballo hasta que yo baje.
      Narradora: Una vez sola en el dormitorio, Blancaflor tomó dos pellejos de vino y los metió en la cama. Escupió luego en un vaso, cogió un peine, unas agujas y un puñado de sal y, muy despacio, muy despacio, bajó a reunirse con su marido.
      BlancafIor: Bien, vámonos ... ¿Pero qué has hecho? Has cogido el caballo gordo, el Viento, en lugar del que te indiqué .
      Príncipe: Espera, que vaya cambiarlo.
      BlancafIor: No, no tenemos tiempo. ¡Ojalá que mi padre tarde mucho en darse cuenta de nuestra huida, porque si nos alcanza estamos perdidos!
      Narradora: El príncipe y Blancaflor partieron al galope. Al poco tiempo, el diablo se acercó al dormitorio y, viendo los dos bultos de los pellejos de vino, pensó que su hija y el príncipe estaban en la cama. Entonces, en voz baja, llamó el diablo:
      Diablo: Blancaflor, ¿dónde estás?
      Narradora: Y la saliva, con la misma voz de Blancaflor, respondió:
      Voz de Blancaflor: En la cama estoy.
      Narradora: Tras oír esto, el diablo se volvió a su cuarto. Pero al poco volvió para preguntar: «Blancaflor, ¿dónde estás?» Y la saliva respondía: «En la cama estoy.» Y esto hizo varias veces, y la saliva, conforme se iba secando, respondía cada vez más bajito, más bajito, hasta que se secó del todo y ya no respondió.
      Y cuando el diablo dejó de oír la saliva, pensó que ya estaban dormidos y entró en la habitación, y clavó su cuchillo en los pellejos. Pero como le saltó el vino a la boca, descubrió el engaño. Entonces bajó a la cuadra, cogió el Pensamiento, y se puso a perseguir al príncipe y a Blancaflor.
      Y al poco tiempo, como el Pensamiento corría tantísimo, ya los había alcanzado.
      Pero Blancaflor, al ver a su padre, tiró al camino el peine que había cogido; y se formó un bosque de árboles tan altos y espesos que impedían el paso del caballo.
      Y de esta forma pudieron escapar.
      Mas el diablo dio un rodeo para evitar el bosque, y otra vez el Pensamiento alcanzó a los fugitivos. Entonces Blancafler tiró las agujas, y todo el terreno entre ellos y su padre se llenó de zarzales y espinos; y el caballo del diablo tuvo que ir muy despacio, muy despacio, mientras lo atravesaba, y las espinas le herían en los pies y en los corvejones. Pero al fin el Pensamiento cruzó aquel espinar, y de nuevo dio alcance al Viento. Mas Blancaflor arrojó el puñado de sal, y todo el terreno que los separaba de su padre se convirtió en una salina; y el caballo herido, al sentir el escozor de la sal, se
negó a seguir, y el príncipe y Blancaflor pudieron al fin verse libres de su perseguidor. Mas el diablo, viendo que se escapaba su hija, dio un gran grito y exclamó:
      Diablo: ¡Olvidada te veas!
      Narradora: Una vez libres del diablo, dijo el príncipe a Blancaflor:
      Príncipe: Ahora vas a esperarme aquí. Porque tú eres una princesa y no puedes ir a mi casa con esas ropas tan viejas y rotas que llevas. Así que espera un poco, que yo vuelvo enseguida y ya podrás presentarte como tú mereces.
      Blancaflor: Bueno, si tú quieres, hazlo así. Pero una cosa te digo: no dejes que nadie te bese, porque entonces me olvidarás.
      Narradora: El príncipe llegó a su casa. Pero cuado iba a entrar, salió una abuela que tenía, y antes que pudiera hacer nada, ya le había echado los brazos al cuello y dado un par de besos, con lo que al príncipe se le olvidó todo lo que había pasado con Blancaflor.
      Entre tanto, Blancaflor, para esperar al príncipe, se subió a un árbol que había junto a una fuente.Y ocurrió que a esa fuente iba todos los días una hechicera a coger agua. Y al inclinarse para llenar su cántaro, vio que en el agua se reflejaba la cara de Blancaflor. Y muy enfadada dijo:
      Hechicera: ¡Tú tan blanca y yo tan negra;

                           rómpete, cantareta!
      Narradora: Y toda furiosa tiró el cántaro contra el suelo, haciéndole añicos. Después se fue. Pero volvió al día siguiente, y ocurrió lo mismo. Y al tercer día, cuando estrelló el cántaro, a Blancaflor le entró tal risa que rompió en carcajadas. Entonces la hechicera alzó la mirada y vio a la niña subida al árbol.
      Hechicera: ¿Qué haces tú ahí? Anda, mujer, bájate y cuéntame lo que te pasa.
      Narradora: Blancaflor bajó del árbol y le contó a la hechicera cómo estaba esperando a su marido. Y cuando oyó la historia, la hechicera le dijo:
      Hechicera: No te preocupes, que ahora yo te llevo con él. Pero antes espera que te peine ese pelo tan bonito que tienes. .. .
      Narradora: Y cuando Blancaflor reclinó la cabeza en el regazo de la mujer para que la peinara, ésta le clavó un alfiler en la mollera e, inmediatamente, se transformó en una paloma blanca. Entonces la maga se fue al palacio del príncipe y le dijo que era su mujer, que se había quedado aguardándole junto a la fuente y que, de tanto esperar, se había puesto morena con el sol. El príncipe la creyó, y la hechicera se quedó en el palacio como si fuera su mujer.
      Pero el rey tenía un jardinero que cuidaba su jardín. Y un día vio el jardinero que se paraba junto a él una paloma blanca y le decía:
      Paloma-Blanca flor:       Jardinerito que cuidas las plantas,
                                              ¿qué tal le va al rey con la reina mora?

      Jardinero:                        Muy bien. Unas veces canta,
                                                otras veces ríe y otras veces llora.

      Narradora: Y al día siguiente de nuevo apareció la paloma y le volvió a decir:
      Paloma-Blancaflor:        Jardinerito que cuidas las plantas,
                                               ¿qué tal le va al rey con la reina mora?

      Jardinero:                        Muy bien. Unas veces canta,
                                                otras veces ríe y otras veces llora.

      Narradora: Al tercer día de ocurrirle aquello, fue el jardinero y le contó al príncipe lo que pasaba. . .
      Príncipe: Bueno, pues vas a hacer una cosa: mañana, si se te presenta la paloma, procura cogerla y traérmela.
      Narradora: Al día siguiente, el jardinero cogió la paloma y se la llevó al príncipe. Y cuando la vio la bruja, dijo:
      Hechicera: ¡Huy, qué bicho más asqueroso! ¡Tiralo fuera ahora mismo!
      Príncipe: Pero si es muy bonita, mujer. Además, parece que tiene una pupa aquí, en la cabeza.
      Narradora: Y el príncipe sacó el alfiler a la paloma que, inmediatamente, volvió a su ser; y el príncipe reconoció a Blancaflor y la tomó por esposa y vivieron muy felices. Y la hechicera se convirtió en un grajo. Y aún puede vérsele por el campo gritando:
      Grajo-hechicera: Gra, gra, gra ...

                                    Por aquí va...

                                    Gra, gra, gra ...

                                    Por aquí va.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

Vocabulario:

• Trabajar el significado y uso de estas palabras: banquete, promesa, corcel, olivos,
cardos, cizaña, espigas, trigo, cántara, repleta, meditabundo, desanimado, ocurrencia,
palangana, pizca, atroz, zarzales, espinos, hechicera, cántaro, añicos...
• Decir los nombres de los cinco deaos de la mano y que luego los niños vayan
nombrando el que les indique el profesor.

Juegos:

• Jugar a reconocerse: con los ojos cerrados y mediante el tacto, deberán reconocer las partes del cuerpo de sus compañeros. Después, jugar a la «gallinita ciega».
• El juego de la saliva: el profesor dirá una frase y los alumnos deberán repetirla cada vez en un tono más bajo, según lo que se dice en el episodio correspondiente del cuento.
• El juego de las prendas: tras explicar las reglas de este juego y la clase de pruebas que pueden poner a sus compañeros, jugar a las prendas.

Las labores del campo: Pedirles que se informen en sus casas sobre las distintas labores agrícolas para hacer un coloquio en clase sobre este tema.

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El Castillo  de Irás y no Volverás

     Más conocido con los titulos de Las tres maravillas del mundo o de El pájaro que habla, el árbol que canta y el agua de oro, hemos preferido darle el título con que nos lo contaba nuestra madre, cuya versión corresponde a la de Espinosa Los siete infantes que encuadra en el grupo de La niña perseguida. En su versión más pura y completa, que es la que aquí presentamos, responde al siguiente esquema:

a) Tres jóvenes charlan sobre lo que harían si se casasen con el rey (en la versión oriental las dos mayores no aspiran al rey, sino a su cocinero y su repostero). La menor dice que, de casarse con el rey, le daría tres hijos dotados de cualidades extraordinarias (cabellos de oro, llorar perlas, lucero en la frente, etc.).
b) El rey, que oye la conversación, casa con la menor. Parte para la guerra. Alumbramiento triple de la reina. Los niños son arrojados al río por las hermanas, que los sustituyen por animales. A su regreso, el rey castiga a la reina encerrándola en una cueva, calabozo, jaula, etc.
e) Los niños son recogidos del río por un hombre humilde (jardinero, pescador, etc.) que los cría como hijos. Cuando crecen, parten en busca de sus padres. Llegan al reino de éste, sin saber que es su padre. Ya allí son inducidos, bien por las hermanas envidiosas, bien por un auxiliar mágico, a buscar los tres objetos maravillosos
(árbol, agua, pájaro). Consiguen hacerse con ellos y, al regreso, el pájaro da a conocer al padre la verdadera historia. La reina es liberada y castigadas las hermanas malvadas.

      En el estudio que Espinosa dedica a este relato dice que existen ya dos versiones documentadas del mismo en Europa en el siglo XVI y aventura que la versión de Las mil y una noches de la versión de Gallard posiblemente sea posterior a las europeas, lo que nos parece poco probable, ya que, como demuestra Cansinos Asens al estudiar la onomástica, el cuento pertenece al fondo ario-persa de Las mil y una noches, lo que garantiza su antigüedad, por lo que, con independencia de la existencia escrita de algún cuento persa, parece probable que ya en el siglo XIII existieran versiones documentadas en árabe de este cuento, del que se conocen variantes dentro del ámbito europeo, islámico, indio y africano, así como una  budista del siglo v.
      Pero al margen de la cuestión de posibles fuentes, influencias y transmisiones, hay que señalar que el cuento está dentro del arquetipo mítico de los cuentos maravillosos, con temas tan repetidos y característicos del folclore universal como el de las hermanas envidiosas, la señal de nacimiento, la sustitución de los niños por animales, el héroe arrojado al río y su posterior salvación, señal de un glorioso destino y, por último, el viaje al reino de los muertos, ese reino donde nadie puede mirar hacia atrás porque como, la mujer de Lot, se tornará en estatua de sal o de piedra.

EL CASTILLO DE IRAS Y NO VOLVERÁS

      Narradora: Había una vez un matrimonio que tenía tres hijas. Y un día de verano, mientras cosían con las ventanas abiertas, comenzaron a hablar. La hija mayor dijo que, si ella se casara con el rey, le haría unos pantalones del tamaño de una nuez. La mediana le replicó que aquello no era nada, que si ella se casara con el rey le haría una chaqueta del tamaño de una avellana. Y cuando oyó aquello la menor, exclamó:
     Hija menor: ¡Qué simplezas! Si yo me casara con el rey, tendría tres hijos, cada uno con un lucero en la frente.
      Narradora: A todo esto pasaba el rey por allí y escuchó lo que hablaban las mocitas. Entonces llamó a la puerta y salió la pequeña a abrir. Y el rey le preguntó si era ella la que había dicho que, si se casara con el rey, tendría tres hijos, cada uno con un lucero en la frente. La muchacha le respondió que sí. Y el rey la miró y observó que era la niña más bonita del mundo. Y decidió casarse con ella.
     Se celebró la boda. Y la hija menor, que era tan buena como guapa, quiso que sus hermanas fueran a vivir con ella al palacio, sin pensar que la envidia anidaba en sus corazones. Y al poco tiempo hubo el rey de marchar a la guerra. Y la reina alumbró tres hijos, dos niños y una niña, cada uno de ellos con un lucero en la frente.
      Entonces las hermanas cogieron a las criaturas y, metiéndolas en una urna de cristal, las arrojaron al río. Y escribieron al rey diciendo que su mujer había tenido tres ratones.
     Y cuando el rey regresó de la guerra, lleno de rabia contra su mujer, ordenó que la arrojasen a un calabozo para el resto de sus días.
     Y ocurrió que las aguas del río arrastraron la urna de cristal hasta el lugar donde se encontraba un pescador. Y cuando el pescador cogió aquella urna de cristal, y vio en ella a aquellos tres niños tan hermosos, decidió llevarlos a su casa para que su mujer los criase como a sus propios hijos.
      Pasó el tiempo y los niños crecieron felices en casa del pescador. Pero un día, uno de los tres hijos del rey discutió con el hijo mayor del pescador. Y éste, todo furioso, le dijo:
     Hijo del pescador: No sé de qué presumís con vuestros luceros en la frente, cuando ni siquiera tenéis padres conocidos. Porque habéis de saber que mi padre os recogió del río y os trajo aquí para que mi madre os criase.
      Narradora: Cuando escucharon aquellas palabras, los niños quedaron muy tristes, y decidieron irse por esos mundos en busca de sus verdaderos padres. Así que, cogiendo un hatillo, se fueron camino adelante hasta que se encontraron a un viejecito que guardaba un naranjal. Y el viejecito, que era San José, les preguntó que dónde iban. Y los niños replicaron que iban en busca de sus padres. Entonces San José les dijo:
      San José: Mirad, vais a hacer una cosa. Tomad esta naranja y seguid por este camino hasta que lleguéis a un castillo muy grande. Entonces partid la naranja y ya veréis cómo todo va bien.
      Narradora: Los niños siguieron su camino hasta llegar al castillo, que era el castillo de su padre el rey. Entonces partieron la naranja como les había mandado el viejecito y, frente al castillo del rey, se levantó un nuevo castillo, aún más grande y más bonito. Y los niños se instalaron en él.
      Al día siguiente, en todo el reino se hacían lenguas de la grandiosidad de aquel castillo y de la hermosura de aquellos niños que tenían un lucero en la frente. Pero las hermanas envidiosas conocieron por aquella señal a sus sobrinos y, temiendo que pudieran descubrirlas, decidieron perderlos. Entonces, acercándose a ellos, les dijeron:
      Hermana: Tenéis un castillo maravilloso. Pero para que fuese algo único en el mundo, sólo os falta tener el laurel que canta, el agua que ríe y el pájaro que todo lo sabe.
     Narradora: Y el mayor de los trillizos, que era muy inquieto, preguntó dónde podía encontrar aquellas maravillas. Su tía le contestó que las tres cosas se encontraban en el Castillo de Irás y no Volverás. Y el muchacho, a pesar de los ruegos de su hermana, se puso en camino en busca de las tres maravillas del mundo.
      Durante mucho tiempo cabalgó el hijo del rey. Hasta que un buen día encontró al viejecito que guardaba el huerto de las naranjas y le interrogó por el Castillo de Irás y no Volverás. Y el viejecito le respondió:
      Viejecito: Sí, hijo mío; sé dónde se encuentra. Pero también sé que son muchos quienes han ido a él, y que ninguno ha regresado. Por eso lo mejor es que te vuelvas.
      Narradora: Pero como el joven se mantenía firme en su decisión de llegar hasta el castillo, el viejecito le dijo:
     Viejecito: Bueno, hijo mío. Sigue este camino y cruza aquellas montañas. Entonces verás el Castillo de Irás y no Volverás. Pero antes de llegar a él, debes cruzar un campo todo lleno de piedras negras. Cuando lo cruces, oirás muchas voces que te insultarán y amenazarán. Pero tú no hagas caso y sigue tu camino sin volver la cabeza. Porque, si vuelves la cabeza para mirar atrás, estarás perdido.
      Narradora: El joven príncipe hizo lo que le había ordenado el viejecito y, al cruzar las montañas, descubrió el Castillo de Irás y no Volverás. Y cuando se adentró en el campo sembrado de rocas negras, le ensordeció el torbellino de gritos y de risas y de llantos, mientras voces de hombres y mujeres le amenazaban, insultaban e imploraban. Y al oír todas aquellas voces, el príncipe no pudo resistir y, olvidando las palabras del viejecito, volvió la cabeza para ver quién gritaba así. Y en aquel momento él y su caballo se transformaron en una roca negra.
     Entre tanto, la princesa miraba todos los días un frasquito lleno de un líquido mágico que su hermano le había entregado. Y como el líquido aparecía claro y cristalino, ella se regocijaba, pues era señal de que su hermano estaba bien. Pero un día el frasquito le mostró un líquido turbio y sanguinolento. Y ella se entristeció, pues aquello indicaba que su hermano había sufrido una desgracia muy grande.
      Y cuando su hermano la vió llorar le preguntó qué ocurría. Entonces ella contestó:
      Princesa: Nuestro hermano está en un gran peligro o acaso ya ha muerto: se ha enturbiado el líquido del frasco que nos dio.
      Príncipe: No te preocupes. Ahora mismo ensillo el caballo e iré a salvarlo, y de paso traeré el laurel que canta, el agua que ríe y el pájaro que todo lo sabe. Y tú toma este puñal, porque por él sabrás cómo me va, pues si me ocurriera algo malo, su hoja se cubriría de gotas de sangre.
      Narradora: Y el príncipe se puso en camino y encontró al viejecito que le dijo lo mismo que le había dicho a su hermano. Y atravesó las montañas y vio el Castillo de Irás y no Volverás. Y, como su hermano, no pudo resistir las voces que le amenazaban
e insultaban y, al volver la cabeza, él y su caballo se transformaron en una gran piedra negra. Y el puñal goteó sangre, y la princesa supo que su segundo hermano también estaba perdido.
      Así que la princesa, decidida a salvar a sus hermanos, vistió ropa de hombre montó en un corcel y se puso en camino. Y llegó junto al naranjal y se encontró al viejecito, a quien preguntó:
      Princesa: Buen anciano, ¿vio usted pasar por aquí a dos jóvenes caballeros que iban en busca del Castillo de Irás y no Volverás?
      Anciano: Por aquí pasaron. Y, a pesar de mis consejos, se empeñaron en alcanzar lo que nadie podía conseguir. Por eso no los he visto volver. No intentes tú lograr lo que ellos no consiguieron.
      Princesa: Yo sólo quiero salvarlos, porque son mis hermanos y no puedo dejarlos en la perdición.
      Anciano: Bien. Si es sólo eso lo que te mueve a ir hacia el Castillo de Irás y no Volverás, yo te ayudaré. Toma esta varita de virtud, y con ella podrás atravesar el campo maldito sin sucumbir a las voces mágicas.
      Narradora: Tomó la princesa la varita que le entregó el viejecito, y atravesando la montaña divisó el castillo encantado. Y pasó entre las piedras negras sin volver la cabeza atrás, ni tan siquiera cuando oyó las voces de sus hermanos que gritaban: «hermanita,
ayúdanos». Y así pudo llegar hasta las puertas del castillo y entrar en él. Y dentro había un jardín y en el centro un laurel. Y las hojas de aquel laurel cantaban como ángeles del paraíso. Y al lado del jardín había una fuente. Y el agua de aquella fuente tenía el color del oro y reía con una risa que llenaba los oídos de luz. Y la niña cortó una rama del laurel y llenó un frasco del agua riente. Y después vio un pájaro de brillante plumaje posado sobre el alféizar de una ventana. Y cuando la niña se acercó, el pájaro dio un pequeño vuelo y se posó en su hombro. Y la niña supo que era el pájaro que había ido a buscar.
      La princesa salió del castillo. Y conforme se acercaba a las piedras negras, éstas se transformaban en damas y caballeros que al fin se veían libres de su encantamiento.
      Y los hermanos de la princesa recuperaron su primitivo ser y, muy contentos, volvieron a su casa.
      Todo el mundo se maravillaba con los tesoros del palacio donde vivían los príncipes y, sobre todo, del laurel que cantaba y del agua que reía y del pájaro que todo lo sabía, traídos del Castillo de Irás y no Volverás. Y un día el rey dijo a las malas hermanas que quería invitarlos a comer. Y aunque las hermanas se negaban, el rey insistió y no tuvieron más remedio que ceder. Y cuando estaban sentados a la mesa, el rey preguntó:
      Rey: ¿Es cierto que ese pájaro maravilloso sabe todas las cosas que han ocurrido y ocurrirán?
      Narradora: Entonces el pájaro, que estaba sobre el hombro de la princesa, dijo:
      Pájaro: Sí, yo lo sé. Sé, entre otras cosas, que una persona que debía estar aquí, comiendo con nosotros, sin embargo no está.
      Rey: ¿Y puedes decirme quién es esa persona que falta, pájaro que todo lo sabe?
      Pájaro: ¿No te has fijado, rey, que estos niños tienen un lucero en la frente? Pues quien falta es su madre, a la que tú, por dar crédito a palabras envidiosas, encerraste hace muchos años en un calabozo.
      Narradora: Y así fue cómo el rey reconoció a sus hijos y liberó a su mujer, castigando a las hermanas envidiosas a ser arrastradas hasta la muerte atadas a la cola de un caballo. Y todos vivieron muy felices sin volverse ya nunca a separarse.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

      El corro de las preguntas: Tras escuchar el cuento, ir haciendo preguntas a los niños. Si uno no sabe la respuesta, el turno pasará al siguiente. Si nadie dice la respuesta correcta, volver a escuchar el fragmento correspondiente de la cinta. Preguntar,
por ejemplo:

• ¿Qué dice la más pequeña de las hermanas qué sucedería si ella se casara con el rey?
• ¿Qué hicieron las hermanas con los tres recién nacidos?
• ¿Quién los recogió?
• ¿Qué les da San José la primera vez que se lo encuentran?
• ¿Cuál es el primero de los hermanos que va al castillo?
• ¿De qué color eran las piedras del campo?
• ¿Por qué se convertían en piedras?
• ¿Qué le da el segundo hermano a la princesa para que sepa si le ha ocurrido algo?
• ¿De qué color era el agua de la fuente del patio del castillo?

      El juego de no mirar para atrás: Uno de los niños deberá caminar por el patio del colegio mientras los demás le llaman o le dicen frases para que vuelva. Si lo hace, perderá. La profesora explicará previamente que no se pueden decir insultos, sino cosas ingeniosas, divertidas o que susciten la curiosidad. Por ejemplo: han venido tus padres; mira, están aquí los bomberos, se te ha caído un boli; Luis está desordenando tus trabajos en la clase; mira qué gato más grande hay en la puerta; andá, ha entrado un pájaro en la clase; al profe se le han roto los pantalones; ¿quieres un caramelo?, etc.

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Cuentos acumulativos y trabalenguas

      Los cuentos acumulativos o de preguntas y respuestas, tal como el ¿De dónde vienes ganso?, que hemos tomado de Espinosa, junto con los trabalenguas, forman parte del grupo que Aarne-Thomson, clasifican como cuentos de fórmula, cuyo origen debe buscarse en los rituales mágicos donde la repetición de unas determinadas fórmulas, generalmente difíciles de retener y únicamente conocidas por los iniciados, obra determinados efectos. Este ritual pasó después a las religiones en forma de conjuros, oraciones, recitativos, exorcismos, etc. El niño pequeño, que aún tiene un sentido mágico del lenguaje que por otra parte se le presenta como algo ajeno y no del todo dominado, siente una especial atracción por todo este tipo de juegos verbales que además tienen un gran valor pedagógico tanto desde el punto de vista nemotécnico como de ejercicios fonéticos.

¿De dónde vienes ganso?
¿De dónde vienes, ganso?
De tierra de garbanzos.
¿Qué traes en el piquito?
Un cuchillito.
¿Dónde lo afilaste?
En una tejita.
¿Y la tejita?
Dentro del agua.
¿Y el agua?
Se la bebieron los bueyes.
¿Y los bueyes?
En el monte por leña.
¿Y la leña?
La quemó la vieja.
¿Y la vieja?
Está con los frailes.
¿Y los frailes?
Diciendo Misa.
¿Y la Misa?
Debajo de tu camisa.

Trabalenguas

Guerra tenía una parra
y Parra tenía una perra,
pero la perra de Parra
mordió a la parra de Guerra,
y Guerra con una porra
pegó a la perra de Parra.
¿Oiga usted, compadre Guerra,
por qué ha pegado
con la porra a mi perra?
Porque si la perra
de Parra no hubiera mordido
la parra de Guerra,
Guerra no hubiera pegado
con su porra a la perra.


Buscaba el bosque Francisco
un vasco bizco muy brusco.
y al verlo le dijo un chusco:
¿busca al bosque, vasco bizco?


María Chucena su choza techaba
y un techador que por allí pasaba
le dijo: ¿Chucena,
tú techas tu choza, o techas la ajena?
Ni techo mi choza ni techo la ajena,
que techo la choza de María Chucena.


Un burro comía berros
y un zorro lo estaba viendo,
el burro lanzó un rebuzno
y el zorro al barro cayó.


La institutriz mistress Tras
ha dado un gran traspiés
por subir al treinta y dos,
en lugar de al treinta y tres.

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ACTIVIDADES SUGERIDAS

      En las grabaciones se indican ya alguna. de las actividades que pueden realizarse con los trabalenguas: repeticiones individuales y en grupo, con distinto ritmo y velocidad, ponerles música y cantarlos, utilizarlos para jugar al corro ...
      Además de estos ejercicios, la profesora deberá estar atenta a aquellos sonidos cuya pronunciación presenta más dificultades para determinados alumnos, de manera que, bien con ayuda de la cinta, bien memorizándolos para decirlos en clase, estos niños repitan los ejercicios cuantas veces sean necesarias para adquirir la habilidad fonética adecuada.
     Asimismo, se recurrirá a otros trabalenguas no incluidos en nuestra grabación para reforzar estos aspectos del aprendizaje. Entre otros trabalenguas conocidos, se pueden utilizar los siguientes para hacer ejercicios individuales o colectivos como los de las grabaciones:


• El perro de San Roque
no tiene rabo
porque Ramón Ramírez
se lo ha cortado.


• El cielo está enladrillado,
¿quién lo desenladrillará?
El desenladrillador que lo desenladrille,
buen desenladrillador será.


• Con este puñal de oro
me descorazonaría yo.


• Tres tristes tigres
comían trigo en tres trigales.


• El arzobispo de Constantinopla

dice que no quiere

desarzobispoconstantinopolizarse.
El desarzobispoconstantinopolizador

que lo desarzobispoconstantinopolice,
buen desarzobispoconstantinopolizador será.


• Pedró Pérez Pintor pinta puertas por poco precio.


• Pablito clavó un clavito.
¿Qué clavito clavó Pablito?


• Doña Diriga, Dáraga, Dóriga,
trompa pitáriga,
tiene unos guantes
de pellejo de círriga, zárriga, zórriga,
trompa pitáriga
le vienen grandes.

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Adivinanzas

     Como ya hemos indicado, las adivinanzas resultan sumamente atractivas para los niños de estas edades, tanto por el valor casi mágico que para ellos tiene el lenguaje, como por su estrecho parentesco con el juego de ingenio y, muchas veces, con el chiste ocurrente.
     De ahí que estos ejercicios resulten muy importantes para el desarrollo intelectual y para afianzar la autoconfianza necesaria para un correcto desarrollo evolutivo.
      Muchas de las adivinanzas se basan en juegos de palabras o calambures, pero otras implican sustituciones simbólicas de la realidad (con frecuencia basadas en la metáfora) que tendrán gran importancia janto para desarrollar la capacidad creativa del niño, como para etapas posteriores de su aprendizaje.
     Así, en la adivinanza (al igual que en otras facetas de la creación popular) la función poética del lenguaje adquiere una relevancia comparable a la de la literatura culta.
     Tal vez por ello los poetas de nuestro Siglo de Oro sintieran la tentación de imitar estos juegos de ingenio, creando retruécanos, calambures, acertijos y otros juegos conceptuales que se sumaban así a los de los artistas anónimos

Adivinanzas

     Érase una vez un ladrón a quien llevaban a ahorcar. Y el rey le prometió perdonarle la vida, si era capaz de ponerle un acertijo que no pudiera adivinar. Y entonces el hombre va y dice:

Desde lejos la vi venir
muy triste y desconsolá:
Ojos traía ocho
y uñas cuarenta y ocho.

     El rey, por más vueltas que le dio a la cabeza, no consiguió averiguar lo que quería decir la adivinanza. Entonces le dijo al ladrón que se la explicase:
      Pues mire usted, he visto cómo allá lejos venía mi mujer muy triste al ver que me iban a colgar. Ella está embarazada, y viene montada en una yegua que también está embarazada. Así que eche usted cuenta de los ojos y las uñas que tienen entre mi mujer, la jaca y lo que llevan en sus vientres, y verá cómo le salen los ocho ojos y las cuarenta y ocho uñas.
     Y como al rey le convenció esta explicación, dejó que se fuera a su casa.


Tres palomas van volando
tres cazadores las van tirando.
Cada cual mató la suya
y las demás se fueron volando
.
(Solución: Dos palomas se fueron volando. La otra la mató Cadacual)


Una cajita redonda
blanca como el azahar.
Se abre muy fácilmente
y no se puede cerrar.

(Solución: El huevo)


Ave es mi nombre
y llana mi condición.
Si no lo aciertas
eres un gran simplón.

(Solución: Avellana)


Volaré donde me mandes,
sea donde sea iré,
aunque alas no poseo
ni tampoco tengo pies.

(Solución: La carta)


Una señora
muy enseñorada,
siempre va en coche
y siempre va mojada.

(Solución: La lengua)


Por la carretera
va caminando un bicho.
El nombre del bicho
ya te lo he dicho
.
(Solución: Vaca)


Tela sobre tela
paño sobre paño.
Como no lo aciertes
no te lo digo en un año.
(Solución: La cebolla)


De cierto animal di el nombre:
es quien vigila la casa,
quien avisa si alguien pasa
y es fiel amigo del hombre.
(Solución: El perro)


Blanca por dentro
verde por fuera.
Si quieres que te lo diga
espera
.
(Solución: La pera)


El burro la lleva a cuestas
y ella es mitad de la bu.
Jamás la tuve yo
y siempre la tienes tú.

(Solución: La U)


¿Qué animal de buen olfato
cazador dentro de casa
rincón por rincón repasa
y lame si pilla un plato?

(Solución: El gato)


Este banco está ocupado
por un padre y por un hijo.
Si el padre se llama Juan
¿Cómo se llama el hijo?
(Solución: Esteban)


Di quién anda
primero a cuatro pies,
luego a dos,
y luego a tres.

(Solución: El hombre)


Soy blanco como la nieve
y fino como la seda.
Mi padre ha sido un árbol,
y con mis hijos se llenan
de cartas las carterías,
de libros las bibliotecas.
(Solución: El papel)


Tela digo y no me entiendes,
te la repito y no me comprendes.

(Solución: Tela)


Qué cosa es
que silba sin boca,
corre sin pies,
te pega en la cara
y tú no lo ves.

(Solución: El viento)

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Actividades sugeridas

     Además de las adivinanzas que se recogen en las cintas, el profesor podrá recurrir a otras muchas que saben los niños para que ellos las propongan a sus compañeros.
     Incluso se puede plantear la creación de nuevas adivinanzas a partir de la observación de cómo se han construido las que hemos utilizado.
      En cualquier caso, se deberá dejar suficiente tiempo para que mediten las posibles soluciones, las debatan entre ellos y, después, las digan a sus compañeros. Téngase en cuenta que es muy importante el que se aprecien también positivamente las respuestas supuestamente erróneas, buscando y valorando la lógica que ha llevado a pensar que eran las correctas. De esta manera, las adivinanzas pueden servir también para intercambios de opiniones muy interesantes sobre el razonamiento empleado por cada uno para descifrar los enigmas.
     La adivinanza de los dos, tres y cuatro pies servirá para que el profesor cuente la historia de Edipo a los niños y, a partir de ella, construyan un mural sobre el motivo de Edipo y la Esfinge.
   Se puede recurrir también a un extenso repertorio de adivinanzas para proponer a los niños. Entre ellas, recogeremos algunas:

Alto, alto como un pino
y pesa menos que un comino.

(El humo)
Un animal que es dos veces animal
y camina en la oscuridad.

(El gato: gato y «araña»)
Uno larguito,
dos más bajitos,
otro chico y flaco
y otro gordazo.

(Los dedos)
• Alto, altanero,
gran caballero,
gorro de lana
y espuela de acero.

(El gallo)
• Veinte patos caminaban
todos al mismo compás,
y los veinte caminaban
con una pata no más.

(19 patos y una pata)
• Unas regaderas
más grandes que el sol
con que riega el campo
 Dios nuestro señor.

(Las nubes)
• Por las barandas del cielo
se pasea una doncella
vestida de azul y blanco
y reluce como estrella.

(La luna)
• Oro parece,
plata no es,
quien no lo acierte
simple es.

(Plátano)
• ¿Qué es una cosa
muy quiquiricosa,
que entra en el río
y nunca se moja?
(La luna)
 

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Bibliografía

     Sin otra pretensión que la de ofrecer una pequeña orientación a las personas que, sin estar especializadas en el tema de los relatos populares, tengan algún interés por el mismo, ofrecemos algunas obras relacionadas con dicho tema.


a) RECOPILACIONES

     La más importante recopilación de cuentos populares españoles, a la que hemos hecho abundante referencia, es la de Cuentos Populares Españoles de Aurelio M. Espinosa. La obra, publicada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, consta de un primer tomo en el que se ofrece una recopilación de relatos y un estudio preliminar sobre los mismos, y de dos tomos de notas comparativas.
     A nivel menos especializado, la obra del propio Espinosa Cuentos Populares Españoles publicada por la colección Austral. También en esta misma colección se encuentran los Cuentos Populares de Castilla de Aurelio Espinosa (hijo).
     Otras recopilaciones de cuentos populares fácilmente asequibles:
     Cuentos de encantamiento y otros cuentos populares españoles de Fernán Caballero (Ed. Novelas y Cuentos).
     Las tres Naranjas de Amor y otros cuentos populares españoles recogidos por Carmen Bravo Villasante (Ed. Noguer).
     Cuentos al amor de la lumbre de A. R. Almodóvar (Ed. Anaya).

     Cuentos extremeños recogidos por Marciano Curiel Merchán (Ed. Regional de Extremadura)


b) ESTUDIOS

      Vladimir Propp: Las raíces históricas del cuento (Ed. Fundamentos).
      Vladimír Propp: Morfología del cuento (Ed. Akal).

       Stith Thompson: El cuento folkórico (Ediciones de la bibliotea. Caracas)
      A. Martínez Menchen: Narraciones infanules y cambio social (Ed. Taurus).
      Bruno Bettelheim: Psicoanálisis de los cuentos de hadas (Ed. Crítica).
      J. G. Frazer: La rama dorada (Fondo de Cultura Económica).
      Eloy Martos Núñez: La poética del patetismo (Ed. Regional de Extremadura).
      María Rosa Lida De Malkiel: El cuento popular y otros ensayos (Ed. Losada).

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LOS CUENTOS DE MAMÁ

       Según queda reflejado en las fichas que preceden a cada relato, hemos tomado algunos de ellos de los que nuestra madre  contaba, primero a sus hijos y luego a sus nietos. Hace muchos años, en algunas de la ocasiones en las que la abuela Eladia desarrollaba su labor de narradora ante sus nietos realizamos estas grabaciones sin que ella se percatara. Creemos que, a pesar de las deficiencias técnicas de estas viejas grabaciones, los relatos  conservan la espontaneidad, la  frescura y el encanto de los  narradores de historias. Y el cariño con que siempre recordaremos a quien nos llevó de la mano y con su  voz en el maravilloso mundo del cuento. Gracias, mamá, gracias abuela Eladia.

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