AVISO: SE MANTIENE EN TODOS LOS TEXTOS LA ORTOGRAFÍA DEL POETA En el balcón, un instante nos quedamos los dos solos. Desde la dulce mañana de aquel día, éramos novios. _El paisaje soñoliento dormía sus vagos tonos, bajo el cielo gris y rosa del crepúsculo de otoño_. Le dije que iba a besarla; bajó, serena, los ojos y me ofreció sus mejillas, como quien pierde un tesoro. Caían las hojas muertas, en el jardín silencioso, y en el aire erraba aún un perfume de heliotropos. No se atrevía a mirarme; le dije que éramos novios, ...y las lágrimas rodaron de sus ojos melancólicos.
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¡No le toques ya más, que así es la rosa! PULSA AQUÍ PARA ACCEDER A OTROS POEMAS DEDICADOS A LA ROSA
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Vino primero, pura, vestida de inocencia. Y la amé como un niño. Luego se fue vistiendo de no sé qué ropajes. Y la fui odiando, sin saberlo. Llegó a ser una reina, fastuosa de tesoros... ¡Qué iracundia de hiel y sin sentido! ...Mas se fue desnudando. Y yo le sonreía. Se quedó con la túnica, de su inocencia antigua. Creí de nuevo en ella. Y se quitó la túnica y apareció desnuda toda... ¡Oh pasión de mi vida, poesía desnuda, mía para siempre!
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Intelijencia,
dame
los que ya las olvidan, a las cosas; PULSA AQUÍ PARA LEER EL CONCEPTO O CRÍTICA DE POESÍA EN DIFERENTES AUTORES |
El
amor, ¿a qué huele? Parece, cuando se ama,
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Te bañabas, como la luna llena, en la secreta soledad umbría. Abrí los mirtos. Toda la alegría de tu escondite se tornó en mi pena. Dejando absorta la laguna y plena de llanto, huiste avergonzada y fría; y la noche al cruzar tú parecía que se trocaba toda en azucena. El blanco imán de tu carnal diamante la noche entera me llevó tras ti, y fuiste de oro, de carmín, de rosa... Al alba, el mar se puso por delante, y cual la primavera huir te vi desde la playa muda y dolorosa. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE SUEÑOS |
¿C ómo era, Dios mío, cómo era?¡Oh corazón falaz, mente indecisa! ¿Era como el pasaje de la brisa? ¿Cómo la huida de la primavera? T an leve, tan voluble, tan ligeracual estival vilano...¡Sí! Imprecisa como sonrisa que se pierde en risa... ¡Vana en el aire, igual que una bandera! ¡B andera, sonreír, vilano, aladaprimavera de junio, brisa pura!... ¡Qué loco fue tu carnaval, qué triste! T odo tu cambiar trocose en nada_¡memoria, ciega abeja de amargura!-, ¡no sé como eras, yo que sé que fuiste! PULSA AQUÍ PARA VER EL TRATAMIENTO DEL UBI SUNT? EN DIFERENTES POETAS PULSA AQUÍ PARA ESCUCHAR ESTE POEMA RECITADO POR JUAN RAMÓN JIMËNEZ |
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando. Y se quedará mi huerto con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes el cielo será azul y plácido, y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario. Se morirán aquellos que me amaron y el pueblo se hará nuevo cada año; y lejos del bullicio distinto, sordo, raro del domingo cerrado, del coche de las cinco, de las siestas del baño, en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado, mi espíritu de hoy errará, nostáljico... Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido... Y se quedarán los pájaros cantando.
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CUANDO
huía,
en un vuelo de tocas trastornadas,
me incendiaba el olor de todos sus secretos, |
Tu
sexo negro, suave como un plumón de pájaro,
Un
aroma sutil como de islas exóticas
Con
que tristeza, luego, como en un alba débil
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Después de la locura sin nombre del instante en que la besé toda en un delirio ciego, como un trofeo triste, saqué sobre mis labios un cabello de oro de su vientre de fuego. Roja como su sangre, ella tendió su mano y lo quitó enfada con sus suaves dedos; la rosa de su mano me acarició la barba y yo le puse los ornatos de mis besos. Luego, ¡cuánto reproche falso! Una negativa rotunda, terminante, dura como de hierro, que se deshizo en un instante, como espuma, al roce de una flor ardiente de deseo. |
(Jeanne)
¿Te acuerdas? Fue en el cuarto de los niños. La
tarde |
Como joya de carne como rosa de vida, desnuda te sentabas encima de mis piernas; eras como una rosa abierta en un ciprés, como una mariposa en una calavera. Dios creaba de nuevo el paraíso, si tu risa de oro y plata bordaba mi tristeza, yo venía del mundo de los muertos, tan sólo por tenerte en mis manos temblorosas y ciegas. Después la brisa, que eras tú, se fue cantando… se apagó el sol; ya nunca volvió el alba a la tierra… Y en la sombra constante, te perseguí, llorando como un niño, de cima en cima, en las estrellas… |
¡Dejadme; ya no quiero más que pensar en ella, que la tarde me mate con su melancolía! Soñar…pensar…hasta que el cuerpo no se oiga, hasta que el alma esté muerta en sí misma. Pensar para llegar a no pensar en nada o que ella viniera de pronto…sólo un día… que se muriera luego, pero que me guardara en el alma la luz de su dulce sonrisa. |
En
la ardentía del placer me has desnudado |
Cuando,
después de amarnos, te coges el cabello PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS ERÓTICOS |
Hasta
esta puras noches tuyas, mar, no tuvo PULSA AQUÍ PARA ESCUCHAR A JUAN RAMÓN RECITAR ESTE POEMA |
Mar PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE EL MAR/BARCOS |
Cesó
el clarín agudo, y la luna está triste.
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Todas las rosas blancas de la luna caían,
¡Oh su sexo con
luna! ¡Esencia indefinible
Era el
enervamiento del dolor... Y cual una |
Para dar un alivio a estas penas, que me parten la frente y el alma, me he quedado mirando a la luna a través de las finas acacias. En la luna hay algo que sufre, entre un nimbo divino de plata: hay algo que besa los ojos y que seca, llorando, las lágrimas. Yo no sé lo que tiene la luna, que acaricia, que duerme y que calma, y que mira en silencio al rendido con inmensas piedades de santa. Y esta noche que sufro y que pienso libertar de esta carne a mi alma, me he quedado mirando a la luna a través de las finas acacias. PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DEDICADOS A LA LUNA |
Sólo tú me acompañas, sol amigo. Como un perro de luz, lames mi lecho blanco; y yo pierdo mi mano por tu pelo de oro, caída de cansancio. ¡Qué de cosas que fueron se van... más lejos todavía! Callo y sonrío, igual que un niño, dejándome lamer de ti, sol manso. ...De pronto, sol, te yergues, fiel guardián de mi fracaso, y, en una algarabía ardiente y loca, ladras a los fantasmas vanos que, mudas sombras, me amenazan desde el desierto del ocaso.
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Te
tenía olvidado,
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TRASCIELO DEL
CIELO AZUL PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DEDICADOS AL CIELO |
Arriba
canta el pájaro PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS SOBRE ÁRBOLES/FRUTOS |
¡Ay
tus manos cargadas de rosas! Son más puras
¿Se
te cayeron de la luna? ¿Juguetearon
Mi
frente se serena, como un cielo de tarde,
¡Tus
manos entre sueños! Atraviesan, palomas PULSA AQUÍ PARA LEER POEMAS DEDICADOS A LAS MANOS
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Cuando, en el crepúsculo del pueblo, Platero y yo entramos, ateridos, por la oscuridad morada de la calleja miserable que da al río seco, los niños pobres juegan a asustarse, fingiéndose mendigos. Uno se echa un saco a la cabeza, otro dice que no ve, otro se hace el cojo... Después, en ese brusco cambiar de la infancia, como llevan unos zapatos y un vestido, y como sus madres, ellas sabrán cómo, les han dado algo de comer, se creen unos príncipes: -Mi pare tié un reló e plata. -Y er mío, un cabayo. -Y er mío, una ejcopeta. Reloj que levantará a la madrugada, escopeta que no matará el hambre, caballo que llevará a la miseria. . . El corro, luego. Entre tanta negrura, una niña forastera, que habla de otro modo, la sobrina del Pájaro Verde, con voz débil, hilo de cristal acuoso en la sombra, canta entonadamente, cual una princesa: Yo soy laaa viudiiitaa del Condeee de Oréé... ... ¡Sí, sí! ¡Cantad, soñad, niños pobres! Pronto, al amanecer vuestra adolescencia, la primavera os asustará, como un mendigo, enmascarada de invierno. -Vamos, Platero. . . |
Si tú vinieras, Platero, con los demás niños, a la miga, aprenderías el a, b, c, y escribirías palotes. Sabrías tanto como el burro de las Figuras de cera -el amigo de la Sirenita del Mar, que aparece coronado de flores de trapo, por el cristal que muestra a ella, rosa toda, carne y oro, en su verde elemento-; más que el médico y el cura de Palos, Platero. Pero, aunque no tienes más que cuatro años, ¡eres tan grandote y tan poco fino! ¿En qué sillita te ibas a sentar tú, en qué mesa ibas tú a escribir, qué cartilla ni qué pluma te bastarían, en qué lugar del corro ibas a cantar,di, el Credo? No. Doña Domitila _de hábito de Padre Jesús de Nazareno, morado todo con el cordón amarillo, igual que Reyes, el besuguero_ te tendría a lo mejor dos horas de rodillas en un rincón del patio de los plátanos, o te daría con su larga caña seca en las manos, o se comería la carne de membrillo de tu merienda, o te pondría un papel ardiendo bajo el rabo y tan coloradas y tan calientes las orejas como se le ponen al hijo del aperador cuando va a llover. .. No, Platero, no. Vente tú conmigo. Yo te enseñaré las flores y las estrellas. Y no se reirán de ti como de un niño torpón, ni te pondrán, cual si fueras lo que ellos llaman un burro, el gorro de los ojos grandes ribeteados de añil y almagra, como los de las barcas del río, con dos orejas dobles que las tuyas. PULSA AQUÍ PARA LEER RELATOS SOBRE ESCUELAS
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Entrando en la dehesa de los Caballos, Platero ha comenzado a cojear. Me he echado al suelo... _Pero, hombre, ¿qué te pasa? Platero ha dejado la mano derecha un poco levantada, mostrando la ranilla, sin fuerza y sin peso, sin tocar casi con el casco la arena ardiente del camino. Con una solicitud mayor, sin duda, que la del viejo Darbón, su médico, le he doblado la mano y le he mirado la ranilla roja. Una púa larga y verde, de naranjo sano, está clavada en ella como un redondo puñalito de esmeralda. Estremecido del dolor de Platero, he tirado de la púa; y me he llevado al pobre al arroyo de los lirios amarillos, para que el agua corriente le lama, con su larga lengua pura, la heridilla. Después, hemos seguido hacia la mar blanca, yo delante, el detrás, cojeando todavía y dándome suaves topadas en la espalda... |
Un día, el canario verde, no sé cómo ni por qué, voló de su jaula. Era un canario viejo, recuerdo triste de una muerta, al que yo no había dado libertad por miedo de que se muriera de hambre o de frío, o de que se lo comieran los gatos. Anduvo toda la mañana entre los granados del huerto, en el pino de la puerta, por las lilas. Los niños estuvieron, toda la mañana también, sentados en la galería, absortos en los breves vuelos del pajarillo amarillento. Libre, Platero, holgaba junto a los rosales, jugando con una mariposa. A la tarde, el canario se vino al tejado de la casa grande, y allí se quedó largo tiempo, latiendo en el tibio sol que declinaba. De pronto, y sin saber nadie cómo ni por qué, apareció en la jaula, otra vez alegre. ¡Qué alborozo en el jardín! Los niños saltaban, tocando las palmas, arrebolados y rientes como auroras; Diana, loca, los seguía, ladrándole a su propia y riente campanilla; Platero, contagiado, en un oleaje de carnes de plata, igual que un chivillo, hacía corvetas, giraba sobre sus patas, en un vals tosco, y poniéndose en las manos, daba coces al aire claro y suave. . .
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Platero juega con Diana, la belleza perra blanca que se parece a la luna creciente, con la vieja cabra gris, con los niños… Salta Diana ágil y elegante, delante del burro, sonando su leve campanilla, y hace como que le muerde los hocicos. Y Platero, poniendo las orejas en punta, cual dos cuernos de pita, la embiste blandamente y la hace rodar como la hierba en flor. La cabra va al lado de Platero, rozándose a sus patas, tirando con los dientes de la punta de las espaldañas de la carga. Con una clavellina o una margarita en la boca se pone frente a él, le topa en el testuz, y brinca luego, y bala alegremente, mimosa igual que una mujer… Entre los niños, platero es de juguete. ¡Con qué paciencia sufre sus locuras! ¡Cómo va despacito, deteniéndose, haciéndose el tonto, para que ellos no se caigan! ¡Cómo los asusta, iniciando, de pronto, un trote falso! ¡Claras tardes del otoño moguereño! Cuando el aire oscuro de octubre afila los límpidos sonidos, sube del valle un alborozo idílico de balidos, de rebuznos, de risas de niños, de ladreos y de campaniñas… PLATERO Y YO PULSA AQUI PARA LEER POEMAS SOBRE PERROS |
La niña llegó
en el barco de carga. Tenía la naricilla gorda, hinchada, y los ojos
de otro color que los suyos. En el pecho le habían puesto una
tarjeta que decía: “Sabe hablar algunas palabras en español. Quizá
alguien español la quiera”. PULSA AQUÍ PARA LEER RELATOS DE PROTAGONISTA INFANTIL |
EL RECTO |
LA PUERTA DE ALCALÁ
Allá, en lo alto de la calle de Alcalá, en un fondo vago de anochecer de oriente, en que la luna que se anunció tras ella mezcla su oro con las últimas rosas del día, que muere tras la Puerta del Sol, la puerta magna se ve aún, bella y sola, vagamente gris con la fronda del Retiro, oscura, encima… _Mis sueños han tenido cien veces esta vista prodigiosa, y la arboleda de detrás, en las metamorfosis del sueño, era ya pinar de Moguer, palmeras de Sevilla, castaños de Burdeos…, de Filadelfia, pero la puerta era siempre la misma, única y perfecta… |
LOS UNIVERSALES Aquí, bajo esta palma dorada del Retiro, cuyas estranjeras hojas dulces acaricia la luz, el alma del agua está temblando. Junto a este olmo forastero que gotea al sol del agua del surtidor plateado, veo pasar esta tarde, en largas hileras, las sombras de los universales españoles, tristes y pensativos. Son todos los que no se contentaron con el solar y la raza, los que no creían que fuera lo varonil el jesto brusco español y el denuesto colorado, los execrados por hablar con voz de todas partes, los ridiculizados por sentir las cosas que en España se siguen considerando como cosas de mujeres o de poetas…clásicos: la flor, el pájaro, el niño, la mujer delgada, en entretiempo, lo delicado en suma. Pasan, pasan bastantes y qué poco oídos. Son como el pájaro alto en el cielo abierto sobre el hueco cerrado, cobre el asno trabado, sobre el caimo con fin: Son los verdaderos españoles amigos de la vida, del hombre, de la eternidad. Nunca he visto tristeza más hermosa que la del Retiro aquella tarde. Entre el ramaje claro, de un verde casi amarillento, los pinos negros se veían aunque no se mirasen, y producían impresión, no de cosas, sino de sombras que fuesen llegando. He oído llorar a un árbol; en el tronco tenía voz fiera, y en las ramas alta voz de niño. También oí cantar al aire en la hojarasca. |
UN BANCO DEL RETIRO
Este banco viejo llovido y soleado es de todos, pero cada uno lo coje de manera distinta. Esa muchacha llega a él sofocada y corriendo y se sienta en el respaldo. El señor contoneado y despótico se sienta en medio y mira de mal humor al sol que está en un estremo. Esa señora no se sienta porque tiene arena. Esa muchacha se sienta en la mitad y deja la otra a su ensueño. Ese viejecito tímido se sienta en una esquinita y aun así pidiendo permiso al resto. A cada uno le da lo que pide este banco justo del jardín. |
LA CIBELES DE NOCHE Blanca con la luz de la calle de Alcalá en los ojos ciegos, se destaca sobre el terciopelo morado del cielo del anochecer. Los leones acaban de salir del agua, mojados, fríos, verdes. Los arbolitos de los surtidores la aíslan en un frondoso jardín musical de plata, gracia y oro, que corta la esencia de las acacias ya en flor. |
NEPTUNO Rosa la musculosa desnudez de piedra gris. Medicis de piedra camina a ras de adoquines, lento, como una tortuga, sin poder subir la cuesta de la Carrera. Los caballos se echan a tierra. Y él, con un jesto denodado, sigue imperando. El sol le pone la sombra movible del chorro de agua sobre el corazón y parece que se le anima el pecho. Neptuno vive, en su desnudez, una vida más fuerte que la de los huéspedes del Palace. |
RIMAS Mi libro Rimas lo traje yo, casi todo, de Burdeos. En el Sanatorio escribí poco más. Me lo copiaron J.P. y E.R. Yo entonces no correjía nada. Todo se imprimió tal como fue escrito de primera intención. Rimas fue un libro de descenso. El afán de ser natural y sencillo, como yo lo entendía entonces, después del “modernismo” de Nínfeas. Hay evidentes recuerdos de Bécquer, de Rosalía de Castro y de José J. Herrero, traductor de Kalidasa y de Heine, y un afán de encontrar el romance y el endecasílabo españoles, que habían de ser siempre la base de toda mi métrica y de mi prosa. La melancolía de aquellos días, en que la muerte de mi padre me había sacado bruscamente del mundo de ensueño en el que siempre había vivido, la separación brusca de lo mío y mi falta de voluntad de acomodación a lo nuevo, influyó también, sin duda, en el retorno a la sencillez. Yo necesitaba dejar correr mi pena, fácil y largamente, sin más belleza que la del hilo del llanto interior iluminado por el espíritu de poniente. Rompí mucho de Nínfeas, que no se acomodaba a mi visión de entonces _ese vicio lo he tenido siempre_ y que luego reconstruí, en parte, de memoria y lo incorporé a Rimas, cuyo primer título fue Paisajes del corazón. |
ARIAS TRISTES Durante varios meses no pude acostumbrarme a la aridez circundante, empapado como venía de Francia de verdor, humedad, dulzura, sensualidad. Mi sensibilidad de entonces no cojía aquello, barojiano, unamunesco. Vino la primavera _¿en 1902?_ y todo empezó a variar. El sol y la luna ya llegaban a mí a través de otras cosas más gratas. Mi reconciliación con Madrid empezó por las noches. Bajando al jardín o atisbando por las ventanas _al sur y al mediodía y al poniente del salón de mi cuarto, de algunos cuartos deshabitados, de las escaleras_, empezaron a brotar mis “Nocturnos” en el romance exclusivo que había aparecido en mí en Burdeos, una mañana de mayo:
Versos que en el verano adquirieron su plenitud. Luego, las “Arias otoñales” y los “Recuerdos sentimentales” vinieron con la reconciliación traída por la primavera. |
EL GUSTO DE LA POESÍA Música, belleza consciente. Me dicen estos y aquellos, movidas sombras de otros yoes en mí mismo: _¿A qué ese afán, esa insistencia, ese dinámico éstasis en tu obra? Desde los 40 años (tienes ya 43 y pico en este 1925) la vida jira deprisa por su órbita y, en su jiro vertiginoso, el maravilloso prisma coje, aquí y allá, inesperadamente, en alguna faceta, la luz negra de la anchurosa nada. El verdor, la desnudez, el agua inconciente, te esperan, no una hora, todo el día, toda la noche; y de ellos es de donde debieras ir cayendo, blandamente, como por una suave ladera, al pozo oscuro de lo feo definitivo. Todo ese papel, tan hermosamente escrito, impreso, se ha de manchar, borrar, deshacer, ir en el viento. ¿Qué te importa estar en la frente de los otros, el pecho de la otras, otras y otros que harán de ti, sin ti, lo que quieran? ¡Valiente billetito falso ese de la gloria! No te importe más que el platillo invisible de la balanza en cuyo platillo evidente hayas cojido la vida total, sea el platillo de la vida inmarcesible. Les respondo, me respondo, con la deliciosa canción del persa Abú Said :
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Y ESA ES
Cosas que no tenían importancia cuando las hicimos en los días corrientes, vuelven a nosotros en los días aciagos con una belleza arrobadora y limpia. Aquel jugar a la pelota con aquel elástico y bellos perro blanco, rosa y negro en la fachada fresca de la casa, aquella tarde de primavera; aquel sacar la punta a aquella olorosa, jugosa vara de fresno, en aquel descanso sofocado, junto a aquel dulce río; aquel subir a la azotea aquella noche con la inédita recién llegada a ver el mar; aquel sonreír a aquel pájaro que cantaba viéndonos desde su verde rama. Y esa es la poesía, más que el suceso extraordinario, hundido, olvidado por su peso en el aguaje de los días, sepultado en la playa ignota bajo arena y alga, como un taco inútil de naufragio.
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