Juan Vicente Piqueras

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Palmeras

Billete de ida o vuelta

Safari mental

PALMERAS

Nacemos de la sed. Somos palmeras

que van creciendo a fuerza de perder

sus ramas. Y sus troncos son heridas,

cicatrices que el viento y la luz cierran,

cuando el tiempo, el que hace y el que pasa,

ocupa el corazón y lo hace nido

de pérdidas, erige

en él su templo, su áspera columna.

 

Por eso las palmeras son alegres

como los que han sabido sufrir en soledad

y se mecen al aire, barren nubes

y entregan en sus copas

salomas a la luz, fuentes de fuego,

abanicos a dios, adiós a todo.

Tiemblan como testigos de un milagro

que sólo ellas conocen.

 

Somos como la sed de las palmera,

y cada herida abierta hacia la luz

nos va haciendo más altos, más alegres.

Nuestros troncos son pérdidas. Es trono

nuestro dolor. Es malo

sufrir pero es preciso haber sufrido

para sentir, como un nido en la sangre,

el asombro de los supervivientes

al aire agradecidos y estallar

de alta alegría en medio del desierto

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BILLETE DE IDA O VUELTA

Al nacido en aldea lo cría el horizonte

y se lo lleva un tren

cualquiera

cualquier tarde.

 

Su sencillo equipaje

es una certidumbre:

que la vida está lejos.

 

Pasa su adolescencia

mirando mapas, nubes,

gimiendo geografías,

arrodillado ante la diosa Irse.

 

Hasta que un día dado

toma un tren y se va

en busca de su voz

remota, y de su madre,

de la que huye para poder ser

y ha ido a la estación a despedirlo,

saca un pañuelo blanco

y se enjuga las lágrimas,

se suena, se abandona

a su papel de madre abandonada

mientras el tren se aleja

y la va convirtiendo

en un punto a lo lejos,

en un copo de culpa

que le pide: regresa.

 

Y él ve volar olivos, viñas, toros,

otras aldeas, días, años, nubes

en la pantalla de la ventanilla.

 

Atraviesa países y paisajes.

Echa de menos lo que no hallará.

Y vive huyendo de su porvenir,

tropezando en su piedra cada día,

avergonzado de sentir nostalgia

de todo lo que quiso abandonar.

 

Volver o no volver: es la cuestión,

se dice, y no es verdad,

pues no existe un allí adonde volver

ni un aquí donde decidir quedarse.

Sólo el temblor del tren donde lo escribe.

 

Aún no ha llegado a nada y sin embargo

le da vueltas a un verbo:

volver, volver, volver...

Repite la palabra

hasta que olvida lo que significa,

no sólo la palabra

sino estar pronunciándola

así, una y otra vez.

 

La vida es sólo ida

pero cree en la vuelta.

 

Y volverá a una aldea

que ya no será suya.

Y volverá a lugares

que ya no reconozca,

hasta que ya no sepa

nada de sí ni adónde

ni por qué está volviendo,

y volver se convierta

en un vuelo sin nido,

en vicio melancólico.

Hasta que un día vuelva a un funeral

que pondrá fin a lo que no lo tiene.

 

Al nacido en aldea

lo cría el horizonte

y se lo lleva el tren

una tarde cualquiera

hacia un mar de otro mundo,

hacia un lugar que no tiene estación

o una estación que no tiene lugar.

 

Es ya el tren, en su treno, en su latido,

quien repite volver volver volver,

y él oye el verbo el verbo el verbo

que se va haciendo carne,

que se va haciendo tarde.

 

Y de repente alguien

le dice que ha llegado a su destino,

que es final de trayecto.

Sale del tren vacío

a una estación desierta.

Al final del andén

ve a su madre que agita aquel pañuelo

como si se estuviese despidiendo

y en cambio está esperándolo

desde hace cuántos años.

 

Comprende que ha llegado a una ciudad

de la que nadie ha regresado nunca.

 

Los trenes, ya sin él,

siguen y seguirán yendo y viniendo.

 

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SAFARI MENTAL

             Armado de más miedo que valor

me fui, en un mes de agosto, de safari mental.

 

Cacé tigres que eran necesidades,

trepé jirafas, admiré gacelas,

avisté mi final, malherí un ñu,

les pregunté por ti a los elefantes.

 

Alguien me había dicho que la dicha

era feroz, felina. Fui a buscarla.

Quise cazarla y enjaularla en mí.

Nadie me había explicado que se trata

de una bestia que, presa, desfallece

y solamente sobrevive lejos.

 

Un día no sé dónde

leí que yo era África y ahora

vago en la selva de lo que no sé.

 

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