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Juan Carlos Suñén

Pues si ahora...

Espabílate, dice...

¿Y qué ciudad es esta...

Vuélvase harina...

Junto al rescoldo...

 

 

Pues si ahora te dejara mi cansancio,
como el pájaro deja su vuelo a la corriente
del aire, ¿a cuántas, dime,
tendría que negar;
y en cuántas lenguas, dime, andaría a empujones; ardería
saliente en cuántas cepas, condenado por tantas
que lamieron tus culpas sin saber cosa alguna de lo que yo
expiaba?
¿Y cuántas brasas, dime, habré de desandar
para decir adiós sin menoscabo,
al nombre en que he venido
a ser entre los hombres?
Fuera de ti la tierra también bebe.

De Por fortunas peores)

 

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 Espabílate, dice

que ya es tarde.

Íbamos al dolor sin desengaño:
teníamos la prisa de las navajas, sí,
pero ¿qué hicimos?

¿qué, cuando nos dijeron
de este lado ya no sois más, no hay nada,
esta es la raya de la edad, teneos?
Pero cuánta justicia, si bebimos
la juventud, la esbelta prisa, el verbo…
para que otros hiciesen su discurso a los postres:
barriesen las migajas
bajo el mantel de la viabilidad.

 

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¿Y qué ciudad es esta
que para otro se apremia bajo el gastado palio
de sus reclamos, bajo
sus pretenciosos pájaros sin resplandor?
Avergonzada en su ácida demanda,
¿cómo puede guardarse
tanta nostalgia para sí, la sola
vigilia toda para sí de un hombre,
entre la sucesión y la revuelta? ¿Y cuánto
haber salvado puede quien pagaba
copa los viernes en la sobremesa
de la mediocridad?

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(Vuélvase harina el pan bajo su blusa,
28 levadura el azogue en su espejo de leche.
Vuélvase tierra el diezmo,
harapo el atavío,
Hágase enigma mineral su tumba
que allí seguirá el hule).

(De La prisa)

 

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Junto al rescoldo ha dormido
un perro rojo como la miel. La boca
le sabe a color malva, a religión y a cuarzo.
El animal vigila cada gesto y su propio
miedo. No toma el pan de la mano.
Tampoco salta para atraparlo antes
de que llegue a la alfombra.

De El hombro izquierdo)

 

 

 

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