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José Ramón Ripoll

De todo este rumor...

¿Quién amarró mi cuerpo...

Como un río me recorre...

De todo ese rumor que configura
la playa, el firmamento, el mar, su orilla,
sólo un guijarro entre las manos
asevera quién soy
más allá de los dedos que lo tocan
y acarician su mineral sustancia.
En la fusión imperceptible
de mi huella en la piedra
se escribe cuanto he deseado
y no ha podido ser.
Devuelvo el tiempo al agua
y continúo escuchando su sonido.
Lo demás es paisaje y una deuda
que me ha ocultado la mirada.

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¿Quién amarró mi cuerpo a este madero
que en la playa se pudre lentamente
tras los inviernos solitarios?
¿De quién soy prisionero
y quién vigila la eternidad de esta condena?
Ciego de tiempo están mis ojos,
anclado ya en el mar mi pensamiento
y todo lo que queda entre las cuerdas
es nombre y voz vacía,
hueco del ser y la costumbre
de alcanzar en la espera
la clemencia de la disolución.
¿Quién borrará los signos
de haber sido palabra
y el monótono ritmo de esta herida?

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Como un río me recorre
este clamor interno
y dibuja el contorno
de la limitación.
Su ruido es balbuceo,
ni siquiera palabras
que digan o desdigan:
Son ascuas de una lengua
condenada al vacío,
el principio que brota
porque ha sido final.
En su terca costumbre
de ser materia viva,
ingrávida resuena
su voluntad de nada.
Ordena sus silencios
como una rosa abierta
y entona el contrapunto
de la luz y del viento.
Llama a la noche y entra
en el oscuro reino
de las sombras perpetuas
y allí se reconoce:
es el eco de un nombre,
la tinta de un escrito,
la huella de unos pasos
que ni vienen ni van.
Como un río me recorre
este clamor que nada
dice de mí, ni sabe,
ni le importa mi música.
Suena en el cuerpo, acalla
las eternas preguntas,
diluye el pensamiento
en su propio torrente
y borra mi figura.
Por la memoria esparce
su crepitar, quemando
la hojarasca que cubre
la conciencia y su valle.
Se apodera del tiempo,
hace suyo el paisaje
de mis días. Resuena
ya sin mí.

 

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