José Conde García 

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Lo que importa

¡Cuatro lustros!...

Neutralidad

A buena hora

Lo que importa
Me han detenido, si, pero inocente;
por Dios lo juro y por mi honor lo afirmo,
y si llegado el caso lo confirmo,
será sin arrebatos de demente.
Tranquilo, mesurado, displicente,
con sereno decir, que reafirmo,
con el nombre y la rúbrica que firmo
y noble condición de hombre valiente.
Poco importa, calumnia que te cebes,
que me quieras herir o me destroces,
pues tus torpes manejos, tan aleves,
mi conciencia rechaza, sin dar voces.
Y esto es lo que importa en la jornada:
¡que la conciencia no acuse de nada!

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¡Cuatro lustros! ¡Veinte años de prisión!

¡Gran pena con que apenan mi inocencia!

Pero, ¿domina el mundo la demencia

o es, tal fallo, escarnio e irrisión?

¿Se perdió totalmente la razón?

¿Nadie hay, nadie, que abogue con solvencia

e interprete un estado de conciencia

dominante en la pública opinión?

Los vecinos y amigos, esa gente

que más de veinte años me trataron;

los adultos y niños que enseñara,

¿no hay, en fin, quien se apreste diligente

a declarar calumnia deprimente

el infame baldón que me manchara?

 

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Neutralidad

Desde el Rin al Mosela, se guerrea;

la línea “Maginot” y la “Sigfrido”

dejan oír el trágico estampido

de cañones que animan la pelea.

 

Cuando al final de la contienda sea,

 

extenso territorio destruido

dirá que luchador enardecido

destrozó del contrario la ralea.

Bien pudiera que Francia y Alemania,

que Inglaterra, Polonia y hasta Italia,

concertada una paz –como en Westfalia-,

comprendan, tardíamente , su vesania.

¡Qué España, aún sangrante y dolorida,

permanezca neutral en la partida!

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¡A buena hora!

El era un jovenzuelo que apuntaba

el ímpetu, callado, del deseo;

era ella una mujer que atesoraba

la clásica belleza en su apogeo.

A hurtadillas, el joven la admiraba

sus encantos, en dulce regodeo;

la mujer al muchacho degustaba

en deleitoso, interno paladeo.

Los dos se deseaban, está claro,

y “el qué dirán” contuvo sus ardores,

proceder que en el mundo es nada raro.

Mustios y relegados gladiadores,

piensan hoy, con dolor, clarividentes,

en sus dudas y miedo impertinentes.

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