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José Antonio Labordeta

Todos los Santos en Albarracín

Te he visto envejecer

Érase una vez

Canto a la libertad

 

TODOS LOS SANTOS EN ALBARRACÍN

Silenciosa la anciana
reza en tu cementerio. Corre la niña.
El cielo está pendiente de la roca.
Aire sobre la muralla,
detenido,
como un lamento,
como una larga frase derrumbada.

Guadalaviar torcido, ausente,
lames, ceremonioso, la roca
que desciende.

Albarracín,
quilla de piedra,
rojo penacho de cuestas y de arcadas,
sobre ti duerme el tiempo,
sólo pervive el agua.

(Las sonatas)

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TE HE VISTO ENVEJECER

 

Te he visto envejecer entre mis manos,
mis caricias _tus manos me abrazaban
un día y otro día_ sin poder detenerte,
detenernos.

Tus ojos querían para mí
las cosas dulces, suaves,
aunque tú ya sabías lo violenta,
dura y desolada,
que está la vida. Y una vez,
y otra vez, me hablabas del camino.

Y ya hoy
_Ana y Ángela, mis hijas,
te recuerdan_ te veo como nunca lo hice:

Agobiada por años y más años,
por palabras y ausencias,
por dolores.

Quisiera para ti
toda la paz del mundo. Toda la paz
que no pudimos darte.

(Cantar y callar)

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ÉRASE UNA VEZ (VII)

Paseamos de día tarde y noche
hasta alcanzar el fin del mundo
creyendo ver la aurora en todas partes
y tus manos _como lentos
labios acariciándome_ me anunciaban
la cotidiana esperanza de los ojos.

Avenidas felices
ríos varados islas lejanas en nuestros oídos
repitiendo la voz incontenible de papá
siempre con su nostalgia pacífica
libre casa.
Éramos tan amor
tan ojos vivos tan esperanza
que la dolida mezcla del otoño
nunca llegaba hasta nosotros.
(Tribulatorio)

 

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CANTO A LA LIBERTAD

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad.

Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

Sonarán las campanas
desde los campanarios,
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.

Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
por empujar la historia
hacia la libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver;
pero habrá que forzarla
para que pueda ser.

Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad,
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad.

Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.

 

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