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José Ángel Buesa

Amor prohibido

El pozo seco

Poema de los besos

Canción del amor lejano

Amor prohibido

Solo tú y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frío,
porque nadie sospecha que es falso tu desvío,
ni cuánto amor esconde mi gesto indiferente.

Solo tú y yo sabemos porqué mi boca miente,
relatando la historia de un fugaz amorío;
y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío...
y aún nos arde en los labios algún beso reciente.

Solo tú y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la sombra de este surco vacío,
porque su flor profunda no se ve, ni se siente.

Y así, las dos orillas, tu corazón y el mío,
pues, aunque las separa la corriente de un río,
por debajo del río se unen secretamente.

 

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El pozo seco

Dejé mi copa en el brocal maldito.
Grité hacia abajo, hacia el profundo hueco,
pero el coro sarcástico del eco
me devolvió multiplicado el grito.
Llegaba tarde: el pozo estaba seco.

Un gran golpe de viento llenó el pozo,
y, al recorrer su vertical garganta,
en su más honda hondura oí un sollozo,
donde cantaba el agua y ya no canta...

Brillaba entonces la primera estrella,
pero el anochecer amanecía
cuando me puse a comparar aquella
profunda sed del pozo con la mía.

Y allí dejé mi copa abandonada,
con un tardío gesto de homenaje
por quien se supo dar sin pedir nada
al que calmó su sed y siguió el viaje...

Y allí, junto al brocal ennegrecido,
y el cubo roto y la inservible rueda,
comprendí que no cabe en el olvido
la ingratitud de un agua que se ha ido
ni el espanto de un pozo que se queda...

 

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Poema de los besos

¡Y ante mi abrazo te sentí rendida!...

 y ante tu sumisión, mis besos sabios

 pusieron a temblar entre tus labios

 ansias de amor y de placer y vida!...

 *

 Fue un instante no más, uno de esos

 siglos-instantes que el amor nos brinda,

 prometiéndole un lauro al que se rinda

 primero en la batalla de los besos!...

 *

 Lo ves, mujer... No cabe en la materia

 la espiritualidad de lo insensible;

 todo es vencido ante el irresistible

 empujón de la carne y su miseria....

 *

 Y te sentí temblar como la fronda

 al soplo tibio de la brisa vaga ,

 cuando en su trino el ruiseñor divaga

 y peina el sol su cabellera blonda...

 *

 Y te sentí temblar como la onda

 que su quietud sobre la arena apaga,

 y como el ave que sin rumbo vaga

 y un circulo invisible traza y ronda.

 *

 Y te sentí languidecer al peso

 de mis labios, al peso de un gran beso

 que perfumó en tus labios a un suspiro,

 tal como languidece en la laguna

 un cisne enamorado de la Luna,

 al no hallarla en el cielo de zafiro...

 *

 Y te sentí latir, tal como late

 al manotazo del ciclón la hoja,

 como en la espada late, humeante y roja,

 la sangre que bebiera en el combate;

 tal como el sauce que su frente abate

 cuando la nube en su aflicción lo moja,

 o como el océano que se enoja

 y en el escollo solitario bate.

 *

 Y te sentí vencida, con el lento

 y anhelado y temido vencimiento

 del sol, cuando la Noche abre la puerta

 del negro templo de su Dios ignoto;

 y te sentí dormida, como un loto

 en la serenidad de un agua muerta!...

 *

 Y te sentí anhelante y temblorosa

 cual la irisada espuma de un torrente;

 como un lucero en la región silente,

 insinuando una seña misteriosa;

 cual la palma que agita, rumorosa,

 su abanico de jade, lentamente,

 como despunta en un jardín durmiente

 el milagro de gracia de una rosa;

 y cual la cierva cuando la acorrala

 la jauría-, cual ave moribunda

 que pliega triste su ya inútil ala.

 Y adoré tu sensual melancolía

 llena de rendición meditabunda,

 y te sentí profundamente mía...

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Canción del amor lejano

Ella no fue entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más, y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene mas reflejos.

Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.

Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en un cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.

Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre la llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.

Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.

Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más ... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

 

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