Joaquín González Losada

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El monago

Exageraciones

La confesión

El último encargo

 

EL MONAGO

He aquí un modelo de aprendiz de cura;

rapaz, astuto, hipócrita, taimado,

en el templo es humilde y resignado,

en la calle perversa criatura.

No hay vela que con él esté segura,

burla de los cepillos el candado,

y en cuanto pilla al sacris descuidado

las vinajeras insolente apura.

En los conventos suele hacer carrera,

mas ¡ay! en las parroquias no da un paso,

y sólo un triste porvenir le espera.

Pues suele acontecerle algún fracaso

con cualquier tenientillo calavera...

como el de San Ginés... pongo por caso.

 

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EXAGERACIONES

_¿Qué se dice en el pueblo? ¿Qué murmura

de mí esa ingrata y pervertida gente?

_preguntó al sacristán, su confidente,

un párroco rural de Extremadura.

_Dicen... ¡qué atrocidad!... una impostura.

_Háblame sin rodeos, francamente.

_Pues no hay por aquí chico viviente

que no le pertenezca, señor cura.

Lanzó un suspiro místico frailuno

el pater, y exclamo: ¡Voto a mil santos!

¡cómo exageran las flaquezas de uno!

Me gustan de las hembras los encantos,

y esos chicos... tal vez... tal vez alguno...

pero ya tantos, no. No, ¡ya no tantos!

 

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LA CONFESIÓN

-¿Y te enmendaste ya de aquel pecado?

_No, Padre, no he podido, harto lo siento:

sigo amando a la niña de Sarmiento

y a la consorte de Simón Cuadrado.

_¡Réprobo! ¡Libertino! ¡Condenado!

_Un día, tras las tapias del convento

hablé a Juana... _¿Tú ignoras el tormento

que Satanás te tiene reservado?

_Otra vez en la senda del cortijo...

_¡Piensa en la eternidad! ¡Piensa en la muerte

_Después en el molino... _Amado hijo,

no puedo de tus culpas absolverte_.

Fuese el joven y luego el cura dijo:

_Pero ¡qué atrocidad! ¡Jesús, qué suerte!

 

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EL ULTIMO ENCARGO

No me duele encontrarme en este lecho

abocado por fin a la agonía.

Me muero... la mirada se extravía...

me falta el aire... se me oprime el pecho...

Sé, Carmen, que al sepulcro voy derecho.

¿Qué no?... Lo sé muy bien, esposa mía.

Sé que el primer fulgor del nuevo día

ha de alumbrarme en ataúd estrecho.

Lo sé todo, mujer, mas no me apura;

como a todo mortal, llegome el plazo;

mañana dormiré en la sepultura.

¡Adiós, Carmen!... ¡Adiós!... Dame un abrazo...

Carmen... ¡Por caridad! Si viene un cura...

que le den de mi parte un estacazo.

 

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