Joao Pinto Delgado

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Lamentaciones de Jeremías

 

 

Poema de la reina Ester

 

Lamentaciones de Jeremías

Los desterrados vendran
Al nuevo Templo a vivir,
Y a quien hicieron servir.
Tus Reyes le serviran

Sagrada Jerusalem
Dulce bien, dulce memoria,
Viva en nos, si no la gloria,
La memoria de tu bien.

¿Cuál desventura, oh ciudad,
ha vuelto en tan triste estado
tu grandeza y majestad,
y aquel palacio sagrado
en estrago y soledad?
¿Quién á mirarte se inclina
y á tus muros derrocados
por la justicia divina,
que no vea en tus pecados
la causa de tu ruina?
¿Quién te podrá contemplar,
viendo tu gloria perdida,
que no desee que un mar
de llanto sea su vida
para poderte llorar?
¿Cuál pecado pudo tanto
que no te conozco agora?
Mas, no advirtiendo, me espanto
que tú fuiste pecadora,
y quien te ha juzgado Santo.
En ofenderle te empleas
ya por antigua costumbre
y en errores te recreas,
y así no es mucho que veas
tus libres en servidumbre.
Tus palacios y tus puertas
fueron materia á la llama
en esas calles desiertas,
por émulos de tu fama
en tus miserias abiertas.
Por tus plazas y rincones
miro por ver si pasea
alguno de tus varones,
porque crea á sus razones,
cuando á mis ojos no crea.
Mas vano es este deseo;
que animales sin razon,
sin dueño, balando veo,
que no articulando el son
certifican lo que creo.
Aunque se encienda mi pecho
llamando, siempre callaron
tus hijos en su despecho,
como sus dioses le han hecho
que por engaño llamaron.
La causa porque caiste,
y porque humilde bajaste
de la gloria en que te viste,
fué la verdad que dejaste,
la vanidad que seguiste.
Ya no eres la princesa
de todas otras naciones:
ya tu altivez es bajeza.
Tu diadema y tu grandeza
se han vuelto en tristes prisiones.
Ya tu palacio real
humilde cubre la tierra
en exequia funeral:
la paz antigua es la guerra,
y el bien antiguo es el mal.
Si fuiste al Señor contraria,
de los pecados el fruto
son tu cosecha ordinaria,
ha sido el mismo tributo
por quien te ves tributaria.
No solo viste perder
la honra que te adornó;
mas tus hijos perecer,
que el Señor los entregó
al mas tirano poder.
¿Cómo se puede alentar
tu pueblo entre su gemido,
llegando á considerar
lo que seguir ha querido,
lo que ha querido dejar.
Llorando dice: “¡Ay de mi!
¿dónde estoy? ¿dónde me veo?
¿ó quien me ha traido aquí?
¡tan cerca lo que poseo!
¡tan lejos lo que perdí!”
Lloren al fin entre tanto
que no descansa su mal,
y obliguen al cielo santo;
que no puede ser el llanto
á sus delitos igual.”

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Poema de la reina Ester

No os sea molesto a vos,

todos los pasantes,

carrera, y ved si hay dolor

 como mi dolor,

que vino a mí,

que afligió al Señor

en día de ira de su furor.

[JEREMíAS, Lament.]

¡Oh vosotros que pasáis,

y el extremo a que he llegado

por dicha no imagináis,

vuestro paso apresurado

tened, porque me veáis!

De vuestra lástima fío

que, si con el Oceano

 no puede medirse un río,

digáis que dolor humano

no puede igualarse al mío.

De aquello que se edifica

y más su firmeza alaba,

su fin la fama publica,

que lo que el tiempo fabrica

 el mismo tiempo lo acaba.

No fue mi rüina así,

que al punto que me olvidé

 del cielo a quien ofendí,

sin tiempo el tiempo llamé

 para vengarse de mí.

Llamándome santidad,

 los efetos de mis manos

 eran justicia y verdad,

mas, como se han vuelto vanos,

 siguieron la vanidad.

Llorando el daño Israel

del incauto atrevimiento

del ídolo de Betel,

yo, en lugar de escarmiento,

 seguí los errores dél.

Yo fui la viña cercada

y del rocío celeste

era mi planta bañada;

mas, siendo mi fruto agreste,

 fui de gentiles pisada.

La torre, que en medio della,

mi amado me fabricó,

fue la casa santa y bella

y, sin merecerla yo,

quedé perdida en perdella.

El bien fundado lagar,

 tan firme en mi beneficio,

 ha sido el sagrado altar

 donde se vio derramar

la sangre por sacrificio.

Y viendo que mi pecado

 el fruto era de mi gusto,

con justa razón airado

el Señor, como es tan justo,

con ira me ha vendimiado.

De Canaán he procedido,

 siendo Amorreo mi padre,

que este bien no ha conocido,

y como Hetea, mi madre,

 entre inmundicia he vivido.

Volvió mi tiempo de amor

y el que desnuda me vio,

me cubrió de su favor,

de precioso valor

yas y prendas me dio.

La diadema, que segura

creía que estaba en mí,

 a seda y la bordadura

 hicieron volverme así,

confiada en mi hermosura.

De mis vestidos tomé,

y de diversas colores

mis altares fabriqué,

y fui tras mis amadores,

y el verdadero dejé.

Fui para mí tan cruel,

que sólo a quien me ofendía

 he sido amante fiel,

y el don que a mí me debía,

yo misma le he dado a él.

Por esto extendió su mano

 el Señor, de mí ofendido,

y agora sé lo que gano

en despertar de mi olvido

 con la espada del tirano.

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