Jesús Munárriz

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Poeta

Las luces del amanecer...

Perspectiva

Quedar

Saikaku

POETA

Sabes _y sueles_ hacer el amor
como el poeta construye sus versos:
con acordada mezcla
de pasión y sistema
(y no digo artificio),
de música, entusiasmo,
intuición y saber.
Precisas emociones
las transformas en ritmo
y melodiosa fantasía
enriquece tus gestos;
sabrosa perversión
los enloquece.
Cuando estás inspirada,

 que es bastante a menudo,
me transportas a límites

nunca antes alcanzados.
De poeta a poeta:
enhorabuena.
¿Cómo podría hacerme
con tus obras completas?

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Las luces del amanecer
abren caminos que cruzan la noche,
se acerca un nuevo día y tú
vas a tener que abandonarme.

Ahora descansas junto a mí,
sueñas que te has quedado para siempre,
sonríes con la placidez
de quien no tiene recovecos,

pero la luz está ya ahí,
ya han despertado los gorriones,
se oye la vida que aletea
y anuncia nuestra despedida.

Porque te tienes que marchar
aunque ni tú ni yo lo deseamos,
vas a dejar un hueco en mí
de dimensión aterradora,

porque te vas de este país
y de este cuerpo mío, y de estos besos,
y no sé qué va a ser de ti
ni si alguna vez nos veremos.

Llega la luz, te digo adiós
sin despertarte, dulcemente,
luego me inclino hasta tu oído
para darte los buenos días.

 

 

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PERSPECTIVA

Hay días que parecen bodegones cubistas:
todo tiene joroba
o se parte en mitades
desiguales,
todo está lleno de ángulos,
todo cae revuelto como torre de naipes
derrumbándose,
o revuelto se escapa como mazo
de globos dispersándose,
todo es en blanco y negro,
en ocre y gris,
todo es plano, replano,
todo se despedaza.

Y sin embargo,
en su conjunto
algo
liga los elementos, los interrelaciona,
el desconcierto
cobra un sentido nuevo
y el efecto final
acaba siendo armónico,

aunque sólo se ve,
apagada la luz,
desde la cama.

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QUEDAR

Quedar, quedar, quedar, como enterrados
vivos a los que va faltando el aire,
esta única obsesión: sobrevivir
cuando la nada acabe con nosotros.

Quedar, quedar, quedar, dejar un rastro
de que un día existimos, fuimos alguien,
vengarnos del callar definitivo
con este grito que llamamos arte.

Quedar, quedar, quedar, sobrevivir
aunque sea tan sólo unos segundos,
como enterrados vivos cuyas huellas
arañan la madera de la caja en que yacen.

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SAIKAKU

Soy una prostituta japonesa
del siglo diecisiete,
joven, bella

Hago el amor a un comerciante
para quien quemo áloe, templo sake
y samicén, y desciño mi faja
lentamente

El fulgor en la noche

De amanecida pedirá papel,

pincel , le haré la tinta,
y esbozará unos signos
elegantes

Hallaré aquella noche varios siglos más tarde
leyendo a Saikaku

Aquel fulgor.

 

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