Isabel Alamar

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Litoralmente hablando

Potencia labial

¿Sabías que...?

Mundo femenino

LITORALMENTE HABLANDO:

Tierras resbaladizas,

tierras movedizas

son tus labios.

Ab initio la insistencia

atormentada de tu aliento.

At that moment el leit-motiv

de tu saliva subyugada.

Esa marea volátil y boreal,

que arrastra a mi lengua.

A decir verdad este ying-yang

consigue levantarme del living

y llevarme hasta la chambre,

donde un tumulto, un pálpito, un aluvión

de brasas balsámicas e incendiarias,

que se demoran en todos los adverbios

posibles acabados en -mente

nos espera...

Nos aguarda...

 

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POTENCIA LABIAL
Potenciaré tus labios
con mi saliva adhesiva,
con mi textura de loba arcaica,
con mi cultura hecha tiros,
con mis uñas de laca.
Potenciaré, sea cómo sea, tus besos
como brocados
y su influencia de almíbar,
y lo haré con mis hebras de savia,
con mis tejidos tejanos,
con mis tijeras de plata.
(de A la intemperie de tu boca)

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¿SABÍAS QUE...?

Que el deseo tiene forma

de triángulo en la mujer;

y en el hombre de varita mágica.

Que los movimientos de bocas

nos conducen de estación en estación amorosa,

y tiro porque me toca.

Que cuando la lluvia arrecia

el deseo crece con ella, se expande con ella,

Y también bulle y palpita.

Que las lágrimas que se vierten por amor

tienen sabor a mermelada agridulce.

 

 

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MUNDO FEMENINO

El mundo en que vivimos es un mundo en género masculino:

un mundo de políticos, empresarios, abogados, banqueros...

Que habitan en la cúspide misma del dominio profesional.

Y, por otro lado, aún en penumbra, emerge un nuevo mundo

femenino, que ha de enfrentarse a un montón de barreras;

pero, que avanza, imparable cada día.

Yo pertenezco y habito en ese mundo.

Y es que frente a ese gran mundo acabado en –o,

tenemos el pequeño y mediano mundo acabado en –a,

donde el primer puesto lo ocupan, sin duda, las amas de casa,

después vienen las peluqueras, secretarias, maestras, enfermeras...

No en vano, de pequeños, a los chicos les enseñaron a jugar a los conflictos

y a las guerras o a los coches de carreras, preparándoles para ser hombres:

fuertes, duros e independientes;

mientras que a nosotras, las chicas, nos enseñaron a jugar a papás y mamás,

a maquillarnos y vestirnos bien, con gusto y precisión,

para gustarles a ellos, los chicos.

Y, sobre todo, nos dijeron de pequeñas y de no tan pequeñas:

que fuéramos siempre buenas chicas, modositas y calladitas;

que nos mostrásemos siempre alegres, guapas y encantadoras.

En fin, que no dejásemos nunca de ser niñas.

 

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