índice

Goya Gutiérrez

Benarés

Ciudad de los amantes

Escribiendo lo que huye

Benarés

Aunque penetres lentamente,
al principio no sabes
si estás en un infierno,
pero el olor a polvo
de ruedas, pies desnudos,
pezuñas y pedales
es terroso y terreno.
Y el flujo inagotable,
de embarrancado río
de gentes y animales
sacrílego, en las calles
del elegido puerto
y Útero de la muerte.

Bajo nubes de incienso
llama el fuego a los muertos
engalanados y dispuestos
hacia el altar, lugar de inicio
que no cambia.

No hay luto en esta noche
candente de sus carnes
crepitando en el viento.

En la quietud del cielo
desnudo que amanece,
devolverá el aire
al agua su principio.

Navegará,
entre ceniza y lodo.
alboreará,
el mundo liberado
del perpetuo regreso

Del libro "La mirada y el viaje"

 

ir al índice

Ciudad de los amantes

entre las diagonales de su cuerpo
mis pasos indecisos te buscaban,
huyendo de esos túneles inmensos
que engullen el metal
de los atardeceres,
y traspasan como agujeros negros
la ciudad y sus sueños las espumas,
aleteaban crepúsculos del último verano
archipiélago en la arena
de sus brazos,
se presentaba octubre vestido
de promesas,
noviembre cobijaba el temblor
de caderas aún frescas
que ya diciembre helaba,
y sus noches violetas derramaban
esperas

paseábamos las horas de ida y vuelta
hacia aquellas afueras
de ciudad,
donde los arrabales
tiñen con su cemento
el humo engendrado de las fábricas,
y motores impúdicos violan
silencios
de jóvenes amándose en parcelas
sin dueño,

ya ascienden por los muros buganvillas,
colorean el aire presagian primaveras,
presencian las ágiles piernas decididas
de la mujer hacia una cita a ciegas,
¿y adónde estabas tú cuando el amor
empuja desde el mar como un útero?

allí, junto a la brasa de despierta
luna, el cálido remanso de tus ojos,
el agua de tus brazos
regresando
mi cuerpo hacia otros túneles
de océanos de mares y desiertos,

aquí, dentro de nuestros pechos
que agolpaban las noches y los días
destejiendo,
para al fin encontrar
la hebra de seda
que el amor escondía en sus dominios

Del libro "La mirada y el viaje"

 

ir al índice

Escribiendo lo que huye

                                                                                                                          Tengo un rostro lacerado por arrugas secas.
                                                                                                                              Margarite Duras


El amante de rasgos afilados
y manos de marfil
tiene una cueva en el pecho
atravesada por hielos milenarios

El amante de la China del Norte
sostiene siglos en los hombros
a cambio de un oro viejo
que hunde también sus manos
en lo obsceno
Semejante a la miseria
de los que nada poseen

Leo los brazos de los tilos abriéndose
Cubriendo el verdepálido
de la noche Indochina
Reconozco a la niña de piel blanca
resucitada de millares de muertes
Dolor de desterrada
más anciana que el tiempo
Sabia como el oído y el ojo
que hacia dentro atesoran
filtrando un elixir:

(latido universal)
Con que una mano pueda los metales fundidos
al calor desnombrar

Escribiendo lo que huye

De "Ánforas"

 

ir al índice

IR AL ÍNDICE GENERAL