Fray Diego Tadeo González

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A un orador contrahecho...

Estaba Mirta bella...

A Lisi malagueña

A UN ORADOR CONTRAHECHO, ZAZOSO Y SATÍRICO

 

Botijo con bonete clerical,  

 que viertes la doctrina a borbollón,  

 falto de voz, de efectos, de emoción,  

 lleno de furia, ardor y odio fatal;  

 

 la cólera y despique por igual 

 dividen en dos partes tu sermón,  

 que, por tosco, punzante y sin razón,  

 debieras predicárselo a un zarzal.  

 

 ¿Qué prendas de orador en ti se ven?  

 Zazoso acento, gesto pastoril, 

 el metal de la voz cual de sartén,  

 

 tono uniforme cual de tamboril.  

 Para orador te faltan más de cien;  

 para arador te sobran más de mil.

 

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Estaba Mirta bella

cierta noche formando en su aposento,

con graciosos talento,

una tierna canción, y porque en ella

satisfacer a Delio meditaba,

que de su fe dudaba,

con vehemente expresión le encarecía

el fuego que en su casto pecho ardía.

 

Y estando divertida,

un murciélago fiero, ¡suerte insana,

entró por la ventana!

Mirta dejó la pluma, sorprendida,

termió, gimió, dio voces, vino gente;

y al querer diligente

ocultar la canción, los versos bellos

de borrones llenó, por recogellos.

 

Y Delio, noticioso

del caso que en su daño había pasado,

justamente enojado

con el fiero murciélago alevoso,

que había la canción interrumpido,

y a su Mirta afligido,

en cólera y furor se consumía,

y así a la ave funesta maldecía.

 

“Oh monstruo de ave y bruto,

que cifras lo peor de bruto y ave,

visión nocturna grave,

nuevo horror de las sombras, nuevo luto,

de la luz enemigo declarado,

nuncio desventurado

de la tiniebla y de la noche fría,

¿Qué tienes tú que hacer en donde está el día?”

 

“Tus obras y figura

maldigan de común las otras aves,

que cánticos suaves

tributan cada día a la alba pura;

y porque mi ventura interrumpiste,

y a su autor afligiste,

todo el mal y desastre te suceda

que a un murciélago vil suceder pueda”.

 

“La lluvia repetida,

que viene de lo alto arrebatada,

tan solo reservada

a las noches, se oponga a tu salida;

o el relámpago pronto reluciente

te ciegue y amedrente;

o soplando del Norte recio el viento

no permita un mosquito a tu alimento”.

 

“La dueña melindrosa,

tras el tapiz do tienes tu manida,

te juzgue inadvertida

por telaraña sucia y asquerosa,

y con la escoba al suelo te derribe;

y al ver que bulle y vive

tan fiera y tan ridícula figura

suelte la escoba y huya con presura”.

 

“Y luego sobrevenga

el juguetón gatillo bullicioso,

y primero medroso

al verte, se retire y se contenga,

y bufe, y se espeluce horrorizado,

y alce el rabo esponjado,

y el espinazo en arco suba al cielo,

y con los pies apenas toque al suelo”.

 

“Mas luego recobrado,

y del primer horror convalecido,

el pecho al suelo unido,

traiga el rabo del uno al otro lado,

y cosido en la tierra, observe atento;

y cada movimiento

que en ti llegue a notar su perspicacia

le provoque al asalto y le dé audacia”.

 

“En fin, sobre ti venga,

te acometa y ultraje sin recelo,

te arrastre por el suelo,

y Acosta de tu daño se entretenga,

y por caso las uñas afiladas

en tus alas clavadas,

por echarte de si con sobresalto,

te arroje muchas veces a lo alto”.

 

“Y acuda a tus chillidos

el muchacho, y convoque a sus iguales

que con los animales

sueles ser comúnmente desabridos;

que a todos nos dotó naturaleza

de entrañas de fiereza,

hasta que ya la edad o la cultura

nos dan humanidad y más cordura”.

 

“Entre con algazara

la pueril tropa, al daño prevenida,

y lazada oprimida

te echen al cuello con fiereza rara;

y al oirte chillar alcen grito

y te llamen maldito;

y creyéndote al fin del diablo imagen

te abominen, te escupan y te ultrajen”.

 

“Luego por las telillas

de tus alas te claven al postigo,

y se burlen contigo,

y al hocico te apliquen candelillas,

y se rían con duros corazones

de tus gestos y acciones,

y a tus tristes querellas ponderadas

correspondan con fiestas y carcajadas”.

 

“Y todos bien armados

de piedras, de navajas, de agijones,

de clavos, de punzones,

de palos por los cabos afilados

(de diversión y fiestas ya rendidos),

te embistan atrevidos,

y te quieten la vida con presteza,

consumando en el modo su fiereza”.

 

“Te puncen y te sajen,

te tundan, te golpeen, te martillen,

te piquen, te acribillen,

te dividan, te corten y te rajen,

te desmiembren, te apartan, te degüellen

te hiendan, te desuellen,

te estrujen, te aporreen, te magullen,

te deshagan, confundan y aturullen”.

 

“Y las supersticiones

de las viejas creyendo realidades,

por ver curiosidades,

en tu sangre humedezcan algodones,

para encenderlos de la noche oscura,

creyendo sin cordura

que verán en el aire culebrinas

y otras tristes visiones peregrinas”.

 

“Muerto ya, te dispongan

el entierro, te lleven arrastrando,

gori, gori, cantando,

y en dos filas delante se compongan;

y otros, fingiendo voces lastimeras,

sigan de plañideras,

y dirijan entierro tan gracioso

al muladar más sucio y asqueroso;

 

y en aquella basura

un hoyo hondo y capaz te faciliten,

y en el te depositen,

y allí te den debida sepultura;

y para hacer eterna tu memoria,

compendiada tu historia

pongan en una losa duradera,

cuya letra dirá de esta manera:

Aquí yace el murciélago alevoso

que el sol horrorizó y ahuyentó el día,

de pueril saña triunfo lastimosos,

con cruel muerte pagó su alevosia;

no sigas, caminante, presuroso,

hasta decir sobre esta losa fría:

Acontezca tal fin y tal estrella

a aquel que mal hiciere a Mirta bella”.

 

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A Lisi malagueña

Ni la rubia Calipso

mostró mayor terneza

cuando de la isla Ogigia

Ulises se le ausenta;

ni la famosa Dido

hizo mayor fineza

subiendo al alto techo

a ver partir su Eneas;

como ha debido a Lisi

divina malagueña

el malhadado Delio,

a quien la suerte fiera

dio la dicha de amarla

al tiempo de perderla.

Yacía en blando lecho...

¡Oh Delio! ¡Cuánto yerras,

pues dices que yacía

la vida que te alienta!

En blando lecho estaba

de mil cuidados llena,

que el sueño de la noche

de sus ojos alejan.

El ruido del caballo

lleva la triste nueva

a Lisi de que Delio

para siempre se ausenta,

y toda poseída

de singular fineza

el frío despreciando,

(que otro fuego la quema)

salta del casto lecho

sin buscar más decencia,

que la que al acostarse

previene una doncella.

El cabello sin orden

claramente demuestra

cuanto aventaja al arte

la fiel naturaleza.

El cambray delicado

avaro, y cruel intenta

cubrir el blanco pecho

tesoro de belleza,

y en parte lo consigue;

pero a la vista deja

dos breves hemisferios

de nieve que le afrentan.

De la breve cintura

airosamente cuelgan

los lienzos que a los ojos

roban mejor Elena.

Nunca la fresca aurora

se levantó tan bella

a desterrar las sombras

de la noche funesta,

jamás la blanca Tetis

cumplió su anual promesa

al sepulcro de Aquiles

con tanta gentileza;

como por dar a Delio

la vista postrimera

salió del lecho Lisi;

¡Oh Musa, si la vieras!

La cerrada, ventana

con presta diligencia

abre, se asoma, mira,

no ve a Delio, ¡qué pena!

Mas ¿cómo era posible

si en una sazón mesma

el alba se levanta,

y la noche se ausenta?

Lisi, se vuelve al lecho,

Delio, triste se aleja,

entonces ignorante

de tamaña fineza.

Mas luego noticioso

siente al doble la ausencia,

se queja de su suerte,

blasfema de su estrella,

y al aire vago esparce

tristísimas endechas.

Ve a Málaga volando

mi dulce cantilena,

y goza la ventura

que a tu autor se le niega.

Y si logras la dicha

de llegar a las bellas

manos de Lisi hermosa,

mil veces se las besa,

y vuelve luego, luego,

a traerme las nuevas

alegres, si te acoge,

tristes, si te deshecha.

 

 

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