Francisco
de 
Medrano

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Veré al tiempo tomar de ti, señora...

A las ruinas de Itálica

No sé cómo, ni cuando...

El rubí de tu boca me rindiera...

Veré al tiempo tomar de ti, señora,
por mí venganza, hurtando tu hermosura;
veré el cabello vuelto en nieve pura,
que el arte y juventud encrespa y dora;

y en vez de rosas, con que tiñe ahora
tus mejillas la edad, ay, malsegura,
lilios sucederán en la madura,
que el pesar quiten y la envidia a Flora.

Mas cuando a tu belleza el tiempo ciego
los filos embotare, y el aliento
a tu boca hurtare soberana,

b
ullir verás mi herida, arder el fuego:
que ni muere la llama, calmo el viento;
ni la herida, embotado el hierro, sana.

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   A LAS RUINAS DE ITÁLICA, QUE AHORAN LLAMAN SEVILLA LA VIEJA,

JUNTO DE LAS QUALES ESTÁ SU EREDAMIENTO MIRARBUENO

Estos de pan llevar campos ahora,
fueron un tiempo Itálica. Este llano
fue templo. Aquí a Teodosio, allí a Trajano
puso estatuas su patria vençedora.

En este çerco fueron Lamia y Flora
llama y admiraçión del vulgo vano;
en este cerco el luchador profano
del aplauso esperó la voz sonora.

¡Cómo feneçió todo, ay!; mas erguidas,
a pesar de fortuna y tiempo, vemos
estas y aquellas piedras combatidas.

Pues si vencen la edad y los estremos
del mal, piedras calladas y sufridas,

suframos, Amarilis, y callemos.

 

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No sé cómo, ni cuándo, ni qué cosa
sentí, que me llenaba de dulzura:
sé que llegó a mis brazos la hermosura,
de gozarse conmigo cudiciosa.
Sé que llegó, si bien, con temerosa
vista, resistí apenas su figura:
luego pasmé, como el que en noche escura,
perdido el tino, el pie mover no osa.
Siguió un gran gozo a aqueste pasmo, o sueño
-no sé cuándo, ni cómo, ni qué ha sido-
que lo sensible todo puso en calma.
Ignorallo es saber; que es bien pequeño
el que puede abarcar solo el sentido,
y éste pudo caber en sola el alma.

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El rubí de tu boca me rindiera
a no me haber tu bello pie rendido;
hubiéranme tus manos ya prendido
si preso tu cabello no me hubiera;
los del cielo por arcos conociera
si tus cejas no hubiera conocido;
fuera su polo norte a mi sentido
si la luz de tus ojos no lo fuera.
Así le plugo al cielo señalarte
que no ya sólo al norte y arco bello
tus labios venzan y ojos soberanos,
mas, queriendo a ti misma aventajarte,
tu pie la fuerza usurpa y tu cabello
a tu boca, Amarili, y a tus manos.

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