Flor Alba Uribe

 

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Consejos de Afrodita

Delictia carnis

Deseo

Erótica

Narciso

 

Consejos de Afrodita
A la hora del amor llega desnudo,
desnudo y puro,
como quien vive su muerte y resucita.
BESA
hasta que sean de piedra tus labios
y tu lengua.
ACARICIA
hasta que palidezcan los tigres camorreros.
ENTRÉGATE
con la avidez del sediento en la taberna,
con fervor, con pavor,
no retrocedas.
Y en la batalla de labios y de huesos,
en la apretada urdimbre de dos cuerpos
baja cantando, como un minero iluminado,
para cavar muy hondo entre dos muslos.

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Voy por tu cuerpo
con la avidez
gozosa
de un lobo que demarca
su nuevo territorio,
preciso tu latido,
tu miel,
tu levadura,
el tacto que me brinda
paraísos contrarios.
_Tu piel,
con su fragancia
de tierra lloviznada,
transpira como un niño
que juega entre la niebla_.
Con manos
como olas,
con labios
como insectos,
con el abrasado viento
de mínimas palabras
me aferro
a tus costados,
deambulo
por tu cuerpo,
convoco en tus fronteras
el solapado fuego.
Y, así,
de toque a beso,
de humedad a silencio
te creces en ternura,
te viertes
en codicia,
aprendo de tus manos
mi resplandor más hondo,
y bebo
en tu saliva
mis sales y mi aroma.

 

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 Deseo

La noche
traficante de eróticas consignas.
Los amantes transcurren hacia el éxtasis.
Un almizcle ritual de miel salobre
impregna el aire y su fervor me ubica
en el puntual laberinto del deseo.

Servidumbre
de labios suplicantes,
obstinada ambición que discrimina
todo gesto vital que no aproxime
la hoguera de otra piel, y el denso musgo.

Qué mercenario puñal,
qué ultrasonido,
qué atroz felicidad, qué fiera subterránea
podrá desvertebrar esta codicia,
este monstruo de sedas y pezuñas,
lengua en acecho, famélica pantera
que desoye la hora del que sufre,
el paso de la furia y sus escombros,
la complicidad
del aire en los violines,
y absorta en mi delirio sólo imploro
un cuerpo de varón, elemental, desnudo
que exorcice mis lúbricos fantasmas
mientras preso en mi vientre muere y vive.

 

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 Erótica

Pon en guardia tu cuerpo y el ritmo de tus sueños.
Desde la médula del tiempo busco tu paraíso,
la mezcla de tu sangre,
el crisol de tu sexo
donde el futuro ensaya su cósmica simiente.

Estoy desnuda como el eco de la primer mañana,
con mi sed disparada como una bala al cosmos,
acechando tus manos, el cielo de tu boca,
la genital presencia entre tus muslos firmes.

Ah, pero mi amor no altera tus sólidos baluartes,
te sellas castamente para esquivar mi asedio,
estás sordo a mi grito,
al fragor de mi sangre,
a la insomne ternura que para ti alimento.

Déjame ser el vértigo que apura tu caída,
el vino que amedrenta tus íntimos pudores,
la hoguera donde crujan
tus huesos uno a uno,
el amor que aniquile tu párvula indolencia.

Dame tu luz, tu risa, la fuerza que te escuda,
el clima de arrogancia que yergue tu estatura,
tus ojos invasores
y esa vital delicia
que se aferra a tu cuerpo y dora tu epidermis.

Entrégame tu enigma, la descifrada clave
que me guíe al prohibido torreón donde sueñas.
Te escalaré en silencio,
exhausta de anhelarte
y seremos dos leños nutriendo el mismo fuego
.

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 Narciso

¡Te dije que te amaba!
Mi grito pasional cubrió la tierra
y escaló galaxia tras galaxia
para trizar tu impavidez remota.
Pero tú, inalienable,
auscultabas el eco de tus pasos.

¡Te dije que sufría!
Oprobioso el dolor, mi fe precaria,
te mostré sin pudor mis ataduras,
mi crujiente avidez siempre burlada.
Pero tú, insobornable,
recreabas tu cuerpo en el verano.

¡Te dije que lloraba!
La salobre marea de mis lágrimas
fue sitiando implacable tu existencia
embargando tus diques y murallas.
pero tú, impenetrable,
perseguías tu sombra en los espejos.

¡Te dije que te odiaba!
Tu estéril vanidad y tu indolencia
lanzaron sus brigadas pordioseras
a mendigar lo que antes despreciabas.
Pero yo, inexorable,
desdeñé tus espléndidos escombros.

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