Entremeses
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Entremés de un hijo que negó a su padre

Entremés de un viejo casado con moza

Famoso entremés de Mazalquiví

Entremés famoso de la Mamola

Entremés sin título

Entremés del capeador

 

 

 
 FIGURAS 
 Un amo; un ama, mujer del que es señor de la casa; un estudiante; su padre , en hábito de villano,  un viejo, 
y el villano. — 
Empiecen el entremés el viejo y el villano. 
 
Villano.-Decid, buen viejo y hombre de mi tierra,¿cómo se dice vuestro hijo?  
Viejo.-Mi hijo se llama Bartolico. 
Villano.-¿Bartolico se dice? Pardiez, que tiene nombre de boleta de soldado;y ¿qué señas
tiene, para que yo os diga si le conozco? 
Viejo.-Es Licenciado. 
Villano.-Aqueso es decir Mahoma en Granada, y el ser Licenciado trájolo de nuestra tierra
por dicha. 
Viejo.- No, que acá fue él el dichoso por allegarse a los buenos para ser uno dellos, 
sirviendo a su amo, que lo debe de ser de ayo de sus hijos. 
Villano.-Pues ese, y uno que tenemos en nuestra casa, deben de ser hermanos. 
Viejo.- Y ¿a quién servís vos? 
Villano.- Al mercader Girona. 
Viejo.- Pues ahí está mi hijo, según vengo informado.  
Villano.-Pues no puede ser bueno, si es el que yo digo. 
Viejo.-Pues ¿por qué? 
Villano.- Porque tiene un jirón de necio y otro de malicioso. 
Viejo.-Antes me han dicho a mí al revés, que de puro sabio no sabe hablar romance. 
Villano.- Eso es cuando habla el algarabía de allende, que el que la dice no la sabe y el 
que la oye no la entiende. 
Viejo.- Agora, amigo y de mi tierra, dejando las burlas y tomando las veras, a éste mi 
hijo, ¿quiérenlo mucho sus amos? 
Villano.- Sabéis que tanto lo quieren, que ha enseñado a mi ama el amo, amas, amavi. 
Viejo.- Es sapientísimo, según me han dicho. 
Villano.-Y aun bellaquísimo, si Dios no lo remedia. 
Entran el amo,  su mujer y el estudiante, y dice el amo: 
Amo.- Reportaos, señora, por vida mía, que aquí está el Licenciado que lo aclarará. 
Mujer.- Pues como él lo diga, yo pasaré por ello. 
Villano.- Por esto se dijo: «Cobra buena fama, y échate a dormir.» 
Amo.- Entendé bien, Licenciado, sobre qué es nuestra porfía, porque hay apuesta en ello. 
Licenciado.- Diga vuesa merced. 
Viejo.- Aqueste que veo, es mi hijo sin falta. 
Villano.- Pues si es ese, más tiene faltas que sobras. 
Amo.-Nuestra adivinanza es sobre un refrán muy viejo, que dicen:«Debajo del sayal hay al»,
y yo doile este sentido: «Que debajo de lo malo se encubre lo bueno». 
Villano.- También yo digo eso, que «debajo de mala capa, hay buen bebedor». 
Mujer.- Pues yo digo al contrario, y niego eso.
Villano.- Eso tienen las mujeres, que, si les van a la mano, niegan y reniegan. 
Mujer.- A eso voy; ¿cómo puede ser encubrirse debajo de lo malo lo que es bueno? 
 
Vuelto a su ama, el licenciado dice: 
Licenciado.-Muy bien apuntó vuesa merced, aunque haymucho que decir: aquese es argumento,
y se dijo por mí.
Mujer.- Pues declaraos. Licenciado, y sabremos quién gana en la diferencia. 
Licenciado.- Yo me aclararé, que yo soy la enigma.En esta manera hay al en lengua jenízara,
quiere decir hidalgo, que es lo que yo soy, y me encubro con el sayal,que es la pobreza, 
porque soy pobre, y así no soy conocido, que soy como Juan Despera en Dios,que muchos lo
han visto y nadie lo conoce, y soy cifra de lo que han cifrado. 
Viejo.- ¿Qué os parece a vos agora de la habilidad de mi muchacho? ¿No puede ser alcalde de 
nuestro pueblo? 
Villano.- Eso fuera para que anduviéramos todos lo de abajo arriba, como hombre que anda de 
manos. 
Mujer.- ¿De suerte que mi marido gana por sólo la comparación? 
Licenciado.-Esto está claro, que en un emblema lo dice Alciato. 
Villano.- Esta sí fué buena bachillerada. 
Viejo.- Y ¿qué fue, que no la entendí ? 
Villano.- Que con una oblea hace un garabato. 
Amo.-Pues yo he salido con la mía, señora; paga la pena y convídanos a mí y al Licenciado a 
dos capones. 
Villano.- Yo los pelaré como no sea de ceniza. 
Aquí parecen el villano y el viejo que estaban escondidos. 
 
Amo.- ¿Acá estáis vos, señor? 
Villano.- Esa es pregunta y necedad, y perdone vuesa merced. 
Amo.-Y ¿por qué es necedad, señor asno? 
Villano.-Porque si aquí me habla, por fuerza he de estar aquí, que no he de estar en otro
cabo. 
Licenciado.- Eso tiene bueno el villano, que antes perderá el comer que las malicias. 
Villano.- Todos somos de una tierra. 
Amo.- Y ¿quién es el buen viejo? 
Villano.-El padre del Licenciado, según él dice. 
Licenciado.- Mi padre y villano no puede ser, ni hay tal. 
Villano.- Pues uno de los dos miente, y yo creo más al viejo; ea, conoceldo que viene probé
y no debe de haber comido. 
Amo.- ¿Qué,cierto que sois su padre , viejo honrado? 
Viejo.-Honrada sea su vida, sí por cierto; y dime,hijo, ¿tú no me conoces? 
Licenciado.- Buen viejo, yo no os conozco ni os quiero conocer. 
Villano.-El diablo lo conocerá; el otro decía agora que era hijo del conde Partiribuplés. 
Amo.- Pues no tengáis pena, hombre de bien, que yo lo remediaré; decidme, ¿de dónde sois y 
cómo os llamáis?  
Viejo.- Señor bueno, yo me llamo Juan Racimo y soy de la Parra. 
Villano.- Agora digo que es vuestro hijo, porque siempre se acuesta hecho uva. 
Amo.- Oye, mozo, para que nos oigamos. ¿Tiene alguna señal conocida por donde él no lo
pueda negar? 
Viejo.- Y cómo si tiene; él es saludador y tiene una cruz debajo de la lengua. 
Amo.- Esa es buena señal y no la puede encubrir; veámosla. 
Villano.- Ea, Licenciado, abrí la boca si no queréis que os echemos un acial. 
 Aquí le hacen que enseñe la lengua por fuerza, y en esto puede el villano decir lo que más le llegara a cuento,  y luego 
 dice el amo:
Amo.- Pues, ¿cómo hombre, inconsiderado a tu padre, niegas por hacerte hidalgo, no lo 
siendo? Pues no ha de pasar así; si no vos, buen viejo, quedéis en mi casa en lugar de mi
padre; y éste, que estaba en lugar de mi hijo, vaya a buscar amo, que hombre que negó a su
padre no puede hacer cosa buena, y con esto nos entremos dejándolo para quien él es. 
Villano.- Agora queda bueno el licenciado, que parece el nominativo quis vel quii. 
 
Aquí lo apoda el villano los apodos que mejor le cuadraren y pide licencia para cantalle  unas coplas , y respónndenle  y  dice:
  
  COPLAS 
 
Por su padre hemos trocado, 
al licenciado, al licenciado. 
 
Pensando de valer algo 
se quiso hacer hidalgo 
y va a espulgar un galgo, 
porque a su padre ha negado 
el licenciado, el licenciado. 
 
Y le fuera más partido 
el haberlo conocido, 
porque fuera en más tenido 
y no como lo han dejado 
al licenciado, al licenciado. 
 
Bien podéis tener paciencia, 
porque en Dios y en mi conciencia 
que os lo digo aquí en presencia 
que sois asno enalbardado. 
Licenciado, licenciado. 
 

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Entremés de un viejo ques  casado con una mujer moza; va fuera y déjala encomendada a un bobo que mire por ella, 
porque teme que le hace adulterio con un licenciado, y que Chuzón, otro bobo, es su alcagüete.  
 
FIGURAS 
Cobeña,  que es  el viejo; un bobo añadido; Chuzón, el bobo principal; licenciado Albaida. 
 
Viejo.- Ven acá, hijo Axarafe: ¿qué tal está la heredad? 
Bobo.- Buena. 
Viejo.- ¿E1 capataz? 
Bobo.- Bueno. 
Viejo.- Y ¿hácelo bien con los mozos? 
Bobo.- Bien y mal; de todo como en botica. 
Viejo.- ¿Lavaste las treinta tinajas de la bodega? 
Bobo.- Todo, por Dios, queda bien hecho. 
Viejo. -Mira , me quiero yo ir a holgar allá y ver lo que han hecho; quiero que te quedes en casa y que mires por ella y por mi mujer,
que más te he recibido para esto que para la hacienda, porque de aqueste bellaco de Chuzón no fiaré ésta, porque yo tengo grande
sospecha que en mi casa entra un licenciado que llaman Albaida, y que este bellaco de Chuzón es alcagüete. ¡Malaya el hombre, 
malaya el hombre que siendo viejo se casa con mujer loca y moza, y mal haya el hombre que tiene mujer moza y hermosa y consiente
que médico mozo le tome el pulso! 
Bobo.- ¿Qué esa enfermedad tiene nuesama? Pues agora digo que por fuerza ha menester médico. 
Viejo. -No quiero yo quéste la cure. 
Bobo.- Venga acá: si ella no se halla bien sino con este médico, ¿qué le va a él? 
Viejo.- Vame la honra, hijo. Quédate; adiós. Mira por todo, y donde quiera que fuere tu ama, ve tras della y lo mesmo tras de Chuzón.
(Vánse.)
Sale la Mujer del Viejo y Chuzón. 
 
Mujer.- Ya habías de ser ido, mal viejo, contrario de mi bien y sosiego, costal de güesos, ponzoña fiera, retablo de duelos, gruñidor.
¡Oh, mujeres! ¡Plegué a Dios que la que moza y hermosa y se casa con un viejo como éste, que mal haya y mal tenga y mal le venga!
¡Jesús, Jesús! Si no parece que traigo a cuestas un monte. 
Chuzón.- ¡Oh, mujeres! Plega a Dios que la ques hermosa y se casa con un mozo como yo, que mal haya y mal le venga, y a quien 
diere que se lo tenga. 
Mujer.- ¿Ques posible que me cele este viejo del licenciado Albaida, ques la lumbre destos ojos? 
Chuzón.- ¿Del licenciado Albaida os celan? ¿Que os celan del licenciado Albaida? Juro a Dios ques la lumbre destos ojos. 
Mujer.- A la heredad se fue; mas que mala ida haga, que nunca venga. 
Chuzón.- A mí más que plega a Dios que malo ha de ser que nunca se logre. 
Mujer.- Chuzón, da un remedio como vea yo este rato que nos cabe, a mi dotor, que me siento mala. 
Chuzón.- Ahora que siempre está enferma de la cintura para abajo, ¿qué será esto? 
Mujer.- Es mal de mujeres el que yo tengo; da un remedio. 
Chuzón.- Mire, aunque mi amo fue a la heredad y dijo a otro mozo que mire por nosotros, no me llamaría yo Chuzón si no doy
remedio,  porque nueso amo es bellaco, y juro a Dios que si el dotor entiende lo que cura , que puede venir 
y ver una criatura. 
Mujer.- Chuzón mío, vele a llamar; dile cómo tu amo no está en la tierra, mientras yo me aderezo,  que estoy hecha una mala ventura;
no quiero que mi dotor me halle así. Queda adiós. (Váse.) 
Chuzón.- Si mi ama sana desta enfermedad contagiosa que tiene, puede decir que Chuzón por mar y por tierra le dio la vida. 
 
Sale el doctor Albaida. 
Albaida.- Norabuena te vea yo. Chuzón, ¿cómo te va? Tu señora, ¿cómo está? Tu señor, ¿está en el lugar? Chuzón, Chuzón, que me
salta el corazón. 
Chuzón.- Norabuena lo vea yo, licenciado Albaida, ¿cómo está? ¡Ah, dotor, dotor!, mi ama quiere la curéis; mi amo es ido fuera.
Ajarafe guarda la casa: cate ahí lo que pasa. 
Albaida.- Anda, hijo, entra en casa, y, secretamente, llama a tu señora , que con solo vella me contento. 
Chuzón.- Espera, diablo, ¡Qué prisa tienes! ¿Qué le digo a nuesama? Esperaos aquí vos; mira que no os vea el otro mozo, que lo 
chismará todo y lo pondrá de lodo. 
Albaida.- Aquí me esconderé. (Entra el villano a llamar a su ama.) ¡ Lo que sabe de malicias este mozo, no se puede contar! ¡Ah,
felicísimo doctor, pues verás a tu señora ! ¡Oh , tiempo bien gastado; ¡oh, medicina bien aplicada! Alza bandera, médicos, por el más 
felice suceso que puede tener hombre de vuestro arte. 
Sale Chuzón y su ama. 
Mujer.- Norabuena te vea yo, doctor mi medicina de mi herida. (Abrázalo.) 
Asómase el otro Bobo a la ventana, y dice: 
Bobo.- ¡Ah,ah,ah!, es bueno eso. ¡Justicia, justicia! ¿Pareceos bien salterio con el doctor? Yo lo diré a mi amo ansí, Chuzón, 
alcagüete, bellaco. (Riese Chuzón.) 
Chuzón.-Válate los enemigos que has; quítate desa ventana, demoño; ¡oh, qué bueno! 
 
(Baja y sale el bobo y Chuzón ha hecho entrar al doctor y está regalando a su ama; busca el bobo al doctor.)  
Bobo.- Chuzón, ¿qués del doctor? ¿De mí te ríes, roín hombre? (Riese su ama.) 
Mujer.-Ven acá, hijo, ¿asomástete a la ventana? 
Bobo.-Sí que me asomé a la ventana, y vi al doctor que os estaba abrazando. Yo lo diré a mi amo, questo no es de mujeres de pro.
(Ríense ambos.) 
Mujer. -¡Oh, qué buena cosa es buena fe! 
Chuzón.- ¡Oh, qué lindo! Más lo precio. 
Bobo.- ¿De qué os reís, demonios? 
Mujer.-De nonada: no se lo digas, hermano Chuzón, no se lo digas. 
Chuzón.- No se lo diga, nuesama, no se lo diga. 
Bobo.- Decímello, por vida vuestra. 
Mujer.- Has de saber, Chuzón, que mi marido, como es malicioso, debió decille a éste que mirase por mí, como trae celos del doctor,
y éste se asomó a la ventana de mi casa, la cual está espiritada; vídonos a mí y a ti, y pareciole que estaba aquí el doctor. 
Bobo.- Luego ¿no estaba aquí? 
Mujer.- ¿Verlo tú aquí?  
Bobo.- No, pardiós. 
Mujer.- Pues para que veas cómo la ventana tiene encanto y está espiritada , torna a subir y verás cómo te parece que está aquí el 
doctor. 
Bobo.- Pardiós , que lo he de ver. (Torna a subir y ve que viene el doctor y la abraza). Agora no pueden negarlo ¡ Ah , bellaco, espera!
 (Baja el bobo y huye el doctor, búscalo. Ríense del.) 
Chuzón.- ¡Ea!, ¿está aquí el doctor? ¡Ah, señora!, no tenga pena, calle, que mi amo vendrá presto. 
Mujer.- ¡Hay más graciosa cosa en el mundo! ¿Quieres ver cómo andas engañado? Quédate aquí tú conmigo y subirá Chuzón a la 
ventana, y verás cómo le parece questá aquí el doctor, porque está espiritada. 
Bobo.-  Como yo vea eso, lo creeré.  
Mujer.- Anda, Chuzón, sube. 
(Sube Chuzón y queda el bobo y su ama, y regálanse y hacen que se abrazan.) 
Chuzón.- ¡Ah, bellaco doctor, roin hombre, y cómo la abraza! Salterio, aniano, yo juro a Dios que tal no sufra. ¡Verá, verá!; y ella
que se güelga. Ea, despéguense, dolo al diablo. (Riense su ama y el bobo. Chilla  Chuzón.) ¿Qués del doctor, que le he de hacer que me
ensueñe? ¿A do ido...? ¿No estaba aquí agora? ¿De qué se ríen? 
Bobo.- Anda diablo , questá espiritada la ventana. 
Chuzón.- Pardiós, que otra vez no subiré arriba. 
Mujer.- Anda, Axarafe, éntrate en casa, que a fe que me has hecho reír un rato; y cuando venga mi marido dile cuán engañado vive
en traer celos de mí , y que si quiere vivir en paz alquile esta casa a otro y le ponga cédulas. 
Bobo.- ¿Sabe qué entiendo? Que donde quiera que nos mudáremos, le ha de parecer a mi amo que su merced y el doctor se abrazan. 
Mujer.- ¡ Válate los diablos por mala casa y mala ventana! 
Chuzón.- ¡Válate los enemigos por mal amo donde quiera que estás! 
Bobo.- ¡Válate los saltanases por mal doctor donde quiera questás, que así nos traes encantados!  
Mujer.- No maldigas al doctor, necio, porque todos somos prójimos y hijos de Adán y Eva y aun hermanos. 
Chuzón.- Y más este doctor, ques su hermano de leche. 
Mujer.- Anda acá , malicioso, entra en casa. (Éntrase ella y Chuzón.) 
Bobo.- Pardiós, tan vesibremente vi al doctor como si lo pariera. 
Sale el Viejo. 
 
Viejo.- Hijo, norabuena te vea. ¿Has visto algo? ¿Qué tenemos, hija o hijo? 
Bobo.- Bien pudiera el doctor habello hecho mientras él ha estado allá. 
Viejo.- ¿Cómo ansí? ¿Qué ha habido? 
Bobo.- De todo hay. 
Viejo.- ¿Qué hay? Presto dímelo. 
Bobo.- Sosiéguese, que es historia. Mire, ¿de qué parte ha visto él al doctor cuando habrá con mi ama? 
Viejo.-De aquella ventana. 
Bobo.- Yo también. 
Viejo.- ¡Que lo has visto! ¿Cómo no me muero? ¡Ay! 
Bobo.-Lo primero yo los vide abrazados . 
Viejo.- ¡Ay, qué de la honra! Daca mi honra. 
Bobo.- Y bajé luego abajo y era mentira, porque lo hace aquella ventana , que está encantada y espiritada. Sepa que nuesama es
honrada y no tiene que ver con el doctor más que con su merced. ¿Quiérelo ver? Llámela aquí y a Chuzón con ella y súbase a la
 ventana; él verá cómo le parece que la abraza el doctor. 
Viejo.- ¡Oh, qué buena traza para engañarme! Llámalos fuera y mira que te juro por el verdadero Matías y por Gonzalo Felipe, que 
murió con cardas, que si mi mujer es buena y la ventana tiene la culpa, que la he de dejar luego y mudarme, y que la he de pedir 
perdón a mi mujer, que es corona de mujeres. ¡Ea!, fuera esa perla, esa azucena, esa señora, esa inocente y sin culpa.  
Bobo.- ¡Oh, nuesama! ¡Hola, Chuzón! Echaos acá, que queremos ver la prueba. Veamos si es el que os abraza el doctor. 
Mujer.- Mi alma, señor; ¿sois venido? Norabuena os vea yo: ¿cómo venís?  
Viejo.- Bueno,  señora. 
Chuzón.-  Señor, norabuena venga: ¿cómo ha ido por allá? 
Mujer.-  Señor, entraos en casa.  
Viejo.- Antes me hace placer que os estéis aquí, que por mi gusto para cierto efecto, quiero veros desde aquella ventana. 
Mujer.-  Que me place por cierto subir. Norabuena, mi Pinavel, mi Macías, mi Leandro, mi Adonis, mi primer amor. 
Viejo.- Anda acá tú, sube conmigo. 
Bobo.- Vamos, que ello dirá. 
(Suben amo y mozo.) 
 Mujer.- Chuzón, agora es tiempo. 
Chuzón.- Ea, doctor, agora es tiempo; anudaos con nuesama, que mi amo hace la prueba. 
 
Sale el doctor y abrázase a la mujer, y  dice el viejo a gritos desde la ventana: 
 
Viejo.- Esto es verdad pura , esto no puede mentir. ¡Ah, traidores! Espera, licenciado; para éstas que os tengo de matar.¡Ah, mala
mujer! 
Bobo.- Estése quedo, nuesamo, que también vía yo esto, y cuando estaba abajo era cosa de burla. Vamos abajo. 
Vase el doctor y baja el viejo,  busca al doctor con la espada. Ríense su mujer y los bobos. 
 
Bobo.- Ea; ¿ve algo aquí? Mire cómo lo hace la ventana. 
 
Echa el viejo la espada por ahí. 
 
Viejo.- Digo que tenéis razón todos. Mi alma, señora, amiga, amor, perla, azucena, inocente, alegría, amor, corderita, chiquitita, yo os
pido perdón. ¡Oh ventana endemoniada, oh doctor, amigo caro, y quién te viera para pedirte perdón! 
Mujer.- Yo os perdono, aunque tenía justa ocasión de no hacello. 
 Sale el doctor paseándose. 
 
Viejo.- ¡Ah, mi señor doctor!; déme esa mano. Quiero que sea hoy mi convidado. Perdóneme, que había sospechado maldad. 
Doctor.- No lo haré si no me da licencia mi señora doña Eufemia, mujer de vuesa merced. 
Mujer.- Estoy por no concedella. 
Viejo.- Concédesela, señora. 
Mujer.- Ahora bien, yo lo concedo. 
Entrase el marido delante y abrázanse los amantes, y dice el bobo: 
 
Bobo.- Eso no lo hace agora la ventana encantada. 
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FIGURAS 
Mazalquiví , rufián.  Mandil.  Criado.  Rufián. Mujeres.  Secretario. Tributario. El padre de la putería. MÚSICOS. 
 
Sale Mazalquiví, un Rufián. 
 
Mazalquiví.- ¿Hízose eso? 
Rufián. -Ya se hizo. 
Mazalquiví.- ¿Qué recibió? 
Rufián.- Chirlo en el rostro. 
Mazalquiví.- ¿Qué instrumento? 
Rufián.- Navaja.
Mazalquiví.- Cosa cordial. Puede venir un hombre de treinta leguas a la redonda a que le corten la cara con una navaja por la 
dulzura del filo. Al que se le da con un cuchillo mellado, este tal recibe notable agravio. Y después de habelle dado, ¿mostróse
agradecido? 
Rufián.- Antes poniendo las manos en la cara , dijo a grandes voces: « ¡Ay, que me han muerto !» 
Mazalquiví.- Catalinón por la vida; y vos ¿qué hiciste luego? 
Rufián.- Eché mano a mi espada y púseme con firmeza de pies para lo que sobreviniese. 
Mazalquiví.- Eso han de tener los valientes después de haber dado el antuvión, que haya firmeza de pies, porque si no el tal no se 
puede  llamar digno de alabanza , sino de mucha deshonra y infamia y vituperio. Huélgome que vais dando muestras de quien sois.
Mete un memorial, que yo os haré mercedes. 
 Sale un criado de Mazalquiví. 
 
Criado.- Aquí viene un mandil , que quiere hablar a vueseñoría. 
Mazalquiví.- Decilde que entre. 
Mandil.- Aquí vengo que vuesa señoría me dé una plaza de rufián, porque es infamia que un hombre como yo, con tanta porra  de
barbas, sea mandil tanto tiempo. 
Mazalquiví.- ¿Habéis muerto con almarada, dado bofetones a putas, presentes sus jaques? ¿Habéis hecho resistencias, muerto
corchetes , y otras cosillas que los tales mandiles están obligados a hacellas? 
Mandil.- Helas hecho y tengo hígados para hacellas, y al que de improviso me ha agraviado, con un jifero que aquí traigo he dado
infinitos chirlos, tanto que ya los bravos me temen, prestan y convidan.
Mazalquiví.- Buenos principios tenéis; huélgome dello. Mete un memoial y se hará justicia. 
Criado.- Aquí está el secretario de vuesa señoría. 
Entra el Secretario con una lámina de bronce y una daga desnuda. 
 
Secretario.- Aquí vengo a que vuesa señoría me diga qué modo de escribir es éste que nos manda con punta de daga en lámina de
bronce. 
Mazalquiví.- Tinta y papel es cosa muy femínea para este tribunal, y yo no puedo ver a mis ojos instrumento que ha puesto a 
tantos en horcas y galeras de nuestra profesión. Escribir con punta de daga en lámina de bronce, es cosa muy útil y provechosa 
para que queden estampadas las hazañas de Mazalquiví y suenen por el orbe. 
Secretario.- La Valenciana pide a vuesa señoría que por cuanto ella acudía a su rufo con los gastos ordinarios, y por una o dos 
veces que le dejó de acudir, la ha sacado al campo y la ha azotado, de lo cual está a pique de muerte, y pide justicia. 
Mazalquiví.- ¡Oh, bellaco! ¿Conde de Carrión te quisiste hacer? Vengan luego dos rufianes, dos mandiles, dos pigetes  y sea 
buscado para que se le dé el castigo que merece. 
Secretario.- La Malagueña y la Otóñez, mujeres pasantes como primeras, más para testigos en casos de hidalguía que no para el 
oficio que ejercitan, piden a vueseñoría que atento que por su edad no lo pueden ganar y vienen a la casa unas mocillas 
cariestiradillas  que ayer iban por aceite y se llevan todo el provecho, y ellas se están papando moscas , que vuesa señoría sea 
servido de enviar a cada manfla un repartidor para que acuda tanta gente a una parte como a otra. 
Mazalquiví.- Pues las muy torotollonas, ¿audiencia quieren hacer la casa pública? Mañana pedirán sello y registro. Asentad que en
eso mando que se tenga el orden que hasta aquí se ha tenido, porque las que profesan este arte se recojan con tiempo, porque eso 
no es oficio para envejecer en él. 
Secretario.- La Salmerona, la mujer más celebrada que ha tenido el manflotisco horizonte, pide a vuesa señoría que, pues por su 
edad  no lo puede ganar, sea servido de dalle una plaza a su rufián. 
Mazalquiví.- Ella tiene mucha razón, que ha sido una singular cabalgadura, mujer de brava carona, no se le ha conocido en todo el 
discurso de su tiempo tan solo una desolladura, y después de haber tenido una noche más gente sobre sí que tuvo Su Majestad en la
toma  de San Quintín , estaba para cansar otra tanta bailando. 
Secretario.- El padre de Andújar pide a vuesa señoría que le guarden algunas preminencias que, por ser antiguo en el oficio, se 
solían guardar. 
Mazalquiví.- Tiene razón , que es muy grande amigo mío. No se le ha conocido en toda su vida falta de carne en su tajo, y cuando 
no  la hay, pone a ganar dos hijas suyas como dos pimpollos de oro. 
Criado.- Aquí viene el Tributario de vuesa señoría con negocios de guerra, que no sufren dilación. 
Mazalquiví.- Dile que entre. 
 
Entra el tributario con la espada desnuda. 
 
Tributario.- Mazalquiví, ya es tiempo que muestres tu poder contra Andújar y padre della, porque yéndoles a pedir el tributo que 
tan justamente se te debe, dicen que no lo quieren dar, y que lo vayas a ganar por la punta de la espada, y otras cosas que callo por 
entender  las vengarás. 
Mazalquiví.- Calla, amigo, y más no hables. Baje luego el tercio de la liga, jayanes de Medina del Campo, bisoños de Valladolid,
bravos de Madrid y Toledo, gorrones de Salamanca, y vengan luego para que se le dé el castigo que merece a tan infame y mala
putería. Y el cielo santo, amigos, me persiga, o, cual si fuere loco, chíflenme los niños; pepinazos me tiren por las calles, la espada 
seme caiga cuando riña, la Martínez me niegue sus brazos, ni entrare en bodegón, ni pidiere gollerías ni vino de San Martín que yo 
acostumbro a beber, ni reportare la barba ni el bigote hasta que se le dé el castigo que merece a esta infame y mala putería. Andújar
se ha rebelado: ¡Muera Andújar! 
Todos.- ¡Muera, muera! 
  
Éntranse  todos metiendo mano a las espadas,  y sale el padre de Andújar y las mujeres que hubiere, el criado y un rufián. 
 
Padre.- Plegué a Dios que el rumbo que hemos hecho y alboroto que no nos salga a la cara. 
Rufián.- Ya está hecho. Lo que yo podré hacer es que salgan a ese campo, y uno a uno mantenerles tela. 
Criado.- Por haber primero comido el pan de vuesas mercedes, les vengo a avisar que se aperciban, que mi amo Mazalquiví viene
con gran poder de gente y tiene jurado de no volverse hasta hacer un gran castigo en esta casa. 
Padre.-Pues ciérrense estas puertas y prevénganse las armas y hagámonos a lo alto, que desde arriba más pelea uno que diez. 
Sale Mazalquiví con su campo de rufianes y de mandiles y agotes y con pendón, un broquel y las llaves. 
 
Mazalquiví.- Pare aquí el campo , y vos , Campuzano, id a reconocer el campo. 
Secretario.- Ya está, señor, reconocido; y tiene muy poca resistencia por la parte que los mandiles suelen saltar cuando son 
asaltados y acosados de la justicia, y lo ganarás con muy poca resistencia. 
Mazalquiví.- Pues plántese ahí la artillería y téngase la orden que hasta aquí se ha tenido mientras yo desafío y reto esta canalla. A
ti, padrecillo infame, a quien todo el mundo suele llamarle padre de putas, pues que putas hijas tienes, yo te desafío y reto  una vez  
y muchas veces, a ti y a los rebelados, pues me negáis lo que deben; y lo que conmigo usáis a guisa de maganceses en negarme mi
tributo, es mal hecho y todos mienten. Reto de aquesos jayanes las espadas, los broqueles, los votos, los juramentos que han echado
muchas veces, y de aquesas religiosas los verdugados, copetes, los trincaderos, las camas, con que tanto a Dios se ofende. ¿ Por
qué aquesto se dilata? Ea, belicosa gente, ¿qué hacemos?, ¿a qué aguardamos? Este castigo se empiece. 
El padre de la putería.- 
Ten, señor; no hagas tal, 
te rogamos por quien eres, 
misericordia pedimos , 
de nosotros te conduele, 
porque estando congregados 
una noche, no de requiem, 
sino de muy gloria Patri , 
muy de taza y de pebete, 
estando en la compañía 
hasta diez y nueve o veinte, 
con nubes en las cabezas 
y nublados en las sienes , 
dimos aquella respuesta 
que aquí ha podido traerte. 
Misericordia pedimos , 
entra y haz lo que quisieres. 
 
Caracuel.- 
Yo, Domingo Caracuel, 
le ruego y pido que cese 
toda aquesta pesadumbre 
que contra nosotros tiene, 
y en señal de sujeción, 
le doy las llaves, que puede 
con facilidad entrar 
y hacer lo que quisiere. 
 
Mazalquiví.- ¿Qué os parece que hagamos destos tristes? 
Secretario.- Haz, señor, lo que quisieres.  
Mazalquiví.- 
Hágase de dos espadas 
un yugo de aquesta suerte , 
y por debajo del pase 
toda aquesta aleve gente. 
Pasen primero los hombres , 
quédense atrás las mujeres, 
y pasen como cautivos , 
mani cruzados y obedientes. 
 
Salen el padre de la putería y las damas con una cortina de dagas. 
 
El padre de la putería.- 
Esta corona de dagas 
bien asentará en tus sienes , 
y yo a ti te la presento 
como a capitán que eres. 
Aquesto se solemnice 
con guitarras, panderetas, 
cumplida y famosamente. 
 
Músicos.- 
Vívame mil años 
el jaque fuerte, 
para que castigue 
rufos rebeldes. 
Por manflas, corrillos, 
tus hazañas cuenten , 
y tu larga vida 
los cielos aumente, 
para que castigues 
rufos valientes. 
 
Llévanle en hombros y dase fin.
 

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PERSONAS 
Camacho. Pegote. Capitán. Doña Sofía. Alvaro, morisco. Un sacristán. Un simple. 
 
Salen Pegote y Camacho.
 
Camacho.- Llama , Pegote , a esa puerta que , según las señas , esta es la casa; ya no me conocerá doña Sofía, y no me espanto, 
que diez años de galeras harán que un ángel parezca diablo. 
Pegote.-¡Ah de casa! 
Simple.- (Dentro.) ¿Quién llama? 
Pegote.- ¿Vive aquí la señora doña Sofía. 
Sofía.- Pregunta quién es. 
Simple.- ¿Quién sois: 
Camacho.-  Decí, hermano, que Camacho. 
Simple.- Dice que es un borracho. 
Sale el simple. 
 
Sofía.- ¡Válgame Dios, doctor Camacho y seor Pegote, que otros parecen de cuando los echaron a las galeras! 
Simple.- ¿Y cómo se llama esotro? 
Pegote.- Yo, hermano, me llamo Pegote.
Simple.- Pues no os peguéis mucho a mi ama, que debéis de ser de pez y le sacaréis los cañones. 
Camacho.- Hermano, diez años de infierno, ¿a quién no mudaran ? 
Simple.- ¿Del infierno venís? Ansí estáis tan chamuscados. 
Pegote.- No venimos sino de galeras. 
Simple.-¿Tan friolegos sois que venís de buscar las tierras cálidas como las grullas? 
Pegote.-No venimos sino de las Ansias. 
Simple.- Pues ¿habrá más que iros a un hospital y viérades a...? 
Camacho.- Hermano, en resolución, venimos de galeras. 
Simple.-¿De manera que fue rocío de azotes? 
Camacho.- No, hermano, que agua limpia fue. 
Simple.- Tan limpia debió de ser, que tendréis las manchas en las espaldas. Vení acá, más aunque habéis sido escribano de pluma: 
¿vaya que no me sabéis decir cómo se pescan las ballenas? 
Pegote.-Yo os lo diré: en sintiendo que viene la ballena, tienen hecha una invención de unos harpones, poniendo en la punta
alguna cosa que coma; se los traga, y así la llevan poco a poco a  la orilla, donde la matan. 
Simple.-  No, hermano. En mi tierra no las cogen así, sino tienen siete u ocho cueros hinchados, y en viéndola venir, como trae la
boca abierta, échanle un cuero y trágasele; échanle otro, y trágasele; después que tiene la barriga llena de cueros, no puede bajar a
lo hondo a comer de las chucherías y ranas de la mar, que el viento la trae encima del agua; dala el sol en la cabeza, acude la
modorra y viénese a morir a la orilla. 
Camacho.-  ¡Por Dios, que es muy buena traza esa! 
Sofía.-  Dejemos eso agora; hermano, habéis venido a la mejor coyuntura del mundo todo, porque yo tengo ordenado un famoso 
enredo. 
Simple.- Es la mayor enredadora del mundo. 
Sofía.- Ahora bien, Lorenzo; éntrate allá dentro y mira si se adereza la comida. 
Simple.- Eso de muy buena gana, y si ella no se adereza, yo la aderezaré. (Váse.) 
Sofía.- Échele de aquí porque no lo entienda, que es malicioso y nos podía echar a perder. Así digo que si salgo con mi intento nos
ha de valer más de quinientos ducados; y es que aquí me sirven tres galanes; heme fingido parida de ocho días acá de un niño; a 
cada uno le he hecho creer que es suyo y que mañana se ha de bautizar, y cada uno de por sí me ha de traer plata y joyas para la
madrina; ya tengo avisados a mis criados. Lo que importa es, Camacho mío, que nadie te vea, que con lo que de aquí sacaremos nos
podremos ir a Sevilla, donde nos casaremos y viviremos como unos reyes. 
Pegote.- Agora digo que lo que no hiciere una mujer, no harán todos los diablos. 
Camacho.- ¡Bravamente has aprovechado mi habilidad! Por Dios que puedes leer cátedra. Nosotros nos vamos a una posada y 
vendremos a la noche. 
Sofía.- Muy bien dices; adiós, galeote del alma. 
Vánse Pegote y Camacho, sale el simple.
Simple.- ¡Hola, nuesama! ¿Está ahí? 
Sofía.- Pues ¿no me ves, animal? 
Simple.- El sacristán viene. 
Sofía.- Pues, hijo, mucho cuidado. 
 
Sacristán.- (Dentro.) A domina mea, qui volisti quid faciam ego. 
Sofía.- ¡Miren cómo se viene, las manos en el seno! Eso se merece la bellaca que se pone a peligro semejante. Si como es hijo 
fuera hija... 
Simple.- No se correrá sortija. 
Sacristán.- Calla, reina mía. ¡Jesús, Jesús, y qué poca lástima me tienes!, que he andado todo el día como un loco, pidiendo aquí la 
cadena,  acullá el cabestrillo y las sortijas ; no te las hurten; que dice doña Leonor que le costaron dos mil reales. El vestido es de la
mujer  del doctor; no se manche, que vale cien escudos. ¿Como está mi hijo? 
Sofía.- Como un sol. 
Simple.- Esta mañana preguntó por vos , y en toda la noche no nos dejó dormir cantando paternoster 
Sacristán.- Es mi hijo natural, no me puede negar en eso. 
Simple.- Yo voy por él. (Váse.) 
Sofía.- ¡Ay, qué lindo es todo! Hermano, ¿no ha de haber colación? 
Sacristán.- ¿Habrá harto con estos cincuenta reales? 
Sofía.-Si faltare algo, yo lo pondré. 
Sale el Simple con el niño, que será un envoltorio. 
 
Simple.- Catad aquí vuestro hijo. 
Sofía.-Por cierto que se parece todo a ti; no sacó cosa mía. 
Sacristán.- ¡Es brava cosa lo que se me parece! 
Sofía.-Agora, amigo, vete enhorabuena; mañana puedes acudir acá. 
Sacristán.- Sea en buena hora. (Váse.) 
 
Llama a la puerta un capitán.
 
Sofía.- ¡Hola!, mira quién llama. 
 
Sale el capitán. 
 
Capitán.- Guárdese esa plata como los ojos de la cara; ahí vienen dos fuentes, un jarro, un salero, que todo vale trecientos ducados. 
Sofía.- No valdrá tanto, a lo menos como este ángel. 
Capitán.- ¿Es mi hijo? Dios te guarde y te me deje ver capitán como yo. 
Simple.-  Esta mañana me pidió una escopeta. 
Capitán.- Es mi hijo natural; ¿escopeta pidió? Es hijo de capitán, en efecto. 
Sofía.- Al capitán , ¡qué cosa tan parecida! 
Capitán.-Por cierto mucho me parece. 
Simple.-  Por Dios, que os parece como una mano de mortero a un rocín. Venga acá. ¿No hemos de comer en este volteo? 
Capitán.-  Con el contento no me acordaba Tráinganse estos cuatro escudos de colación ; yo me voy; téngase cuidado con la
plata. (Vase el capitán) 
 Sale Álvaro, morisco. 
 
Álvaro. -¡ Ah , xeñora doña Xofía ! , ¡cómo estal de voxancé, que plegué a Diox que voxancé me lleva el diablo, que por cierto
extar decontento mi coaçon ardento en llamax de fogo? ¿Cómo extar me hixo alvereco? 
Simple.-  Catalde aquí que en tres días se comió dos ollas de miel. 
Álvaro.-  ¿Dos ollax de miel? Extar me hixo verdadero. 
Sofía.- Por cierto, Álvaro, que se te parece bravamente. 
Álvaro.- Macho xe me paiecer por certo. E dígame voxancé: ¿cuándo xe tener de castianiar? 
Sofía.- Álvaro mío, mañana; pero hasme de hacer merced de que Lorenzo traiga en tus mulos dos cargas de juncia, la una para la
puerta y la otra para la iglesia. 
Álvaro.- Bendecelde voxancé al tenemos dos machos que no abel de mejores pex é manos en expania, quellios e yo querelde ir por
 paxa e hego calmendra para dar colación. 
Simple.- Mira, hermano, en no siendo vino y tocino, echaldo en la calle. 
Álvaro. ¡Llevar el diablo a voxancé!, no mental de eso; andar acá, venilde por el machos. 
Sofía.-  Álvaro, besa a tu hijo. 
Álvaro.- ¡Ay, hexo de corazón e mes entraniax, qué lendo ser! Voxancé venir por el machos. 
 Vánse Lorenzo y Álvaro. 
 
Sofía.-  Notable va mi enredo, que están los pájaros en la red. Aquí no falta más de que en viniendo Lorenzo con los machos, cargar
en ellos lo que se ha de llevar, y ojo. 
 
Éntrase Doña Sofía; sale el Sacristán. 
 
Sacristán.- ¡Válgame Dios, qué poco juicio tenemos los enamorados, y más cuando tenemos hijos! No sosiego hasta volver el 
vestido,  no se manche y tenga yo que pagar. ¡ Qué despacio duermen! Quiero llamar , que aún no han abierto la ventana. ¡Ah, 
Lorenzo!  ¡Lorenzo! 
 Asómase Lorenzo 
 
Simple.- ¿Quién es? ¿Que quién es? 
Sacristán.-  Di a doña N. que no se manche eso. 
Simple.- ¿Venís borracho? ¿Qué diablos se ha de manchar, que está ya mi ama más de ocho leguas de aquí con ello? 
Sacristán.- ¡Pese a quien me parió! ¿Qué decís, Lorenzo? ¿Es de veras? 
Simple.-¡Hola, sacristán! Esta vez mamola. 
Sacristán.- Eso sí , decí que es burla, que no me había quedado gota de sangre. 
 Sale el capitán. 
 
Capitán.- ¡Que a un hombre de mi edad no perdone el amor, que me hiciese ayer traer la plata pudiéndola traer...! Que por nuestro
Señor que no he dormido en toda la noche pensando si se la han de hurtar. Ya ha abierto la ventana, quiero llamar a Lorenzo y
avisarle tenga cuidado con ella. ¡Ah, Lorenzo! ¡Lorenzo! 
 Asómase Lorenzo 
 
Simple.- ¿Quién llama? ¿Qué hay, señor capitán?  
Capitán.- ¿Cómo está mi hijo? Lorenzo, tened cuidado con esa plata.  
Simple.- ¿Viene en su juicio? ¿Qué diablos dice, que está ya mi ama y la plata más de diez leguas de aquí? 
Capitán.- Lorenzo, ¡bueno está el picón! No se burlará ella con el capitán de esa manera. 
Simple.- ¡Hola, capitán! ¡Pardiez, que esta vez mamola! 
Capitán.- Eso sí, decí que es chacota, cuerpo de Dios, conmigo, que me había quedado helado. 
Sale Alvaro. 
 
Álvaro.- Amor, amor, ¿qué hacemos, voxancé, que damox bozotada en el coaçon, que me trae mox verdedo por esta doña Xofía 
que  bexo allareco? Quero llamar a ver como no lebramos el machos a comer. ¡Ah, xenior Lorenzo! 
Simple.- ¿Qué hay, Álvaro? 
Álvaro.- ¿Cómo no lebramos el machos? 
Simple.- Álvaro, ¿caminaban bien los machos? 
Álvaro.- ¿Porqués, decilde? 
Simple.- Porque si caminaban bien, ya está mi ama y ellos más de doce leguas de aquí. 
Álvaro.- ¿Borlamox voxancé? 
Simple.- Hermano, ¿yo me burlo? Ama y dos galafates se han ido con ellos, y han dejado la casa como hospital robado. 
Álvaro.- ¿Mi hacenda me liebar? ¡Oh pota! 
Simple.- Álvaro , esta vez mamola. 
Álvaro.-Decelde voxancé eso, que me querelde llievar el diablo. 
Sacristán.- No se qué me sospecho de esto y entiendo que nos han dado gatazo a todos. 
Álvaro.- ¡Ah, señor sacristán! 
Sacristán.- ¿Qué hay, Álvaro? 
Álvaro.- El hexo de doña Sofía, ¿ser tu hixo? 
Sacristán.- Sí. 
Álvaro.- E meo también. 
Sacristán.- ¿Quién duda que hayan engañado a este pobrecillo y al capitán diciéndoles que es su hijo, y es mío? 
Álvaro.- ¡Ah, señor capitán! 
Capitán.- ¿Qué quiés, Álvaro? 
Álvaro.-¿Ser tu hexo, el hexo de doña Xofía? 
Capitán.- Sí, hermano. 
Álvaro.- E meo tamben. 
Capitán.- ¡Con qué facilidad deben de haber engañado a este pobreto y a esotro sacristán, diciéndoles que es su hijo, y es mío! 
Sacristán.- A lo menos no se osarán burlar conmigo. ¡Hola, Lorenzo! Venga el vestido, cadena y sortijas. 
 
Sale Lorenzo con un papel. 
Simple.- ¡Hola, sacristán! ¿Estáis ahí? 
Sacristán.- Aquí estoy. 
Simple.- Aquí dejaron una carta para vos. (Lee el Sacristán.) 
 
«El que es bobo, sacristán, 
y se fía de mujeres, 
sabiendo que sus placeres 
siempre aqueste pago dan. 
Quien se precia de galán 
y da plata sin fianza, 
y piensa que esta mudanza 
se hace sin cabriola, 
 ¡Mamola!» 
 
Sacristán.-  ¡Pesia quien me parió! ¿Esto tenemos agora? 
Capitán.- Con esta gentecilla no me espanto; no lo habrán así con el capitán. 
 
 Sale otra vez Lorenzo con otro papel. 
Simple.- ¡Hola, Capitán! ¿Estáis ahí? 
Capitán.-Sí, aquí estoy. 
Simple.- Aquí hay otra carta para vos. (I.ee el capitán.) 
 «Si pensastes, Capitán, 
por venir a pretender, 
sin escote hijo tener, 
a do las toman las dan. 
Si pensáis que por galán 
se alcanza, es muy al revés, 
porque ya el sarao francés 
acaba en justa española. 
¡ Mamola ! » 
 
Capitán.- ¿Hay mayor bellaquería que ésta? ¡Que no baste haberme llevado la plata, sino hacer burla! 
Álvaro.- ¡Oh, qué lendico! A vosotros ¿quién no os tenía de engañiar? 
Simple.- Álvaro, ¿estás ahí? 
Álvaro.- Sí, hermano. El me traer el machos. 
Simple.- Aquí dejaron esta carta para vos. 
Álvaro. ¿Para mí tamben? 
Simple.- Sí. 
(Álvaro lee.) 
 
«Alvaro, no tengas pena, 
que buenos tus machos van, 
y bien presto llegarán 
adonde mi amor ordena. 
Ahórcate de una almena 
si aquesto te da pesar, 
que esto es saber sustentar 
mozos, casa y tabahola: 
¡Mamola!» 
 
Álvaro. -Exto ser fiar en potas; ¡mirar el consuelo que me dar, que mi ahorcamox! Mas ahorcar la mala pota que parilde. 
Capitán.- Ahora aquí no hay otro remedio sino que Lorenzo saque el niño, y aquel a quien más se pareciere, que se le lleve, que por
un hijo todo se puede aventurar. 
Álvaro.- Voxancé decelde ben.  
Sacristán.-Sáquele en buen hora. 
Capitán.- ¡Hola, Lorenzo! Saca el niño. 
Simple.- i Ya va! 
Sacristán.- No tiene duda que le llevaré, que se me parece bravamente. 
Capitán.- Bien satisfecho estoy que lo llevaré , que es todo un traslado mío. 
Álvaro.- Lo que es llevarle bene, esto estar tan certo tener el machos, que me parece mucho. 
 
Sale Lorenzo con un látigo  castiga-pecados , y anda a porrazos contra todos y retíranse, con que se da fin.
 

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Águeda. -Beso las manos de vuesas mercedes, que luego vuelvo; mas no será razón que yo deje a vuesas mercedes a solas, porque 
siendo gente tan honrada no es razón dejalles con la palabra en la boca , aunque no sea sino por aquel refrán que dicen: «Arrímate 
a los buenos, y serás uno dellos».  Vuesas mercedes no me conocen, no deben conocerme; ¿no?, pues yo se lo diré y sabrán que soy
Águeda de Aguirre, la desdichada, que así se puede llamar, la que siempre anda a soldada. Hija soy de una madre que, después de 
haber pasado su mocedad, hacía nacer berros en una artesa, y no me quiero alargar más, que es sinnúmero las cosas que hacía en 
este siglo, pues yo le voy en zaga, que cierto que en mi mocedad no me faltaba nada, que siempre he  tenido dos requiebros y cuatro 
y más cuando solía traer tiracuellos y copete; pero aunque agora no lo traigo, no me falta un galán de cuando en cuando; y especial  y
señaladamente un sacristán, que desde que le vide un día en la iglesia cantando el asperges me, dómine, parece que me clavó el
hisopo y no le puedo olvidar, porque luego puse por obra el tratar su amistad, y ha sido de manera que jamás sube a repicar las
campanas, que en asiendo el badajo luego se acuerda de mí. Mas, velo, aquí viene, él es; quiérole dar traza cómo me saque desta
casa y de servir. 
Sacristán.-Verdaderamente los hombres de mis prendas... 
Águeda.- Beso las manos de mi señor sacristán Palomino. 
Sacristán.- ¡Oh, Águeda de mi corazón! Norabuena te vea yo, vida mía; no hay en este mundo cosa que me dé más contento que tu
buena vista, vita mea, que yo te prometo que jamás tengo reposo si no es cuando te veo, porque me tienes tan robado este corazón 
que no sé qué ha de ser de mí. 
Águeda.- No vives, sacristán mío, engañado. 
Sacristán.- ¡Oh qué «mío», y con qué dulzura! 
Águeda.- Ahora bien, no es menester gastar tiempo; ve cómo estoy determinada de que me saques desta casa, y para ello es 
menester  que esta noche a las once te vengas tañendo una guitarra para que sirva de seña, y yo tendré toda la ropa allegada y la 
cogeremos y nos iremos, que hoy mi señora ha allegado toda la ropa para que vaya a lavar al río y no haré más de cogerla y  
llevárnosla. 
Sacristán.-Mi vida, yo cualquiera cosa haré por ti ; pero no quería que me saliera a las espaldas como calenturas a la boca. 
Águeda.- Calla, que no nos sucederá, sino muy bien, y más poniendo tú las manos en ello. 
Sacristán.- Yo por ti cualquier cosa haré; pues que es tu voluntad, yo lo haré: ordénalo como tú quisieres. 
Águeda.-Pues alto; esto queda así. Ven a las once, como te he dicho. 
Sacristán.- Queda con Dios, que yo vendré a la hora dicha.  
Águeda.- ¿Vaste? 
Sacristán.- Sí. 
Águeda.-Pues ¿no me abrazas?  
Sacristán.- Como iba pensando en este negocio, no me acordaba; pero toma para señal de lo concertado. (Váse el sacristán.) 
Águeda.-Ve con Dios. Agora bien, manos a la obra, que Águeda es bienaventurada esta vez mediante mis amores. 
Vase Águeda  y entra su Ama de Águeda, diciendo lo siguiente:
Ama.- ¡Ay amor, amor, cómo pasas los corazones tan de repente! Y más a las mujeres, y especialmente como yo, que soy casada,
que aunque es mi marido viejo, al fin es marido y honrado, y yo también , que he menester mirar por la honra. Pero tiéneme tan 
atravesado mi corazón el sacristán Palomino, que no lo puedo disimular; y lo malo que hay en este negocio es que es el sacristán
Palomino amigo de Águeda, mi criada, y por esto no me podré descubrir a ella lo mucho que lo quiero, y todos mis amores han
procedido de lo mucho que Águeda me cuenta que hace con ella. Yo no sé a quién me descubra; a un mozo simple que tengo no es 
cosa,  que se lo irá a decir al licenciado Mosquete, mi marido; no sé qué me haga en este negocio. Si hubiese por ahí alguien que
fuese tercero en esto, se lo pagaría muy bien; pero ya se me ofrece cómo yo me pueda ver con mi sacristán de mi vida. Él ha de venir
esta noche, a las once, según me ha dicho Pablos, mi criado, que viene cada noche; yo me tengo de disfrazar de manera que no me
conozca y fingir que soy Águeda, y desta manera podré holgarme y sin perjuicio de mi honra; porque él pensará que soy Águeda, y 
más que mi marido, el licenciado Mosquete, está hasta media noche en el estudio y es más aparejo para hacer lo que yo pretendo; 
pues yo me determino de hacello así. Alto;  ayúdame, amor, pues tú me heriste. 
 
 
Éntrase el Ama y sale su marido el licenciado Mosquete, y Pablos, simple, su mozo, y dice así: 
 
Licenciado.- Anda, hijo mío, eso sí; mira bien por mi honra , dime lo que pasa. 
Pablos.-  Eso ya se lo diré a su merced todo como pasa. 
Licenciado.- Dímelo, hijo, y la verdad de todo, que yo te prometo que ha de haber sangre de por medio, que no se ha de consentir tal 
en mi casa, aunque sea mi criada, que deso aprenderá mi mujer. 
Pablos.- No haya miedo que mi ama aprienda de Águeda... 
Licenciado.- Yo así lo entiendo; porque mi mujer es mujer honrada. 
Pablos.- Mas antes dice Águeda que ha aprendido de nuesa ama todo lo que sabe. 
Licenciado.- ¡Calla, desvergonzado! Dime de presto lo que pasa. 
Pablos.-Sepa su merced que Águeda... 
Licenciado.- Así, hijo, di la verdad. 
Pablos.- Sepa que es Águeda demonio, y no quisiese que nos oyere, porque luego me pela las barbas y dice que me ha de quemar la 
boca con un pimiento. 
Licenciado.- No hayas miedo, di lo que sabes. 
Pablos.- Sepa que el sacristán viene cada noche a las once a casa y se meten en la sala del patio y no hacen sino resollar y luego 
se va. 
Licenciado.- ¿Qué, es verdad eso? ¡Es posible! 
Pablos.- Lo que oye su merced es. 
Licenciado.- Yo no lo puedo creer si no lo veo, porque si es así no estará más en compañía de doña Costanza, y el sacristán me lo
ha de pagar muy bien por el quebrantamiento de la casa. 
Pablos.- Sepa que todo se puede creer de aquélla, porque es la mayor golosa que se puede imaginar, y no dará nada si la ahorcan. 
Licenciado.- Agora bien, hijo Pablos; esto es menester remediar, que no quiero malas mujeres en mi casa. 
Pablos.- Sepa su merced que esta Águeda, que es mala, y ella se hará maleta, y si no lo remedia esto con tiempo, otro día se
 descoserá.  
Licenciado.-  Aflora bien, hijo; este negocio es menester ver y creer, como Santo Tomás. 
Pablos.- Eso sí; vello por los ojos primero; quizá veremos más de lo que pensábamos. 
Licenciado.- Agora bien; ello ha de ser desta manera; que ya has visto aquellos paños que están para llevar al río.  
Pablos.-Aquellos líos de ropa, dirá. 
Licenciado.- Sí. Pues tú has de hacer una cosa como hombre. Y ¿has de hacer lo que yo te dijere? 
Pablos.- Sí; diga su merced cómo lo tengo de hacer, que él verá cómo lo pongo del lodo todo. 
Licenciado.- Mira, tú; te tengo de envolver como lío de ropa, y yo, ni más ni menos; y tendremos dos palos, y en entrando el 
sacristán en casa le moleremos a palos, de manera que no vuelva más acá. 
Pablos.- Eso no haré yo. 
Licenciado.- ¿Por qué? 
Pablos.- ¿Por qué? Yo se lo diré. ¿Yo me pondré como lío; la ropa está para llevar al río para lavar; llevarme han y echarme han en
remojo, y empezar han a traquearme en una piedra , y desharánme las costillas? Yo no lo puedo hacer. 
Licenciado.- Que no ha de pasar tanto tiempo como eso; que luego hemos de salir y moler a palos al sacristán. 
Pablos.- Ea, pues si es así, haga su merced lo que fuere servido, que yo le ayudaré, aunque no sea sino por vengarme en el sacristán,
que cada vez que voy a tomar agua bendita me zampuza de cabeza en la pila. 
Licenciado.-Pues desa manera vengarte has del. 
Sacan un costal y una sábana y meten a Pablos, el simple, en el costal, y mételo allá dentro, y envuélvese el Licenciado 
en otra sábana y pónese allá dentro esperando al Sacristán, y párase a la ventana el Ama, mujer del Licenciado, 
a esperar al Sacristán, y dice asi: 
 
Ama.- Desde aquí quiero esperar a mi sacristán, que yo entiendo que vendrá esta noche; y vengo tan disfrazada, que él ha de 
entender que soy Águeda. Mas oigo ruido; él debe de ser. 
Sacristán.- Soy el hombre más desdichado del mundo, que he andado a buscar una guitarra para llevar y no la he hallado. No sé 
cómo  haga la seña, pero si mal veo, que debe de ser aquella que está a la ventana. Sí, ella es. Quiero llegarme allá. ¡Ah, reina mía!
¿Sois vos, mi vida? 
Ama.- ¿Es la lumbre de mis ojos? 
Sacristán.- ¡Con la terneza que me habla! Sí, yo soy, señora Águeda de Aguirre. ¿Heme tardado? ¿Es hora? 
Ama.- Ya ha rato que estoy aguardando aquí. 
Sacristán.- ¿Está todo aparejado y la ropa junta? 
Ama.- Sin duda tienen concertado algo; quiero concedelle. Todo está ya junto. 
Sacristán.- Pues empezá a echar. 
Ama.- No quería tan presto, porque mi ama está todavía por acostar. 
Sacristán.- Pues aguardaré un poco. 
Ama.- Pues ven acá dentro, por amor de el sereno y porque andan capeadores. 
Sacristán.- Sea enhorabuena; abríme y ved que esté vuestro amo durmiendo. 
Ama.- En el estudio está con mi señora y Pablos, el simple. Bien podéis entrar seguro y veníos tras de mí. 
Baja el ama y vase con el aacristán a la cama, y sale Águeda a esperar al sacristán, y dice así:  
 
Águeda.- Ya me parece que son las once; ya no puede tardar mi sacristán para efectuar nuestra idea; y aunque no me engaño, este
es, según la seña de la guitarra; y viene a buen tiempo, que mi señora está en la cama durmiendo y mi señor está en el estudio.
  (Sale uno con una guitarra cantando unas folias por la calle adelante.) 
Águeda.- ¡Ce, ce! ;Es el bien de mi vida? ¡Ce, ce! ¡Ah! ¿Señor Palomino? 
Gentilhombre.- ¿Qué Palomino? Con otro debe de hablar, que no conmigo. 
Águeda.- ¡Ce!, mi alma. ¿Es hora? 
Gentilhombre.- Sin duda ésta espera a otro, y debe de entender que soy yo; quiero llegarme y hablalle y fingir que soy el que ella
espera. Señora, hora es, vedlo; ¿qué mandáis? (Baja Águeda con la ropa y dásela.) 
 
Águeda.- Ea, ayúdeme, que he aquí la ropa toda.
Gentilhombre. ¡Santo Dios! ¡Qué es  esto? Ropa es; ¡ánimo!, que yo soy de buena ventura. 
Águeda.- He aquí, señor Palomino, toda la ropa que hay en casa. (Parece que no le conozco.) Bueno, es el disfraz. 
Gentilhombre.- Todo es menester para semejante negocio. 
Águeda.-Pues norabuena; vamonos luego, antes que seamos sentidos. 
Gentilhombre.- ¡Amargo de mí, que allá ha de ir ella! Ahora bien ; quiérole decir que entre por más , para irme yo con esta ropa.
Señora de mis ojos, ¿no hay más ropa en casa? 
Águeda.-No, señor, no hay más. 
Gentilhombre.- ¿Ninguna? 
Águeda.- En verdad que no queda otra cosa si no es la cama. 
Gentilhombre.- Pues tráigala , y envuelva sábanas y frezadas; y si pudiere, colchones, porque durmamos en blando esta noche. 
Águeda.- Pues señor; yo voy por las sábanas y frezadas, que no habéis apuntado mal; yo voy. 
 
Éntrase Águeda y vase el gentilhombre y empieza a tirar de los líos para llevárselos, y sale un alguacil, y corchetes, 
con sus espadas y préndenlo, y dice el alguacil así: 
 
Alguacil.- ¿Qué gente? ¡Sed preso! ¡Teneos al rey! ¿Qué ropa es ésta? Vos ladrón sois. 
Gentilhombre.-Suplicóle a vuesa merced me trate bien, que soy hombre honrado. (Empiézase a turbar.) 
Alguacil.- Ahora bien; desate estos líos, que quiero ver qué ropa es ésta. 
 
Desatan los líos y hallan dentro a Pablos,  el simpHc, y al licenciado; quitanles las espadas y préndenles, y dice el alguacil que qué 
 hacen allí. Túrbase el simple y el amo, y sale Águeda con el lío de las frezadas, y envuelto en ellas al Sacristán y su Ama. 
El  alguacil coge a la moza y desenvuelve el lío, y halla al Sacristán y al ama, y quédanse santiguando, 
y su marido mirándola, y habla Pablos con ellos: 
 
Pablos.-  ¡San Juan y Corpus Crhistie en un día! ¡Oh, hi de puta. Palomino! ¿Estábades anidando? (Habla con su amo Pablos.) 
Esto me diga que es vcr y creer. 
Alguacil.- Agora bien; de todo esto es menester dar noticia al corregidor. Agora ¡sus!, todos han de ir a la cárcel, asidos; vayan a la
cárcel. 
(Empiezan a asilles a todos, y asen al simple, y dicen que vaya a la cárcel, y danle rempujones. Dice Pablos: "Pues iremos; no 
rempujes, corchete ruin." Dale otro rempujón, y él arreúnete a un corchete y quítale el espada y empieza a dalles, y ellos a 
defenderse, y desta manera se entra allá.)  

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SON FIGURAS LAS SIGUIENTES: 
 Un alguacil, y sus ministros. El capeador. El bobo. Un jugador. 
 
Sale el Capeador solo y con dos espadas. 
 
Capeador.- Una ánima sola ni canta ni llora. Dígolo por mí, que después que el verdugo de Valencia acabó los días de mi compañero,
me siento el hombre más perdido que tiene el mundo, porque mientras él vivió, aún hacíamos alguna cosa de consideración, como era
algún hurto de docientos o trecientos; pero ahora, lleve el diablo si he hecho hurto que valga de diez blancas arriba; porque un hombre 
solo ni se atreve a una capa, ni acometer a nadie. Y ansí ando buscando un camarada que me ayudase a pasar esta vida: él en un 
cantón, yo  en otro, mal sería que no captivásemos algunas capas. 
 Sale el bobo voceando. 
 
Bobo.-  ¡Valga el diabro al carnicero falso, que juro a diez que probaré que soy más ruin hombre que la puta que os parió! 
Capeador.- ¿Qué es eso, hermano, qué tenéis? 
Bobo.- Yo las he con ese borracho carnicero. 
Capeador.- Pues ¿qué os ha hecho? 
Bobo.-Yo os lo diré. Heis de saber que mi mujer me dijo: «Toma, Lorenzo, anda a la carnicería y traeos un real de carne.» Yo cojo el 
real,  voy, y dígole al carnicero: «Échame acá un real dése carnero.» Él pone un pedazo de carne en aquellas alforjas de hierro. 
Capeador.- ¿En el peso? 
Bobo.- Que no era el queso. 
Capeador.- El peso digo. 
Bobo.-  Sí, el peso creo que era, señor. Y mira; yo vi que la carne era poca, que daquí a en eso tengo buen ojo. Dígole: «¿Qué?, 
¿daisos a entender ques hoy jueves, que hemos de comer arroz, que me ponéis tanto sebo? No quiero esa carne.» Él, que oye eso,
díceme: «Sois un ruin hombre.» Dígole yo: «Mentís, y va un cuarto.» El, que oye «mentís», abájase, y toma una de aquellas pesas y
tíramela a la cabeza. Yo, que la veo venir, abajo la cabeza y dejóla pasar, y como dice el rufián... 
Capeador.- El refrán dirás. 
Bobo.- Sí, refrán, que no hay palabra sin respuesta; abájome y cojo la misma piedra, y tírosela y pegole en el ojo. 
Capeador.- ¿En el ojo? ¿El ojo le habrás sacado? 
Bobo.- No, que antes se lo he metido dos dedos más adentro. 
Capeador.- Vaya; aquel ojo perderá. 
Bobo.- No hará, que con un candil lo quedaban buscando. 
Capeador.- Yo creo que tú le has muerto. 
Bobo.- No está muerto, que agora lo ponían muy polido, como fraile francisco para llevarlo a la iglesia. 
Capeador.-  Ahora bien, hermano; vos no podéis ya andar por la ciudad , por eso que habéis hecho, a lo menos de día ; y para eso 
tengo yo un oficio muy bueno que es oficio de noche. 
Bobo.-  ¡Vos! ¿Y qué oficio tenéis? 
Capeador.- Hermano, yo soy murcio. 
Bobo.- Pues yo soy Origüela, que cae más acá de Murcia. 
Capeador.- No digo eso, hermano, sino que soy poleo. 
Bobo.- Pues yo soy orégano, que también lo ponen en las aceitunas. 
Capeador.- ¡Oh, qué hombre tan mal entendido! Dígoos más en romance que soy birlo.
Bobo.- Pues yo soy bola que derribo ese birlo. 
Capeador.- ¡Qué hombre este tan mal entendido! Cierto ques lástima ver qué poco sabe; pero estos son a veces los que salen buenos 
capeadores. Hermano, digo os, en efecto, que yo soy capeador.
Bobo.-¿ Capador? Pues mire, no me cape por reverencia de Dios, que en todo mi linaje no había mejor oficial que yo; y ya ve, si me
capa, quedaré impotente, que después no aprovecharé para nada. 
Capeador.- Hermano, yo no os he de hacer nada. Dígoos que soy capeador. Soy ladrón, en efecto, que hurto capas, y es un oficio
muy bueno, porque vivimos sin trabajar. 
Bobo.- ¿Que vos sois ladrón? Juro a diez que entendí yo que tenían otra color los ladrones. Y escucha: ;y ese es buen oficio?; porque
me han dicho que nunca llegáis a viejos, que luego dicen que os hacen deceprinantes de a caballo. 
Capeador.- No, hermano, que eso es a los ladroncillos de poco más o menos que hurtan un rábano y una lechuga y cosas semejantes; 
pero yo, hermano, soy de los ladrones que hoy hurtamos diez escudos, mañana veinte, esotro día cincuenta, y desta manera irnos 
subiendo de grada en grada. 
Bobo.- Daquí a que venís a dar en la horca. 
Capeador.- No, nada deso, sino daquí a que venimos a tener muchos ducados y ser muy ricos, y los deste oficio nos damos buena 
vida. 
Bobo.- Pero siempre debéis de tener mala muerte. 
Capeador.- Señor, en efecto, si vos lo queréis ser, mucho de norabuena, y si no, haced lo que os diere gusto. 
Bobo.- Ahora bien; yo quiero ser dese oficio. Avézame lo que he de hacer. 
Capeador.- Lo primero que habéis de hacer, es esto: hace cuenta que viene un hombre por esta esquina, y luego, en viéndole venir, 
habéis de echar mano y tentalle la capa; y si tiene buen pelo, le llamamos Pedro, y si es raída, Rodrigo. Y si veis, como digo, que es
buena y tiene pelo, échale mano y dalle dos esplañizazos, y llamáis: ¡poleo, poleo!Yo, en oír eso, como estaré en la otra esquina más
adelante, en oír «poleo» saltaré luego y seré en tu ayuda; cogerémosle la capa y daremos con ella en un bodegón y comeremos como
unos príncipes. ¿Tiéneslo entendido? 
Bobo.- Sí, muy bien. 
Capeador.- Pues hace caso, que soy yo el que has de quitar la capa. Toma esta espada, que yo traigo otra ceñida, y veamos con qué
delicadeza lo harás. 
Bobo.-Que yo ya lo sabré muy bien hacer eso. ¿Hay sino llegar a él y decirle: «ea, deja la capa», y dalle un esplañizazo desta manera? 
Capeador.- ¿Y si él repara y te revuelve la espada y te da? 
Bobo.- Pues eso no me lo habéis enseñado. Ya no quiero ser dése oficio, si eso es. 
Capeador.- Pues para eso está la discreción de las personas , hermano; que si te repara, acometerle por otra parte y dar voces
«¡poleo, poleo!», que ya te digo que yo estaré a la otra parte, y en sintiéndote, he de dar favor. 
Bobo.- Ea , pues ; que bien sabré hacerlo eso. 
Capeador.-Ahora, pues, ponte en ese cantón, que me porné en este de más adentro; y ten cuenta que en ser menester, que des aviso. 
Bobo.- Ya estoy en el caso. Bien te puedes ir a poner en tu esquina. 
Capeador.-Pues, norabuena; ya voy. 
 
Entrase el Capeador y pónese tras de una cortina y quédase el Bobo solo.
 
Bobo.- Ahora bien, yo quiero ver si éste me engaña o si en decir poleo acude: ¡hola, poleo, poleo, poleo; aquí la capa, ayuda! 
 
Sale el Capeador. 
 
Capeador.- ¿Qués eso? ¿A dostá la capa? ¿Para qué das voces? 
Bobo.-Aquí, ayuda; siete, son siete. 
Capeador.- ¿Cómo siete? 
Bobo.- Siete hombres. 
Capeador.- ¿A dó están los siete? 
Bobo.-Pues un gato, ¿no dices que tiene siete vidas? 
Capeador.-Pues ¿qué tiene que ver esto con esotro? Mira, no llames, que no sea que tengas alguna capa, porque si llamas, veo que 
me burlas, alguna vez te hallarás burlado, que no saldré aunque me llames, y te verás en necesidad; ansí que ten buena cuenta, que yo
me vuelvo al puesto. 
 Vuélvese aponer el Capeador dentro de la cortina. 
 
Bobo.- No os llamaré, ya que no tengo capa o algo. 
Sale un jugador alborotado. 
 
Jugador.- ¡Valga el diablo el juego, aun quien lo inventó! ¡Que es posible, señores, que de cien veces que me pongo a jugar, las 
noventa y nueve pierdo, y una que gano, luego todos: « venga barato » ? ¡Lleve el diablo el barato! ¡Plegué a Dios, juro a tal, que si 
me viniera nadie por aquí ahora que le había de deshacer la cara! 
Bobo.- Venga la capa, deje la capa: ¡hola!, poleo. 
Jugador.- ¿Qués eso? ¡Hola! ¿Con quién las habéis? 
Bobo.- Con vos; que dejéis la capa, que la he de llevar a un bodegón y comer, y darme una vida con ella tres o cuatro días que no la 
tenga mejor un príncipe. 
Jugador.- ¡Bueno es eso, por Dios! Pues no más de por eso habéis vos dejar esa espada. Deja la espada, o os pasaré esta mía por el
cuerpo. Acaba; deja esa espada os digo. 
Bobo.- Tome, señor, por amor de Dios, que basta con su cólera a acobardarme. 
Jugador.- Pues más habéis de hacer: deja ese sayo, quitáoslo luego; acaba, y también la caperuza. Presto, acaba, señor. 
Bobo.- Mire, no me quite el sayo, señor, que no tengo otro. ¡Poleo, poleo! 
Jugador.- ¿A quién llamáis? 
Bobo.- No, a nadie, señor jugador. 
Jugador.- Pues ¿a quién dabais esas voces? No me voceéis más, que os haré tragar esta espada; y acaba, deja presto ese sayo; quitaos
esa caperuza, acaba. 
Bobo.- Tome, señor; solamente se me vaya y me deje; no me esté aquí con sus cóleras, que me hace volver la palabra al cuerpo. 
Jugador.- ¡Juro a tal, que si no mirara que soy cristiano, que no os había de dejar con la vida! 
Hace que se va el jugador con el sayo y caperuza y espada del bobo.
 
Bobo. -Sí, de un bellaco, que te me llevas la ropa. 
Jugador.- ¡Cómo! ¿Qué es eso? ¿Aún habláis palabra? ¿Qué es eso que decíais? 
Bobo.- No señor , no era yo el que hablaba. 
Jugador.-Por eso digo; no me habléis palabra, que espletaré en vos mi cólera. 
Bobo.- No, no señor; no le diré más nada.
Jugador.-Por eso digo.  
Bobo.- ¡Hola! ¡Poleo, poleo! 
 Sale el capeador. 
 
Capeador.- ¿Qué es? ¿Qué quieres? ¿Qué es de la capa? ¿Hasla cogido? 
Bobo.- ¿Cómo cogido? Antes me han cogido a mí mi sayo y la espada que me disteis y la caperuza. 
Capeador.- Pues ¿cómo ha sido eso? ¿Por qué te has dejado llevar el sayo? ¿Para qué efecto te enseñé yo lo que habías de hacer? 
Bobo.- Pues tú no me enseñaste bien el oficio, que no me dijistes que el otro también traía espada y me había de venir con cólera  
como vino, que me quería sorber como si yo fuese huevo. 
Capeador.-Pues ¿eso era menester decir? Ahora bien, señor, vos habéis de cobrar mi espada que os he dado, o estarás aquí daquí a  
que podáis hurtar otra; y esto habéis de hacer. 
Bobo.- No, no más, que mal oficio es este del diabro, que pienso que he de llevar la capa del otro, y hánme llevado mi sayo y lo 
demás. 
Capeador.- Pues , hermano , la espada me has de volver, sea de cualquier suerte o modo; así que tú te has de volver a poner en tu
puesto, que yo me porné en el mío, y procura luego de dar voces , y verás como yo te haré que quitemos no digo una capa y espada,
pero muchas. 
Bobo.- Ea, pues vuelve a tu puesto. (Vuélvese el capeador a poner detrás de la cortina.) ¡Juro a diez que he de burlar a éste si yo 
puedo hurtar alguna espada o capa! 
Sale el jugador con un alguacil y acompañantes del alguacil. 
 
Jugador.- Dígole a vuesa merced , señor alguacil, que me quisieron quitar la capa un bellacón saliéndome de la bandera, y que me vi
en grandísima confusión. Mire vuesa merced cómo se puede sufrir esto en una ciudad como esta. 
Alguacil.- ¿Que es posible, señor, que a esta hora, que es aún casi de día, le habían de querer quitar la capa? Espantóme cierto. 
Jugador.- Digo, señor, que es como se lo digo a vuesa merced. El que me la quería quitar este es , el ladrón bellaco. 
Alguacil.- ¿Este? Asilde; ¡hola! 
Bobo.- ¿Qué es lo que quieren? 
Alguacil.- Vení acá, hermano: ¿de qué vivís? 
Bobo.- Yo, señor, soy capeador. 
Alguacil.- ¿Capeador? 
Bobo.- Sí, señor; y poleo me lo ha enseñado el oficio, y quitar una capa, y irse al bodegón , y tener buena vida con ella cuatro o seis
días. 
Alguacil.- ¡Bueno es eso por cierto! ¿Y quién es ese poleo? 
Bobo.- Aquí está, señor; yo lo llamaré: ¡hola!, ¡poleo , poleo! 
 
Sale el Capeador. 
 
Capeador.- ¿Qué es eso que tienes, Lorenzo? 
Alguacil.- Vení acá, hermano: ¿de qué vivís vos? 
Capeador.- ¿Yo, señor?, de mi renta. 
Bobo.- Sí, señor, todo lo que hurta es su renta. 
Capeador.- Calla, demonio, que me descubres. 
Bobo.- Pues ¿tú no me dijiste que eras ladrón y capeador, y que era buen oficio? 
Capeador.- Calla ahora eso. 
Alguacil.- Pues que esto pasa, téngase al rey.  
Bobo.- Señor, aquí ninguno se cae; no hay que temer. 
Alguacil.- ¡Hola! ¡Aquí, ayuda al rey! 
Bobo.- Mire, si quiere ayuda vayase al hospital, que allí le darán hartas. 
Alguacil.- Así ahí, ese; tené esotro: ¡hola!, ¡aquí! 
Bobo.- Deje él esa capa, deje la espada, ¡á ellos! ¡Poleo, ánimo! ¡Ay, que se huyen! Ea , señores, entre otro a esgrimir, que yo ya he
acabado. 
 
Aquí quita el bobo la espada al alguacil, le comienza a dar esplañizazos , y le hace dejar la capa también al jugador, dan todos a huir; 
y el bobo y el capeador  plegan las capas y espadas, y se entran, por otra parte, y se acaba el entremés.
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