Enrique Cabezón García

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La muchacha asiática más caliente

Es bueno que lo sepas

Noche de agosto

LA MUCHACHA ASIÁTICA MÁS CALIENTE

como un fósforo

como un crematorio

como el interruptor de la luz

como una lámina de hierro

como el óxido

o

como una estrella caída

como una rasgadura

como la lástima lacrimógena

como una última copa

como la impaciencia

mierda

todo es mejor si no planeas largarte

si va para largo estaremos bien

tú quieres que te coma el foo yung

y yo no he lavado mi kuai hoy

el tedio, el trabajo, el cansancio

el vago que habita en mí pide perdón

buenas noches mi amor me dices

y me das la espalda para dormir

yo mirando tu chasis espectacular

me cago en el hijo de la gran puta

que inventó las metáforas

por qué coño estoy tan jodido

por qué no me dio por ducharme

antes de echarme aquí a morir

¿será elegante que me deslice al baño

y me acicale bien ahora que arden

los condimentos mal mezclados

en el wok de tu corazón?

en el cajón revuelto busco una china

de ella sé cómo se pone cuando está caliente

también sé lo que tengo que hacer

para que nos sintamos bien

quizá después te bese el cuello

y veamos qué podemos hacer

con tus delicias orientales.

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ES BUENO QUE LO SEPAS

 es mejor que simplemente mirar

mejor que agachar la testa ante el juicio de un tercero

mejor que soñar con tu reflejo en cucharillas de plata

tus manos son como las manos seguras de la matrona

que da paso al mundo

acariciarme es atenderme como a un recién nacido

tan maravillosamente inútil

tan necesitado

 no me he sentido de la manera que soy en largo tiempo

es difícil para mí especificar cuánto

tus manos acarician como un campesino labra

y podía ser que yo estuviese aquí desde el principio

desde hace mucho tiempo al menos

y no haya empezado a vivir hasta ahora

es mejor así

mejor que un trago de agua helada

mejor que marearse en el carrusel

mejor que contar hasta tres y desaparecer

un

 dos

 tres

 

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NOCHE DE AGOSTO

Bajo la tela de la noche
y sus linternas diminutas.
La puerta abierta.
La remetida claridad del cuarto
tras las ventanas.
La humedad en reposo de la tierra.
Y el ruido de unos pasos en la grava
que anuncian tu llegada,
tu saludo abstraído,
tu calor.

Imaginé esta escena alguna vez,
antes de conocerte:
hueco en el aire del deseo
que tú ocupaste.

¿O fue, tal vez,
que tú la imaginaste para mí,
que me diste tu anhelo antes de hallarnos
para arrimar a su temblor
la común extensión de nuestras vidas?

 

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