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Juan José Domenchina
El fervor

Hastío

Mujer, palabra rubia

Tarde

Estío

Nevermore

El árbol

El fervor

Como en la piel de Rusia _¡es extraño!_, el latido

del abedul _acorde de olor_ y en el gemido

la lágrima y el lúpulo en el oro fluido

de la cerveza, en todo me encuentro estremecido.

Mi corporeidad _mínima y acicular_ es apta.

Su tensión esotérica a la adiaforia capta,

a la emoción impulsa y al entusiasmo rapta.

Soy penumbra, ebriedad de sol, senda, abditorio,

montículo de sombra, cumbre, reclinatorio,

rémora y acicate. ¿Verdad? Contradictorio.

Y omnipresente. En todo palpito. Mis huidas

moléculas perforan la vida, estremecidas...

Mi ubicuidad, empero, no alcanza a las mentidas

verdades, ni hasta el útero de las hembras vendidas.

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Hastío

Hastío _pajarraco

de mis horas_. ¡Hastío!

Te ofrendo mi futuro.

A trueque de los ocios

turbios que me regalas,

mi porvenir es tuyo.

No aguzaré las ramas

de mi intelecto, grave.

No forzaré mis músculos

¡Como un dios, a la sombra

de mis actos _en germen,

sin realidad_, desnudo!

¡Como un dios _indolencia

comprensiva_, en la cumbre

rosada de mi orgullo!

¡Como un dios, solo y triste!

¡Como un dios, triste y solo!

¡Como un dios, solo y único!

 

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Mujer, palabra rubia

Mujer. Palabra rubia,

de miel. Vaso de oro.

Persistencia monótona, de lluvia.

Silencio puro. Balbucir sonoro.

Mármol o bronce. Simulacro.

Corporeidad rotunda. Lanza

de emoción. Fuego sacro.

Cumbre de todos los instintos. Danza.

Médula de lo ignoto. Áurea vedija

incoercible. Vientre de los nombres.

Arca de la eternidad. Hija

del Hombre. Madre de los hombres.

 

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Tarde

Mejor que tú, pensamiento,

este olvido de enramada

donde todo vive en nada:

hoja al sol, pájaro al viento.

De azul de luz sin cimiento,

¡qué cúpula! Maravilla

de ingravidez amarilla.

Mejor, pensamiento, el río;

donde apenas moja el frío

de su límite la orilla.

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ESTIO

Huele a verano ya, suena a verano

- ¡qué retumbar en hueco! Es un vacío

llenos de cañas rotas el estío

sordo: eco seco, que redunda ufano.

Un olor estridente, de secano,

sube en grietas su hisurto desvarío

de la tierra agostada. Donde el río

fluyó, está el cauce, enjuto como el llano.

Los juncos, ya pajones, en su avío,

y las hirientes tobas, a la mano,

se grifan: son las uñas del sequío.

Huele a verano ya, suena a verano,

y todo un mundo de élitros, baldío,

se desmorona y pierde en polvo vano.

 

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NEVERMORE

Ala de sombra, un cuervo - que crascita

"Nunca" - repite su áspero graznido

al través de mi día mal vivido

y de mi noche a solas, infinita.

En su agorera convicción le imita

mi doble desaliento, persuadido

de que "nunca" la tierra que he tenido

podrá tenerme en pie, que está proscrita.

"Nunca"... Pico de grajo, el pensamiento

- corvo, corvino - escarba... Lo que siento

sólo puede decirse en ese "nunca"

- cuervo de negra luz, empobrecida

pitanza, interminable despedida -

que tiene el nombre de mi nombre: "Nunca".

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EL ARBOL

El árbol dice con su sombra inmoble

que tiene inmoble tronco, y su aireada

frondosidad se mueve en la azogada

palpitación en sombra de su doble.

Tiene tocón inconmovible, noble

raíz por tierra y sombra encadenada

y las hojas del éxodo, en atada

inquietud verde, sobre le tronco inmoble.

Está en sí, y sobre sí, perfecto. Tiene

la tierra que le tiene. Tiene vida

propia, bajo el sostén que le sostiene.

Y la luz, que le llega de caída,

se remonta en sus hojas y le viene

a renovar la pesadumbre erguida.

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