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Dolores Veintimilla

Quejas

A una amiga

A un reloj

Sufrimiento

QUEJAS

¡Y amarle pude! Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma…
Perdió mi pobre  corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como l ahoja en el árbol vacilé.

Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho;
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos;
él, mi primero, mi ferviente amor.

Sin él, para mí el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida apasionada;
era el centro de mi alma el amor suyo;
era mi aspiración, era mi orgullo…
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?

No es mío ya su amor, que a otra prefiere.
Sus caricias son frías como el hielo;
es mentira su fe, finge desvelo…
Mas no me engañará con su ficción…
¡Y amarle pude, delirante, loca!
¡No, mi altivez no sufre su maltrato!
Y si a olvidar no alcanzas al ingrato,
¡te arrancaré del pecho, corazón!

 

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A LA AMIGA ÍNTIMA

¡Ninfa del Guayas
encantador!
De tus abriles
en el albor,
cuando regreses
a la mansión,
donde te espera
todo el amor
de los que hoy ruegan
por ti al Señor;
cuando más tarde
vengan en pos
de los placeres
que apuras hoy,
los tiernos goces
y la emoción
con que las madres
amamos, ¡oh!,
a los pedazos del corazón;
no olvides, Carmen,
no olvides, ¡no!,
¡a tu Dolores
por otro amor!

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A UN RELOJ

Con tu acompasado son
marcando vas inclemente
de mi pobre corazón
la violenta pulsación...
¡Dichosa quien no te siente!
Funesto, funesto bien
haces reloj... La venida
marcas del ser a la vida,
y así impasible también
la hora de la partida.

 

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SUFRIMIENTO

Pasaste, edad hermosa,
en que rizó el ambiente
las hebras del cabello por mi frente
que hoy anubla la pena congojosa.
Pasaste, edad de rosa
de los felices años,
y contigo mis gratas ilusiones...
Quedan en su lugar los desengaños
que brotó el huracán de las pasiones.
Entonces ¡ay! entonces, madre mía,
tus labios enjugaban
lágrimas infantiles que surcaban
mis purpúreas mejillas... y en el día
¡ay de mí! no estás cerca para verlas...
¡son del dolor alquitaradas perlas!
¡Madre! ¡Madre! no sepas la amargura
que aqueja el corazón de tu Dolores,
saber mi desventura
fuera aumentar tan sólo los rigores
con que en ti la desgracia audaz se encona.
¡En mi nombre mi sino me pusiste,
sino, madre, bien triste!
Mi corona nupcial, está en corona
de espinas ya cambiada...
¡Es tu Dolores ¡ay! tan desdichada!

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