David Escobar Galindo

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Nada más que un instante...

Niños que cargan otros niños...

Parábola

Devocionario

Ars poética

Nada es más que un instante. Lo remoto
se quedó detenido en su minuto.
La sucesiva flor soñó su fruto
para prenderlo en el dorado exvoto.
En el instante exprime el sol devoto
su apuesta cotidiana al Absoluto.
Y en esa ardiente vocación de luto
se hunde hasta la más pura flor de loto.
Todo es instante, entonces, resumido
en la hiriente ceniza del olvido,
suma interior de todo lo deseante.
P
ero el instante nuestro _tuyo y mío_
al compartir su huella de rocío
sella la eternidad en el instante.

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Niños que cargan otros niños
semidormidos y pidiendo
centavos por las ventanillas
de los carros, mientras regresa el verde
del semáforo. Niños de intacta suciedad,
niños igual de ancianos que la música,
duros como semillas en un plato de peltre;
y en esta levedad el verano, los juegos,
las personas que entran y salen del hospital, los ríos
de vehículos, y una
fosforescencia triste y furiosa en los vellos
de mi antebrazo izquierdo. Pasaje de luciérnagas
por una puerta llena de candados. Pronuncio…
¿Cuál palabra?

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PARÁBOLA

El sol se pierde —moneda de fuego
en su ciega alcancía.
Duerme el tesoro, luego, en el pleno sosiego,
hasta que lo descubre, de pronto, en el hondón,
el picapedrero del día.

            (Tal le pasa al maduro corazón).

 

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DEVOCIONARIO (POEMA 148)

Estoy sentado frente a un vaso de agua.
Es igual que sentarse ante un océano.
La eternidad se ahoga en una gota,
pero el tiempo es un pálido velero.
Sentado en popa miro el sol que nace.
Sentado en proa miro el sol que muere.

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ARS POÉTICA

¡Belleza, flor de sueño, al fin alientas
después de tanto espanto y tanto llanto!
Porque también tu gracia puede tanto,
Tanto más que el crujir de las afrentas.

Después de la dolencia del espanto,
cómo surgen tus músicas sedientas:
surtidores que ayer fueron tormentas,
murmullos que mañana serán canto.

Se escondió tu vigilia donde pudo,
durmió entre los escombros hecha un nudo,
se ocultó en un rincón de la cornisa.

Pero ha venido el tiempo del sosiego.
¡Y tú, belleza, manantial de fuego,
renaces otra vez de la ceniza!

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