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César González Ruano

Alguien, cuando pase el tiempo...

Muerta de amor

Dormido sin desvelo

Aventura

Alguien, cuando pase el tiempo
y encuentre mi calavera,
el tiro que no me he dado
buscará en la sien entera.
Y en las cuencas de mis ojos
querrá adivinar tal vez
lo que vi…cuando veía
y que yo nunca miré.
A ese piadoso erudito
que busque el paso borrado
_¡un débil paso terreno!_
de la vida de un cansado
de sí mismo, quiero dar
esta confesión tardía
resuelta en un epitafio
pues que puedo todavía.
Vino, venció. Fue vencido
en lo que quiso vencer.
Escribió, y en el tintero
dejó lo que quiso hacer
por hacer lo que quisieron.
 

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MUERTA DE AMOR

Algas te nacen en la carne muerta

húmeda de esperar que te despierte

un milagro los muslos de esa muerte

que el llano inútil finge que despierta.

Lo mismo da que dejes bien abierta

la ventana a la noche, que por verte

compadecida plata de tu suerte

sólo la Luna con tu cuerpo acierta.

Desde la boca al vientre va tu aliento

como una cuchillada desangrando

tu afán de amor y viudo desconsuelo

y sola, sólo amante jadeando,

loco de torres, violador el viento

 

te rapta y lleva sin camisa al cielo.

 

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DORMIDO SIN DESVELO

Tus muslos sobre el aire tiernamente

escriben con su tiza enamorada

mi nombre y mi apellido en la cansada

hoguera de la tarde y el cielo ardiente.

 

Viento de piedra secular de frente

 

cincela a golpe el llanto en tu mirada,

que para ver mi casa en ti inundada

lloras tú sobre el río tercamente.

El clavel de tu vientre inútil arde,

brasas salen del ciego y mudo hielo

por tus dos pechos rubios conmovido.

Yo durmiendo en la almohada de otro pelo,

variable junco sordo a tu gemido,

 

sin ver tu sangre en la pared, cobarde.

 

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AVENTURA

Atónito, tu cuerpo, clavel duro,

azogue y cirio para mí encendido,

estaba en el sofá sobrecogido

limpio pez en un mar de seda impuro.

Apenas si tu rizo más seguro,

cuerpo ondulado para mí prohibido,

el céfiro de angustia estremecido

tembló, junco y carbón de incendio oscuro.

La soledad, gritando caridades

en vano para ti de la espesura

híbrida dueña, auxilio reclamaba.

Entreabierta en jazmín se desmayaba,

con un rasgar de telas sin edades,

 

rodando en su volumen, tu hermosura.

 

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