Carlos Contreras

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El eco anticipado

Palabras a una muchacha gorda

Bronx interior

Huida

 EL ECO ANTICIPADO

El silencio que se asoma al balcón
figurativo del espacio en blanco
que mantiene un poema inacabado.

El silencio que, abierto el balcón, grita
contra las cuatro paredes del papel
para oírse en el espejo de su eco.

El silencio que cierra las ventanas.

El eco del silencio que regresa
y las empaña haciéndose palabra.

 

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PALABRAS A UNA MUCHACHA GORDA

 

 

Mueves los muslos como si supieras


que eres heredera de una historia repetida.


Oscilas las caderas


con la seguridad de quien conoce


que la moda es lo primero que se pasa de moda.


Pero también te preguntas si es sólo por lástima

 

que el chico de la barra te sonría


y crees que tu vida es sólo una isla


en los ojos distantes de los otros.


Cierto día quemaste tus peluches


por ver arder con ellos
 

el principio y umbral de tu tristeza,


pero, a pesar de todo,


bailas con la energía secreta de la piedra,


con un antiguo don de fuente o labio.


A pesar de ti, enseñas el ombligo y ríes:


sabes que la poesía también te necesita.

 

 

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BRONX INTERIOR

 

Estacionaba su cuerpo en mí de noche en noche


como quien aparca una limusina


en una calle humeante, oscura, del suburbio.


Ataba mis muñecas al marco de la cama


(odiaba que tocara el satén de su corpiño)


y con la corbata de twill negro de su chófer


conseguía lo que otras bajando la persiana:


doblaba mi mirada

 

como si de una esquina del barrio se tratara.
 

Después –ignoro cómo–


se inventaba la puerta de una excusa


por la que se marchaba de puntillas


dejando tras de sí un rastro tan nuevo


como el recuerdo de lo que nunca ha sucedido.


Y allí quedaba yo: solo, atado, absurdo, ciego.

(De Bildungsroman.)

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HUÍDA

Como el muñeco verde


de los nuevos semáforos urbanos,


que anda sin avanzar en una caja


de la que no consigue salir nunca.

 

Como ese peatón luminiscente


que camina despacio porque hay tiempo,


y al final siempre termina por correr


ante la cuenta atrás del segundero.

 

O al revés. Como la figura roja


que va contando el tiempo hacia adelante


mientras repone fuerzas para el verde

 

con que sueña fugarse de la caja.

 

Sí, más bien al revés. Como el palíndromo


que se borra al huir de su reverso.

 

(De Resumen del silencio)

 

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