Beatriz Gimeno

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Se derrama tu orgasmo por mis piernas...

Yo lo ignoraba todod de la vida...

Mientras yo trabajo, escribo, leo en esta mesa...

Obligatorio ser feliz

Arrancaré la tierra a dentelladas para llegar a ti...

 

 

 

Se derrama tu orgasmo por mis piernas

como mana la fuente de la vida que bebes y que acabas.

Se derrama caliente, como todo tu cuerpo sobre el mío,

se derrama el deseo y me asfixia al crecer.

No te vayas aún, no te levantes,

no me quites el peso de tu vientre,

no te lleves el roce de tu mano

ni me arranques tu risa, ni apartes tu mirada.

Amor, por un instante, deja tu peso en mí.

 

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Yo lo ignoraba todo de la vida.

Era muy joven

y mis labios besaban dulces pieles que no se me negaban.

Nadie me hablaba del dolor que yo no conocía

y el amor lo intuía vagamente

porque todo bastaba cuando el deseo crecía.

Los besos entonces no mataban, ni herían las palabras,

el placer sospechado era posible,

vivía, puedo decir bien alto que vivía.

¿Qué pasó?

No lo se.

Las playas son las mismas,

los cuerpos aún son jóvenes, el deseo es audaz

_tal como entonces, quizá más_

mis muslos aún aprietan caderas poderosas,

y sin embargo mi aliento se extingue lentamente

y hieden ya todos los puertos donde arribo.

Me duelen los recuerdos de otros días,

las risas, los olores,

el deseo que dejé de cumplir por lanzarme al camino.

Ahora soy piedad inmóvil en mi casa,

esposa austera y fiel, madre amante y tirana,

oscura sombra de mí misma,

aburrimiento tenaz, desidia

_de dejarlo de ser_,

se ha apagado la luz que más me llama.

 

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Mientras yo trabajo, escribo, leo, en esta mesa,
ella está ahí sentada, desnuda, y tengo que mirarla,
y al mirarla la amo y hago míos sus ojos
pero me hurta su boca y sus palabras.
Su mano es _o lo fue en una caricia_ toda mía
pero sus piernas no me abrazan como si yo fuera suya,
y su sonrisa es mía y la conozco
pero su lengua está seca y no la entrega.
Ahora me pregunto si será mío su tiempo
y si así ella será completamente mía.
Si no existe sin mí, si yo le doy la vida,
o si existía ya antes y me la dio ella a mí.
Esta tarde se quiebra en oquedad metálica,
vacío de acero, silencio, trabajo.
Y sin embargo, soy yo, ¿o no?
la que de las dos ama, besa, lame, acaricia, siente,
suda, ríe, llora, se alza y se desgana.
¿O no soy yo y es ella?
Ella simplemente me mira y se pone la ropa,
y entonces ya no es nada
que no existe sin mí, sin mi mirada.

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Obligatorio ser feliz

Declaro que es urgente ser feliz.
A partir de ahora es obligatorio despejar el corazón y la cabeza,
Desde hoy mismo es imprescindible librarse de la pena,
Raspar este dolor tan aferrado a la conciencia que se ha hecho cuerpo y órgano con ella
Abrir de par en par las puertas,
Y de ahí, del exterior, elegir lo más claro

Desde esta misma tarde queda establecida la obligación de ser feliz
De ser contigo, de ser conmigo misma,
De dejar que se pierda para siempre el recuerdo malsano del dolor ya podrido,
De encontrar otras rutas que soñamos que existen,

de caminar despacio disfrutando el camino que nos marcan los pies.

Ahora mismo, ya, tenemos, tu y yo, la obligación de ver salir el sol,
de verlo ponerse,
la obligación de mirarnos a los ojos y reírnos
De leer el periódico, de tomarnos juntas un café,
de respirar despacio, de comernos un pollo con las manos
y de acariciarnos luego con esas mismas manos.

Me impongo la obligación de no morirme a cada paso,
Te impongo el deber de seguir viva
De caminar erguida por la vida,
De librarme del miedo que me pesa en la espalda;
De liberarte a ti, para que no te mueras en mis brazos.

Desde esta tarde misma estoy obligada a responder al teléfono si suena,
A ser amable, a ser sincera, a no esconderme, a no llorar por las esquinas.
A encender las luces por la noche
y tener buenos sueños, de ovejas y de lobos que se quieran

 

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Arrancaré la tierra a dentelladas para llegar a ti.

Esperaré

Dejaré que el sol salga mis veces

y que otras mil se ponga,

que los días destierren la juventud que queda,

que el tiempo me haga vieja

_también tú te harás vieja_.

Esperaré mil años, te seguiré de lejos,

recorreré tu calle, me instalaré en tu acera,

esperará que salgas y me veas,

recogeré tu odio si me odias, tu desprecio,

sobreviviré a tu indiferencia.

(Mientras tú me ignoras yo trabajo

para hacer mío el mundo en el que habitas).

Te vi y te amé, ¿qué más puedo decir?

Esperaré, te dije, y así ha sido.

Aún estoy aquí, siempre, esperando.

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