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Basilio Sánchez

Calle con árboles

Entre nosotros

La mujer que camina

Al otro lado de mi voz

CALLE CON ÁRBOLES

Caminamos a tientas,
el aire de la noche
empuja las palabras que nos cuesta decir,
las conduce de tu boca a la mía.

Tal vez el mismo aire que eleva las plegarias,
los temores legítimos,
esa llama atrapada todavía
en el estrecho círculo de la conciencia.

Cae a un lado y a otro la oscuridad en copos de los árboles.

Por encima del hilo donde un pájaro calla,
sobre un cielo tan bajo que refleja
todo lo desvalido de este mundo,
va pasando el silencio de una nube,
su poco de agua dulce.

A esta hora,
cuando los hombres duermen,
el silencio de las casas habitadas
cae sobre el silencio de las casas deshabitadas.

La calle brilla entonces
como los días de lluvia,
quizá como los ojos de los muertos recientes.

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ENTRE NOSOTROS

Añoro la ceguera que es un punto de luz.

Bebo de la memoria como otros
del agua de las fuentes, de los vasos
de la antigua liturgia.

Después de mucho tiempo
ahora vivo despacio, sin intimidaciones,
sin que pueda la noche ganarme en sutileza
ni la muerte en sigilo.

Soy el hombre que no ha salido nunca
de los alrededores de su mano, el que se ha hecho
perdonar por la nieve
y el que anda por las habitaciones
preservando en silencio la sustancia
de su felicidad.

Quien para guarecerse
necesita los nombres de todos los que ha sido,
recordar las palabras con las que cada día
ha vivido o ha muerto.

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LA MUJER QUE CAMINA

La mujer que camina delante de su sombra.
Aquella a quien precede la luz como las aves
a las celebraciones del solsticio.

La que nada ha guardado para sí
salvo su juventud
y la piedra engarzada de las lágrimas.

Aquella que ha extendido su pelo sobre el árbol
que florece en otoño, la que es dócil
a las insinuaciones de sus hojas.

La mujer cuyas manos son las manos de un niño.

La que es visible ahora en el silencio,
la que ofrece sus ojos
al animal oscuro que mira mansamente.

La que ha estado conmigo en el principio,
la mujer que ha trazado
la forma de las cosas con el agua que oculta.

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AL OTRO LADO DE MI VOZ

Sola. Al otro lado
de mi voz distante.
Por tus labios tus ojos
desazón, mar de espejos
pronto a quebrar
en infinitos vidrios.

Raudas mensajeras
febril anidas. Manos
blandas del aire, albas.
Celaje tu boca, trémula.
Te viertes plena
como en mis brazos.
¡Ah vastedad
rasgada por un beso!
Enervas las palabras
hasta la ausencia. Verso
blanco, viento.
Callas
y dices de ti más
que un enjambre de verbos
diluyéndote.

Adagios, cálices.
Contigo al otro lado
de mi voz distante.

 

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