En sueños te contemplaba
dentro de la oscuridad,
y cuando abriste los ojos
todo comenzó a brillar.
Todo comenzó a brillar,
y entonces te llamé yo:
cerraste al punto los ojos,
y la oscuridad volvió.
Dentro
de un tropel de penas tengo
mi cuerpo metido, y nadie me da socorro por más que a voces lo pido. Al verme triste a tu
lado no me preguntes qué tengo; tendría que responderte, y yo acusarte no quiero Yo tenga hecha con
el cielo una escritura perpetua de no marcharme del mundo hasta que la muerte venga. Eres muy niña y ya
clavas en tu pañuelo alfileres: ya dejan ver desde niñas su inclinación las mujeres.
Voy
como si fuera preso
detrás camina mi sombra,
delante mi pensamiento.
Es tanta la confusión
que oculto dentro del pecho,
que ya no sé mis pesares
distinguir de los ajenos.
Por eso cuando te pones
a contarme tus fatigas,
digo para mis adentros:
«¿pues no son esas las mías?
Para ver si se dormían,
encerré en mi corazón
de mis penas las mejores,
y mal la prueba salió.