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Antonio Gamoneda

Caigo sobre unas manos

Verano 1966
Amor
Geórgicas
No tengo miedo ni esperanza
En Bolivia y en ti
Todos los árboles

Caigo sobre unas manos

Cuando no sabía

aún que yo vivía en unas manos,

ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.

 Yo sentía que la noche era dulce

como una leche silenciosa. Y grande.

Mucho más grande que mi vida.

                              Madre:

era tus manos y la noche juntas.

Por eso aquella oscuridad me amaba.

 No lo recuerdo pero está conmigo.

Donde yo existo más, en lo olvidado,

están las manos y la noche.

                            A veces,

cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra

y ya no puedo más y está vacío

el mundo, alguna vez, sube el olvido

aún al corazón.

                Y me arrodillo

a respirar sobre tus manos.

                            Bajo

y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;

y tus manos son grandes; y la noche

viene otra vez, viene otra vez.

                                Descanso

de ser hombre, descanso de ser hombre.

 

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VERANO 1966
Cuando me extiendo junto al mar,
existe el agua y su palpitación
y un cielo azul cuya profundidad
es demasiado grande para mí.
Sentir el mar, su lentitud viviente,
es la magnificencia y el olvido,
pero sentir la vida de los camaradas
en ser el camarada de uno mismo.
El cielo inmóvil tiene su razón, lo sé,
pero la razón que hay en nosotros
existirá aún cuando este cielo
hay sido borrado por el viento y el frío.

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AMOR

Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.

Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos
.
Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.

 

 

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 Geórgicas:

Tengo frío junto a los manantiales. He subido hasta cansar mi corazón.

Hay yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas entre sombras,
pero, ¿qué hago yo delante del abismo?

Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado

 

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No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo
dolor no me concierne.

Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.

 

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En Bolivia  y en ti y no en la muerte

pensamos, capitán. Hubo silencio

una noche no más. Hirvió el acero

otra vez hasta el fin. Y vino el día.

y todo el mundo se llamaba Ernesto.

 

 

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Todos los árboles se han puesto a gemir

al recordar tus bragas en la oscuridad, la luz debajo de tu piel,
tus pétalos vivientes.

Atravesando los aniversarios, a veces viajan las palomas ebrias.

Venga desnuda tu misericordia, ah paloma mortal, hija del
campo.

 

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