Antonio Oliver

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La luz sobre la sombra canta

El pescador

Desnudo de mujer

Academia de corte y confección

A mis cuarenta y diez

La luz sobre la sombra canta.

¡Prado en Aries!

En zodiacos de tierra

pastan soles de naipes.

Entre márgenes,

vienen cielos y nubes,

llegan árboles.

Las ramas iza, amante;

las ramas y las aves.

Entra conmigo en este

bosque de claridades.

 

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EL PESCADOR

Este hombre que aquí levanto es un hombre de arena.

Todo en él transita; sólo la mar se queda.

Yo sé que ante su alma se inclina la marea;

Que el viento pone un halo de azul en su cabeza.

Su mirada es lejana. ¡Cuánto horizonte lleva!

Y en sus manos hay algas, peces, soles, estrellas.

¡Cómo manda este hombre en su brava frontera!

Los pies, los pies desnudos son el grado que ostenta.

 

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DESNUDO DE MUJER

II

 Óleo vivo y presente.

Cuadro, cuadro te miro.

Sólo, sólo pintura.

Desnuda, sí, mas no en Naturaleza.

Yo no sé, dulce amiga, quién te brota.

¿Los pinceles?... ¿Los ojos?

Sólo sé que amaneces, que te alzas.

Que hay dos suaves alcores en tu pecho.

Que tu cabello es hierba de los prados.

Canta una nube, amor, sobre tu hombro

y ahí, bajo tus pies, muere la niebla.

Lienzo, lienzo te miro;

puro cuadro; ventana

que cruzan y asaltan vientos.

 III

 Los jazmines blancos

en tu pelo negro.

La noche, con luna.

El balcón, abierto.

 ¿Recuerdas?

Recuerdo.

 Mis manos salobres.

Desnudo, tu cuerpo.

No eras hembra. Eras

bronce manifiesto.

 ¡Qué justo equilibrio!

¡Qué canon perfecto!

¡Qué Venus lejana

del Renacimiento!

 

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Academia de corte y confección,

sabañones, aceite de ricino,

gasógeno, zapatos topolino,

"el género dentro por la calor".

 

Para primores galerías Piquer,

para la inclusa niños con anginas,

para la tisis caldo de gallina,

para las extranjeras Luis Miguel.

 

Para el socio del limpia un carajillo,

para el estraperlista dos barreras,

para el Corpus retales amarillos

que aclaren el morao de las banderas.

 

Tercer año triunfal, con brillantina,

los señoritos cierran "Alazán",

y, en un barquito, Miguel de Molina,

se embarca, caminito de ultramar.

 

Habían pasado ya los nacionales,

habían rapado a la "señá" Cibeles,

cautivo y desarmado

el vaho de los cristales.

 

A la hora de la zambra, en "Los Grabieles",

por Ventas madrugaba el pelotón,

al día siguiente hablaban los papeles

de Celia, de Pemán y del bayón.

 

Enseñando las garras de astracán,

reclinaba en la barra de "Chicote",

la "bien pagá" derrite, con su escote,

la crema de la intelectualidad.

 

Permanén, con rodete Eva Perón,

"Parfait amour", rebeca azul marino,

"Maestro, le presento a Lupe Sino,

lo dejo en buenas manos, matador".

 

Y, luego, el reservao en "Gitanillos",

y, después, la paella de "Riscal",

y, la tarde del manso de Saltillo,

un anillo y unas medias de cristal.

 

—"Niño, sube a la suite dos anisettes,

que, hoy, vamos a perder los alamares"—

De purísima y oro, Manolete,

cuadra al toro, en la plaza de Linares.

 

Habían pasado ya los nacionales,

habían rapado a la "señá" Cibeles,

volvían a sus cuidados

las personas formales.

 

A la hora de la conga, en los burdeles,

por san Blas descansaba el pelotón,

al día siguiente hablaban los papeles

de Gilda y del Atleti de Aviación.

 

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A mis cuarenta y diez,

cuarenta y nueve dicen que aparento,

más antes que después,

he de enfrentarme al delicado momento

de empezar a pensar

en recogerme, de sentar la cabeza,

de resignarme a dictar testamento

(perdón por la tristeza).

 

Para que mis allegados, condenados

a un ingrato futuro,

no sufran lo que he sufrido, he decidido

no dejarles ni un duro,

sólo derechos de amor,

un siete en el corazón y un mar de dudas,

a condición de que no

los malvendan, en el rastro, mis viudas.

 

Y, cuando, a mi Rocío,

le escueza el alma y pase la varicela,

y, un rojo escalofrío,

marque la edad del pavo de mi Carmela,

tendrán un mal ejemplo, un hulla-hop

y un D'Artacán que les ladre,

por cada beso que les regateó

el fanfarrón de su padre.

 

Pero sin prisas, que, a las misas

de réquiem, nunca fui aficionado,

que, el traje de madera, que estrenaré,

no está siquiera plantado,

que, el cura, que ha de darme la extremaunción,

no es todavía monaguillo,

que, para ser comercial, a esta canción

le falta un buen estribillo.

 

Desde que salgo con la pálida dama

ando más muerto que vivo,

pero dormir el sueño eterno en su cama

me parece excesivo,

y, eso que nunca he renunciado a buscar,

en unos labios abiertos,

dicen que hay besos de esos que, te los dan,

y resucitan a un muerto.

 

Y, si a mi tumba, os acercáis de visita,

el día de mi cumpleaños,

y no os atiendo, esperádme, en la salita,

hasta que vuelva del baño.

¿A quién le puede importar,

después de muerto, que uno tenga sus vicios...?

El día del juicio final

puede que Dios sea mi abogado de oficio.

 

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