Anónimos
siglo XIX

 

 

 

 

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De pánico terror sobrecogida...

Desesperación

¿Quieres ser liberal...

Esta noche, Dorisa...

Dime de dónde ha salido...

Real y verdadera historia de los crímenes...

De Dios Los Diez Mandamientos

Por una Real provisión...

Trágala

De pánico terror sobrecogida

mi débil existencia en este instante,

ve la parca cruel con su cortante

guadaña atroz amenazar mi vida.

Viene de sanguijuelas precedida

entre ruibarbo y quina fulminante

sobre la roja sangre palpitante

de míseros humanos producida.

Piedad ¡oh Dios! en tan terrible trance

libradme del espectro moribundo

antes que a mi morada se abalance.

Mas ¿qué digo?, infeliz, yo me confudo:

pretendo que la muerte no me alcance

y está lleno de MÉDICOS el mundo.

 

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Desesperación

Me gusta ver el cielo

con negros nubarrones

y oír los aquilones

horrísonos bramar;

me gusta ver la noche

sin luna y sin estrellas,

y sólo las centellas

la tierra iluminar.

Me agrada un cementerio

de muertos bien relleno,

manando sangre y cieno

que impida el respirar;

y allí un sepulturero

de tétrica mirada

con mano despiadada

los cráneos machacar.

Me alegra ver la bomba

caer mansa del cielo,

e inmóvil en el suelo,

sin mecha al parecer,

y luego embravecida

que estalla y que se agita

y rayos mil vomita

y muertos por doquier.

Que el trueno me despierte

con su ronco estampido,

y al mundo adormecido

le haga estremecer;

que rayos cada instante

caigan sobre él sin cuento,

que se hunda el firmamento

me agrada mucho ver.

La llama de un incendio

que corra devorando

y muertos apilando

quisiera yo encender;

tostarse allí un anciano,

volverse todo tea,

oír cómo vocea,

¡qué gusto!, ¡qué placer!

Me gusta una campiña

de nieve tapizada,

de flores despojada,

sin fruto, sin verdor,

ni pájaros que canten,

ni sol haya que alumbre

y sólo se vislumbre

la muerte en derredor.

Allá en sombrío monte,

solar desmantelado

me place en sumo grado,

la luna al reflejar;

moverse las veletas

con áspero chirrido

igual al alarido

que anuncia el expirar.

Me gusta que al Averno

lleven a los mortales

y allí todos los males

les hagan padecer;

les abran las entrañas,

les rasguen los tendones,

rompan los corazones

sin de ellos caso hacer.

Insólita avenida

que inunda fértil vega,

de cumbre en cumbre llega,

y llena de pavor,

se lleva los ganados

y las vides sin pausa,

y estragos miles causa,

¡qué gusto!, ¡qué placer!

Las voces y las risas,

el juego, las botellas,

en torno de las bellas

alegres apurar;

y en sus lascivas bocas,

con voluptuoso halago,

un beso a cada trago

alegres estampar.

Romper después las copas,

los platos, las barajas,

y abiertas las navajas,

buscando al corazón;

oír luego los brindis

mezclados con quejidos

que lanzan los heridos

en llanto y confusión.

Me alegra ver al uno

pedir a voces vino.

mientras que su vecino

se cae en un rincón;

y que otros ya borrachos,

en trino desusado

cantan al Dios vendado

impúdica canción.

Me agradan las queridas

tendidas en los lechos,

sin chales en los pechos,

y flojo el cinturón,

mostrando sus encantos,

sin orden el cabello

al aire el muslo bello...

¡Qué gozo!, ¡qué ilusión!

 

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¿Quieres ser liberal? Ten entendido

que has de traer muy bien compuesto el pelo,

gran corbatín, y cual el mismo cielo

de las lucientes botas el bruñido.

Con las damas serás muy atrevido;

habla de la creación con grande celo,

y para gozar placeres sin recelo,

echa la religión luego al olvido.

Siempre constitución y ciudadanos;

siempre la ley resonará en tu boca;

a los serviles llamarás villanos,

pancistas pitancines, gente loca;

y serás sin empeño ni cohecho

un gran liberalón hecho y derecho.

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Esta noche, Dorisa, yo soñaba,

si sueño fue no más, que a mi despecho

a acostarte venías a mi lecho

y el amor por la mano te guiaba.

Sacando el dios un dardo de su aljaba

rasga de tu pañuelo el lazo estrecho,

quedando al aire el blanco y duro pecho

que yo con dulces besos adoraba.

Yo el último deleite te pedía,

tú me lo rehusabas con empeño,

el amor nos miraba y se reía.

Y hecho por fin de tu hermosura dueño,

a un mismo tiempo a entrambos nos venía

 el pesar  de que todo fuese sueño.

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_Dime, ¿de dónde ha salido

tanto fleco y tanta grana?

¿Eres tabernera, Juana?

 ¡Cuánto vino mal medido!

_No procede del sisar

_respondió Juana atrevida_,

pero sí de la medida,

que me la dejo tomar.

 

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REAL Y VERDADERA HISTORIA DE LOS CRÍMENES, DESACIERTOS, ROBOS, TRAICIONES, TROPELÍAS Y MALDADES COMETIDOS POR LA AMBICIÓN DEL «CHORICERO» 

Vino de Castuera 

y medró, quien lo dijera.

Y en las alforjas traía

ambición y hipocresía.

Traía, a más de ambición,

                         poquísima educación,              

amor desatado al vino

y a la carne de cochino.

Entró en la Guardia Real

y dio el gran salto mortal.

Con la reina se ha metido

 y todavía no ha salido.

y su omnímodo poder

 viene de saber... cantar.

Mira bien y no te embobes,

de bastante ajipedobes;

si lo dices al revés

verás lo bueno que es.

Y como el ingenio aguza,

lo hacen duque de la Alcuza.

Como miró por su casa,

fue Príncipe de la Pasa,

que a España e Indias gobierna

por debajo de la pierna.

Es un mal bicho, al que al cabo

habrá que cortar el rabo.

 

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DE DIOS LOS DIEZ MANDAMIENTOS ...

De Dios los diez mandamientos

 manda España que guardemos,

y sin piedad castiguemos

los gabachos con tormentos.

El primero, a Dios amar

es sobre todas las cosas,

pero con furias rabiosas

al francés vituperar.

No jurar es el segundo

a Dios ni a su santo nombre,

y juro a gabacho hombre

despacharlo de este mundo.

Es el tres santificar

las fiestas que haya en la Iglesia,

 pero en esta controversia

los franceses desterrar.

El cuarto nos manda honrar

padres, madres y muchachos,

exceptuando a los gabachos,

que en esto no hay que pensar.

El quinto, no matarás

de próximos a ninguno;

los gabachos, uno a uno,

los que puedas ahogarás.

El sexto, aunque es paso fuerte,

los gabachos caparán

y con esto guardarán

bien el mandamiento sexto.

El séptimo, no hurtarás al Rey,

 al Duque ni al Papa,

quítale al francés la capa,

que en esto no pecarás.

Por octavo, testimonio

falso a ninguno levantes;

 al gabacho, cuanto antes,

 pues sabes es el demonio.

No desee en el noveno

 del próximo la mujer;

al gabacho puede ser,

como hartarlo de veneno.

El décimo, no codicies

del próximo ajenos bienes;

si al francés ocasión tienes,

 hazlo, aunque mucho te vicies.

Aquestos diez mandamientos

 vienen a encerrarse en dos,

que es el enviarle a Dios

 gabachos sin sacramentos.

 

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POR UNA REAL PROVISIÓN ...

Por una real provisión

se ha mandado publicar

que la silla de cagar

se llame Napoleón.

Por esta misma razón

se dispone y se decreta

se publique por «Gazeta»,

y en un capítulo aparte,

 que se llame bonaparte

todo común o secreta.

 

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Trágala

(Contra Fernado VII para que acepte la Constitución)

Tú que no quieres
lo que queremos
la ley preciosa
do está el bien nuestro.
¡Trágala, trágala,
trágala perro!
¡Trágala, trágala,
trágala perro!

Tú de la panza
mísero siervo
que la ley odias
de tus abuelos.
porque en acíbar y lloro has vuelto
tus gollerías y regodeos
Tú que no quieres
lo que queremos
la ley preciosa
do está el bien nuestro.
¡Trágala, trágala,
trágala perro!
¡Trágala, trágala,
trágala perro!
Busca otros hombres,
otro hemisferio,
busca cuitado,
déjanos quietos,
donde no sabe
que a voz en cuello
mientras vivieres
te cantaremos:
Tú que no quieres
lo que queremos
la ley preciosa
do está el bien nuestro.
¡Trágala, trágala,
trágala perro!
¡Trágala, trágala,
trágala perro!
Dicen que el «¡Trágala!»
es insultante
pero no insulta
más que al tunante.
Y mientras dure
esta canalla
no cesaremos
de decir `¡Trágala!'
Tú que no quieres
lo que queremos
la ley preciosa
do está el bien nuestro.
¡Trágala, trágala,
trágala perro!
¡Trágala, trágala,
trágala perro!
¡Trágala, trágala,
trágala perro!
¡Trágala, trágala,
trágala perro!


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