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ANDRÉS BELLO

Mis deseos

Soneto

A la victoria de Bailén

A la nave

Las ovejas

Mis deseos

Sabes, rubia, ¿qué gracia solicito

cuando de ofrenda cubro los altares?

No ricos muebles, no soberbios lares,

ni una mesa que adule al apetito.

De Aeagua a las orillas un distrito

que me tribute fáciles manjares,

do vecino a mis rústicos hogares

entre peñascos corra un arroyito.

Para acogerme en el calor estivo,

que tenga un arboleda también quiero,

do crezca junto al sauce el coco altivo.

Felice yo si en este albergue muero,

y al exhalar mi aliento fugitivo,

sello en tus labios el adiós postrero!

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Soneto

   ¿Y posible será que destinado

he de vivir en sempiterno duelo,

lejos del suelo hermoso, el caro suelo

do a la primera luz abrí los ojos?

   Cuántas, ¡ah!, cuántas veces dando

aunque breve a mi dolor consuelo,

oh montes, oh colinas, oh praderas,

amada sombra de la patria mía.

   Orillas del Anauco placenteras,

escenas de la edad encantadora,

que ya de mí, huyeron por mezquino,

   huyó con presta irrevocable huida;

y toda en contemplarnos embebida

     se goza el alma, a par que pena y llora.

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A la victoria de Bailén

   Rompe el león soberbio la cadena

con que atarle pensó la felonía,

y sacude con noble bizarría

sobre el robusto cuello la melena.

   La espuma del furor sus labios llena,

y a los rugidos que indignado envía,

el tigre tiembla en la caverna umbría,

y todo el bosque atónito resuena.

   El león despertó; ¡temblad, traidores!,

lo que vejez creíste, fue descanso;

las juveniles fuerzas guarda enteras.

   Perseguid, alevosos cazadores,

a la tímida liebre, al ciervo manso;

¡no insultéis al monarca de las fieras!

 

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A la nave
Oda imitada de la de Horacio o Navis, Referent.
¿Qué nuevas esperanzas
al mar te llevan? Torna,
torna, atrevida nave,
a la nativa costa.
Aún ves de la pasada
tormenta mil memorias,
¿y ya a correr fortuna
segunda vez te arrojas?
Sembrada está de sirtes
aleves tu derrota,
do tarde los peligros
avisará la sonda.
¡Ah! Vuelve, que aún es tiempo,
mientras el mar las conchas
de la ribera halaga
con apacibles olas.
Presto erizando cerros
vendrá a batir las rocas,
y náufragas reliquias
hará a Neptuno alfombra.
De flámulas de seda
la presumida pompa
no arredra los insultos
de tempestad sonora.
¿Qué valen contra el Euro,
tirano de las ondas,
las barras y leones
de tu dorada popa?
¿Qué tu nombre, famoso
en reinos de la aurora,
y donde al sol recibe
su cristalina alcoba?
Ayer por estas aguas,
segura de sí propia,
desafiaba al viento
otra arrogante proa;
Y ya, padrón infausto
que al navegante asombra,
en un desnudo escollo
está cubierta de ovas.
¡Qué! ¿No me oyes? ¿El rumbo
no tuerces? ¿Orgullosa
descoges nuevas velas,
y sin pavor te engolfas?
¿No ves, ¡oh malhadada!
que ya el cielo se entolda,
y las nubes bramando
relámpagos abortan?
¿No ves la espuma cana,
que hinchada se alborota,
ni el vendaval te asusta,
que silba en las maromas?
¡Vuelve, objeto querido
de mi inquietud ansiosa;
vuelve a la amiga playa,
antes que el sol se esconda!

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Las ovejas
"Líbranos de la fiera tiranía
de los humanos, Jove omnipotente
¡una oveja decía,
entregando el vellón a la tijera?
que en nuestra pobre gente
hace el pastor más daño
en la semana, que en el mes o el año
la garra de los tigres nos hiciera.
Vengan, padre común de los vivientes,
los veranos ardientes;
venga el invierno frío,
y danos por albergue el bosque umbrío,
dejándonos vivir independientes,
donde jamás oigamos la zampoña
aborrecida, que nos da la roña,
ni veamos armado
del maldito cayado
al hombre destructor que nos maltrata,
y nos trasquila, y ciento a ciento mata.
Suelta la liebre pace
de lo que gusta, y va donde le place,
sin zagal, sin redil y sin cencerro;
y las tristes ovejas ¡duro caso!
si hemos de dar un paso,
tenemos que pedir licencia al perro.
Viste y abriga al hombre nuestra lana;
el carnero es su vianda cuotidiana;
y cuando airado envías a la tierra,
por sus delitos, hambre, peste o guerra,
¿quién ha visto que corra sangre humana?
en tus altares? No: la oveja sola
para aplacar tu cólera se inmola.
Él lo peca, y nosotras lo pagamos.
¿Y es razón que sujetas al gobierno
de esta malvada raza, Dios eterno,
para siempre vivamos?
¿Qué te costaba darnos, si ordenabas
que fuésemos esclavas,
menos crüeles amos?
Que matanza a matanza y robo a robo,
harto más fiera es el pastor que el lobo".
Mientras que así se queja
la sin ventura oveja
la monda piel fregándose en la grama,
y el vulgo de inocentes baladores
¡vivan los lobos! clama
y ¡mueran los pastores!
y en súbito rebato
cunde el pronunciamiento de hato en hato
el senado ovejuno
"¡ah!" dice, "todo es uno".

 

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