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Alejandro López Andrada

Eco en las ruinas

Fotografía velada

Siluetas femeninas

Tras los tilos

Visión de la tormenta

ECO EN LAS RUINAS

Escucho un tiempo de oro y de tristeza,
una edad
lejanísima de ciervos,
de salamandras cubriendo el arco iris
que se alzaba sobre oscurecidos puentes.
Como trigales
cortados por la sombra,
como azulados rumiantes sobre el campo,
pasan los hombres,
y el humo está en sus ojos
y una tristeza de oro hay en sus almas.
Se hizo herrumbre el amor.
La soledad
de un dulce invierno
dejó en mi sangre lluvia.
Un paisaje violeta y derrumbado
es la verdad que nos vigila desde siempre.

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FOTOGRAFÍA VELADA

Es siempre el mismo sueño;
abuela está
sin rostro ni cabeza en un foto.
Padre nos mira
desde aquella incierta edad
que da el vacío
y nos cubre la nostalgia.
¿Cuál es la luz que tirita
en esa imagen
donde se ve un corralito abandonado?
¿Cómo agarrar la nieve
que resbala
por la ternura agreste de esa estampa?
A veces, se cae el tiempo
y en la foto
suena la luz como un cántaro quebrado.
Entonces, te despiertas
con los ojos
llenos de frío. Y te habla aquel retrato.
(De
El humo de las viñas)

 

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SILUETAS FEMENINAS

Las mujeres más tristes llevan mirlos
dentro del corazón,
tocan el aire
cercadas por la muerte;
cruzan raudas,
bajo la sombra gris de los castaños.
La más anciana de ellas
se detiene,
nos mira brevemente, como un árbol
doblado por la lluvia,
nos esquiva,
nerviosamente, y sigue caminando.


 (De
El vuelo de la bruma)

 

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TRAS LOS TILOS

Muy lejos, en el recodo de una tarde,
aún suena el oleaje
de los trigos. Llenándose de ausencia alarga el sol
su lento brazo de oro hasta las juncias.
Cose una niña ciega el corazón
de un águila en un lienzo.
Hay servilletas, cucharas de vainilla,
un plato hondo
en el que silba un tábano.
Ceniza.
De nuevo se alza el humo
entre los tallos
sagrados del silencio. Tras los tilos,
a un paso del columpio, en un balcón,
la luz de aquella infancia aún tiene frío.
(De
El silencio del humo)

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VISION DE LA TORMENTA

El ventanuco abierto al encinar
tu bicicleta
rota en la hojarasca.
Una silueta oscura
está en el río,
buscando el resplandor de aquel verano
La tormenta se fue.
Tras el asfalto
que cruza la dehesa, hay voces de agua.
Flota un aroma de hinojo
en la colina;
los astros bordan tapices de silencio.
El hombre lleva
en el pecho mariposas
y, en los ojos, una fosforescencia malva.
A su paso
va llenándose de luz
los árboles, las fuentes, las montañas
.

 

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