Rafael Morales

ÍNDICE

A los milicianos muertos

A unos labios sin amor

Beso

Ocaso

Los locos

Gato negro en el paseo de las Delicias

Homenaje a Lope de Vega

Toro en el bronce

Deseo

Las amantes viejas

Del cuerpo amante

Pretéritos

A LOS MILICIANOS MUERTOS

¡Oh, cómo viven en mí

todos los míos que murieron!

¡Oh, cómo sangran mi alma

 oh, cómo siento en mis dedos

 la venganza de su muerte,

 la voz de sus labios secos!

¡Cómo siento yo en mi vida

la vida de todos ellos!

Sangre del pueblo mamé,

 sangre que la llevo dentro, :

 y no me la matan, no,

ni las balas, ni el acero,

ni la acobardan los látigos,

ni me la secan los fuegos,

que mi sangre no es mi sangre,

mi sangre es de todo un pueblo;

que es mi sangre roja, roja,

y mis padres dos obreros.

 Nació mi puño cerrado

 y con él cerrado muero.

Yo tengo en mis ojos, vivos,

a los míos que murieron,

y son carne de mi carne;

yo soy vida de mis muertos.

¡Que los fusiles fascistas

no puedan dejarme ciego!

¡Que mientras yo tenga ojos,

que mientras yo tenga pecho,

 estarán viviendo en mí

corazones en silencio!

¡Ay, cómo os tengo en mi frente,

allá muy dentro, muy dentro,

a todos los que dejasteis

la vida por nuestro pueblo!

 

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A UNOS LABIOS SIN AMOR
¿Para qué tanto fuego y tanta loca
plenitud de color y lozanía,
si tan sólo tenéis por compañía
la soledad de vuestra misma boca?

Buscasteis el amor y se hizo roca.
¿Para quién esa llama, esa porfía,
si vuestra roja y prieta valentía
al aire más ajeno desemboca?

Esa vibrante luz desordenada,
tras la doliente piel en la que brilla
se quedará en sí misma sepultada.

O ha de quedarse pálida, amarilla,
desmayándose lenta, calcinada,
y soñando el amor desde su orilla.

(El corazón y la tierra, 1946)

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 BESO
Mi sangre se me puebla de un ardor inefable
y en las manos me laten incomprensibles pájaros,
altas nubes oscuras, atormentados mares,
cuando acerco a tus sienes rumorosas mis labios.

Todo mi ser se inunda de infinito y hondura,
me fundo con el cielo, con la luz, con los campos,
y las piedras inertes y el arroyo tranquilo
se me acercan y tiemblan, venturosos y humanos.

¿Qué misterio celeste entre tus venas fluye?
¿Qué Dios omnipotente me llama entre tus labios?
¿Qué mares increíbles me llevan poderosos
entre adelfas y estrellas, entre nubes y astros?

Arrebatado, enorme, como huracán perdido,
mi corazón se evade y va hacia ti sangrando.
¡Ay, corazón herido de pasión y locura,
pájaro sordo, inmenso, que va ciego volando!

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OCASO

 

Yo estaba junto a ti. Calladamente

se abrasaba el paisaje en el ocaso

y era de fuego el corazón del mundo

en el silencio cálido del campo.

Un no sé qué secreto, sordo, ciego,

me colmaba de amor; yo, ensimismado,

estaba fijo en ti, no comprendiendo

el profundo misterio de tus labios..

Puse mi boca en su insistencia pura

con un temblor casi de luz, de pájaro,

y vi el paisaje convertido en ala

y arder mi frente contra el cielo alto.

¡Ay, locura de amor!, ya todo estaba

en vuelo y en caricia transformado...

Todo era bello, venturoso, abierto...

y el aire ya tornose casi humano...

(El corazón y la tierra, 1946)

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LOS LOCOS

Mirad los locos, altos como ramas,

llenos de inmensidad y poderío;

miradlos altos, cual soberbias llamas,

amenazando al cielo con su brío.

Como harapos ardientes y violentos

aparecen sus delirios y su anhelo.

Vedlos chocar su pecho con los vientos,

pobres guiñapos locos junto al cielo.

¡Ay , qué locura de abrasado vino

arde en su honda y más profunda vena!

Y van raudos, tenaces, sin destino,

hijos del cielo, ciegos en la arena.

(Los desterrados, 1947)

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GATO NEGRO EN EL PASEO DE LAS DELICIAS

Es hermoso este gato de color de paraguas

mojado por la lluvia.

Miro su desamparo en medio de la calle,

miro su islita negra de terror y de asombro.

Podría tocar la noche y su silencio

si acercase mi mano a su congoja,

sentir entre mis dedos la esperanza de alguien

o quizás a Dios mismo

clamando en este gato,

en este miedo oscuro,

en este gran olvido de los hombres.

(Prado de serpientes, 1982)

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HOMENAJE A LOPE DE VEGA

En esta frente, Dios, en esta frente
hubo un clamor de sangre rumorosa,
y aquí, en esta oquedad, se abrió la rosa
de una fugaz mejilla adolescente.
Aquí, el pecho sutil dio su naciente
gracia de flor incierta y venturosa,
y aquí surgió la mano, deliciosa
primicia de este brazo inexistente.
Aquí el cuello de garza sostenía
la alada soledad de la cabeza,
y aquí el cabello undoso se vertía.
Y aquí en redonda y cálida pereza,
el cauce de la pierna se extendía
para hallar por el pie la ligereza.

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TORO EN EL BRONCE

¿Quién pudo, quién, parar la primavera?

¿Quién pudo, quién, encarcelar el viento?

¿Y quién pudo hacer siglo este momento

en tu noble cabeza justiciera?

Tu inclemencia la tienes prisionera

en el bronce rotundo y sin aliento;

tienes encarcelado el movimiento

por esta nueva carne duradera.

Has quedado del tiempo compañero,

con el alma parada en el mugido

que levantas al aire, prisionero.

No te podrás marchar, que estás prendido

por el bronce callado y duradero,

contra toda mudanza y todo olvido.

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DESEO

Eres como la luz, muchacha mía,
dulcemente templada y transparente;
caricia toda tú, la piel te siente
con plenitud frutal de mediodía.

Eres la gloria tú que tiene el día,
el día tú creciéndome inocente
por este pecho, amor, por esta frente,
por esta sangre que la tuya guía.

Ay, terca luz, abrásame en tu cielo,
donde la maravilla me convoca
al gozo fugitivo de tu vuelo.

No me des tu calor como a la roca;
dame tu vida en él, que sólo anhelo
hallar a Dios en tu abrasada boca.

 

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LAS AMANTES VIEJAS

¡Ay, carne de destierro, ayer amante,
reseca carne vieja y apagada,
recuerdo ya del tiempo caminante,

desierto de ilusión, rama tronchada,
flor de la ausencia pálida y constante!

¿En dónde aquella luz de la mirada
escondió su fulgor y su hermosura?
Acaso boga ya, deshabitada,
por un cielo lejano, dulce y pura,
perdida, amor, herida y olvidada.

¡Ay, los pechos de nieve, casi vuelo,
de suave vientecillo y de manzana,
montecillos de amor, temblor de cielo!…
Como mis flores muertas en la vana
ausencia caen para buscar el suelo.

¿En dónde está la púrpura templada
de aquellos labios de mojado fuego?
Entró en ellos la noche despiadada
y todo lo dejó desierto y ciego,
todo destierro y sombra de la nada.

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 DEL CUERPO AMANTE

Se ha inundado mi cuerpo de un anhelo constante,
ríos de espesa sombra circulan por mis sienes,
un galopar me lleva, me arrastra no sé a dónde.
Mi carne se ha poblado de mágicos corceles.

Si me acerco a la piedra olvidada y silente,
siento latir la nada en su entraña sin nadie,
siento el mundo vacío como una ausencia inmensa,
siento una soledad hondísima en la carne.

Si reposo mi mano sobre la yerba helada,
siento que apreso un grave misterio inconfundible.
¿Quién me llama del hondo de esta sordera extraña
que el árbol sube al cielo soñado en sus raíces?

Lo desierto responde, responde eternamente
a mi anhelo de hombre, a mi llamada amante.
(La tierra, indiferente, va girando y girando
mientras los hombres siembran su ya gastada carne.)

La nada la llevamos sembrada entre las venas,
por eso nos halaga la noche sorda y grande;
pero también la vida llevamos en la frente,
que huye de la tierra para buscar el aire.

Qué terrible es, amantes, esta oquedad del mundo
cuando está llena el alma de un ansia que la colma,
y ver que un inclemente destino va poniendo,
en la amorosa carne, silencio y sombra y sombra.

Tan sólo el amor puede colmar estas ausencias
cuando la carne es grito para el amor nacido.
Tan sólo el amor colma la soledad inmensa
que siente el hombre y siente a través de los siglos.

Por eso aquí a tu lado, mujer, es cuando siento
que se inunda mi carne de celestes corceles
y que todo se puebla de tu clara presencia.
Ahora rebosa el mundo su fuego entre la nieve.

Aquí a tu lado siento que mágicos ramajes
se van abriendo lentos por mi carne de amante;
felices en su vuelo me hunden y me hunden
en la honda llamada de la carne a la carne.

 

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PRETÉRITOS

Existieron palabras

que ya nadie pronuncia,

silábicos latidos,

floraciones sonoras

del concepto,

alas del pensamiento.

Perdida la materia

que nombraron,

perdidos los oficios,

las costumbres,

quedaron sin presente,

fueron oscuramente

arrojadas del tiempo.

Yertas en los diccionarios,

quedaron desangradas,

deshabitadas, solas,

muertas ya para siempre

en las desolaciones

de los viejos pretéritos.

(La palabra, poemas inéditos)

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