Desnudos 
								afrentamos el cuerpo
								como dos ángeles equivocados,
								como dos soles rojos en un bosque oscuro,
								como dos vampiros al alzarse el día,
								labios que buscan la joya del instante entre dos 
								muslos,
								boca que busca la boca, estatuas erguidas
								que en la piedra inventan el beso
								sólo para que un relámpago de sangres juntas
								cruce la invencible muerte que nos llama.
								De pie como perezosos árboles en el estío,
								sentados como dioses ebrios
								para que me abrasen en el polvo tus dos astros,
								tendidos como guerreros de dos patrias que el 
								alba separa,
								en tu cuerpo soy el incendio del ser.









